El
mayor crimen del sistema penal de EE.UU. es que se trata de
una institución racista en la que se persigue y castiga
directamente a los afroestadounidenses con mucha más
contundencia que a los blancos.
Tal
vez decir que el sistema penal estadounidense es racista
desate controversias en algunos círculos. Sin embargo, los
hechos son abrumadores y no existe un verdadero debate al
respecto. A continuación ofreceré numerosos ejemplos para
ilustrar esta idea.
La
cuestión es la siguiente: ¿se producen estos hechos a
causa de los errores de un sistema que es bueno en líneas
generales, o hay pruebas de que el sistema penal racista está
funcionando exactamente según lo esperado? ¿Se utiliza el
sistema penal en EE.UU. para marginar y controlar a millones
de afroestadounidenses?
En
cada etapa del sistema penal se registran datos sobre la
raza, desde el consumo de drogas, detenciones y arrestos
policiales, puesta en libertad bajo fianza, representación
legal, selección del jurado, el juicio, la sentencia, el
encarcelamiento, hasta la libertad condicional y la
excarcelación. Veamos lo que indican estos hechos.
Uno.
EE.UU. ha experimentado un significativo aumento en el número
de detenciones y encarcelamientos durante las cuatro últimas
décadas, en la mayoría de los casos justificada por la
lucha contra las drogas. Sin embargo, el grado de
participación de blancos y negros en delitos de drogas, su
posesión y venta es bastante similar, según un informe
sobre raza y lucha antidrogas publicado por Human Rights
Watch en mayo de 2008. A pesar de que los
afroestadounidenses representan el 13% de la población
estadounidense y el 14% de los consumidores de drogas, suman
el 37% del total de detenidos por delitos de drogas, de
acuerdo al testimonio presentado por Marc Mauer, de la
organización The Sentencing Project (Proyecto de Sentencia)
ante el Congreso de Estados Unidos en 2009.
Dos.
La
policía exige identificación a negros y latinos con mucha
más frecuencia que a los blancos. En la ciudad de Nueva
York, donde cerca de la mitad de la población es de color,
el 80% de los requerimientos de identificación realizados
por el Departamento de Policía de Nueva York fueron a
negros y latinos. Cuando se requirió identificación a los
blancos, sólo se cacheó al 8%; en contraste, cuando se le
requirió a negros y latinos, se cacheó al 85%, según la
información facilitada por el Departamento de Policía de
Nueva York. Lo mismo sucede en muchos otros lugares. Un
estudio realizado en California, la Unión Estadounidense
por la Libertades Civiles (ACLU) demostró que los negros
tenían tres veces más probabilidades que los blancos de
ser detenidos para identificación.
Tres.
Desde
1970 han aumentado considerablemente las detenciones
relacionadas con drogas, pasando de 320.000 a cerca de 1,6
millones, según la Oficina de Estadísticas Judiciales del
Departamento de Justicia de EE.UU.
Los
afroestadounidenses son detenidos por delitos de drogas en
una proporción entre 2 y 11 veces mayor que a los blancos,
según un informe de mayo de 2009 preparado por Human Rights
Watch sobre diferencias en las detenciones por drogas.
Cuatro.
Una
vez arrestados, los negros tienen más probabilidades de
permanecer en prisión preventiva que los blancos. Por
ejemplo, la división de justicia penal del estado de Nueva
York examinó en 1995 las diferencias en el procesamiento de
las detenciones por delitos graves y observó que en ciertas
zonas de Nueva York los negros tenían un 33% más de
probabilidades de ser detenidos y encarcelados en espera de
juicio por delitos graves, que los blancos por el mismo tipo
de delitos.
Cinco.
Una
vez detenidas, el 80% de las personas procesadas en el
sistema penal son defendidas por defensores públicos. La
raza desempeña también aquí un papel importante. Basta
con entrar en una sala de audiencias de cualquier ciudad y
observar de qué color son las personas que esperan un
defensor público.A pesar de los esfuerzos en ocasiones
heroicos de los defensores públicos, el sistema les da
mucho más trabajo y mucho menos dinero que a la fiscalía.
El Colegio de Abogados de EE.UU., entidad a la que no se
puede calificar precisamente de radical, hizo en 2004 un
estudio del sistema estadounidense de defensores públicos y
concluyó que "con demasiada frecuencia los acusados se
declaran culpables (aunque sean inocentes) sin haber
entendido realmente cuáles son sus derechos legales o lo
que está sucediendo (...) El derecho fundamental a ser
asistido de abogado, algo que Estados Unidos presupone que
se aplica a toda persona acusada de conducta delictiva, no
existe realmente en la práctica para innumerables personas
de todo el país".
Seis.
A
menudo los afroestadounidenses son ilegalmente excluidos de
la posibilidad de ser miembros de un jurado, según un
estudio publicado en junio de 2010 por Equal Justice
Initiative (Iniciativa de Justicia Igualitaria). Por
ejemplo, en el condado de Houston (Alabama), ocho de cada
diez afroestadounidenses cualificados para actuar como
jurados han sido rechazados por los fiscales en casos de
pena de muerte.
Siete.
Rara
vez se celebran juicios. Sólo entre un 3 y un 5% de los
casos penales van a juicio; el resto son sentencias
pactadas. La mayoría de los acusados afroestadounidenses
jamás van a juicio. La mayor parte de los acuerdos de
reducción de sentencia consisten en la promesa de una
sentencia más larga si la persona ejerce su derecho
constitucional a tener un juicio. Por consiguiente, como señala
el Colegio de Abogados de EE.UU., las personas atrapadas en
el sistema se declaran culpables aunque sean inocentes. ¿Por
qué? Como me dijo hace poco un joven: "¿Quién no
cumpliría tres años por un delito que no ha cometido en
lugar de arriesgarse a que lo condenen a 25 por lo
mismo?".
Ocho.
La
Comisión de Sentencias de EE.UU. comunicó en marzo de 2010
que en el sistema federal a los delincuentes negros se les
imponen condenas 10% más largas que a los blancos por los
mismos delitos. Marc Mauer, de The Sentencing Project, añade
que es un 21% más probable que los afroestadounidenses
reciban condenas mínimas obligatorias que los procesados
blancos, y tienen un 20% más probabilidades de ser enviados
a prisión que los blancos procesados por delitos de drogas.
Nueve.
Cuanto
más larga es la condena, más probable es que recaiga sobre
no blancos. Un informe publicado en julio de 2009 por The
Sentencing Project reveló que dos tercios de los
estadounidenses sentenciados a cadena perpetua eran no
blancos. En el caso de Nueva York, esta cifra llegaba al
83%.
Diez.
En
consecuencia, los afroestadounidenses, que representan el
13% de la población y el 14% de los consumidores de drogas,
no sólo constituyen el 37% de las personas detenidas por
delitos de drogas, sino también el 56% de los reclusos que
ocupan las prisiones estatales por esta clase de delitos (Marc
Mauer, mayo de 2009, Testimonio ante el Congreso sobre The
Sentencing Project).
Once.
La
Oficina estadounidense de Estadísticas Judiciales concluye
que la posibilidad de que un varón negro nacido en 2001
vaya a la cárcel es de un 32%, es decir, de una sobre tres.
Los varones latinos tienen un 17% de probabilidades,
mientras que para los blancos son del 6%. Así pues, un
chico negro tiene cinco veces más posibilidades de ir a
prisión que uno blanco, proporción que en los latinos es
casi el triple que los blancos.
Doce.
Por
tanto, aunque los jóvenes afroestadounidenses representen
tan sólo el 16% de la población, entre ellos se produce el
28% de las detenciones juveniles y representan el 37% de la
población de los centros de internamiento de menores y el
58% de los jóvenes enviados a prisiones para adultos (2009,
Introducción a la justicia penal, The Sentencing Project).
Trece.
Recordemos
que EE.UU. es líder mundial en encarcelar a sus propios
ciudadanos. El New York Times publicó en 2008 que en EE.UU.
vivía un 5% de la población mundial, pero aún así tenía
una cuarta parte de la población reclusa del mundo, lo que
significa más de 2,3 millones de personas entre rejas,
cifra que supera con creces a las de otros países. El índice
de encarcelamiento en EE.UU. es entre cinco y ocho veces
mayor que en otras naciones desarrolladas, y el mayor
porcentaje de reclusos corresponde a varones negros según
ABC News.
Catorce.
Incluso
después de salir de prisión, la raza sigue siendo un
factor dominante. Un estudio realizado por la profesora
Devah Pager de la Universidad de Wisconsin detectó que el
17% de los blancos con antecedentes penales que solicitaban
trabajo recibieron ofertas de empleo de empresas, mientras
que eso sólo sucedió en el 5% de los negros que se
hallaban en esa situación. Según el estudio, la raza
influye tanto que los blancos con antecedentes penales recibían
de hecho mejor trato que los negros sin antecedentes
penales.
La
conclusión que podemos extraer de todo esto es que el
sistema de justicia penal es enormemente racista de
principio a fin.
La
profesora Michelle Alexander llega a la conclusión de que
no es coincidencia que el sistema penal haya incrementado el
procesamiento de afroestadounidenses a medida que han ido
desapareciendo las leyes segregacionistas impuestas desde la
época de la esclavitud. Su libro, The New
Jim Crow: Mass Incarceration in the Age of
Colorblindness(El nuevo Jim Crow: Encarcelamiento masivo en
la era del daltonismo) considera estos hechos como prueba de
que EE.UU. ha decidido controlar a los afroestadounidenses
mediante un nuevo método: un sistema racial de control
social. El estigma de la criminalidad funciona de un modo
muy similar al del segregacionismo, estableciendo fronteras
legales entre ellos y nosotros, permitiendo la discriminación
legal contra ellos, retirando el derecho al voto a millones
de personas y básicamente depositando a una población
desechable de personas indeseadas. Según sus palabras, se
trata de un nuevo sistema de castas.
Los
blancos pobres y las personas de otras etnias también se
hallan sometidos a este sistema de control social, ya que si
los pobres blancos o de otras etnias se pasan de la raya, se
les dará el peor trato posible, igual que si fueran negros
pobres.
Otros
críticos, como el profesor Dylan Rodríguez, consideran que
el sistema de justicia penal constituye una pieza clave de
lo que denomina la guerra interna contra los marginados.
Debido a la globalización -argumenta en su libro Forced
Passages, existe demasiada población en EE.UU. y en todas
partes. Estas personas, ya sea que estén en Guantánamo, en
Abu Ghraib o en las cárceles y prisiones estadounidenses,
no son productivas, ni necesarias, ni deseadas, y en
realidad no tienen los mismos derechos humanos que los
productivos. Es necesario controlarlos y dominarlos en aras
de la seguridad de los productivos. Hay que intimidarlos
para que acepten su inferioridad o bien apartarlos de la
sociedad de los productivos.
En
esta guerra interna se utiliza la misma tecnología que
EE.UU. emplea en el resto del mundo. La policía del país
está cada vez más militarizada. Además, los objetivos del
sistema judicial estadounidense son los mismos que los de la
guerra de este país contra el terrorismo: dominación y
control mediante la captura, la inmovilización, el castigo
y la eliminación.
¿Qué
hacer?
Martin
Luther King Jr. dijo que como nación teníamos que
emprender una revolución radical de valores. Y un abordaje
radical del sistema penal estadounidense implica ir a la raíz
del problema. Nada de reformas. Nada de poner mejores camas
en mejores cárceles. No debemos limitarnos a quitar hojas o
podar ramas: hay que cortar este injusto sistema de raíz.
Todos
tenemos derecho a la seguridad. Se trata de un derecho
humano al que todos podemos aspirar. No obstante, ¿de
verdad creemos que perpetuando un sistema profundamente
racista y siendo líderes mundiales en encarcelar a nuestros
hijos estaremos más seguros?
Ha
llegado el momento de que todas las personas interesadas en
la justicia y en la seguridad se unan para desmantelar este
sistema racista. ¿Debe EE.UU. despenalizar drogas como la
marihuana? ¿Deben suprimirse las prisiones? ¿Debemos
ampliar el uso de la justicia reparadora?¿Podemos crear
sistemas educativos, médicos y laborales justos? Hay que
estudiar en serio todas estas cuestiones y muchas otras. Únase
a colectivos como Incite, Critical Resistance, Center for
Community Alternatives, Thousand Kites o The California
Prison Moratorium y trabaje para conseguirlo. Como dice la
profesora Alexander, "Sólo mediante un gran movimiento
social se podrá derribar este nuevo sistema de
castas".