La
peor recesión desde la Gran Depresión ha dejado un
panorama desolador que pesará sobre el mercado laboral y la
economía estadounidense durante varios años, según los
economistas que participaron en la encuesta más reciente de
The Wall Street Journal.
Los
48 economistas consultados esperan que, tras cuatro
trimestres de contracción, la economía se recupere en el
tercer trimestre con un crecimiento anualizado y ajustado
por factores estacionales de 3,1%. La expansión continuará
durante el primer semestre del 2010, aunque a un ritmo más
pausado.
Sin
embargo, la enorme crisis ha dejado una herida abierta en el
mercado laboral que tardará años en sanar. En promedio,
los economistas prevén que el desempleo en EE.UU. no
descenderá por debajo del 6% antes de 2013. En septiembre,
el desempleo llegó al 9,8%.
"Nunca
antes las empresas despidieron a tantos trabajadores con
tanta celeridad, tantas personas que están buscando empleo
no lo encontraron, ni tantos se retiraron de la fuerza
laboral como en las circunstancias actuales", dijo
Allen Sinai, de Decision Economics.
El
difícil camino que tiene el mercado laboral por delante fue
puesto de relieve por el informe del jueves sobre las
solicitudes iniciales de beneficios por seguro de desempleo,
que cayeron en 33.000 a un nivel desestacionalizado de
521.000 en la semana que finalizó el 3 de octubre, informó
el Departamento de Trabajo.
Los
economistas esperan, en promedio, que la tasa de desempleo
alcance un máximo de 10,2% en febrero del próximo año.
Pero incluso una vez que la situación deje de deteriorarse,
los economistas esperan que la recuperación ocurra con
lentitud.
Washington
no interviene para frenar
la caída del dólar
El dólar
descendió ayer a su nivel más bajo en 14 meses contra
otras monedas, un declive que el gobierno del presidente
Barack Obama parece dispuesto a tolerar discretamente
mientras proclama su apoyo a un "dólar fuerte".
Varios
socios comerciales de Estados Unidos, sin embargo, parecen
remar en la dirección contraria. Operadores manifestaron
que los bancos centrales de Corea del Sur, Taiwán,
Filipinas, Tailandia, Indonesia y Hong Kong volvieron a
intervenir para frenar la caída de la divisa estadounidense
contra sus monedas locales. "El baht se ha apreciado
demasiado rápido comparado con nuestros fundamentos",
dijo Suchada Kirakul, vicepresidente del Banco de Tailandia.
En
Europa, donde la fortaleza del euro ensombrece las
posibilidades de un crecimiento de las exportaciones, el
presidente del Banco Central Europeo, Jean–Claude Trichet,
aseveró el jueves que "la política declarada por
EE.UU. de un dólar fuerte es extremadamente importante en
las actuales circunstancias".
El dólar,
que ha retrocedido 11,9% frente a una canasta de monedas
desde que Obama asumió la presidencia, cayó un 0,6%
adicional el jueves.
El
Departamento del Tesoro de EE.UU. no comentó sobre la
situación del dólar el jueves. En Estambul, después de
una reunión con otros ministros de Finanzas, el secretario
del Tesoro Timothy Geithner enfatizó públicamente la
importancia de un dólar fuerte para EE.UU.
No
obstante, salvo por los comentarios de Trichet, pocos
parecieron creer mucho en tal declaración. "EE.UU. está
dispuesto a hablar de un dólar fuerte pero no a hacer algo
al respecto", dice Jonathan Clarke, vicepresidente de
FX Concepts, un fondo de cobertura neoyorquino que
administra cerca de US$8.000 millones. "Si no respalda
las declaraciones con acciones, son sólo palabras".
Hasta
ahora nada sugiere que el debilitamiento del dólar haya
activado las alarmas en Washington, y es poco probable que
esto cambie a menos que el declive se convierta en una
crisis de confianza, una posibilidad que algunos analistas
han proyectado por años.
Por
ahora, un dólar débil abarata las exportaciones
estadounidenses, un acontecimiento positivo en momentos de
crisis económica. Unos bienes estadounidenses más baratos
podrían ayudar a lograr la meta buscada por mucho tiempo de
rebalancear la economía global, con más exportaciones de
EE.UU. y más importaciones de otros países, incluyendo
China.
"Larry
Summers, el secretario Geithner e incluso el presidente
Obama han sido muy claros en que no sólo quieren una
recuperación sólida, sino una recuperación distinta, que
dependa menos de la demanda de los consumidores y más de
las exportaciones y la inversión", dice Fred Bergsten,
director del Instituto para Finanzas Internacionales Peter
G. Peterson. "Parte de esos cambios tienen que incluir
una tasa de cambio más competitiva para el dólar".
Asimismo,
a pesar del desplome del dólar, los precios de las acciones
estadounidenses han seguido subiendo. De hecho, dado que el
40% de las ganancias antes de impuestos de las empresas que
componen el índice Standard & Poor's 500 provienen del
exterior, según los cálculos de BofA Merrill Lynch Global
Research, un dólar más débil puede impulsar un alza en
las acciones estadounidenses.
Al
mismo tiempo, las tasas de interés que el Departamento del
Tesoro tiene que pagar sobre su deuda han permanecido bajas.
Siempre y cuando ese sea el caso y el declive del dólar sea
paulatino, es probable que el gobierno de Obama se mantenga
al margen y se limite a repetir sus comentarios sobre un dólar
fuerte. La divisa estadounidense no fue mencionada la semana
pasada en el comunicado emitido por los ministros de
Finanzas del Grupo de los Siete tras su reunión en
Estambul.
La
caída del dólar preocuparía a la Reserva Federal si
pareciera que está elevando las expectativas de una inflación
más alta en los mercados y los consumidores. Hasta ahora,
sin embargo, dichas expectativas no parecen generalizadas,
aunque el precio del oro, algunas veces visto como un
precursor de la inflación, batió un récord esta semana y
se empinó sobre US$1.056 la onza.
En
Washington, el reciente descenso de la moneda es
interpretado como una señal de que la crisis está
perdiendo intensidad. Los inversionistas que, en medio de la
crisis, se refugiaron en los bonos del Tesoro
estadounidense, considerados más seguros, ahora están
vendiendo dólares en busca de inversiones que ofrezcan una
mayor rentabilidad.