Es
lo que al parecer escucharon los miembros del jurado de
Texas que en 1999 condenó a la pena capital a Khristian
Oliver, de 22 años entonces, por asesinar a un anciano para
robarle. Según el testimonio de un cómplice, Oliver mató
a la víctima a balazos antes de golpearle la cabeza con la
culata de su rifle. No está en cuestión la gravedad del
delito que, desde luego, merece castigo. Lo notable es que
los miembros del jurado se apoyaron en la lectura del
Antiguo Testamento para acordar el tipo de penalidad
–muerte, en vez de prisión perpetua, por ejemplo–, según
reconocieron varios de ellos. No deja de ser algo novedoso.
Y violatorio de la Constitución de EE.UU., que invalida los
juicios en los que, más allá de las pruebas, se detecta
alguna “influencia externa”.
La
fecha de ejecución de Oliver se ha fijado para el 5 de
noviembre próximo y esto ha reverdecido la actualidad del
caso. Dos pedidos de apelación fueron rechazados, aunque
una Corte federal reconoció el año pasado que la
referencia a la Biblia en la habitación donde deliberaban
los jurados era inadecuada, pero confirmó la sentencia con
el argumento de que no se había probado que esa lectura había
influido en la decisión final. Sin embargo, algunos
componentes del cuerpo juzgador no ocultaron el papel que
sus creencias religiosas desempeñaron en el fallo.
Los
abogados de Oliver presentaron como testigos a cuatro
componentes del jurado en las sesiones de una primera
apelación. Uno de ellos, Kenneth McHaney, relató que otro
miembro, Kenneth Grace, leyó en voz alta textos de la
Biblia durante las deliberaciones y que en el lugar de reunión
había cuatro ejemplares del libro. Donna Matheny le mostró
al primero un ejemplar con pasajes subrayados y Maxine
Symmank reconoció que había recitado este pasaje de Números:
“Y si con instrumento de hierro lo hiere, y muere,
homicida es; el homicida morirá” (www.guardian.co.uk,
15/10/09). En el 2002, un quinto jurado reveló a un
periodista danés que “aproximadamente el 80 por ciento”
de los miembros del grupo había “introducido las
Escrituras en la deliberación” y que todos las habían
consultado “mucho antes de llegar a un veredicto” (www.amnesty.org,
9/10/09). Oliver estaba condenado de antemano a la inyección
endovenosa que se aplica en Texas.
En
abril del 2009, la Corte Suprema de EE.UU. rechazó estudiar
el caso, pese a que cincuenta ex fiscales estatales y
federales la instaron a hacerlo. A Oliver sólo le queda una
posibilidad remotísima: la conmutación de la pena de
muerte por Rick Perry, gobernador del estado. Hace ocho años
que ejerce el cargo y al mes de junio de 2009 había firmado
la orden de ejecución número 200 de sus tres mandatos. Le
ganó a su predecesor George W. Bush, que apenas autorizó
152.
Texas
es muy particular en la materia. La pena capital se volvió
a legalizar en ese estado en 1976 y en diciembre del 2005 ya
habían tenido lugar mil ejecuciones. En términos
generales, es en los estados del sur de EE.UU. donde se
registra el mayor número de ejecuciones: el 95 por ciento
de todo el país en el 2008. Tal vez esto se deba a la
herencia de los tiempos de la esclavitud, los linchamientos
y la segregación. A las 428 que hubo en Texas desde 1982,
W. Bush y Rick Perry han contribuido con largueza.
Ninguna
administración admite que ha ejecutado a un inocente y
Perry pasa ahora por semanas tormentosas. La Comisión de
Ciencias Forenses del estado había comenzado a investigar
el caso del texano Cameron Todd Willingham, ejecutado en el
2004 por haber incendiado su propia casa y causado así el
fallecimiento de sus tres hijas, dos mellizas de un año y
la mayorcita de dos. Su condena a muerte se basó en análisis
científicos equivocados o falsos y en presuntas tendencias
homicidas que sus tatuajes probarían (www.alternet.org,
19/10/09). En el 2008, la Comisión contrató a un experto
que examinó el caso con otros cinco colegas y llegó a la
conclusión de que un accidente había provocado el incendio
y que, por ende, Willingham era inocente. Perry despidió a
Sam Basset, director de la Comisión, y a otros dos de sus
miembros y está haciendo todo lo posible para tapar el escándalo.
El
anuncio de la fecha de ejecución de Khristian Oliver se
produjo días antes de que el 10 de octubre se celebrara por
séptima vez el Día Mundial contra la Pena de Muerte, una
iniciativa de la Coalición Mundial contra la Pena de Muerte
que agrupa a ONG internacionales, asociaciones de abogados,
sindicatos y administraciones locales de todo el mundo.
Demandan el cumplimiento de la resolución 62/149 de la
Asamblea General de la ONU, aprobada en diciembre del 2007,
que exhorta a los gobiernos del planeta a declarar una
moratoria de la aplicación de la pena capital, que por ley
o de hecho no se practica en 139 países (www.mnadvocates.org,
10/10/09). EE.UU. y China no se encuentran entre ellos.