Racistas
en las calles de Obama
Por
Anna Giralt
Corresponsal en EEUU
El Periódico 31/08/09
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Arresto
de Henry Louis Gates, destacado catedrático
afroamericano de Harvard,
en su propio hogar |
Washington.-
Hoy por hoy ser negro en Estados Unidos podría parecer una
ventaja. Una minoría altamente discriminada creía
encontrar las puertas de la libertad tras la figura del
omnipotente Obama. En la mente de muchos existía ese
pensamiento esperanzador –y quizá onírico– de que con
la llegada del primer presidente afroamericano los siglos de
represión llegarían a su fin.
Es difícil
describir cómo el ambiente en la capital estadounidense ha
cambiado en los últimos meses. Una variación sutil pero lo
suficientemente notoria para vestir la ciudad con aires
joviales e incluso, en ocasiones, de hermandad. Las minorías
respiran más tranquilas, dejando a un lado –tampoco muy
lejos por si las volvieran a necesitar– las tensiones del
pasado. Blancos, negros, hispanos y asiáticos viviendo en
paz bajo un mismo territorio. El gran sueño americano.
Pero
Washington no es el espejo del país. Ni siquiera una parte
representativa del mismo. Ya el pasado abril el Departamento
de Seguridad Nacional empezó a romper esa utopía
posracista. Un informe advertía el peligro de que aumente
el extremismo de derecha como consecuencia de la elección
de Barack Obama. No solo estos grupos sino también
importantes espacios de televisión siguen sosteniendo que
las minorías y los inmigrantes, especialmente los
procedentes de Latinoamérica, son los culpables de la
crisis económica y otros males mayores del país, como los
crímenes o la transmisión de enfermedades. Palabras necias
que en más de una ocasión han llegado a los hechos. Un mes
después de los comicios presidenciales, Estados Unidos
registraba el asesinato de dos ecuatorianos en plena calle
del estado de Nueva York. En ambos casos, un grupo de
adolescentes salió a la caza de latinos como simple forma
de entretenimiento.
A pesar de
la voluntad de cambio, la ampliación de los derechos
federales a los homosexuales o la promoción de una reforma
migratoria histórica, la verdad es que el racismo es y será
una gran batalla para la Administración de Obama.
¿El último
caso? El arresto de un destacado catedrático afroamericano
de Harvard – Henry Louis Gates– en su propio hogar por
la llamada de un vecino. El debate estaba servido. Y todavía
se avivó más con las declaraciones del propio presidente
que tildó de «estúpida» la actuación de la policía.
Sin olvidar
una piscina privada de Pensilvania que rechazó la entrada a
un grupo de 65 niños negros y latinos. «Señorita Wright,
señorita Wright, esa gente está diciendo: ‘¿Qué hacen
niños negros aquí?». Así reaccionaron los escolares, de
entre 5 y 13 años, desconcertados por la reacción de las
autoridades y los socios del club, quienes se apresuraron a
retirar corriendo a sus hijos de la piscina. Como era de
esperar, la dirección lanzó una explicación hipócrita:
las instalaciones no contaban con la capacidad suficiente
para albergar a grupos externos, aunque estos hubieran
pagado la entrada con antelación. Un ejemplo más de los
prejuicios que mantiene parte del país, políticamente
correcto para tener un presidente afroamericano, pero que aún
no está preparado para vivir con él.
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