Geithner
y sus cinco amigos
Por
Alejandro Nadal (*)
La
Jornada, 17/06/09
El
gobierno del presidente Obama anuncia hoy el programa
regulatorio para el sistema financiero. La retórica es que
se quiere convertir al sistema bancario y bursátil en un
sistema financiero "aburrido". Con eso se quiere
anunciar que ese terreno dejaría de ser el campo de
aventuras de fondos predadores e inversionistas tiburones.
Pero no hay que estar tan seguros.
El
plan de rescate bancario de la administración de Obama,
diseñado por su secretario del Tesoro, Timothy Geithner, es
un indicio de lo que viene. Es opaco, sesgado y costará al
fisco más de un billón (castellano) de dólares. En
definitiva, beneficia a los que provocaron la crisis.
El
Plan Geithner tiene dos componentes. El primero está
orientado a la compra de cartera vencida e incobrable que
forma parte de los activos de los bancos. En principio, este
programa está abierto a todo tipo de participantes en el
mercado. Pero aunque este problema de cartera chatarra es un
obstáculo para el buen funcionamiento de los bancos, la
dificultad más seria está en otra parte.
El
segundo componente del plan es para quitarle a los estados
financieros de los bancos toda la pesada carga de derivados
tóxicos que están detrás de esta crisis. Esos derivados
(títulos respaldados por hipotecas, swaps de deuda
incobrable, etcétera) son los activos tóxicos de los que
tanto se habla. Su valor es más incierto que el de la
cartera vencida. Se ramifican por todo el sistema bancario y
financiero de Estados Unidos (y del mundo) y establecen
conexiones entre bancos y el sistema financiero no bancario.
Eso hace que el segundo componente sea tan vulnerable a la
colusión (quizás para eso fue diseñado).
Las
principales características del Plan Geithner lo hacen el
lado más oscuro de la estrategia de la Casa Blanca para
enfrentar la crisis. En primer lugar, esta parte no está
abierta a cualquiera: sólo podrán participar cinco
administradores de fondos privados. Y aunque se ha insinuado
que serán seleccionados en una especie de concurso, la
realidad es distinta. Los requisitos para ser uno de esos
cinco administradores afortunados son muy restrictivos: para
ser seleccionado debe tener bajo su responsabilidad o
control más de 10 mil millones de dólares de activos tóxicos
y debe demostrar la capacidad de obtener otros 500 millones
de dólares.
Pocos
fondos administradores pueden jactarse de llenar esos
requisitos. Lo que se comenta en los blogs financieros es
que Timothy Geithner, con el visto bueno de Obama, debe
haber hablado ya con los cinco fondos que van a entrarle a
esta parte del plan. Entre esos administradores se mencionan
Blackrock, Franklin Templeton, Pacific Investmnent, Western
Asset y Pimco.
En
segundo lugar, el apalancamiento permitido es todavía más
fuerte. Un ejemplo permite aclarar esto. Para adquirir
derivados tóxicos, el fondo administrador aporta, digamos,
500 millones de dólares. El Tesoro contribuye con otro
tanto y se crea una entidad especial con capital de mil
millones de dólares (mmdd). Esa entidad recibe ahora un préstamo
del Tesoro equivalente a 100 por ciento de lo que ya es su
capital: tiene entonces 2 mmdd. Digamos que ahora desea
adquirir derivados tóxicos por 50 mmdd, y para ello
solicita y recibe un préstamo de la Reserva Federal por 48
mmdd. El apalancamiento es colosal.
Algo
de aritmética permite desentrañar los rendimientos y la
distribución de riesgos que entraña esta operación. Si al
final los derivados tóxicos tienen un valor superior al de
esta inversión, los préstamos se restituyen y los
dividendos se dividen entre el administrador privado y el
Tesoro en función de sus aportaciones. Los rendimientos serán
más o menos jugosos. Pero si hay pérdidas, y lo más
probable es que así ocurra, el Tesoro y la Reserva Federal
(respaldada en última instancia por el mismo Tesoro) son
los que reciben el golpe duro, mientras que los bancos habrán
recibido dinero fresco en cantidades astronómicas. La carga
de estos derivados tóxicos será trasladada a los causantes
sin autorización expresa del Congreso estadunidense (lo que
confirma la similitud con el Fobaproa mexicano).
Finalmente,
el Plan Geithner para derivados tóxicos abre la puerta a la
colusión. Los actores participantes tienen todos los
incentivos para estar coludidos y pasarle una carga extra al
fisco. Cada uno de estos administradores ha otorgado préstamos
a los bancos con problemas (por ejemplo, a Citigroup) y
desde esa perspectiva tiene un incentivo perverso en tratar
de que esos bancos vendan sus activos al mayor precio
posible, porque eso permite sanearlos más rápido. Por otra
parte, el número reducido de actores (los cinco
administradores privados) hace posible el contubernio.
Se
dice que del nuevo marco regulatorio depende la recuperación
económica y la forma de sistema financiero que tendrá la
economía estadunidense en el futuro. Pero no hay que
esperar tanto tiempo para ver que Timothy Geithner tiene
cinco amigos y Obama no es uno de ellos.
(*)
Alejandro Nadal, economista, es profesor investigador del
Centro de Estudios Económicos, de El Colegio de México.
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