Las
ondas radiales de Estados Unidos se estremecen con el griterío
de asesinos de salón que aúllan pidiendo la cabeza de Julián
Assange. Jonah Goldberg, colaborador de National
Review, se pregunta en su columna sindicada: “¿Por qué
no estrangularon a Assange en una habitación de hotel hace
años?” Sarah Palin quiere que lo aprehendan y lo lleven
ante el juez, y afirma: “Es un agente antiamericano con
las manos manchadas de sangre.”
Assange
sobrevivirá a estos excesos teatrales. Lo que no está tan
claro es cómo le irá a manos del furioso gobierno de
EE.UU. El fiscal general de EE.UU., Eric Holder, ha
anunciado que el Departamento de Justicia y el Pentágono
están llevando a cabo “una investigación criminal activa
y continuada” en relación con última filtración
realizada por Assange, y lo hacen con arreglo a la propia
Ley de Espionaje de EE.UU.
Consultado
sobre cómo los EE.UU. podrían juzgar Assange, un ciudadano
no estadounidense, Holder dijo, “Quiero ser claro. Esto no
es ruido de sables”, y prometió “colmar con rapidez las
deficiencias en la actual legislación estadounidense...”
En
otras palabras, se está reescribiendo la citada Ley de
Espionaje, con Assange como objetivo, y en poco tiempo, si
no lo ha hecho ya, el Presidente Obama –que como candidato
prometió transparencia en el Gobierno– firmará una orden
autorizando la captura de Assange y su traslado a la
jurisdicción estadounidense. Primero, atraparlo; luego, ya
haremos frente a las demandas de hábeas corpus.
Interpol,
el brazo investigador de la Corte Penal Internacional en La
Haya, ha emitido un aviso de captura de Assange. Es
requerido en Suecia para ser interrogado por dos presuntas
agresiones sexuales, una de las cuales parece reducirse a
una acusación de haber mantenido relaciones sexuales sin
protección y no haber telefoneado a su pareja al día
siguiente.
La
acusadora principal, Anna Ardin, según ha escrito Israel
Shamir en CounterPunch (1), “tiene vínculos con los
grupos anticomunistas y anti–Castro financiados por
Estados Unidos. Ardin publicó sus soflamas anticastristas
en la publicación en lengua sueca Revista
de Asignaturas Cubanasdifundida por Misceláneas
de Cuba. Cabe
tener en cuenta que Ardin fue deportada de Cuba por realizar
actividades subversivas.”
Ciertamente
no es una teoría conspirativa sospechar que la CIA se ha
puesto en marcha para fomentar estas acusaciones suecas.
Como informa Shamir: “En el mismo momento en que Julian
buscó la protección de la Ley de Medios de Comunicación
sueca, la CIA amenazó con suspender inmediatamente el
intercambio de inteligencia con la SEPO, la agencia sueca de
los servicios secretos.”
No
hay duda de que la CIA también ha sopesado la posibilidad
de arrojar a Assange desde un puente o una ventana alta (la
forma de asesinato preferida de la Agencia desde sus
primeros días), y ha llegado a la conclusión de que, por
desgracia, es demasiado tarde para este tipo de solución
ejecutiva.
La
ironía es que los miles de comunicaciones diplomáticas
publicadas por WikiLeaks no contienen revelaciones
retumbantes que atenten contra la seguridad del imperio
estadounidense. La mayor parte de ellas se limitan a
ilustrar el hecho bien sabido de que en todas las capitales
del mundo hay un edificio conocido como la Embajada de
Estados Unidos, habitado por gentes cuya principal función
es la de cubrir cualquier evaluación bien documentada de
las condiciones del país con el corsé de la ignorancia y
los prejuicios que les inculcan en lo que pasa por ser
educación superior en Estados Unidos, cuyas élites
gobernantes son hoy día más ignorantes de lo que realmente
está sucediendo en el mundo exterior que en cualquier otro
momento en la historia del país.
Las
informaciones publicadas en la prensa oficial nos invitan a
sorprendernos con la noticia de que el rey de Arabia Saudita
quiere que se borre a Irán del mapa, de que EE.UU. utiliza
a sus diplomáticos como espías, de que Afganistán es un
país corrupto, y de que la corrupción no es un fenómeno
desconocido en Rusia. Estos informes de prensa fomentan la
ilusión de que las embajadas de EE.UU. están habitadas por
observadores inteligentes que remiten con todo celo
información útil a sus superiores en Washington. Por el
contrario, los diplomáticos –suponiendo que tengan la más
mínima capacidad de observación y análisis inteligente–
pronto aprenden a avanzar en sus carreras mediante el envío
de informes a su sede cuidadosamente ajustados a los
prejuicios de los jefazos del Departamento de Estado y de la
Casa Blanca, los miembros poderosos del Congreso y los
principales actores de todo el sistema burocrático.
Recordemos que cuando la Unión Soviética se deslizaba
hacia su extinción, la Embajada de EE.UU. en Moscú seguía
suministrando tenazmente dramáticos informes temblorosa
sobre un poderoso Imperio del Mal que valoraba la
posibilidad de invadir Europa Occidental.
No
se trata aquí de restar importancia a la gran importancia
de esta última entrega de WikiLeaks. Millones de personas
en EE.UU. y en todo el mundo han recibido con ella un curso
rápido de introducción a las relaciones internacionales y
las artes verdaderas de la diplomacia, para no hablar de la
chismosa prosa de tres al cuarto con la que los diplomáticos
ensayan los roman
á clef que
van a escribir cuando lleguen a la jubilación.
Hace
años, Rebecca West escribió en su novela La
caña pensante sobre
un diplomático británico lo siguiente: “Incluso cuando
estaba mirándole a una mujer los pechos con todo descaro a
través del escote de su vestido, se las arreglaba para
parecer que estuviera pensando en la India.” En la versión
actualizada, y teniendo en cuenta las órdenes de Hillary
Clinton al Departamento de Estado, cuando un diplomático
estadounidense finja admirar la figura de la encantadora
agregada cultural francesa, en realidad estaría pensando en
cómo robarle la información de su tarjeta de crédito, cómo
obtener un scan de
retina o sus contraseñas de correo electrónico y el número
de su tarjeta de Air France.
También
hay revelaciones reales de gran interés, algunas de ellas
poco creíbles para la prensa del establishment de
EE.UU. En nuestro sitioCounterPunch la
semana pasada Gareth Porter (2) identificaba un cable diplomático
del pasado febrero, publicado por WikiLeaks, que proporciona
una descripción detallada de por qué los especialistas de
Rusia sobre el programa de misiles balísticos iraní
rechazaban la sugerencia de EE.UU. de que Irán contaba con
misiles que podrían alcanzar capitales europeas, o de que
Irán tenía la intención de desarrollar esa capacidad.
Porter señalaba que:
“Los
lectores de los dos principales periódicos de EE.UU. nunca
conocieron los datos clave del documento. The
New York Times y The
Washington Post informaron
únicamente de que Estados Unidos creía que Irán había
adquirido misiles de ese tipo –supuestamente denominados
BM–25– a Corea del Norte. Ninguno de los dos diarios
informó de la detallada refutación rusa de la opinión de
EE.UU. al respecto, o de la falta de pruebas consistentes
sobre el BM–25 por parte de EE.UU.”
“El Times,
que había obtenido los telegramas diplomáticos no de
WikiLeaks sino de The
Guardian, según un artículo del Washington
Post del
lunes, no publicó el texto del cable. El Times dijo
en su artículo que el periódico había tomado la decisión
de no publicarlo “a petición del gobierno de Obama”.
Con ello se privaba a sus lectores de comparar el
distorsionado resumen del documento en el Times con
el documento original, sin tener que buscar en el sitio
WikiLeaks.”
Desde
la publicación del primero de los dos paquetes de
documentos –relativo a las guerras de Iraq y Afganistán–,
el desprecio de la prensa “oficial” de EE.UU. hacia
WikiLeaks ha sido evidente hasta la saciedad. El New
York Times logró
la torpe hazaña de publicar algunas de las fugas a la vez
que pretendía taparse la nariz, publicando al mismo tiempo
una crítica calumniosa sobre Assange firmada por su
reportero John F. Burns, un hombre con un brillante
historial de vendedor de
las acciones del gobierno de EE.UU..
Ha
habido aplausos para Assange y WikiLeaks por parte de
famosos filtradores como
Daniel Ellsberg. Pero si encendemos la televisión será
para escuchar la clase de furia que Lord
Haw–Haw –alias
del irlandés William Joyce, que transmitía programas de
propaganda desde Berlín– empleaba para provocar a Gran
Bretaña durante la II Guerra Mundial. Como Glenn Greenwald
escribió en su columna del sitio Salon:
“En
la CNN, Wolf Blitzer estaba rojo de rabia por el hecho de
que el gobierno de EE.UU. no hubiera logrado mantener todas
estas cosas en secreto... Más tarde –como buen periodista
que es– Blitzer exigía garantías de que el Gobierno
adoptase las medidas necesarias para evitar que él, los
medios de comunicación y la ciudadanía se enterasen de más
secretos: “¿Sabemos acaso si han reparado el asunto? En
otras palabras, ¿sabemos si alguien, en estos momentos,
alguien con autorización en materia de top
secret o
de cuestiones de seguridad, no puede ya descargar información
en un CD o un pen–drive?
¿Se ha reparado esto?” La preocupación central de
Blitzer –uno de los “periodistas” más distinguidos de
nuestro país– es asegurarse de que nadie se entera de lo
que el Gobierno de los EE.UU. pueda estar tramando.”
Los
últimos archivos de WikiLeaks contienen unos 261 millones
de palabras, equivalentes a 3.000 libros. En ellas se
muestran las entrañas del Imperio Estadounidense. Como
Israel Shamir escribió aquí la semana pasada (3): “Los
archivos muestran la infiltración política de EE.UU. en
casi todos los países, incluso en supuestos estados
neutrales como Suecia y Suiza. Las embajadas de EE.UU.
mantienen una estrecha vigilancia sobre sus anfitriones, y
han penetrado los medios de comunicación, el negocio de
armamentos, el del petróleo y los servicios de espionaje, y
maniobran para colocar a las empresas estadounidenses en una
situación de ventaja.”
¿Vamos
a olvidar enseguida este testimonio vivo del mangoneo
imperial en pleno siglo XXI? No, si hay escritores
competentes que puedan ofrecer una redacción legible y políticamente
vivaz. Pero, una advertencia: en noviembre de 1979
estudiantes iraníes se apoderaron de un archivo completo
del Departamento de Estado, la CIA y la Agencia de
Inteligencia de Defensa (DIA) en la embajada americana en
Teherán. Y reconstruyeron laboriosamente muchos documentos
que habían sido triturados.
Estos
secretos afectaban mucho más que a Irán. La embajada de
Teherán, que servía de base regional para la CIA, guardaba
secretos relativos a operaciones secretas en muchos países,
en particular Israel, la Unión Soviética, Turquía, Pakistán,
Arabia Saudita, Kuwait, Irak y Afganistán.
A
partir de 1982, los iraníes publicaron unos 60 volúmenes
de informes de la CIA y documentos del gobierno de EE.UU.
provenientes de los archivos de Teherán, titulados
conjuntamente Documentos
del Nido de Espionaje Estadounidense. Como escribió
hace ya años Edward Jay Epstein, historiador de las
agencias de espionaje de EE.UU.: “Sin lugar a dudas, estos
archivos capturados representan la pérdida más extensa de
datos secretos que cualquier superpotencia haya sufrido
desde el final de la Segunda Guerra Mundial.”
De
hecho, los archivos de Teherán fueron en verdad un golpe
devastador para la seguridad nacional de EE.UU.. Contenían
vivas descripciones de operaciones y técnicas de espionaje,
la complicidad de periodistas estadounidenses con los
organismos de su gobierno, las complejidades de la
diplomacia del petróleo. Estos volúmenes se pueden
encontrar en algunas bibliotecas universitarias de EE.UU. ¿Y
alguien los lee? Sí, un puñado de especialistas. Las
verdades inconvenientes fueron enterradas rápidamente, y
tal vez los archivos de WikiLeaks pronto desaparezcan de la
memoria también, uniéndose a los estimulantes archivos
históricos de los golpes de espionaje de la izquierda.
Debo
citar con admiración aquí Spies
for Peace, el grupo de anarquistas británicos de acción
directa y otros radicales afines relacionados con la Campaña
por el Desarme Nuclear y el Comité Bertrand Russell de los
Cien que en 1963 irrumpió en un búnker secreto del
gobierno, el Regional
Seat of Government Number 6 (RSG–6)
en Warren Row, cerca de Reading, donde fotografiaron y
copiaron documentos que mostraban los preparativos secretos
oficiales para hacerse con el gobierno después de una
guerra nuclear. Distribuyeron un folleto junto con las
copias de los documentos pertinentes a la prensa,
estigmatizando al “pequeño grupo de personas que han
aceptado la guerra termonuclear como una probabilidad, y están
planificándola consciente y cuidadosamente... Están en
silencio esperando el día en que caiga la bomba,
momento en que se harán cargo del poder. “Hubo un gran
alboroto, y luego el gobierno conservador del momento emitió
un Defence
Notice, prohibiendo toda otra publicación en la prensa.
Los policías y los servicios de espionaje lanzaron una
larga y dura cacería de espías
de la paz, sin conseguir atrapar ni a uno de ellos.
¿Y
Assange? Esperemos que se mantenga alejado de un entierro
prematuro. Ecuador le ofreció santuario hasta que la
Embajada de EE.UU. en Quito le dio al presidente una rápida
orden y la invitación fue suspendida. ¿Suiza? ¿Estambul?
No sé... Como hemos dicho antes, Assange debería, como mínimo,
mantenerse ojo avizor respecto a las mujeres demasiado
entusiastas de sus abrazos y, sin duda, alejado de los pasos
a nivel, los puentes y las ventanas abiertas.
En
1953 la CIA distribuyó a sus agentes y operadores un manual
de formación de asesinos (publicado en 1997), lleno de
consejos prácticos (4):
“El
accidente más eficaz, en el caso de un simple asesinato, es
una caída de 25 metros o más sobre una superficie dura.
Pozos de ascensores, escaleras, ventanas no protegidas y
puentes servirán a este propósito... La acción puede
llevarse a cabo rápidamente, mediante un vigoroso [censurado]
de los tobillos, arrojando al sujeto al vacío. Si el
asesino lanza de inmediato un grito desgarrado del tipo
“testigo horrorizado”, no será precisa ninguna coartada
o retirada disimulada.”
(*)
Editor de CounterPunch.
Notas:
1.–
http://www.counterpunch.org/shamir09142010.html
2.–
http://www.counterpunch.org/porter12012010.html
3.–
http://www.counterpunch.org/shamir11292010.html
4.–
http://www.counterpunch.org/cockburn07242009.html
Al parecer, el
plato fuerte no se ha servido todavía
El menú de Wikileaks
Se explica la saña con que la Casa Blanca persigue a
Wikileaks: las amenidades han quedado atrás y ahora sirve
el primer plato. Y no se crea que el paquete de chismes,
groseros o divertidos, ha dejado de causar impacto.
Trascendió que Obama proyecta cambiar personal de las
embajadas que produjeron más irritación a diferentes
gobiernos. El Departamento de Estado, el Pentágono y la CIA
han comenzado a estudiar los reemplazos necesarios.
Esta reorganización no se produce porque el mandatario
norteamericano haya asumido la responsabilidad de lo
ocurrido: “Tendremos que sacar a alguna de la mejor gente
–manifestó un alto funcionario de seguridad nacional–
porque teme que no le devolverán la confianza en los países
en los que sirven” (www.thedailybeast.com, 4/12/10). Se
adelanta que muy probablemente cambiará de destino Gene
Cretz, el embajador en Libia que destacó, tal vez con
envidia, la voluptuosidad de la enfermera ucraniana y rubia
que acompaña a Khadafi cuando viaja. Tayyip Erdogan, primer
ministro de Turquía, amenazó con querellar a Eric Edelman,
ex embajador de EE.UU. en Ankara, que en el 2004 afirmó que
el premier escondía una fortuna en bancos suizos. El
Departamento de Estado está aprendiendo que en diplomacia
hay detalles que es mejor no precisar.
El primer plato de Wikileaks, después de las entradas, es
sin duda fuerte. Devela los planes secretos de la OTAN para
instalar nueve divisiones de tropas de combate
estadounidenses, británicas, alemanas y polacas en los tres
estados bálticos y un elenco de puertos de Alemania y el
norte de Polonia que recibirán fuerzas navales de asalto y
buques de guerra de EE.UU. y Gran Bretaña “en la
eventualidad de una agresión armada (de Rusia) contra
Polonia” (www.guardian.co.uk, 6/12/10). Una agresión muy
improbable. Más bien parece un fortalecimiento del cerco en
torno a Rusia.
Otras salsas: Brasil tiene una sed “insaciable” de
armamento y colabora secretamente con EE.UU. en la lucha
contra presuntos terroristas de San Pablo y la Triple
Frontera: “con paranoia”, porque no quiere que se sepa.
El Líbano está dispuesto a que Israel lo invada, con
ciertas condiciones. El Departamento de Estado se siente
frustrado porque hay multimillonarios sauditas que financian
a los talibán y Al Qaida. Corea le proporciona misiles a Irán
y Siria. Se estableció una lista de instalaciones en los
cinco continentes que EE.UU. estima vitales para su
seguridad nacional. En una palabra: los documentos filtrados
pintan el paisaje del nuevo desorden mundial.
Un capítulo aparte es el cable de fecha 15 de mayo de 2009
que la embajada estadounidense en Tel Aviv envió al
departamento que dirige Hillary Clinton. Se titula “¿Israel,
tierra prometida del crimen organizado?”. Señala que tres
figuras prominentes involucradas con el crimen organizado
solicitaron y obtuvieron sendas visas para participar en una
“convención relacionada con la seguridad” en Las Vegas.
Zvika Ben Shabat, uno de los tres, es presidente de la
H.A.Sh Security Group (www.mokedhas.co.il), una compañía
que se dedica –precisa el cable– “al desarrollo de
tecnologías y ya está presente en muchos mercados del
mundo, entre ellos, Dinamarca, Bruselas, Italia, Nueva York,
Singapur, Sudáfrica, Kenya, Nigeria, Sri Lanka y más.
Ofrece tecnologías de seguridad para identificar y vigilar
teléfonos celulares, vehículos, estructuras, computadoras,
infraestructura y tecnologías WIFI”. Para espiar, pues.
El presidente del sector Seguridad de la H.A.Sh es el mayor
general (R) Dan Ronen, ex encargado de coordinar el servicio
de seguridad nacional y el ejército israelí “en la
batalla contra el terrorismo” (www.sotpconvention.com), y
su empresa opera en casi todo EE.UU. en aeropuertos y
dependencias gubernamentales. ¿El título del cable del
embajador de EE.UU. en Israel tendría una respuesta
afirmativa? La actividad de esta mafia fue investigada por
Carl Cameron, periodista de Fox News, hace años ya: el 17
de diciembre de 2001 informó que “el crimen organizado
israelí presuntamente actúa en Nueva York, Miami, Las
Vegas, Canadá, Israel y Egipto. Se alega que trafica cocaína
y éxtasis... según documentos clasificados que obtuvo Fox
News, vigilan los teléfonos celulares, bípers y hasta los
teléfonos de las casas de los policías. (www.informationcleasringhouse.inf).
La posibilidad de cerrarle la boca a Wikileaks es cada vez
más tenue. Assange está detenido, el sitio fue bloqueado y
vuelto a bloquear, Amazon lo expulsó de su hospedaje,
PayPal le canceló el servicio y un banco suizo le congeló
la cuenta. Pero cuando se escriben estas líneas más de mil
sitios en todo el mundo facilitaban el acceso a los
documentos filtrados (www.guardian.co.uk, 51210). El diario
libanés Al Akhbar ha publicado 183 cables de ocho embajadas
estadounidenses en Medio Oriente y el norte de Africa que no
dieron a conocer los cinco diarios que publican las
filtraciones de Wikileaks. ¿Documentos que Assange adelantó
previendo más presiones del Departamento de Estado que
impedirían su publicación? Al parecer, el plato fuerte no
se ha servido todavía.