Washington.– No fue sólo
la impresionante demostración de fuerza que hizo al congregar a un millón de
personas al pie del monumento de Abraham Lincoln, en esta ciudad. El Tea
Party, el movimiento que expresa enojo popular contra el gasto público, se
fortalece con el soporte financiero de millonarios como el magnate de los
medios Rupert Murdoch, contrario a la intervención del Estado y a la presión
de los sindicatos.
Nombres menos conocidos, pero
con agendas similares –y fortunas comparables a las de Warren Buffet o Bill
Gates–, también suman su apoyo, según divulgaron medios locales.
Convertida en la fuerza con
mayor capacidad de movilización en la sociedad norteamericana, con un
virulento discurso de rechazo al gobierno de Barack Obama, el Tea Party se
jacta de haber apoyado financieramente y de haber colocado candidatos propios
en cinco estados. Y es apenas el comienzo: su gran apuesta son las elecciones
legislativas de noviembre. Incluso, donde aún no tiene o no logró imponer
candidatos, su agenda pesa en la propuesta de aspirantes republicanos y demócratas,
presionados a forzar el discurso para resistir el arrastre que el movimiento
ejerce.
"Su presencia es el fenómeno
más llamativo del actual panorama electoral", dijo a La Nación John
Voytek, analista social de la Universidad de Colorado, uno de los estados
donde el Tea Party está cobrando fuerza.
Muchos –y eso incluye a
miembros del gobierno y del Partido Demócrata– se quedaron boquiabiertos
por el espectáculo que fue capaz de ofrecer, hace diez días, en Washington.
Un millón de personas que,
bajo la mirada de la estatua de Lincoln, despotricaron contra el gobierno de
Obama en medio de proclamas de patriotismo y de "recuperación del
orgullo de país".
"Nadie duda de que
quienes estaban allí lo hicieron por voluntad propia, porque se sienten
representados. Pero otra cosa es preguntarse quién ayudó a que la
convocatoria se concretara. Y a quién beneficia", dijo Voytek.
En una sociedad como la
norteamericana –donde candidatos y partidos publicitan su recaudación como
termómetro del nivel de aceptación que generan–, el dato es, a diferencia
de lo que ocurre en la Argentina, básico. Y la curiosidad por determinar quién
está inyectando millones de dólares para financiar los actos, la publicidad
y la estructura del Tea Party cayó de madura.
"A otros se les cayó la
mandíbula al saberlo", se ironizó, días atrás, desde The New York
Times. Con la firma del columnista Frank Rich, el diario se hizo eco de la
información según la cual entre los financistas del Tea Party aparecen
personas que los neoyorquinos de izquierda tienen identificados como gente
progresista y grandes promotores del arte. Así calificó a los hermanos David
y Charles Koch, dos personas cuyos nombres no dicen mucho para los argentinos,
pero que son poseedoras de una fortuna "sólo superada por las de Bill
Gates o Warren Buffet" y de una fundación que "acaba de dar el
premio del blog del año a un activista que definió a Obama como cocainómano",
afirmó el columnista.
Menos sorpresa generó la
afirmación de que el magnate de la comunicación Rupert Murdoch también
aparece como financista del Tea Party, y que uno de los brazos que utiliza
para eso es la cadena Fox, de la que es el principal accionista.
La cadena tiene como
estrellas a dos oráculos del Tea Party. Ellos son la ex candidata republicana
Sarah Palin y el periodista y presentador Glenn Beck. Ambos fueron los
oradores estrella en el electrizante acto de esta ciudad.
Los
candidatos y la agenda
No sólo es la financiación
de la estructura del movimiento, sino también de los candidatos que respalda.
El Tea Party dice haber colocado ya candidaturas propias para las elecciones
legislativas en Alaska, Kentucky, Utah, Nevada y Colorado.
Dentro de diez días buscará
sumar un sexto estado, Delaware, donde aspira a que Christine O´Donnell
desplace al moderado Mike Castle en las internas por la candidatura
republicana al Senado. "Eso es lo que buscamos", confirmó Amy
Kremer, titular del Tea Party Express.
Esa rama de la agrupación
reconoció ya haber puesto 600.000 dólares para defender la victoria de su
candidato, Joe Miller, en Alaska, y que ahora hará lo propio con otros
250.000 para O´Donnell.
Pero hay algo más que los
candidatos propios y el dinero del Tea Party. "Su presencia y su discurso
tienen un efecto político aún sobre quienes no comulgan con su extremismo,
al obligar a otros candidatos a forzar sus propuestas en su misma dirección",
acotó Voytek.
Uno de los ejemplos más
claros es el que encarna el ex candidato presidencial republicano. Hace sólo
cinco años, John McCain defendía una reforma migratoria que contemplara a
los millones de indocumentados que viven a la sombra. Pero, al igual que le
sucedió a Charlie Crist, el gobernador republicano de Florida, McCain se vio
obligado a asumir posiciones más extremas, empujado por la fuerza de la
ultraderecha. Para renovar su banca prefirió abrazar la controvertida ley de
su Arizona natal.
"Los partidos no han
encontrado una manera de evitar que la agenda del Tea Party se les cuele en la
campaña para las próximas legislativas", subrayó el analista.
El fenómeno ya no es sólo
republicano sino que empieza a alcanzar incluso a candidatos demócratas, que
prefieren alejarse del discurso del partido y salvar el pellejo con loas a la
política de ajuste, recorte del presupuesto y, en pleno desempleo, eliminación
de puestos estatales.
Ya cayeron en el lema de
"todo por superar el déficit" los aspirantes demócratas de
Colorado –donde el adversario es un representante del Tea Party– y de New
Hampshire, donde posiblemente haya otro, según The Washington Post.
"Resulta
sorprendente" escuchar a aspirantes demócratas coqueteando con la idea
de cargarse estructuras de educación o de salud, comentaba el diario. En el
mismo artículo, Seth Masket, analista de la Universidad de Denver, ponía en
duda que semejante recurso fuera una buena idea.