Nueva York, 5 de septiembre.
El Día del Trabajo se festeja en Estados Unidos este lunes con poco que
celebrar, por el creciente desempleo y condiciones que continúan minando los
derechos laborales en este país.
A diferencia de México y
gran parte del mundo, aquí el Día de Trabajo se conmemora el primer lunes de
septiembre y no el primero de mayo, a pesar de que esa fecha marca un
movimiento que nació en Chicago, pero que ha sido borrado de la memoria
oficial nacional.
Para los trabajadores, las últimas
noticias son más de lo mismo: menos empleo. El gobierno reportó el viernes
que la tasa de desocupación se incrementó en agosto de 9.5 por ciento a 9.6
por ciento, al registrarse una pérdida neta de 54 mil empleos.
El presidente Barack Obama,
bajo intensa presión política para mostrar una mejoría económica antes de
las elecciones intermedias legislativas para limitar las enormes pérdidas
pronosticadas para el Partido Demócrata, en el cual milita, declaró que el
informe de empleo contenía noticias positivas y anunció que esta semana
presentaría un paquete de ideas nuevas para la recuperación económica.
Subrayó que la crisis económica es resultado de años de políticas erróneas
y pidió paciencia, ya que superarla tomará más tiempo de lo que cualquiera
de nosotros desearía.
Pero paciencia es mucho pedir
para desempleados y subempleados –uno de cada seis estadounidenses– que
cada día pierden sus casas por hipotecas impagables, sacrifican la educación
de sus hijos y sufren las consecuencias de las maniobras de Wall Street.
Menores
ingresos y más horas de trabajo: Robert Reich
Éste promete ser el peor Día
de Trabajo en la memoria de la mayoría de los estadounidenses, escribe Robert
Reich, quien fue secretario de Trabajo del gobierno de Bill Clinton y profesor
de políticas públicas en la Universidad de California en Berkeley, al
comentar sobre los desempleados, subempleados y los trabajadores que cada vez
ven más reducidos sus ingresos. Reich, en un artículo publicado en el New
York Times, señala que aunque la recesión ha tenido un impacto devastador,
las deterioradas condiciones laborales también son resultado del impacto de
nuevas tecnologías y la globalización empresarial a lo largo de las últimas
décadas. Esto ha permitido mantener suprimidos los niveles salariales. El
trabajador masculino medio, dice, tiene hoy menor ingreso real que el que
ganaba hace 30 años, aunque trabaja unas 100 horas más cada año que hace
dos décadas (las mujeres, unas 200 horas más).
Reich señala que, a la vez,
el ingreso se ha concentrado: a finales de los años 70 el uno por ciento de
las familias más ricas de país recibían 9 por ciento del ingreso total
nacional, pero para 2007 recibían 23.5 por ciento. Advierte que la última
vez en la historia que el ingreso estaba así de concentrado fue en 1928, un año
antes de la gran depresión.
Aunque la recesión sí
provocó una reducción en los ingresos de los altos ejecutivos, no se puede
comparar con la de sus trabajadores. Según un nuevo informe anual sobre
ingreso ejecutivo, elaborado por el Instituto de Estudios sobre Políticas, en
Washington, la remuneración de los ejecutivos en jefe en 2009 era más que el
doble de sus niveles en los años 90. Los ejecutivos en jefe de las
principales empresas estadounidenses ganan en promedio 263 veces más que la
remuneración promedio de sus trabajadores.
Uno de los factores claves en
la pérdida de terreno económico para los trabajadores y el traslado
extraordinario de riqueza de los trabajadores a los más ricos, es el continuo
debilitamiento de los sindicatos, los cuales hoy apenas representan un poco más
de 7 por ciento de la fuerza laboral en el sector privado (hace medio siglo,
representaban 35 por ciento). A lo largo del país, los sindicatos no sólo
han tenido que enfrentar el traslado de sus empleos a países con menores
sueldos, sino han sido sistemáticamente atacados por empresas y gobiernos
republicanos durante los últimos 30 años en un país donde no existen
derechos sindicales, y donde los limitados derechos laborales enmarcados en la
ley frecuentemente no se hacen cumplir.
Cada disputa laboral ahora
conlleva serias consecuencias y riesgos, y se nota al observar el desplome de
huelgas y otro tipo de acción sindical en los últimos años. En 1990 hubo
831 huelgas y acciones sindicales para detener la operación de un sitio de
trabajo, y en 2009 sólo se registraron 126.
Eso no significa que no haya
una enorme ira y deseo de enfrentarse a las empresas y sus dueños. De hecho,
los famosos ejecutivos de Wall Street, quienes durante el supuesto auge antes
de la recesión gozaban de la admiración de los medios, provocaban envidia y
se pavoneaban en público, de repente fueron obligados a contratar servicios
de seguridad privada y bajar su perfil público ante la furia de trabajadores
y el repudio popular al estallar la crisis como resultado de sus prácticas.
A la vez, organizaciones
laborales de otro tipo, incluidos centros de trabajadores, o de inmigrantes,
como la Coalición de Trabajadores de Immokalee, han buscado otras formas de
luchar por sus derechos, por medio de coaliciones con iglesias, estudiantes y
otros sectores sociales, con asombrosos resultados, aunque aún muy limitados.
Tal vez la disputa entre
trabajadores y empresarios más dramática hoy, sólo por sus dimensiones, es
una pugna legal en la que un millón de mujeres confrontan a Wal–Mart (el
empleador privado más grande del mundo) con una demanda legal entablada por
siete trabajadoras que detectaron que la empresa pagaba más a los hombres que
a las mujeres en los mismos puestos.
Las demandantes argumentan
que las afectadas por discriminación salarial son un millón de mujeres que
trabajaron en la empresa desde 2001, y que la demanda representa a todas (lo
que aquí se llama una demanda de acción de clase, o sea a nombre de una
agrupación de afectados). Si procede la demanda, sería la más grande de su
tipo en la historia, con la empresa, que potencialmente enfrentaría mil
millones de dólares en daños. Wal–Mart ha batallado intensamente por
evitar que el caso llegue a juicio, y ahora apela ante la Suprema Corte de
Justicia de Estados Unidos.
No habrá desfiles masivos ni
celebraciones entre trabajadores este Día de Trabajo, pero eso sí, de
repente en algunas esquinas del país se escuchan ecos de algunas canciones y
los gritos por justicia para trabajadores que se conmemoran en otras partes
del mundo cada primero de mayo.