Estados Unidos

Liberen al soldado Manning

Por Saul Landau (*)
Progreso Semanal, 03/05/11

En abril, el Ejército trasladó al Soldado Bradley Manning de una celda de confinamiento solitario en Quantico, Virginia a la prisión federal de Leavenworth, Kansas. En Quantico, según un informe de Human Rights Watch (Vigilancia de Derechos Humanos), los militares habían puesto grilletes a Manning, lo dejaron desnudo y lo aislaron. El gobierno explicó que realizaron estos hechos aparentemente crueles porque temían que Manning se suicidara.

Parece que tenían tanto interés en mantener a Manning vivo que sus guardias tenían órdenes de preguntarle cada pocos minutos: “¿Estás bien?” Esto, admitió el gobierno, no ayudó al Soldado Manning a dormir bien... Es más, las condiciones para impedir que Manning se quitara la vida parecen estar lógicamente destinadas a hacer que una persona se suicide.

El gobierno asegura que Manning cometió el delito súper–grave de filtrar documentos que hacen que funcionarios y políticas del gobierno sean vistos como no tan perfectos moralmente o con inteligencia política. En marzo de 2010, Manning fue arrestado bajo sospecha de haber entregado materiales restringidos al sitio web WikiLeaks.

En julio, el gobierno acusó al joven soldado por transferir información clasificada a su computadora personal y trasmitir luego esta información de seguridad nacional a una fuente no autorizada: periodistas.

En marzo de 2011, el gobierno agregó otras 22 acusaciones, como “ayudar al enemigo”, aunque los fiscales declararon que no solicitarían la pena de muerte por este pecado menos mortífero. ¿Fue la tortura el precio que Manning pagó para no ser condenado a muerte?

Durante la campaña presidencial tanto John McCain como Barak Obama adoptaron posiciones duras contra la tortura. No entraron en detalles, como si un largo confinamiento en solitario, interrupción sistemática del sueño –“para la protección del prisionero”, en el caso de Manning–, grilletes constantes y desnudez forzosa no constituyan tortura. Manning no tiene antecedentes de comportamiento criminal ni tampoco era una amenaza al orden en la prisión.

El gran académico en jurisprudencia, presidente Barack Obama, negó las acusaciones de tortura. Describió las condiciones del confinamiento de Manning como “apropiadas” Hasta llegó a decir que el tratamiento a Manning “cumple nuestras normas básicas”.

Para el 10 de marzo de 2010, P. J. Crowley, vocero del Departamento de Estado, no estuvo de acuerdo y calificó al castigo pre-proceso por parte del Pentágono  de “contraproducente y estúpido”.

El 13 de marzo de 2011, Crowley renunció, pero advirtió que el “ejercicio del poder en los difíciles tiempos actuales y el implacable entorno de los medios deben ser prudentes y consistentes con nuestras leyes y nuestros valores”.

El presidente no estuvo de acuerdo. En una actividad en abril en San Francisco para recaudar fondos para su campaña de 2012, a Obama se le preguntó acerca de la aseveración por parte de Human Rights Watch de que el tratamiento que el Pentágono daba a Manning era “extremadamente restrictivo y posiblemente punitivo y degradante”. Obama explicó: “Si yo fuera a entregar cosas, información que no estoy autorizado a entregar, estoy violando la ley… Somos una nación de leyes. No tomamos individualmente nuestras propias decisiones acerca de la manera en que opera la ley… Él (Manning) violó la ley”. ¡Ja, ja!

¿Nadie asesoró a Obama de que después de más de un año de confinamiento Manning no ha sido juzgado y que solo un tribunal puede determinar si él cometió un delito? ¿Estaba Obama predisponiendo a futuros miembros de un jurado?

Para los poderosos de Washington, el verdadero delito es la humillación pública. No se trata de las guerras ilegales de los predecesores de Obama. Recuerden que ellos prepararon al público “filtrando” mentiras y que distorsionaron datos de “inteligencia” para justificar su invasión a Irak.

¿Es un delito enviar aviones sin piloto y Equipos para Matar a golpear a gente “sospechosas” de ser terroristas o de tener “vínculos con terroristas”? ¿Sabe Obama cuántos no terroristas murieron en esas actividades letales rutinarias que simulan los juegos de video?

The New York Times se hace eco de la retorcida visión del gobierno acerca de Manning y de WikiLeaks y simultáneamente utiliza a WikiLeaks para sus artículos de primera plana. (NY Times, 24-29 de abril de 2011, editoriales y artículos [“Los Documentos de Guantánamo”] acerca de cómo “Un tesoro de más de 700 documentos militares clasificados... ofrecen una nueva visión de la evidencia contra los 172 hombres que aún están encerrados” en Guantánamo.)

En el artículo de tortura a prisioneros y sus intentos de suicidio, el reportero William Glaberson escribe: “Lo que comenzó como un experimento improvisado después de los ataques terroristas de 2001 parece ser ahora una institución norteamericana perdurable, y los archivos filtrados muestran por qué al poner al desnudo la evidencia remendada y contradictoria que en muchos casos no hubiera sido admitida en tribunales criminales o militares.  (Ver crítica a The NY Times en Newsbusters, http://www.newsbusters.org/blogs/clay-
waters/2011/04/28/ny-times-uses-wikileaks-discredit-guantanamo-bay#ixzz1KvFrbmil)

El editor del Times Bill Keller se puso a moralizar para condenar a WikiLeaks y negar que el Times hubiera recibido de ellos los archivos del horror de Guantánamo. ¿Sería que otro periódico se los “filtró” al Times?

El periodismo exige que los medios se distancien del gobierno. Cuando el Times se consideró a sí mismo como asociado del gobierno, publicó artículos de primera plana que ayudaron a justificar la invasión de Bush a Irak. Desde inicios de 2001 y durante todo 2002, The Times publicó artículos de Judith Miller acerca de la armas de destrucción masiva de Saddam Hussein. Su fuente. Ahmad Chalabi, demostró estar totalmente equivocado.

En abril de 1961 el Times eliminó de un artículo de Tad Szulc el lugar y la hora del desembarco de la invasión a Bahía de Cochinos apoyada por la CIA porque el presidente Kennedy le dijo al director de The Times que no haría ningún bien a los intereses de Seguridad Nacional de EE.UU. (David Halberstam, The Powers That Be, pág. 448)

Si Manning filtró información a Wikileaks –lo que no está demostrado— él y WikiLeaks se merecen medallas por alertar al  mundo acerca de la tortura, la detención ilegal e inhumana, y los planes norteamericanos para desestabilizar a otros gobiernos. ¿No es el deber de la prensa informar al público de los desmanes y comportamiento delictivo del gobierno?

WikiLeaks y los que lo ayudan han desenmascarado la esencia de la “seguridad nacional”, palabras que debieran alertar ahora a los ciudadanos: funcionarios que esconden fechorías que van de los banales errores burocráticos hasta lanzar una guerra.


(*) Saul Landau alerta a los lectores que aspiran a puestos en el gobierno de EE.UU. que no lean esta columna, no vaya a ser que los descalifiquen. El conocimiento total de la boda real no dañará sus posibilidades de obtener un cargo en el gobierno.