La campaña electoral de cara
a los comicios del próximo dos de noviembre, donde se renovarán todos los
escaños de la Cámara de Representantes, una tercera parte de Senado y varios
cargos de gobernadores, significa el pistoletazo de partida para la próxima
precampaña presidencial. Los principales partidos políticos estadounidenses
suelen estar inmersos en las primarias de cara a esta cita electoral parcial,
y es el momento adecuado para que los precandidatos presidenciales comiencen a
ubicarse en la línea de salida.
Todo hacía indicar que en
esta ocasión las élites republicanas y demócratas habían diseñado sus
primarias en esa clave, sin embargo los establishment de ambas formaciones han
visto alterados sus guiones ante la aparición en el escenario político de un
nuevo fenómeno populista y conservador, el llamado Tea Party.
Este tipo de movimientos han
sido una constante a lo largo de la historia norteamericana, como veremos
posteriormente, sin embargo en esta ocasión, algunos analistas le están
dotando de una mayor potencialidad. hay quien está señalando que nos
encontramos ante la punta de un iceberg, que estaría representado por el Tea
Party, pero que es una pequeña parte de un sentimiento más extendido en la
sociedad de EEUU y que a día de hoy no había logrado una mínima articulación
propia, más allá de integrarse en el discurso general que ofrece el Partido
Republicano.
La historia “pública” de
este nuevo movimiento ha estado marcada por la reacción que ha generado en
los principales medios de comunicación, locales primero y extranjeros
posteriormente, y en las élites políticas de EEUU. Así, en primer lugar los
miembros del Tea Party y la realidad que representaban fueron ignorados, para
posteriormente ser acusados de ser un fenómeno manipulado por las “grandes
fortunas” y ridiculizado como el resultado de la manipulación de
determinadas élites (a pesar de que se ha ido forjando desde un espontáneo
apoyo ajeno a dichas élites).
Posteriormente llegaron las
acusaciones de “racistas, paranoicos, indecisos, derecha extremista...”
(que contando con elementos de esa índole no representan a la mayoría del
mismo). Y finalmente llegaron las críticas políticas, señalando algunos que
son los que “dividen al Partido Republicano, favoreciendo a los demócratas”,
mientras que otros sostienen que no condicionarán las elecciones de noviembre
ni las próximas presidenciales dentro de dos años.
Y todo esto en apenas veinte
meses, lo que demuestra la disparidad de criterios ante una misma realidad, y
que denota el desconocimiento de la misma o la intencionalidad de los que han
generado esas “críticas”.
Más allá de determinados
mitos y críticas, el Tea Party representa un fenómeno de base, una especie
de “red centralizada para los descontentos descentralizados”. Representa
un nuevo conservadurismo, que une el constitucionalismo conservador y el
fiscal, y se dota también de un cierto populismo cultural.
El Tea Party ha ido articulándose
desde blogs, movimientos on line, medios de comunicación sociales y otro tipo
de redes, Ha ido recogiendo y asumiendo un discurso que ha sabido enganchar
con buena parte de la llamada “América media”. De esta manera, nos
encontramos ante un movimiento amplio de masas, donde no se mantiene un único
tema que monopolice toda la campaña, y no hay un líder definido (aunque
algunos se empeñan en presentar a Sarah Palin o Glenn Beck como los
personajes que asumen esa labor).
Los discursos centrales del
Tea Party han estado marcados por una defensa estricta de la Constitución,
una desconfianza hacia el gobierno federal (defendiendo los gobiernos locales)
y una denuncia de la “tiranía de las élites políticas y de los liberales
(entendiendo que en EEUU esta palabra tiene una connotación diferente a la
nuestra, y que normalmente se intenta presentar como ligada a posturas de
izquierda)”.
Evidentemente no han faltado
los discursos anti–Obama, en contra de los matrimonios homosexuales, la
defensa de las ramas, contra la liberalización del consumo de drogas o el
aborto, pero sería un error hacer de estos temas el punto central de la campaña.
Y todo ello sin obviar que los defensores de esas posturas pueden también
situarse de manera cómoda dentro de este nuevo fenómeno.
La composición, por tanto,
del Tea Party es la unión de diferentes grupos e intereses. Por un lado nos
encontramos a los “nuevos” en política, esa gente que nunca ha estado
envuelta o no ha participado en las elecciones anteriores, y que ahora se
siente llamada a participar y movilizarse (una especie de movimiento similar
al que logró aupar a Obama a la Casa Blanca, aunque ideológicamente en
sentido opuesto). En segundo lugar se encuentran “los políticos
independientes” que se sienten traicionados por los dos partidos
mayoritarios (y que han abandonado sus filas algunos de ellos), por el
gobierno federal, el endeudamiento, el déficit y las macro políticas.
El tercer grupo lo conforman
los llamados “republicanos conservadores” que no se encuentran a gusto con
la dirección actual del Partido Republicano. Y finalmente aparecen aquellos
demócratas descontentos con Obama y su administración. Según algunas
encuestas recientes, en torno al Tea Party encontramos a gente de todas las
clases y estratos. Una cuarta parte reconoce haber dado el voto a Obama, cerca
del cuarenta por ciento no se identifica como republicano, e incluso uno de
cada cinco se presenta como demócrata.
El reciente éxito de este
movimiento en las primarias republicanas han forzado a un cierto giro a la
mayoría de comentaristas y analistas. Ahora la mayoría de ellos han
comenzado a presentar a este movimiento en clave política y de su influencia
de cara a las próximas citas electorales.
Para algunos se trata de una
situación que ha dejado en una difícil situación a las expectativas de
triunfo del Partido Republicano (el deterioro de la imagen de Obama, el
desempleo y la crisis parecía que jugaban a favor de los republicanos)'Otros
apuntan a un pulso del sector más conservador con el stablishment
republicano. Para los candidatos del Tea Party, la élite del partido carece
de ideas o filosofías propias y con su movimiento buscan influir en la
dirección del partido o incluso infiltrarse en el mismo en la estructura de
mando, incrementando la tensión interna.
No obstante, hay quien también
defiende que esta organización acabará situándose dentro de las filas
republicanas para derrotar a los candidatos demócratas, pero eso sí,
habiendo logrado situar el debate político en sus parámetros más
conservadores y atrayendo a los candidatos de ambas formaciones mayoritarias
hacia posturas reaccionarias.
En lo que coinciden ahora la
mayoría es en que el Tea Party puede transformar relativamente la política
norteamericana. Recientemente desde las páginas de The Economist señalaban
que este movimiento representaba “la fuerza política más vibrante de la
actualidad”. Nos encontramos ante una fuerza política conservadora con una
importante base social movilizada y que sin duda alguna va acondicionar o
influir en las elecciones del próximo noviembre, y sobre todo en las
presidenciales del 2012, de una manera que hasta la fecha ha sido subestimada
y no apreciada.
La derecha
de Estados Unidos
En los medios, sobre todo
fuera de EEUU, se tiende a presentar al Partido Republicano como la derecha, y
a los demócratas como la fuerza de centro izquierda. Evidentemente esa imagen
no se corresponde con la realidad política de aquel país.
A muchos sorprende el conocer
que Obama recibió muchos más apoyos económicos que el resto de candidatos,
y esas son unas donaciones de las grandes corporaciones y otros sectores que
posteriormente “pasan factura”, o que la mayoría de los intelectuales más
conservadores proceden del partido demócrata, y que fue éste partido el que
hasta hace unas décadas defendía la segregación racial.
No obstante, es cierto que en
los últimos años, los republicanos han absorbido la mayoría de expresiones
reaccionarias y populistas. Desde el Partido de América en el siglo XIX, los
demócratas conservadores sureños, muchos seguidores del mccarthysmo, los
seguidores del Partido Independiente Americano de George Wallace (que ha
impregnado la ideología republicana más reciente), la llamada “mayoría
moral” de los ochenta, con raíces en la extrema derecha religiosa, o el
Partido Reformista de Ross Perot en los noventa, han ido sumando sus fuerzas
en el seno de los republicanos.
Hoy en día en torno a dicho
partido también encontramos a libertarios, evangélicos, milicias,
constitucionalistas estrictos, , escépticos, seguidores de las teorías
conspirativas, neoconservadores, buscadores de fortuna...por ello, para
mantener un equilibrio ante ese puzzle ideológico, las bases del partido no
deben ser muy concretas. La ideología generalista, conservadora y en muchos
casos reaccionaria, republicana sigue esas pautas, y al mismo tiempo han sido
capaces de que los demócratas tiendan a apoderarse en ocasiones de ese
discurso derechista, logrando una imagen de la política norteamericana con un
eje muy escorado hacia la derecha.
Las
primarias, un sistema repleto de imperfecciones
La importancia del sistema de
primarias es clave en EEUU, y como el conjunto del proceso electoral no está
ajena a la complejidad del mismo. No obstante, frente a quienes señalan este
sistema como el soporte de unas elecciones libres, limpias y democráticas,
los claroscuros asoman por doquier.
Para muchos políticos este
proceso de primarias es el primer paso para metas posteriores (tras lograr la
nominación puede optar a senador o gobernador, un puesto que les puede
catapultar a cargos más altos). No obstante el sistema no es universal y hay
estados donde en estas primarias participan militantes y otros que no lo son,
con lo que el papel de la militancia queda en entredicho.
Los precandidatos buscan
desde el principio donaciones económicas (condicionando claramente su futuro
político), el apoyo de personalidades (la élite del partido) y finalmente el
reconocimiento del público general.
Las primarias se caracterizan
por ser un proceso repleto de condicionantes externos a la propia pugna política.
La existencia de lobbys o familias dentro de los partidos (militantes de
primera o segunda), las condiciones post–electorales de los donantes de las
grandes sumas, los movimientos de base que provocan que los candidatos y sus
contrarios radicalicen sus posturas (por lo general hacia posicionamientos más
conservadores).
Y sobre todo, no se elige en
base a las demandas de los electores o sobre la idoneidad para gobernar del
candidato, sino en la figura que pueda vencer en las elecciones a sus rivales.
Por último, no conviene
olvidarse del factor de los medios de comunicación, que con posturas
interesadas suelen apostar por su propio candidato, dando mayor cobertura a éstos
y buscando desfigurar las propuestas de aquellos que son presentados como
rivales de “sus elegidos”.
(*)
Del Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).