¿Washington en bancarrota? Es la palabra que utilizó el
vicepresidente Joe Biden en una entrevista:
"Actualmente, Washington está en bancarrota"
(www.cbsnews.com, 17-2-10).
¿Estados Unidos inestable políticamente?
Es lo que escuchó en bocas extranjeras, por primera vez en
su vida, Thomas L. Friedman, tres veces premio Pulitzer de
Periodismo, cuando cubría el Foro Económico de Davos
(www.nytimes.com, 31-1-10). En el marco de ese barómetro
económico global de primer nivel, un empresario
norteamericano declaró a Friedman que todo el mundo le
preguntaba sobre "la inestabilidad política en EE.UU.,
nos hemos convertido en algo impredecible para el
mundo".
Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008, no evita el
tono melodramático cuando se refiere al tema: "Siempre
supimos que el reinado de EE.UU. como la nación más grande
del mundo llegaría eventualmente a su fin. Pero la mayoría
de nosotros pensamos que nuestra caída, cuando se
produjera, sería algo imponente y trágico. En cambio, lo
que conseguimos, más que una tragedia, es una farsa mortífera
(...) En vez de reencarnar el ocaso y la caída de Roma,
estamos repitiendo la disolución de la Polonia del siglo
XVIII". Hay más voces en este coro.
Un artículo del semanario The Economist titulado
"Estudio de una parálisis" (www.economist.com,
18-2-10) subraya que crece y crece la idea de que EE.UU. es
"ingobernable", en buena medida por la
imposibilidad de Barack Obama de que se aprueben las leyes más
importantes que ha propuesto. A un año de haber ganado las
elecciones apoyado por una clara mayoría y de controlar
tanto la Cámara de Representantes como el Senado, el
presidente Obama no logra que se apruebe su meta
prioritaria, la reforma del sistema de salud. Otras
incertidumbres planean sobre temas importantes como la
reducción del déficit presupuestario, la cuestión energética
y la reforma financiera. Para los críticos, el sistema
bipartidista facilita obstrucciones de la oposición
republicana y el Congreso actual, en particular el Senado,
son los grandes paralizadores.
Krugman recuerda un antecedente histórico: en los siglos
XVII y XVIII, el Sejm o Parlamento polaco, integrado por
nobles, debía ajustarse al principio de unanimidad para
aprobar disposiciones. El desacuerdo de uno solo de sus
miembros impedía la promulgación de una ley, imperaba la
ingobernabilidad, Prusia, Austria y Rusia absorbieron a
Polonia en 1795 y su "inexistencia" se prolongó
un siglo todavía. El Nobel ilustra el caso estadounidense
con un ejemplo menor: el nombramiento de Martha Johnson como
directora de la administración de servicios generales, un
cargo no político, pudo ser frenado durante nueve meses por
el senador republicano Richard Shelby que, a cambio de
aprobarlo, exigía que el gobierno financiara un proyecto
edilicio en Kansas City. Esto, desde luego, jamás
desembocaría en la disgregación de EE.UU.
Estas críticas, fundamentadas o exageradas, tienen un
olorcillo electoral: aunque los comicios intermedios están
lejos -se llevarán a cabo en noviembre próximo-, el
triunfo de un republicano para ocupar la banca senatorial
vacía por el fallecimiento del prominente demócrata Ted
Kennedy, nada menos, elegido diez veces consecutivas y que
ejerció su senaduría durante 47 años, alarmó al gobierno
de Obama. Por otra parte, según las encuestas de varias
empresas realizadas el mes pasado, los republicanos avanzan
y podrían ganar en algunos lugares hasta por márgenes del
14 por ciento (www.pollster.com, febrero 2010). Las
dificultades de la Casa Blanca no radican en su presunta
incapacidad para gobernar. El tema es para quién gobierna.
Los ejecutivos de los grandes bancos, que Obama salvó de
la bancarrota concediéndoles la inabarcable cantidad de 787
miles de millones de dólares de dinero público, están
satisfechos: Wall Street va mejor y ellos se autopremian con
bonos millonarios. En tanto, una encuesta de Gallup estima
que cerca de 30 millones de estadounidenses, un 20 por
ciento de la fuerza de trabajo, están desocupados o apenas
se defienden con empleos de medio tiempo. Gallup interrogó
a más de 20.000 adultos del 2 al 31 de enero y el 23 de
febrero dio a conocer los resultados que, entre otras cosas,
muestran que estos ciudadanos gastan en compras para el
hogar un 36 por ciento menos que los otros, los que sí
tienen trabajo. Varios millones ni eso podrán hacer cuando
venzan sus seguros de desempleo.
La
verdadera parálisis estadounidense radica en esta
incongruencia. Se aduce que los grandes intereses dificultan
los planes de Obama, pero lo cierto es que la industria
farmacéutica, por ejemplo, apoya sin vacilaciones la
reforma sanitaria: tendrá decenas de millones de nuevos
consumidores. Y sin embargo...