Nueva
York, 13 de julio.- Debido a una economía anémica con casi
15 millones de desempleados, mientras las grandes empresas y
bancos reportan jugosas ganancias, la mayoría del pueblo
estadounidense ha perdido la fe en su cúpula política, y
las consecuencias inmediatas más severas las sufrirán el
presidente Barack Obama y el Partido Demócrata en las
elecciones intermedias de noviembre.
Según
encuestas nacionales divulgadas este martes, una creciente
mayoría de votantes estadounidenses desaprueba el manejo de
la economía del presidente Obama. En la encuesta de
Washington Post/ABC News, 43 por ciento aprueba el manejo y
54 por ciento lo desaprueba, en lo que resulta el peor nivel
desde que el demócrata llegó a la presidencia. Otra
encuesta de CBS News registró casi lo mismo, con sólo 40
por ciento que está de acuerdo con el manejo económico de
Obama.
En
la encuesta de Washington Post/ABC News esta desaprobación
afecta la calificación en general del mandatario: casi seis
de cada 10 votantes dicen que carecen de fe en que Obama
tome decisiones correctas para el país.
Pero
al presidente le va mejor que a los legisladores. Cerca de
siete de cada 10 votantes dicen carecer de confianza en
legisladores demócratas y republicanos. Más de un tercio
(36 por ciento) dicen tener nada de confianza o muy poca en
el presidente y en los legisladores de ambos partidos. Unos
dos tercios de los votantes afirman estar insatisfechos o
enojados con cómo funciona el gobierno federal en general.
Cobran
fuerza expresiones populistas de la derecha
Todo
esto nutre el sentimiento contra los políticos electos que
los principales analistas políticos han registrado durante
los últimos meses, y que algunos señalan como explicación
de la sorprendente fuerza que han adquirido expresiones
populistas derechistas como el llamado Tea Party. Pero otros
recuerdan que justo fue este mismo tipo de desilusión con
George W. Bush y el liderazgo republicano que nutrió la ola
que llevó a Obama y sus demócratas a tomar control de la
Casa Blanca y el Congreso. Ahora, ese triunfo está bajo
amenaza.
Según
la encuesta del Post/ABC News, sólo 26 por ciento de
empadronados dicen que esperan votar por la relección de su
representante federal y 62 por ciento buscan a alguien nuevo
para sacar de su curul al actual.
Este
peligro es tan claro que el propio vocero de la Casa Blanca,
Robert Gibbs, comentó este domingo que el partido de Obama
podría perder su mayoría en la Cámara de Representantes
en los comicios de noviembre. "Creo que no hay duda de
que hay suficientes curules en juego que podrían causar que
los republicanos tomen el control. No hay duda de eso",
dijo en un programa de noticias de NBC News.
Por
ahora, los demócratas gozan de una mayoría de 255 contra
178 republicanos (hay dos vacantes) en la Cámara, donde el
total de los 435 puestos están sujetos a la elección en
noviembre. Los republicanos necesitan recuperar unas 39 o 40
curules para lograr mayoría en la Cámara baja.
De
acuerdo con el prestigioso Cook Political Report, unas 64
curules demócratas están en juego (o sea, que no están
firmemente en manos de ese partido), y sólo siete de las
curules republicanas están en riesgo de ser ganados por el
opositor.
"Aunque
nadie está contento con estos difíciles tiempos económicos,
los demócratas tienen más que perder políticamente si las
cosas no cambian pronto", advierte Charlie Cook, uno de
los analistas electorales más influyente en Washington.
"Las fortunas (políticas) de los demócratas este
noviembre están vinculadas de manera inextricable con la
economía", escribió en su análisis más reciente.
Por
ahora, los pronósticos económicos no auguran nada bueno
para los demócratas, con tasas de crecimiento que no son
suficientes en los próximos dos trimestres como para
generar suficientes empleos que logren reducir de manera
significativa la actual tasa de desempleo de 9.5 por ciento.
Por
otro lado, las asociaciones empresariales promueven una crítica
coordinada para presentar al gobierno de Obama como "antiempresarial",
al denunciar sus reformas del sector financiero como algo
que podría deprimir la generación de empleo y la actividad
empresarial.
Pero
esto debería de sonar curioso, si no hueco, para los
ciudadanos comunes que padecen el desempleo, la pérdida de
sus casas y la anulación de sus ahorros y sus esfuerzos
para educar a sus hijos, entre otras cosas. El sector
empresarial espera anunciar ganancias enormes esta semana.
El
New York Times reportó el pasado fin de semana que los
bancos y casas financieras más grandes han tenido una
recuperación "notable" desde que Washington los
rescató en 2008, y que a la vez ya se registró un enorme
rebote en ganancias para las empresas que integran la Bolsa
de Nueva York, lo cual para 2009 fue de un total de 61.4 mil
millones de dólares, la cifra más grande registrada hasta
hoy.
Por
ahora, el presidente y los políticos demócratas intentan
no alarmarse demasiado ante el peligro de que si pierden la
mayoría en la Cámara de Representantes y se reduce su
margen en el Senado, los republicanos podrían descarrilar
algunas de las iniciativas más importantes de Obama. En sus
argumentos para intentar controlar el daño potencial de las
elecciones, recuerdan que fueron los republicanos quienes
llevaron al país a este desastre. "Se pasaron una década
conduciendo la economía a una zanja y ahora están pidiendo
que se les regresen las llaves. Y mi respuesta es no, no
pueden tener las llaves. No pueden conducir", declaró
Obama en un discurso reciente en apoyo de la campaña de
relección del líder del Senado, Harry Reid.
Pero
para Obama y otros demócratas el problema no es sólo la
ira popular por la situación económica del país, sino
también la desilusión entre sus propias bases, quienes
expresan una y otra vez que no se está cumpliendo con esa
promesa de "un cambio", explican a La Jornada
diversos líderes sindicales, latinos, maestros, defensores
de inmigrantes, del movimiento antiguerra, entre otros.
Así,
uno de los desafíos en el juego electoral que enfrentan
Obama y los demócratas no es sólo cómo abordar el
malestar entre sectores del electorado para que no voten por
los republicanos, sino cómo convencer a sus propias bases
para que mantengan su lealtad y salgan a votar por los demócratas.
Washington.- No hay día en que no le
disparen una andanada. Dieciocho meses bajo el fuego de una
economía que no responde con el empleo ni con la
prosperidad esperados han puesto a Barack Obama en el peor
momento de su presidencia. Hoy, sólo cuatro de diez
norteamericanos confían en su habilidad para manejar la
economía, de acuerdo con un sondeo de la cadena ABC.
Nunca como hasta ahora las encuestas le
dieron tan bajo. Y, seguramente, como consecuencia de esto,
nunca como hasta ahora había tenido tantos críticos ni tan
virulentos. "Usted ha perdido la mira", le espetó,
esta semana, el presidente de la influyente -y conservadora-
Cámara de Comercio, Tom Donohue.
Ni nunca como hasta ahora había tenido
Obama amigos tan faltos de carácter a la hora de defender
su gestión. Porque la novedad es que, con el oportunismo
que a veces tiene la vida política y el temor a perder las
elecciones de noviembre próximo, el desencanto de la
obamamanía empieza a evidenciarse entre quienes, hasta
ahora, fueron aliados y partidarios.
"Obama necesita desesperadamente
alguna buena noticia sobre la economía. Una buena noticia más
allá de septiembre u octubre", dijo Larry Sabato,
experto en ciencias políticas de la Universidad de
Virginia, consultado por LA NACION.
Los reproches son, muchas veces,
abiertamente contradictorios: los republicanos lo acusan de
gastar mucho, sin sentido y de ser hostil para con el mundo
empresarial. Los demócratas y progresistas le reprochan lo
contrario, que gaste poco en medidas para dinamizar la
economía y que no suba los impuestos a los más ricos.
¿En qué quedamos? "El problema
de Obama es que hace política de centro no sólo en un país
impaciente con la economía sino, sobre todo, muy polarizado
ideológicamente", dijo a LA NACION Eric Tompkins, del
Instituto de Ciencia Política de la Universidad de
Minnesota.
La cosa va más allá del mundo del
poder. Hoy, la calle no es del Organizing for America (la
adormecida heredera de la red de base que apoyó el triunfo
de Obama) sino del Tea Party, el conglomerado conservador
que, básicamente, expresa enojo con todo lo que huela al
gobierno federal.
"Más allá de la calle, lo que
ganó el Tea Party es la pantalla del televisor", acotó
Héctor Schamis, profesor de Ciencia Política de la
Universidad de Georgetown. "Y eso le da enorme difusión",
añadió.
Enterradas en la comodidad del olvido
la angustia y la depresión de los días finales de la gestión
de George W. Bush, la economía le deparó a Obama el peor
indicador de confianza.
Al comentar el sondeo de la ABC, que señala
que apenas cuatro de cada diez norteamericanos confía en la
habilidad de Obama para manejar la economía, Rick Sánchez,
presentador de la CNN, exclamó: "¡Sólo el 40 por
ciento! ¿Hay punto de retorno para eso?". No hubo
respuesta cierta.
Pero, con ser ingrediente de peso en el
malhumor popular, la mala economía, como casi todas las
desgracias, no viene sola. Y cerca de la mitad de su
mandato, la presidencia de Obama parece chocar con una
realidad adversa que, en un abanico de problemas, convirtió
su esperanzador "Sí, podemos" en un bumerán.
"Es curioso, incluso cuando
avanza, como ocurrió con las reformas financiera y del
sistema de salud, la gestión de Obama se percibe como una
presidencia fallida. Muy al estilo de Jimmy Carter",
dijeron John Harris y Jim van de Hei, analistas de Político
, una de las publicaciones más seguidas. "Obama pierde
aun cuando triunfa", fue el título de su artículo.
"Parece que éste es el verano de
la decepción para muchos progresistas", concluyó, días
atrás, la columnista política Abby Phillip.
Una carrera larga
¿Se desinfla Obama? "¡Por
supuesto que no! Esta es una carrera larga y él es un líder
de recursos, que reacciona mejor cuando está contra las
cuerdas", dijo a La Nacion Michael Shifter, del
Inter American Dialogue.
Enfrentado contra la mala imagen, Obama
recogió el guante y reaccionó con firmeza. "La única
encuesta que me guía es si algo es bueno o no para los
Estados Unidos", dijo, al hablar en un acto en Kansas.
Los adversarios, en tanto, disparan. "Obama tiene una
agenda pro sindicatos, con la que entierra a las empresas en
una nueva generación de regulaciones", dijo Tom
Donohue, uno de los líderes empresariales más influyentes
del país.
Los "decepcionados" de Obama
son más cautos, pero ya no disimulan. "Está bien que
[el presidente] rechace la ley que, en Arizona, criminaliza
la inmigración irregular. Pero debería hacer más y
terminar con las deportaciones, que ya superan a las de Bush",
dijo Gustavo Torres, de la asociación CASA e interlocutor
de la Casa Blanca en la materia.
Pero, entre los demócratas, hay
quienes piensan que el hecho de oponerse a la ley de Arizona
ya es demasiado. "Deberíamos estar hablando de empleo
y no de esto", dijo el gobernador de Tennessee, Phil
Bredesen; uno de los tantos líderes del partido que teme
por el resultado de las elecciones de noviembre.
Figuras populares de reconocida
militancia demócrata coquetean con la idea del
"desencanto". Y hasta el vocero presidencial,
Robert Gibbs, admite que las cosas no van bien y que los
republicanos pueden ganar el control del Congreso. ¿Sería
eso el final de Obama? "No, para nada. Es posible que
pierda las elecciones de noviembre. Eso entra en el
escenario y no significa que pierda la chance de un segundo
mandato", acotó Shifter. "Son contextos
distintos. Yo veo a Obama en 2012; los republicanos tienen
poco que ofrecer", añadió.
Mientras, convencidos de que ganarán
en noviembre, los republicanos lo acusan de
"incompetente" por el manejo de problemas que se
arrastran desde la gestión de Bush. La burbuja que disparó
la crisis, las dos guerras, el déficit y un sistema
migratorio "quebrado". "Pero hablar de la
herencia ya no le sirve", acotó Schamis.
Ajeno a las encuestas que lo hunden y a
las críticas que recrudecen a medida que se acercan las
elecciones, Obama se templa y avanza en su agenda. Pero eso
no se traduce en votos en una sociedad que no aguanta más
el desempleo de dos dígitos y el miedo que eso conlleva.
Eso, sin contar el derrame de petróleo -que, al igual que
la reforma financiera, le dio esta semana un respiro al
mandatario- la guerra en Afganistán, ni la imposibilidad de
cerrar la prisión de Guantánamo porque no hay, hasta
ahora, posibilidad de reacomodar a todos sus reclusos. Ni la
reciente insubordinación de su general amigo, Stanley
McChrystal.
"Estados Unidos debe crecer y lo
que necesitan los ciudadanos es la cualidad que distingue a
los adultos de los niños: paciencia", recomendó el
escritor Paul Starobin en The Washington Post . Y dejó bien
en claro que las soluciones mágicas no existen. "No
esperen que Obama sea Superman", fue el título de su
reflexión.
Los sectores mas críticos
del presidente
Empresarios: Representados por
la conservadora Cámara de Comercio, le reprochan a Obama no
ser capaz de generar certidumbre económica.
Republicanos: En los últimos
meses, agudizaron su oposición a casi todo. Le censuran el
aumento del gasto público y la inversión de US$ 800.000
millones en un paquete de estímulo económico.
Afroamericanos: Expresaron
decepción por no percibir mejoras sensibles en la situación
de la población negra, que padece un índice de desempleo
mayor que la población blanca.
Corte de Justicia: Hay malestar
por la fallida embestida de Obama para limitar y blanquear
la participación de empresas privadas y grupos de lobby en
la campaña electoral.
Demócratas: Parte de la cúpula
del partido le empezó a dar la espada, por el temor a
perder las próximas elecciones. Los gobernadores demócratas
manifestaron su malestar por la ofensiva contra Arizona.
Wall Street: No tolera que Obama
le atribuya responsabilidad en el estallido de la crisis
financiera y acaba de ser blanco de una gran reforma.
Progresistas: Se esfumó el
entusiasmo que había despertado entre los progresistas y
"liberal-demócratas" por temas como Afganistán y
el cierre de la prisión de Guantánamo.
Hispanos: Hay descontento por el
incumplimiento de la promesa para abordar la reforma
migratoria en el primer año de gobierno y dudas sobre cuándo
sucederá eso.
Las mayores preocupaciones
Mejorar el desempeño de la economía:
La caída de la imagen de Obama entre los norteamericanos,
que llegó a un nuevo mínimo esta semana, obedeció en
buena parte a su manejo de la economía del país. Cuatro de
cada diez estadounidenses lo cuestiona.
Combatir el gigantesco déficit: Los
rescates y paquetes de estímulo dejaron un déficit de un
billón de dólares, una cifra intolerable para los
republicanos, que han frenado nuevas iniciativas en el
Congreso.
Concretar la demorada reforma
migratoria: Después de las reformas sanitaria y
financiera, es la gran apuesta del mandatario. Sin embargo,
no parece contar con el respaldo suficiente para llevarla
adelante. El debate se polarizó tras la aprobación de una
legislación más dura en Arizona.
Las guerras en Irak y en Afganistán:
La guerra de Afganistán, cada vez más impopular en
Estados Unidos, parece lejos de estar terminada, y se demora
la retirada de tropas de Irak. La remoción del general
Stanley McChrystal como comandante contribuyó a aumentar la
crisis en el frente militar.
Bajar el índice de desempleo: La
desocupación trepó a cerca del 10% tras el estallido de la
crisis económica y es la principal preocupación de los
norteamericanos.
Sortear con éxito el test electoral
de noviembre: Los demócratas enfrentan un duro panorama
de cara a las elecciones legislativas de medio término, en
noviembre. El vocero de la Casa Blanca, Robert Gibbs,
reconoció que podrían sufrir una dura derrota.