“Reforma
financiera” de Obama: más cerca de Wall Street que del New
Deal
Un reforma
limitada que no amenaza
las estructuras especulativas
Por
Marcelo Cantelmi
I–Eco, 17/07/10
La reforma financiera que
logró aprobar el presidente norteamericano en el Congreso acaba por serenar más
a los grupos financieros del mercado que a los votantes.
La nueva ley de reforma
financiera que logró aprobar Barack Obama esta semana recuerda aquella
comparación infantil sobre en qué se parecen un perro enorme sin dientes y
un cuzco que no se alza del piso pero con la dentadura intacta: pues ninguno
de los dos puede hacer mucho más que ruido.
Esta legislación tiene 2.319
páginas y es resultado de meses de negociación en la cumbre entre los dos
partidos tradicionales norteamericanos, realizadas bajo la presión del lobby
de los mercados y es descrita como el cambio más revolucionario en 70 años
de historia. Pero, en verdad, es una reforma muy limitada que más alienta que
amenaza a la estructura especulativa causante del actual colapso financiero
global.
La ley, que aún no ha sido
reglamentada, permitirá el uso automático de fondos federales sin pasar por
el Congreso, para financiar rescates de compañías o bancos en peligro de
default o para organizar la bancarrota de instituciones cuyo tamaño puede
desbaratar el mercado. El pretexto para esquivar al Legislativo es que esos
bancos luego, si se salvan, pagarán nuevos impuestos para recuperar los
fondos.
¿Qué
tipo de reglas?
Lo que hace esta norma es
poner reglas donde antes no las había. Pero la cuestión es qué tipo de
reglas. En 2008, cuando estalló el sistema con la quiebra del banco Lehman
Brothers, no existían fórmulas para operar en los extremos. El gobierno ya
agónico de George Bush, pidió al Congreso que autorice un salvataje de
dinero de los contribuyentes de 700 mil millones de dólares. La legislación
de tres carillas se convirtió en las cámaras en un robusto libro de 110 páginas
que incluía todo tipo de pedidos por parte de los congresistas. La ayuda fue
aprobada finalmente el 2 de octubre.
Dos días antes, el 29 de
setiembre, los diputados la habían rechazado por una mínima diferencia,
fallo que causó un derrumbe –sin precedentes en la historia de Wall Street–
de 777 puntos, que en la caja significó la destrucción de 1.300 millones de
dólares de riqueza.
La que hace la ley que acaba
de imponer Obama es liquidar esas imprevisibilidades temerarias tranquilizando
más a la plaza que a los votantes. Ahora se podrán usar fondos federales sin
tener que lidiar con internas en el Capitolio. Por eso, la suposición de que
esta legislación pueda evitar un colapso como el que se vivió en el mercado
financiero en 2008 sólo tiene de certeza el hecho de que se instaló a un
nutrido equipo de bomberos, pero de ningún modo eso significa que se haya
prohibido jugar con fósforos en el bosque seco.
El proyecto tiene además una
dosis de excesos. Para conseguir el acuerdo bipartidario se anuló la cláusula
que imponía una tasa especial a los bancos y que serviría para reunir los 19
mil millones de dólares que requiere el nuevo instrumento para funcionar y
regular el mercado. Ese artículo, muy resistido, fue reemplazado por un
aporte que harán los bancos sobre sus depósitos de US$ 6.000 millones. El
resto saldrá de fondos de salvataje que no se usaron, es decir vuelven a
pagar los contribuyentes. Es fácil apreciar que esta legislación es menos de
lo que se proclama, lo que torna aún más sorprendente los malos humores que
despertó ayer en Wall Street, con caídas fuertes de las acciones de los
bancos.
El enojo
es por la palabra “regulación”
Que también ha reaparecido
en Europa pero con los mismos defectos. La Eurozona confronta la segunda ola
de esta crisis que golpea a los Estados en países cuya deuda pública creció
de modo desmedido porque fondearon sus propios planes de rescate (ejemplo británico)
o por ser víctimas o victimarios de especulaciones sin red (Grecia, Alemania,
España, Italia o Portugal....).
Una de las medidas tomadas
por Bruselas, con el amparo de Francia y Alemania, para desactivar la bomba de
un eventual default griego fue la creación de un fondo de rescate de un billón
de dólares (millones de millones) que nunca pasó de un nivel virtual.
Pero eso se hizo autorizando
al Banco Central Europeo a comprar bonos de países en crisis; es decir, se
mató una vaca sagrada de la estabilidad monetaria europea y se puso toda la
estructura de la entidad, una continuación del Bundesbank alemán (así como
el euro lo es del marco), para avisar que de ahora en adelante se puede seguir
jugando en los límites porque está a disposición esa enorme espalda.
En ambos casos se acepta con
palabras políticamente correctas el mismo juego que acabó en el desastre
conocido y se habilitan mecanismos mucho más sencillos para utilizar el
dinero público en caso de que algún banco pierda la mano jugando con
cohetes.
Los más duros críticos de
estos pasos vacilantes cargan en EE.UU. sobre los vínculos entre el mercado y
los autores de la legislación, el senador demócrata Christopher Dodd y su
correligionario de la Cámara Baja Barney Frank , cuyos apellidos dan nombre a
la ley. Sucede que el principal aportante individual de campaña del primero
es el Citigroup. En tanto la Asociación Bancaria Americana, donde luce en
primera línea el JPMorgan Chase, encabeza el apoyo financiero al otro.
No conviene suponer todo mal
o dudoso a partir de ese párrafo. Lo que hay en estos dirigentes, aún por
encima de alguna sospecha justificada, es una opción neta a favor de cómo
han venido funcionando las cosas. Alcanza r ecordar nomás que fue el gobierno
de Bill Clinton, y no el del fundamentalista Bush, el que eliminó una de las
salvaguardias más importantes construidas frente a los eventuales abusos del
mercado.
En la ola de la Gran Depresión,
Franklin Delano Roosevelt, promulgó en 1933 la legislación Glass–Steagall
que dividió como con un muro la banca comercial de la de inversiones y éstas
de las aseguradoras.
Esa norma fue desactivada en
1999 por Clinton, habilitando la integración de esas funciones. Es decir, una
entidad comercial podía usar los depósitos de sus clientes para apostar a
los papeles que generaba la “creatividad” financiera de la otra banca y
todo ello cubriéndose con seguros que eran el último eslabón de la cadena.
Es por eso que, cuando estalló el sistema, se fueron a pique todos los
rostros de este aparato de codicia, cuya fragilidad sigue siendo hoy la peor
de las profecías.
El
Senado de EEUU aprueba la reforma
financiera
La
legislación final endosa una serie de compromisos
Por
Victoria McGrane y Michael R. Crittenden
Wall
Street Journal, 15/07/10
Washington.– El Senado de
Estados Unidos aprobó el jueves un amplio proyecto de ley para reformar las
regulaciones financieras de la nación, lo que otorga al presidente Barack
Obama su segunda victoria importante del año en lo referente a la política
doméstica.
El proyecto fue aprobado por
votación de 60–39, en gran medida dentro de líneas partidistas. Sólo un
puñado de republicanos se unió a la mayoría demócrata para dar apoyo a la
legislación. Estos votos fueron asegurados sólo en días recientes luego de
algunos cambios de último minuto para satisfacer algunas preocupaciones de
republicanos ambivalentes sobre cómo pagar por los posibles costos del
proyecto.
El proyecto, que el
presidente Barack Obama espera convertir en ley con su firma la próxima
semana, implica cambios radicales para la industria de servicios financieros.
Gigantes como J.P. Morgan Chase & Co., Goldman Sachs Group Inc. y Bank of
America Corp. enfrentarán grandes cambios en casi cada una de los segmentos
de sus operaciones, desde las tarjetas de crédito a las negociaciones de
derivados, así como a la capacidad de invertir en fondos de cobertura.
Las firmas financieras no sólo
enfrentarán ahora nuevos requisitos de capital y apalancamiento, sino también
a autoridades reguladoras con una amplia y nueva autoridad para limitar o
prohibir comportamiento riesgoso. Los cambios serán implementados a pesar de
los agresivos esfuerzos de Wall Street durante los últimos 12 meses para
atenuar o descarrilar el proyecto de ley.
Los cambios, una vez
implementados, abarcarán todas las áreas de los mercados financieros, y
afectarán la forma en que los consumidores obtienen tarjetas de crédito y préstamos
hipotecarios, dictarán la manera en que el gobierno desmantelará las compañías
financieras que fracasen, y dirigirán la atención de los reguladores
federales hacia potenciales señales de alerta en la economía.
La legislación alterará
radicalmente la forma en que los reguladores evalúan y responden a los
riesgos sistémicos en la economía. La Reserva Federal tendrá un mayor poder
para supervisar las firmas más grandes y complejas, trabajando junto con un
nuevo Consejo de Supervisión de Estabilidad Financiera, formado por
reguladores financieros, que tendría la capacidad para actuar agresivamente
frente a riesgos potenciales.
El trabajo de reestructurar
el régimen regulatorio financiero, sin embargo, aún está lejos de haber
terminado.
La votación del jueves en la
práctica inicia una segunda etapa de presiones y elaboración de políticas a
medida que los reguladores comienzan a dar forma a las reglas y el marco
establecido en la legislación. El proceso de establecer reglas determinará cómo
afectará la nueva ley a varios actores, desde los operadores de complicados
instrumentos derivados a los consumidores en busca de créditos hipotecarios o
tarjetas de crédito.
"La votación de esta
tarde es un punto de inicio, no un punto final", señaló el senador
Byron Dorgan, demócrata por el estado de Dakota del Norte, en el piso del
Senado.
Los legisladores tuvieron que
negociar diversos puntos clave a lo largo de un proceso para generar la
legislación que duró un año. Los puntos claves de conflicto incluyeron la
creación de una agencia que supervise los productos financieros ofrecidos a
los consumidores, la forma en que los productos exóticos de derivados deberían
ser regulados y cómo limitar las prácticas más riesgosas de los mayores
bancos del país.
La legislación final endosa
una serie de compromisos en esos temas. Se logró un acuerdo sobre el intento
del gobierno de Obama para crear una agencia del consumidor, si bien los
legisladores y agrupaciones del sector obtuvieron ciertas exenciones limitadas
para algunos tipos de firmas. Esa agencia también tendrá la responsabilidad
de establecer y fiscalizar nuevas reglas para los créditos hipotecarios
incluidas en el proyecto para prevenir los abusos que ayudaron a contribuir al
colapso del sector hipotecario.
Los legisladores también
lograron un acuerdo sobre una propuesta más limitada que requiere que los
bancos patrocinados por el gobierno federal separen sus lucrativos negocios de
negociación de acuerdos de canje, o swaps. Se requerirá a los bancos
trasladar parte de sus operaciones de negociación de valores a compañías
afiliadas y enfrentar nuevos límites para su capacidad de realizar nuevas
inversiones en fondos de cobertura y de inversiones de capital privado.
Los reguladores también podrán
por primera vez recibir la autorización para embargar y dividir grandes
firmas financieras y de servicios que representen un riesgo para la economía
general o que estén al borde del colapso.
Los legisladores adoptaron
una propuesta en dos partes para cubrir el costo del proyecto, estimado en
US$16.000 millones, al forzar el fin anticipado del Programa de Alivio para
Activos con Problemas, o TARP, de US$700.000 millones y aumentar la comisión
de seguro de depósitos que los bancos pagan al Fondo de Garantía de Depósitos,
o FDIC por su sigla en inglés.
La
legislación otorga a 10 agencias reguladoras la discreción
de redactar cientos de normas financieras. En lugar de la ley
en sí, será este proceso, acompañado de una ofensiva de
lobby de los bancos, qué tan estrictas serán las nuevas
regulaciones
El Congreso
aprueba reforma financiera
Por
Damian Paletta y Aaron Lucchetti
Wall
Street Journal, 16/07/10
En lo que representa la mayor
expansión del poder estatal sobre la banca y los mercados desde la Gran
Depresión, el Congreso de Estados Unidos aprobó el jueves una amplia reforma
regulatoria que alcanza todos los rincones del sector financiero, desde los
cajeros automáticos a los corredores de Wall Street.
El proyecto de ley, que será
promulgado pronto por el presidente Barack Obama, representa una posible ola
de cambios para la industria de servicios financieros en EE.UU. Gigantes como
J.P. Morgan Chase & Co., Goldman Sachs Group Inc. y Bank of America Corp.
enfrentan modificaciones en casi todos sus segmentos, desde las tarjetas de débito
al corretaje de derivados y la capacidad de invertir en fondos de cobertura.
El proyecto de ley fue
aprobado el jueves en el Senado con 60 votos a favor y 39 en contra, luego de
haber pasado por la Cámara de Representantes el mes pasado.
La legislación ahora otorga
a 10 agencias reguladoras la discreción de redactar cientos de normas
financieras. En lugar de la ley en sí, será este proceso, acompañado de una
ofensiva de lobby de los bancos, el que determinará los contornos precisos
del entorno financiero, qué tan estrictas serán las nuevas regulaciones y si
tienen éxito en su propósito. Las decisiones serán tomadas por funcionarios
de nuevas agencias, otras poco conocidas y, en algunos casos, entidades
acusadas de haber fallado en los momentos previos a la crisis.
La Comisión de Corretaje de
Futuros de Commodities ha designado a 30 "líderes de equipo" para
empezar a implementar su amplia autoridad sobre los derivados y ha solicitado
US$45 millones para contratar nuevo personal. La Reserva Federal, la Corporación
Federal de Seguro de Depósitos y la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU.
también están tomando medidas para comenzar la implementación.
J.P. Morgan, uno de los
mayores bancos estadounidenses en términos de activos, ha asignado más de
100 equipos diferentes para examinar varias partes de la legislación.
Los demócratas aseguran que
la ley mitigará la posibilidad de otra crisis financiera y ayudará a
responder mejor cuando surja la próxima. También sostienen que restaurará
la confianza en los mercados financieros estadounidenses, protegerá a los
consumidores e impulsará el crecimiento económico. Funcionarios de la Casa
Blanca dicen que la ley pondrá fin a los rescates de bancos financiados por
los contribuyentes, en referencia a las secuelas de la crisis financiera de
2008.
Entre sus elementos
centrales, la legislación crea un consejo de reguladores para monitorear los
riesgos económicos, establece una nueva agencia para supervisar los productos
financieros para los consumidores y fija nuevos estándares para el corretaje
de derivados.
"Estas reformas
beneficiarán a los prudentes y restringirán a los imprudentes", afirmó
el secretario del Tesoro de EE.UU., Timothy Geithner. "Los bancos sólidos
y los innovadores financieros bien administrados se adaptarán y prosperarán
bajo las nuevas reglas".
Los republicanos indicaron
que la legislación podría hacer peligrar la recuperación económica al
restringir el crédito y obstaculizar a la industria bancaria, y criticaron la
expansión del poder del gobierno.
La ley "es un monstruo
legislativo de 2.300 páginas... que expande el alcance y los poderes de
burocracias inefectivas", dijo el senador republicano Richard Shelby.
Esta es la más reciente de
varias leyes de amplio alcance aprobadas por el actual Congreso
estadounidense. De todos modos, la reforma financiera, la ley de estímulo de
2009 y la reestructuración del sistema de salud de este año —grandes
logros legislativos se mire por donde se mire— no se han traducido en
respaldo para la Casa Blanca. Los índices de aprobación de la gestión de
Obama han caído a sus niveles más bajos en algunas encuestas en medio de un
sombrío panorama económico y crecientes dudas sobre la efectividad de sus
políticas económicas.
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