Antecedentes: después de las
masivas inmundicias financieras que dejó desparramadas la dupla comunitaria
Greenspan–Bernanke –que desde hace 23 años controla la cúpula de la
Reserva Federal en detrimento del bien común y la armonía social–, pues
ahora resulta que Estados Unidos se quedó sin municiones.
La Reserva Federal es un
banco central literal cuan insólitamente “privado” que maneja el dinero
“público” (ver Bajo la Lupa, 12/9/10) y que sólo beneficia a la
parasitaria banca de Wall Street: los “banqueros gangsteriles”
vilipendiados como banksters por los medios críticos.
Por allí queda totalmente
aislado Tim Geithner, el malhadado secretario del Tesoro, quien se atrevió
hilarantemente a proclamar la “recuperación” (“¡Bienvenidos a la
recuperación!”; NYT, 2/9/10), que será el hazmerreír del milenio.
Hechos: Afp (12/9/10)
recopila cómo “las advertencias de escenarios apocalípticos del día del
juicio final se asientan” en EEUU: “la primera economía mundial se
encuentra al borde del colapso (sic), en medio de altas tasas de desempleo, y
un déficit público en espiral”. A propósito, su verdadero desempleo desde
hace mucho que rebasó 19 por ciento (no el benigno 9 por ciento que proclaman
oficialmente), de acuerdo a la cada vez más disidente Reserva Federal de
Atlanta (uno de sus 12 gobiernos regionales).
Nuriel Roubini, quien
encabeza a los pregoneros del “doble hundimiento recesivo” (double–dip
recession), acaba de sentenciar que EEUU “se había quedado sin
municiones”. Afp cita –por cierto, cuatro días más tarde que nosotros
(ver Bajo la Lupa, 9/9/10)– a Laurence Kotlikof, profesor de economía de la
Universidad de Boston, y “su visión de pesadilla del futuro”. No faltan
ignaros que rechacen los asertos de Kotlikoff sobre el “déficit fiscal”
de EEUU, que en realidad ascendería a unos astronómicos 202 millones de
millones de dólares (trillones en anglosajón). Hoy las advertencias de
Casandra han sido rebasadas por el incendio de Troya. La diferencia entre
Casandra y un sabio es una grave crisis de por medio.
Afp recurre a un escrito de
Kotlikoff en Revisión Finanzas y Desarrollo, del FMI: “Una crisis global
oculta” (septiembre de 2010; Vol. 47, No. 3), donde plantea el escenario de
una guerra económica de EEUU y China que detenta “más de 843 mil millones
de dólares en bonos del Tesoro”. El horno no está para bollos cuando los
aleteos de múltiples mariposas, dadas las “condiciones iniciales”
imperantes de caos global, pueden desencadenar varios ciclones metastáticos:
“una disputa comercial menor (sic) entre EEUU y China puede hacer que
algunas (sic) personas piensen que los otros van a vender los bonos del
Tesoro”, lo cual puede desembocar en un pánico de retiros masivos de depósitos
bancarios, mercados de fondos y aseguradoras: “en un breve periodo, la
Reserva Federal tendría que imprimir millones de millones de dólares
(trillones en anglosajón) para cubrir sus garantías explícitas e implícitas.
Este nuevo dinero puede producir una fuerte inflación, quizá hiperinflación”.
Este escenario dantesco ya
había sido planteado hace dos décadas entre EEUU y Japón por el hoy
esfumado Lester Thurow, autor del incorrecto Futuro del capitalismo, y a quien
se le escapó el ascenso chino. Salvo un “accidente” cibernético y/o una
guerra unilateral de EEUU contra China, consideramos improbable el escenario
de una instantánea venta masiva de bonos del Tesoro por el Partido Comunista
Chino que, de acuerdo con el Arte de la guerra, de Sun Tzu (siglo sexto adC),
lleva ganada la partida geoeconómica, no así la batalla geofinanciera donde
Pekín es sumamente vulnerable (ver Radar Geopolítico en Contralínea,
19/9/10).
La sicología colectiva china
es más proclive a un abordaje gradualista frente al inmediatismo lucrativo
anglosajón. De allí el éxito descomunal de “la guerra de las divisas”
(ver Bajo la Lupa, 12/9/10) que ha cautivado a la cúpula china en el poder la
cual teme un ataque perverso anglosajón (cuyas finanzas son presuntamente
controladas por los “esclavistas” banqueros Rothschild), ante lo cual debe
estar preparada defensivamente. Cualquier estratega sabe que en una guerra,
como en el ajedrez, hay que definir quién se encuentra tanto a la ofensiva
como a la defensiva.
Hoy EEUU libra una
embriagante ofensiva general en muchos frentes multidimensionales contra sus
adversarios, quienes no tienen más remedio que optar por la defensiva (libro
agotado Los once frentes antes y después del once de septiembre: una guerra
multidimensional; Cadmo & Europa, 2003).
Han amainado las recientes
provocaciones de EEUU frente a las costas de China y se han reanudado los
contactos diplomáticos, aunque en forma más coreográfica que sustancial
–que incluyen una visita informal del apagafuegos Carter al premier Wen
Jiabao–, para preparar la próxima cumbre entre Obama y Hu Jintao.
Por fin, David Brooks,
influyente editorialista del The New York Times (9/9/10), se percató de que
la crisis estadounidense “no era cíclica, sino estructural”, y comparó
“la pérdida de su dominio mundial con el derrumbe británico de hace más
de un siglo”.
Los economistas
estadounidenses, en particular la fauna teológica neoliberal, han perdido la
brújula que tampoco han tenido sus políticos, específicamente los adscritos
al Partido Republicano que hoy cobija al mexicanófobo e islamófobo Partido
del Té, que pondrá en dificultades a la política exterior de EEUU.
John Boehner, vulgar
cabildero de las trasnacionales financieras y tabacaleras –por añadidura, líder
de la minoría Republicana en la Cámara de Representantes–, lanzó la
peregrina idea, obviamente con fines electoreros populistas, de reducir los
impuestos, lo que ha indignado a Paul Krugman en su columna del New York Times
(“Las cosas pueden empeorar”, 9/9/10), quien fustiga la “destrucción de
la economía” que practicarán los republicanos después de su muy cantado
triunfo en noviembre, con “la combinación perfecta de menos empleos y
mayores déficit”.
En referencia a los desvaríos
de Boehner hasta Vernon Smith –en un artículo conjunto con Steven Gjerstad
en las columnas ultraconservadoras del The Wall Street Journal (9/9/10)–
conmina a “confrontar” la triste realidad de que EEUU se encuentra
“seguramente” (sic) en “un largo y penoso caminar”.
Conclusión: cuando existen
tantas “ideas” –mayormente “apocalípticas” y sicalípticas– con
diferentes diagnósticos y terapias ante el mismo problema estructural –la
decadencia irreversible de EEUU– significa que ni sus economistas ni sus políticos
saben qué hacer y solamente empeoran la situación para lucrar con la miope
inmediatez.
Se requiere un nuevo modelo
organizativo, más humanista, que obligue a impulsar una nueva clase de políticos
y economistas que no hayan sido contaminados y minados por la desregulada
globalización monetarista de los bancos centrales, que tanta calamidad han
infligido a la aplastante mayoría del género humano con el fin de beneficiar
a los banksters que pululan desde Wall Street hasta la City.
Su primera tarea fundacional
consistirá en domar a todos sus banksters: desde la Reserva Federal pasando
por la dupla FMI/BM hasta sus multigenocidas bancos trasnacionales al estilo
Rothschild y Goldman Sachs.