Bajo su compromiso con una
diplomacia de voz suave y más allá de las zonas de combate de Afganistán e
Iraq, el gobierno de Obama ha expandido considerablemente una guerra en gran
parte secreta de EE.UU. contra al–Qaida y otros grupos radicales, según
altos responsables militares y gubernamentales.
Las fuerzas de Operaciones
Especiales han crecido en número y presupuesto, y están desplegadas en 75 países,
en comparación con unos 60 a comienzos del año pasado. Aparte de unidades
que han pasado años en las Filipinas y en Colombia, hay equipos operando en
Yemen y en otros sitios en Oriente Próximo, África y Asia Central.
Hay comandantes que
desarrollan planes para aumentar el uso de tales fuerzas en Somalia, donde un
ataque de Operaciones Especiales mató el año pasado al presunto jefe de
al–Qaida en África Oriental. Existen planes para ataques preventivos o de
represalias en numerosos sitios del mundo, con la intención de ponerlos en práctica
cuando se identifique un complot, o después de un ataque vinculado a un grupo
específico.
El aumento de despliegues de
Operaciones Especiales, junto con la intensificación de los ataques de drones
de la CIA en Pakistán occidental, es la otra parte de la doctrina de
seguridad nacional de compromiso global y valores interiores que el presidente
Obama publicó la semana pasada.
Una ventaja de la utilización
de fuerzas ‘secretas’ para tales misiones es que pocas veces hablan de sus
operaciones en público. Para un presidente demócrata como Obama, criticado
por ambos lados del espectro político por demasiada o demasiado poca agresión,
los ataques no reconocidos de drones de la CIA en Pakistán, junto con
incursiones unilaterales de EE.UU. en Somalia y operaciones conjuntas en
Yemen, proveen instrumentos políticos políticamente útiles.
Obama, dijo un alto
responsable militar, ha permitido “cosas que la administración previa no
permitía”.
‘Más
acceso’
Comandantes de Operaciones
Especiales también se han convertido en una presencia mucho más regular en
la Casa Blanca que bajo el gobierno de George W. Bush, cuando la mayoría de
las sesiones para informar sobre potenciales futuras operaciones se realizaban
a través de la cadena de comando del Pentágono y estaban dirigidas por el
secretario de Defensa o el jefe del Estado Mayor Conjunto.
“Tenemos mucho más
acceso”, dijo otro oficial militar. “Hablan mucho menos en público, pero
actúan más. Están dispuestos a mostrarse agresivos mucho más rápido”.
La Casa Blanca, dijo, “pide
ideas y planes… nos llaman y dicen, ‘Díganme lo que pueden hacer. Díganme
cómo hacen estas cosas.’”
Las capacidades de
Operaciones Especiales solicitadas por la Casa Blanca van más allá de
ataques multilaterales e incluyen el entrenamiento de fuerzas
contraterroristas locales y operaciones conjuntas con ellas. En Yemen, por
ejemplo, “estamos haciendo las tres cosas”, dijo el funcionario.
Funcionarios que hablaron del aumento de operaciones no estaban autorizados
para hablar de éstas oficialmente.
La descripción pública más
clara de los aspectos de guerra secreta de la doctrina provino del director de
contraterrorismo de la Casa Blanca John O. Brennan. Dijo la semana pasada que
EE.UU. “no sólo responderá después de los hechos” ante un ataque
terrorista sino que “llevará el combate a al–Qaida y sus afiliados
terroristas no importa si complotan o entrenan en Afganistán, Pakistán,
Yemen, Somalia y más allá”.
Esa retórica no es muy
diferente de la promesa de Bush de “llevar la batalla al enemigo… y
enfrentar las peores amenazas antes de que emerjan”. Las unidades de elite
de Operaciones Especiales provenientes de las cuatro ramas de las fuerzas
armadas se convirtieron en un arma de contraterrorismo de primera línea para
EE.UU. después de los ataques del 11 de septiembre de 2001.
Pero Obama ha convertido a
esas fuerzas en una parte mucho más integrada de su estrategia global de
seguridad. Ha solicitado un aumento de 5,7% en el presupuesto de Operaciones
Especiales para el año fiscal 2011, por un total de 6.300 millones de dólares,
más 3.500 millones adicionales en fondos de contingencia para 2010.
Los choques de la era de Bush
entre los departamentos de Defensa y Estado por despliegues de Operaciones
Especiales prácticamente han terminado. El ex secretario de defensa Donald H.
Rumsfeld las veía como una fuerza independiente, y aprobó misiones de
recolección de inteligencia de Operaciones Especiales en algunos países que
eran tan secretas que el embajador de EE.UU. no fue informado de que estaban
teniendo lugar. Pero se dice que la relación estrecha entre el secretario de
Defensa Robert M. Gates y la secretaria de Estado ha allanado el proceso.
“En algunos sitios nuestra
presencia es bastante obvia”, dijo en un discurso el almirante Eric T. Olson,
jefe del Comando de Operaciones Especiales. “En algunos sitios, como
deferencia a la sensibilidad del país anfitrión, tratamos de pasar
desapercibidos. En todos los sitios, las actividades de las fuerzas de
Operaciones Especiales son coordinadas con el embajador de EE.UU. y están
bajo el control operativo del comandante regional de cuatro estrellas”.
Cadenas de
comando
El Estado Mayor Conjunto bajo
Bush ordenó al general David H. Petraeus en el Comando Central y a otros que
desarrollaran planes para utilizar fuerzas de Operaciones Especiales en la
recolección de inteligencia y en otros esfuerzos de contraterrorismo, y
recibieron la autoridad para emitir órdenes directas a ellas. Pero esas órdenes
recién fueron formalizadas el año pasado, incluyendo una directiva de
CENTCOM en la que se describen operaciones en toda Asia del Sur, el Cuerno de
África y Oriente Próximo.
La orden, sobre cuya
existencia informó por primera vez el New York Times, incluye recolección de
inteligencia en Irán, aunque no está claro si hay fuerzas de Operaciones
Especiales en actividad en ese país.
El Comando de Operaciones
Especiales basado en Tampa no está enteramente satisfecho con su subordinación
a comandantes regionales y, en Afganistán e Iraq, a comandantes en el
terreno. Soldados de Operaciones Especiales dentro de Afganistán tenían su
propia cadena de comando hasta principios de este año, cuando fueron
colocados bajo la dirección unificada del comandante general de EE.UU. y la
OTAN en ese país, el general Stanley A. McChrystal, y su adjunto operativo,
el teniente general David M. Rodriguez.
“Todos los que trabajan en
CENTCOM trabajan para Dave Petraeus”, dijo un funcionario militar.
“Nuestro problema es que creemos que nuestras fuerzas en el terreno deberían
estar bajo un comandante de Operaciones Especiales en el terreno, en lugar
de… Rodriguez, quien es un sujeto de [fuerzas] convencionales y no sabe cómo
hacer lo que hacemos”.
Los soldados de Operaciones
Especiales se entrenan durante años en culturas extranjeras y lenguaje, y se
consideran de una clase aparte de lo que llaman “fuerzas de propósito
general”. Los soldados de Operaciones Especiales a veces se molestan ante la
autoridad de los embajadores de “controlar lo que entra y lo que sale de su
país”, dijo el funcionario. También se han obstaculizado operaciones en
Pakistán –donde entrenadores de Operaciones Especiales esperan casi
triplicar su actual despliegue a 300– por la demora de ese Gobierno en la
emisión de visas.
Aunque están satisfechos por
el aumento de su número y financiamiento, los comandantes de Operaciones
Especiales quisieran dedicar más fuerzas a misiones globales fuera de las
zonas de guerra. De unos 13.000 miembros de las Fuerzas Especiales desplegados
en el extranjero, unos 9.000 están divididos a partes iguales entre Iraq y
Afganistán.
“Un ochenta por ciento de
nuestra inversión tiene que ver ahora con la resolución de conflictos
actuales, no en la creación de capacidades con socios para evitar conflictos
futuros”, dijo un funcionario.
Preguntas
restantes
La fuerza también se ha
irritado por el engorroso proceso bajo el cual el presidente o su persona
designada, usualmente Gates, tiene que autorizar su uso de fuerza letal fuera
de zonas de guerra. Aunque la CIA tiene la autoridad de determinar objetivos y
lanzar misiles letales en las áreas tribales occidentales de Pakistán,
ataques como los del año pasado en Somalia y Yemen requieren aprobación
civil.
Las Naciones Unidas, en un
informe de esta semana, cuestionaron la autoridad del Gobierno según el
derecho internacional de realizar semejantes ataques, particularmente cuando
matan a civiles inocentes. Una posible justificación legal –el permiso del
país en cuestión– es complicada en sitios como Pakistán y Yemen, donde
los Gobiernos dan su acuerdo en privado pero no reconocen en público su
aprobación de los ataques.
Ex funcionarios de Bush, que
todavía se resienten por acusaciones de que su Gobierno se extralimitó en la
autoridad del presidente de realizar actividades letales a voluntad en todo el
mundo, han formulado preguntas similares. “Cuando parecen estar expandiendo
sus operaciones en términos de extraterritorialidad y agresividad, están
limitando la autoridad legal sobre la cual se basan esas acciones en expansión,”
dijo John B. Bellinger III, un alto asesor legal en ambos gobiernos de Bush.
El gobierno de Obama ha
rechazado la autoridad ejecutiva constitucional reivindicada por Bush y ha
basado sus operaciones letales en la autoridad que el Congreso dio al
presidente en 2001 para utilizar “toda la fuerza necesaria y apropiada
contra aquellas naciones, organizaciones, o personas” que determine “han
planificado, autorizado, cometido, o ayudado” a los ataques del 11 de
septiembre.
Muchos de los que actualmente
son atacados, dijo Bellinger, “particularmente en sitios afuera de Afganistán”,
no tuvieron nada que ver con los ataques de 2001.