Estados Unidos

Las divisiones internas de los republicanos y la confusión de los demócratas
traban la negociación para evitar la quiebra estadounidense

El desconcierto manda en Washington

Por Antonio Caño
Corresponsal en Washington
El País, 27/07/11

Estados Unidos ha entrado en un limbo alarmante en el que nadie sabe si se va a poder evitar la suspensión de pagos, cuándo y en qué condiciones. El reloj hacia el desastre económico sobre el que Barack Obama ha alertado avanza hacia la fecha del 2 de agosto sin que la clase política norteamericana ofrezca muestras, no ya de encontrar una solución, sino de ser capaz de establecer orden y control en esta situación. El desconcierto se ha impuesto en la mayor potencia del mundo.

Sigue habiendo dos planes sobre la mesa para evitar el impago, uno republicano y otro demócrata, pero esos planes son por ahora irreconciliables ?cada parte ha amenazado con impedir el otro? y ni siquiera es seguro que cada uno de ellos pueda sobrevivir dentro de su propio partido.

Los republicanos viven en el reino de la anarquía. Su líder, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, ha tenido que dar marcha atrás en su intento de votar su propuesta por la sublevación de los congresistas del ultraconservador Tea Party, que la creen muy moderada.

Los demócratas no saben si respaldar la iniciativa de su líder en el Senado, Harry Reid, o esperar a que la oposición se avenga a negociar algo viable. El presidente Obama se resiste a ofrecer una alternativa ante la certeza de que sería rechazada por los republicanos ?fuese la que fuese?, y se mantiene encerrado en la Casa Blanca a la espera de acontecimientos.

Superada ya la polémica sobre los impuestos, dado que Obama y los demócratas aceptan una reducción del déficit público mediante recortes de gastos únicamente, sin nuevos ingresos, el debate ahora se centra en cuánto se reducen esos gastos y cuánto endeudamiento se le permite, a cambio, al Gobierno.

Boehner quiere una reducción de un billón de dólares y un aumento del límite de deuda por una cantidad idéntica, lo que retrasaría la amenaza de quiebra hasta el final de este año. Como la Oficina de Presupuesto del Congreso ?la máxima autoridad en esta materia? dijo ayer que ese plan recorta, en realidad, solo 800.000 millones, el Tea Party ha puesto el grito en el cielo y ha boicoteado la votación ante el pecado de que se permitía un endeudamiento mayor que el recorte del déficit. Los líderes republicanos han vuelto a echar números y han tratado de reunificar fuerzas para que el plan de su líder en la Cámara pueda votarse mañana.

En el otro lado del Capitolio, los demócratas han advertido en el Senado que no les envíen ese proyecto, porque no lo aceptarán. "Esa propuesta no es digna de consideración y el presidente nunca la firmará", ha asegurado el senador Charles Schumer. Eso es lo que dicen los líderes demócratas, pero estos no están seguros de que, una vez tramitada, ante la evidencia de que es la única salida para evitar el impago, algunos senadores demócratas no decidan darle su voto.

El liderazgo demócrata sigue defendiendo la fórmula propuesta por el senador Harry Reid: dos billones de dólares de reducción de gastos y elevación del techo de la deuda para que el Gobierno pueda pagar sus compromisos hasta finales de 2012.

¿Qué estrategia se esconde detrás de la actuación de cada uno? Los republicanos pretenden claramente forzar los hechos hasta el punto de que sean los demócratas los que se vean requeridos a rechazar la ley que evitaría el desastre. O bien, si esa ley pasase por el Senado, obligar a Obama a vetarla. Una ley votada por el Congreso y vetada por el presidente es el sueño dorado de los republicanos. Siempre podrían decir: nosotros le dimos un instrumento para evitar la suspensión de pagos y él la rechazó.

En el caso de los demócratas, la estrategia es más defensiva y más confusa. Tratan al mismo tiempo de evitarle al presidente el trauma de una suspensión de pagos, que podría minar seriamente sus posibilidades de reelección, sin hacer renuncias que les hagan aparecer como perdedores ante los electores. Ya han hecho muchas renuncias, especialmente la de los impuestos, pero aceptar sin más el plan de Boehner significaría darle a este una gran victoria política.

Obama, por su parte, necesita evitar el impago, pero tiene que hacerlo de una manera que le salve también del dudoso privilegio de ser la primera presidencia de la historia bajo la que las agencias calificadoras rebajan la nota máxima del crédito norteamericano. Una elevación del techo de deuda de solo seis meses, como quiere Boehner, probablemente no lo conseguiría.

Las posiciones políticas son tan fuertes que el margen de negociación es muy estrecho. Algunos expertos han anticipado que el Departamento del Tesoro, con los impuestos que cobrará el 3 de agosto y otras herramientas financieras, podría estirar el plazo para el impago una semana más, pero eso no despeja la incertidumbre que ya se ha creado en la economía.

La principal organización empresarial estadounidense, la Cámara de Comercio, que gasta una fortuna en las campañas electorales de los candidatos republicanos, ha advertido de que el daño que se puede causar a las empresas y al empleo es tan grave como el de la reciente crisis financiera.


El tope para evitar una cesación de pagos se correría del 2 al 15 de agosto

Obama no logra acuerdo por el default y
discuten un nuevo plazo

Por Ana Barón
Corresponsal en Washington
i–Eco, 28/07/11

El lamentable trámite de las negociaciones entre republicanos y demócratas en busca de un acuerdo para evitar el default de la deuda pública aumentó la percepción de que EEUU ya no es el sólido pilar de las finanzas internacionales como lo era antes. Hay en danza varias fechas alternativas para posponer el vencimiento del plazo oficial –que hasta ahora es el 2 de agosto–, luego del cual se caerá en cesación de pagos. Una de las posibilidades que se maneja es correrlo hasta el 15 de agosto.

De todos modos, no importa si la culpa la tiene un grupo de diputados ultraconservadores fanáticos y aislacionistas del movimiento opositor Tea Party , los jerarcas de ambos partidos o el propio presidente Barack Obama. Lo cierto es que nunca antes se habían privilegiado tanto los intereses partidarios por sobre los intereses nacionales en una situación económica tan crítica como la actual.

No hay precedentes en la historia financiera estadounidense de un bloqueo político semejante.

De hecho, incluso si republicanos y demócratas logran ponerse de acuerdo para elevar el techo de la deuda a último momento, las agencias calificadoras de riesgo ya han dicho que existe un 50% de posibilidades de que los bonos del Tesoro estadounidense perderán de todas maneras su triple AAA, es decir, la calificación que distingue al país donde se encuentran las inversiones más seguras y libres de riesgos del mundo.

La pelea deteriora la imagen de EEUU

Pero eso no es todo. El dólar, cuyo valor ha venido disminuyendo en los últimos días, está en la picota desde hace ya un tiempo . Países como China y Brasil han venido sugiriendo que el dólar, en tanto divisa de referencia internacional, debe ser reemplazado por una canasta de monedas.

En un sondeo de opinión realizado recientemente por la Unión de la Banca Suiza (UBS) entre dirigentes de Bancos Centrales, la gran mayoría pronosticó que el dólar será reemplazado en los próximos 25 años . Evidentemente, ese proceso podría acelerarse si Estados Unidos cae en default.El propio Obama lo advirtió en su discurso del último lunes cuando dijo que “los inversores en todo el mundo se preguntarán si merece seguir apostando por EEUU”.

Trascendió ayer que el mandatario está, de hecho, más preocupado por la posibilidad de que le rebajen la calificación de los bonos del Tesoro que por un eventual default. ¿Por qué? “Es necesario comprender que cuando se habla de default, no se habla de default como el que puede haber en nuestros países”, explicó a Clarín Liliana Rojas Suárez del Centro para el Desarrollo Global, un prestigioso think–tank de Washington. “Estados Unidos no tiene un problema de liquidez. Es decir, Obama puede elegir no pagar a los contratistas del Estados o las jubilaciones. Pero no va a dejar de pagar los intereses de los bonos del Tesoro”. De hecho, el primer test tendrá lugar el 15 de agosto próximo , día que vencen 41 mil millones de bonos y hay que pagar US$ 30.000 millones de intereses.

Según Rojas Suárez, lo grave es si llegan a bajar la calificación de los bonos del Tesoro porque se puede producir un efecto dominó de consecuencias difíciles de predecir. David Wilson, el número dos de la Oficina del Inspector de la Divisa, dijo ayer durante una audiencia en el Congreso que el cambio de calificación de los bonos del Tesoro implicará una rebaja de la calificación de los bonos de los Estados y de los municipios.

Obama no quiere pasar a la historia como el presidente que no pudo evitar que, por primera vez, los bonos del Tesoro dejaran de tener la calificación triple AAA.

Algunos analistas de Wall Street piensan que, si hay una rebaja de la calificación, el costo del financiamiento estadounidense se elevará en 100.000 millones de dólares. Otros consideran, sin embargo, que el impacto será mucho menor porque no hay actualmente en los mercados internacionales una alternativa más segura a la de los bonos del Tesoro, incluso si pasan a ser calificados con únicamente una doble AA. La revista británica The Economist afirmó recientemente que lo más probable es que los bonos del Tesoro calificados como doble AA sean tan atractivos como los distinguidos con la triple AAA.

Sea como fuere, nadie niega el impacto psicológico que tanto un default como el cambio de calificación de los bonos del Tesoro podrían tener a nivel internacional.


El movimiento ultraconservador dirige los pasos del Partido Republicano

El escenario perfecto del Tea Party

Por Antonio Caño
Corresponsal en Washington
El País, 27/07/11

Una de las principales organizaciones que integran lo que se conoce como el movimiento Tea Party, los Tea Party Patriots, ha hecho una encuesta entre sus afiliados para medir su estado de ánimo en este momento tan decisivo de la política norteamericana: un 98,8% se opone a la política de Barack Obama, un 97,6% desaprueba al Senado (de mayoría demócrata), un 71,7% critica a la Cámara de Representantes (dominada por los republicanos) y un 81,5% está insatisfecho con el liderazgo del Partido Republicano por considerarlo demasiado moderado. Es decir, casi la totalidad abomina del comportamiento de las principales instituciones del sistema político norteamericano.

Sus opiniones contrastan con las de la mayoría de los ciudadanos. Según una encuesta del Instituto Pew, un 68% de la población está a favor de un acuerdo para elevar el techo de deuda del Gobierno, aunque eso signifique hacer concesiones en las posiciones que cada partido defiende.

Lo llamativo de la situación actual es que el Partido Republicano, al menos hasta este momento, presta más atención a la primera que a la segunda encuesta. Es la prueba de hasta qué punto los radicales del Tea Party están influyendo en los acontecimientos y disfrutando de más gloria de la que nunca soñaron.

El Tea Party entró en la escena política norteamericana en el verano de 2009 con la promesa de limpiar Washington, sanear sus instituciones, acabar con la clase política tradicional y devolver el protagonismo al pueblo, al viejo estilo de la revolución estadounidense, de donde toma su nombre.

Para ello, era imprescindible primero deslegitimar las instituciones que pretendía derribar. Y, como se daba la circunstancia de que los demócratas ocupaban entonces todas esas instituciones y había elecciones parlamentarias en el horizonte, el Partido Republicano abrazó esa causa con furor.

Los líderes republicanos probablemente pensaban que, una vez recuperado el poder, como ocurrió en la Cámara de Representantes en 2010, los ánimos del Tea Party se aplacarían y los políticos tradicionales serían capaces de reconducir la situación hacia una mayor normalidad. Pero no fue así. Para evitarlo, el Tea Party les hizo jurar a los republicanos elegidos que jamás, bajo ninguna circunstancia, votarían a favor de un aumento de los impuestos o del aborto. Más de 200 republicanos en la Cámara y 40 en el Senado, aceptaron hacerlo.

Presos de ese juramento y asustados por el peso que el Tea Party sigue teniendo en las bases conservadoras, los republicanos tradicionales han sido incapaces de resistirse a la presión de ese movimiento ultra. El propio presidente de la Cámara de Representantes y máxima figura republicana en el Capitolio, John Boehner, se ha visto superado esta semana por el empuje del Tea Party. Su posición en la crisis de la deuda ha sido muy dura y conservadora, pero no tan dura y conservadora como exigen quienes creen que le dieron el cargo. Ninguno de los candidatos presidenciales o figuras relevantes de la derecha, salvando cada una su propio pellejo, ha salido en defensa de Boehner.

El resultado es este clima de completa disfuncionalidad del sistema político estadounidense, de fracaso de las instituciones democráticas, que era el objetivo inicial de los radicales del Tea Party. Esto se aproxima al paraíso nihilista que sus líderes predican en las manifestaciones. Tiene, además, cierta semejanza con ese país revolucionario en el que el pueblo destruye los intereses creados y decide, sin intermediarios ni miedo a quebrar el statu quo.

Termine como termine esta crisis, la amenaza desestabilizadora del Tea Party continuará hasta que el Partido Republicano rompa sus lazos con ellos, lo que no parece fácil a seis meses de los caucus de Iowa y poco más de un año de las elecciones presidenciales. El Tea Party quiere debilitar el poder del presidente y los republicanos quieren derrotar a Obama; el Tea Party quiere atar las manos del Congreso y los republicanos quieren que los demócratas no aprueben leyes; el Tea Party se mueve entre los ciudadanos que votan y el Partido Republicano quiere ganar las elecciones.


El Tea Party, cada vez más un problema para Boehner

El líder republicano, bajo fuerte presión

Agencia EFE, 28/07/11

Washington.– En medio de las difíciles negociaciones entre republicanos y demócratas para alcanzar un acuerdo para evitar el default, los líderes del movimiento conservador Tea Party renovaron ayer sus ataques contra el presidente de la Cámara de Representantes, el republicano John Boehner, y advirtieron que habrá consecuencias electorales para los republicanos que apoyen su plan de reducción de déficit.

Según Judson Phillips, fundador del Tea Party Nation, Boehner no ha demostrado suficiente liderazgo en las negociaciones porque "no tiene un verdadero interés en resolver los problemas que afronta este país". Incluso sugirió que debería ser reemplazado como presidente de la Cámara de Representantes por un político más conservador. "Necesitamos alguien con valor y visión, y Boehner no tiene ninguna de estas cualidades; no es un líder", afirmó en su blog. Phillips había instado anteayer a Boehner a que "no se rinda" ante la exigencia de los demócratas de aumentar los impuestos y elevar el techo de la deuda nacional.

Por su parte, Jenny Beth Martin, cofundadora del Tea Party Patriots, señaló ayer, durante un acto, que la mayoría de sus miembros están insatisfechos con Boehner y preferirían a otro conservador en el cargo.

Para el otro cofundador del Tea Party Patriots, Mark Meckler, el plan de Boehner es "una vergüenza" y advirtió que los republicanos que aprueben un aumento en el límite de la deuda lo pagarán en las urnas el próximo año. Aproximadamente 60 de los republicanos que ganaron los comicios en 2010 contaron con el respaldo del Tea Party. Este movimiento se originó en 2009 con la declarada meta de derrotar la reforma sanitaria promovida por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama.

Conocidos por su conservadurismo fiscal, los miembros del Tea Party se quejan de que en los últimos cinco años la deuda norteamericana casi se ha triplicado y de que los líderes políticos en Washington están "hipotecando" el futuro de la nación. Según Meckler, la solución es que el gobierno ponga sobre la mesa "verdaderos recortes" que devuelvan la solvencia fiscal del país.

Si bien los líderes del Tea Party apoyan el proyecto de ley de la Cámara de Representantes, bajo control republicano, que se centra en recortar y limitar los gastos fiscales – además de equilibrar el presupuesto federal–, para el movimiento, este plan requiere recortes mucho más profundos a los programas sociales que tradicionalmente son protegidos por los demócratas de Obama. Este plan compite con el que promueve el líder de la mayoría demócrata del senado, Harry Reid.

A partir de las declaraciones por parte del Tea Party, el representante republicano Joe Walsh dijo que Boehner está realizando "una gran tarea" y que no es apropiado hablar de renuncias.

Marcha en Washington

En medio de las declaraciones de los principales líderes del Tea Party, un grupo de activistas de este movimiento se concentró ayer en Washington, frente al Capitolio, para expresar su rechazo a la propuesta demócrata. Muchos de ellos opinaron que el líder republicano merece que le den tiempo para conseguir un buen acuerdo y que debe seguir en su puesto, al menos por el momento. Además, dijeron que Boehner debe rechazar cualquier acuerdo que no incluya grandes recortes en el gasto fiscal, aunque eso signifique pasarse del plazo del 2 de agosto y que Estados Unidos caiga en mora de pagos por primera vez en su historia.