La
idea de este artículo es combinar elementos de análisis
empíricos con generalizaciones de naturaleza más analítica
con la idea de lograr un posicionamiento introductorio a la
coyuntura que en la actualidad atraviesa la nación madre
del imperialismo yankee. Metodológicamente, este artículo
tratará de sintetizar las conclusiones a las que hemos
llegado luego de vivir dos años en EE.UU. y que han sido
expuestas de manera preliminar en varios artículos
publicados en su mayoría por lxs compañerxs del MAS
argentino. La idea, en síntesis, es pasar en limpio
la experiencia de estos dos años.
El
imperio es múltiple y heterogéneo, esta generalización
debe de ser precisada de mejor manera. En primera instancia,
habría que señalar que la histórica división entre Norte
y Sur, que fue fundamento de la guerra civil del s. XIX,
comienza a dar paso a una nueva segmentación de naturaleza
sociológica y económica. En principio, esta segmentación
queda sintetizada en la contraposición del Centro y de las
Costas. Esta idea ya la habíamos avanzado en un artículo
previo a propósito de la promulgación de la racista ley
antiinmigración en Arizona:
“Y
es que el tema sociológico acá es central. Esto implica señalar
que el modelo identitario, siempre tenso y contradictorio,
de los Estados Unidos parece dirigirse cada vez más hacia
una contradicción insalvable. Por un lado, las costas,
tanto la este como la oeste, se han convertido cada vez más
en espacios totalmente multiculturales donde el sector
blanco, cristiano, pro capitalista, heterosexual y monolingüe
es hoy una minoría en relación a una explosión de gentes
de todas partes del mundo con background distintos y
escalas axiológicas muy, muy poco relacionadas. Este sector
mayoritariamente vota demócrata, pero no pareciese ser una
cuestión de convicción política, sino más bien de default,
frente a la carencia de otras posibilidades políticas
visibles.” (. . .) Al otro lado del espectro, se encuentra
el centro – sur del país, donde hay una mayor concentración
del sujeto conservador ya mencionado. Es precisamente este
sector el que se siente representante directo del espíritu
nacional, del cristianismo más conservador de tronco
anglosajón, creyente del utilitarismo y emprendedurismo
capitalista y que abrumadoramente vota republicano.
Precisamente, la legislación antimigratoria y racista
aprobada por el senado estatal de Arizona es un producto de
esta conciencia.”
Esta
idea de una nación escindida en dos conciencias con
proyecciones históricas distintas bien puede ser una de las
primeras conclusiones a las que habría que apuntar.
Indudablemente,
la coyuntura económica–política de EE.UU. sigue estando
signada por los efectos devastadores de la crisis[1]. En ese orden, los
efectos más visibles de la descomposición imperial son:
tasas de desempleo que, a pesar de los datos oficiales,
posiblemente superan el 20%, y el estancamiento generalizado
en las intervenciones militares en Medio Oriente.
En
el interior del país, hay dos elementos que afectan de
manera directa la calidad de vida de las masas trabajadoras
norteamericanas por el volumen de endeudamiento privado que
provocan: la educación y la salud. En un artículo relativo
a las movilizaciones estudiantiles californianas de 2009 en
contra de los aumentos de matrícula en University of
California, señalábamos lo siguiente:
“Existen,
por lo menos, dos elementos inmensamente desestabilizadores
dentro de la estructura capitalista de USA: uno relativo al
inmenso porcentaje de personas que no cuentan con ningún
tipo de cobertura médica, cerca de 50 millones dónde se
calcula al menos un número de 45 000 personas anuales
quienes mueren por falta de atención. Otro, los elevadísimos
costos de la educación superior pública o privada, por
ejemplo, solamente los costos anuales de matrícula en una
universidad relativamente barata pueden ascender a los 12
000 dólares anuales, lo que implica una erogación de 48
000 dólares por un título de bachillerato universitario.
Esto solamente en costos de matrícula, por fuera queda
habitación, comida, libros y todo el resto. Por supuesto,
cualquier familia de clase trabajadora no tiene más opción
que recurrir a un préstamo pagable en un periodo que oscila
entre los 20 y 40 años.”
Así
las cosas, una segunda conclusión sería que la actual
crisis económica ha profundizado las problemáticas
estructurales del capitalismo imperial agudizando la crisis
social y deteriorando de manera significativa las
condiciones de vida de las clases sociales no hegemónicas.
Ahora
bien, una de las preguntas fundamentales que cualquier
lector latinoamericano podría hacerse es la siguiente: ¿Por
qué la inmovilidad de las masas trabajadoras
norteamericanas que no han salido a defenderse del intento
de descargar la crisis sobre sus hombros? La respuesta es la
siguiente: Si bien es cierto no ha habido un movimiento
nacional por la izquierda[2]
de respuesta a la crisis, sí han existido movilizaciones
defensivas de distinto signo e importancia. Nosotros
resaltaríamos tres: las movilizaciones estudiantiles
californianas de 2009, el movimiento contra la ley
antiinmigración SB 1070 de Arizona y la más importante, el
movimiento contra los recortes presupuestarios en Wisconsin
que incluyó movilizaciones de cientos de miles personas y
la toma del Congreso estatal por espacio de un mes. A propósito
de esto último señalábamos hace apenas unos dos meses:
“Es
precisamente en Wisconsin, uno de los estados más al norte
de los Estados Unidos donde se está desarrollando un nuevo
episodio de la lucha de clases dentro del país centro del
capitalismo global. La lucha es de miles de trabajadores públicos
estatales, estudiantes, sindicatos y activistas en contra
del gobernador estatal republicano Scott Walker y una
legislatura estatal también controlada por los
republicanos. Y es que toda la masa de descontento popular
contra Obama y una administración que no ha hecho nada por
resolver los problemas materiales de la base social que lo
votó presidente, abrió en las pasadas elecciones
legislativas una puerta que fue utilizada por los
republicanos y los tea parties. Por esta puerta precisamente
entraron Walker y los republicanos a atacar directamente y
sin contemplaciones de ningún tipo las conquistas de la
clase trabajadora en Wisconsin.” (. . .) “Ahora bien, la
crisis también ha determinado la reaparición del
fantasma de la movilización. En distintas
oportunidades, como las movilizaciones estudiantiles del año
pasado en California en contra de los aumentos de matrícula,
la relámpago toma de una fábrica en Chicago al principio
de la crisis como medida para evitar los despidos, las
movilizaciones de clase trabajadora inmigrante en contra de
la ley racista en Arizona, y finalmente las movilizaciones
masivas en Wisconsin han introducido de nuevo dentro de
la vida política de EE.UU. la movilización como método de
lucha. Este fenómeno es de una importancia extrema
puesto que la movilización había prácticamente
desaparecido de la conciencia política norteamericana desde
la lucha por los derechos civiles y el movimiento antiguerra
de los 60.”
Como
elemento de balance político es necesario destacar que los
tres movimientos señalados fueron derrotados: la matrícula
subió en UC, la ley racista de Arizona pasó y los
republicanos lograron recortar brutalmente las condiciones
de los trabajadores públicos en Wisconsin. Ahora bien,
estas derrotas parciales no deben invisibilizar el hecho
concreto de la reintroducción en la conciencia de la clase
trabajadora y sectores afines (estudiantes, indocumentados)
de la movilización de masas como método de lucha por la
reivindicación de sus intereses. Esta es precisamente
nuestra tercera conclusión.