El
asesinato ¿a sangre fría? de doce soldados y un civil en
la base militar de Fort Hood, la más grande de EE.UU., ha
desatado especulaciones diversas sobre las razones que
llevaron al mayor Nidal Malik Hassan a perpetrar semejante
crimen. Nunca fue destinado a Irak o Afganistán, pero como
psiquiatra del ejército trató decenas de casos del llamado
síntoma de stress postraumático que padecen muchos
veteranos a la vuelta de esas guerras.
¿Experimentó
esos conflictos como si hubiera participado en ellos,
haciendo suyos los sufrimientos y las miserias de quienes
tal vez no duermen asaltados por recuerdos horribles de lo
que hicieron o no hicieron o simplemente presenciaron? ¿Fue
un rapto emocional, entonces? Hay otra versión: Hassan habría
actuado en total posesión de sus facultades.
Osman
Danquah, fundador de la Comunidad Islámica de Greater
Killen, Texas, declaró que lo habían turbado las
afirmaciones de Hassan en charlas recientes que con él
mantuvo: iba a ser trasladado a Afganistán y atravesaba una
dura contradicción entre su fe musulmana y la misión de
participar en la lucha contra otros musulmanes (www.gosa
nangelo.com, 7/11/09). Pensaba que la “guerra
antiterrorista” era, en realidad, una guerra contra el
Islam.
El
doctor Van Finnell, su compañero de estudios en el 2007,
relató que Hassan decía a quien quisiera oírlo que él
era “ante todo musulmán y en segundo lugar,
estadounidense”, y el coronel (R) Bailey Hutchison, que lo
conoció en Fort Hood, recordó que el psiquiatra quería
que la Casa Blanca retirara las tropas de Irak y Afganistán
y discutía acerbamente con otros militares de opinión
contraria (AP, 9/11/09).
La
primera versión oficial de la matanza indicaba que ésta
nada tenía que ver con Al Qaida: los servicios de
inteligencia escrutaban minuciosa y permanentemente a Hassan
por su pertenencia religiosa y no encontraron, durante años,
elementos que lo involucraran en actividades terroristas (www.nytimes,
8/11/09). Entre paréntesis, cabe preguntarse cuántos de
los diez millones de musulmanes que viven en EE.UU. son
objeto de la misma vigilancia.
Por
lo demás, el mayor tenía un comportamiento curioso para
los integristas de su fe: frecuentaba un club de strip tease
cercano a la base militar, permanecía seis o siete horas
mirando el espectáculo y el 29 y 30 de octubre pasados pagó
50 dólares a una de las stripteasers para bailar con ella
tres melodías en una habitación privada del club (www.foxnews.com,
9/11/09). El Edén seguramente no lo espera.
Se
habla, sin embargo, de unos correos aparecidos en Internet y
procedentes de la base que elogiaban el terrorismo suicida y
se atribuyen a Hassan. Se averiguó que éste concurría en
el 2001 a una mezquita en Virginia que el FBI vinculó con
dos terroristas del 11/9 (www.mcclatchydc.com, 8/9/09). El
imán era Anwar al Awlaki, que ahora predica la Guerra Santa
desde el Yemen, y se dice que Hassan bien pudo allí
encontrarse con “Azzam, el estadounidense”, nacido en
Oregon y miembro de una familia judía convertido al
islamismo, que con el celo de un converso invita a los
musulmanes norteamericanos, en particular a los miles que
pertenecen a las fuerzas armadas, a combatir a “los
infieles” en el frente patrio (counterterrorismblog.org,
junio 2009). De esto a la inferencia de que Hassan bien pudo
contactarse con Al Qaida hay menos de un paso.
Unos
psiquiatras proponen interpretaciones diferentes. “Muchos
de los soldados que uno evalúa y trata hablan de
acontecimientos espantosos”, observó el doctor Daniel
Amen, que ejerció la profesión en el ejército de EE.UU.
y, como Hassan, trabajó en el Centro Médico Militar Walter
Reed de Washington. “En los psiquiatras –agregó–
puede prosperar algo que se llama fatiga de compasión.”
“No verán los combates con sus ojos, pero perciben sus
consecuencias”, advirtió el congresista republicano Tim
Murphy, que se desempeñó como psicólogo en la reserva
naval (www.dallasnews.com, 8/11/09). Rafid Hamas, tío de
Hassan, declaró a la AP que veía lágrimas en sus ojos
cuando hablaba de algunos de sus pacientes. En la décima
versión del clásico Kaplan and Sadock’s Synopsis of
Psychiatry (Lippincot Williams & Wilkins, Filadelfia,
2007) se establece que, entre los médicos, los psiquiatras
son más propensos a intentar el suicidio.
Obama
enfrentaba un dilema para la nueva definición oficial del
caso. Decir que “es un hecho aislado” producto del
impulso irracional de un psiquiatra compasivo y fatigado de
escuchar historias pavorosas. O atribuirlo a Al Qaida.
Si
lo primero, subrayaría los estragos mentales que la guerra
causa en los veteranos estadounidenses que la sobreviven.
Si
lo último, podría servirle para justificar el envío de
tropas a Afganistán, pero surgirían otras preguntas: ¿Al
Qaida opera nuevamente en EE.UU.? ¿Para qué sirven,
entonces, tantas medidas de seguridad que recortan los
derechos civiles de los estadounidenses?