Están
preparando un acuerdo para aumentar el techo de la deuda
federal de EEUU. Si se aprueba, muchos comentaristas
declararán que se ha evitado el desastre. Pero se equivocarán.
Porque
el trato en sí, considerando la información disponible, es
un desastre, y no solo para el presidente Obama y su
partido. Dañará una economía que ya está deprimida;
probablemente empeorará, no mejorará, el problema del déficit
de EEUU a largo plazo; y lo más importante, al demostrar
que la extorsión pura funciona sin un coste político,
llevará lejos a EEUU por el camino al estatus de una república
bananera.
Comencemos
con la economía. Ya tenemos una economía profundamente
deprimida. Es casi seguro que seguiremos teniendo una economía
deprimida durante todo el próximo año. Y probablemente
también tendremos una economía deprimida durante 2013, si
no más lejos.
Lo
peor que se puede hacer en estas circunstancias es reducir
los gastos del gobierno, ya que eso deprimirá aún más la
economía. No escuchéis a los que invocan el cuento de
hadas de la confianza y afirman que la acción dura en el
presupuesto dará seguridades a las empresas y a los
consumidores llevándoles a gastar más. No es así cómo
funciona, como confirman numerosos estudios de los
antecedentes históricos.
Por
cierto, la reducción de los gastos mientras la economía
está deprimida ni siquiera ayudará a mejorar en mucho la
situación presupuestaria y podría empeorarla. Por una
parte, los tipos de interés sobre los préstamos federales
ya son muy bajos, de modo que los recortes en gastos harán
poco por reducir futuros costes de intereses. Por otra
parte, debilitar la economía ahora solo dañará sus
perspectivas a largo plazo, lo que por su parte reducirá
los futuros ingresos. De modo que los que demandan recortes
en los gastos ahora son cómo doctores medievales que
trataban a los enfermos sangrándolos, y así los enfermaban
aún más.
Y
luego tenemos los términos conocidos del trato, que
corresponden a una abyecta rendición por parte del
presidente. Primero, habrá grandes recortes en los gastos
sin un aumento en ingresos. Luego, un panel hará
recomendaciones para una mayor reducción del déficit, y si
esas recomendaciones no se aceptan habrá más recortes en
los gastos.
Los
republicanos tendrán supuestamente un incentivo para hacer
concesiones la próxima vez, porque los gastos de defensa
estarán entre las áreas recortadas. Pero el Partido
Republicano acaba de demostrar su disposición a arriesgar
el colapso financiero a menos que consiga todo lo que sus
miembros más extremos quieren. ¿Por qué esperar que sean
más razonables en la próxima vuelta?
De
hecho los republicanos seguramente se sentirán
envalentonados por la forma en que Obama se repliega
permanentemente ante sus amenazas. Se rindió en diciembre
pasado prolongando los recortes tributarios de Bush; se
rindió en la primavera cuando lo amenazaron con cerrar el
gobierno; y ha vuelto a rendirse a escala grandiosa ante la
brutal extorsión por el techo de la deuda. Tal vez sea solo
yo, pero veo un modelo en estos hechos.
¿Tenía
una alternativa esta vez el presidente? Sí.
Ante
todo podía, y debería, haber exigido un aumento del techo
de la deuda en diciembre. Cuando le preguntaron por qué no
lo hizo, respondió que estaba seguro de que los
republicanos actuarían responsablemente.
E
incluso ahora el gobierno de Obama podría haber recurrido a
maniobras legales para soslayar el techo de la deuda,
utilizando una de varias opciones. En circunstancias
normales habría sido un paso extremo. Pero ante la realidad
de lo que está sucediendo, es decir una burda extorsión
por parte de un partido que, después de todo, solo controla
una cámara del Congreso, habría sido totalmente
justificable.
Por
lo menos el señor Obama podría haber utilizado la
posibilidad de una carrera final legal para fortalecer su
posición en la negociación. En su lugar, sin embargo,
excluyó todas esas opciones desde el comienzo.
¿Pero
habría preocupado a los mercados la adopción de una posición
dura? Probablemente no. De hecho, si yo fuera un
inversionista me sentiría reconfortado, no desalentado por
una demostración de que el presidente está preparado y
dispuesto a enfrentar un chantaje por parte de extremistas
de derecha. En su lugar, prefirió demostrar lo contrario.
No
me malentiendan, lo que estamos presenciando es una catástrofe
a múltiples niveles.
Es,
claro está, una catástrofe política para los demócratas,
quienes hace solo unas pocas semanas parecían haber
derrotado a los republicanos en su plan de desmantelar
Medicare; ahora Obama lo ha tirado todo a la basura. Y el daño
no ha terminado: habrá más puntos de estrangulamiento en
los que los republicanos podrán amenazar con crear una
crisis a menos que el presidente se rinda, y ahora pueden
actuar con la confiada expectativa en que lo haga.
A
largo plazo, sin embargo, los demócratas no serán los únicos
perdedores. Lo que acaban de lograr los republicanos pone en
cuestión todo nuestro sistema de gobierno. Después de
todo, ¿cómo puede funcionar la democracia estadounidense
si cualquiera de los partidos, totalmente dispuesto a ser
implacable, a amenazar la seguridad económica de la nación,
logra dictar la política? Y la respuesta es: tal vez no
puede hacerlo.
*
Paul Krugman es profesor de economía y Asuntos
Internacionales en Princeton. Fue Premio Nobel de Economía
en 2008.