En un momento, pareció que las piezas
de la economía estadounidense por fin se estaban
ensamblando en 2011. Sin embargo, se vinieron abajo.
Lo que ocurra el resto del año
depende, para bien o para mal, de cuatro factores: ¿estarán
dispuestos los consumidores a llevarse la mano a la
billetera? ¿Repuntará la inversión de las empresas? ¿Continuarán
los recortes de los gobiernos a nivel federal, estatal y
local? ¿Y podrán los exportadores estadounidenses vender más
bienes y servicios al resto del mundo?
El informe del viernes acerca de que el
Producto Interno Bruto (PIB) creció a una tasa anualizada
de apenas 0,8% en el primer semestre sugiere que los riesgos
para la economía son severos. Recientes estudios de la
Reserva Federal muestran que cuando una economía crece de
manera tan lenta como la de EEUU este año, a menudo se
estanca para luego caer en recesión. La fragilidad de la
economía también la hace más vulnerable a shocks
potenciales, como el recrudecimiento de la crisis financiera
europea.
Este año, los cuatro componentes
principales del PIB, consumo, inversión, gasto fiscal y
comercio– han estado por debajo de los pronósticos. Sin
embargo, algunos economistas sostienen que el crecimiento se
acelerará en el segundo semestre. Para poner la recuperación
en marcha, es necesario que alguno de los componentes del
PIB, o todos ellos, superen los niveles mostrados en el período
anterior.
Consumo
En momentos en que muchos
estadounidenses tratan de reducir su endeudamiento no parece
probable que el gasto del consumidor vaya a impulsar el
crecimiento como lo hizo en otras ocasiones. De todos modos,
las compras de bienes y servicios representan dos tercios de
la demanda interna, de modo que la economía no se puede
sostener si el gasto no repunta desde su anémico
crecimiento de 0,1% en el segundo trimestre.
El terremoto y el tsunami de Japón
tuvieron algo que ver con eso. Las interrupciones en la
cadena de suministros llevaron a las automotrices a reducir
la producción en EEUU lo que se tradujo en una disminución
de cerca de un tercio de un punto porcentual en el PIB del
segundo trimestre. Con la recuperación de la producción
automotriz, los economistas esperan que las ventas de automóviles
mejoren.
Los bolsillos de los consumidores también
deberían sentir cierto alivio tras la reciente baja del
petróleo, lo que reduciría el precio de la gasolina.
Inversión
La inversión de las empresas en nuevos
equipos y software es uno de los pocos puntos a favor en
medio de un panorama sombrío, con un crecimiento de 7,2% en
la primera mitad del año. Las empresas, asimismo, tienen
los recursos para gastar más. A fines del primer trimestre,
las compañías no financieras contaban con cerca de US$1,91
billones (millones de millones) en efectivo y otros activos
líquidos, su mayor nivel desde inicios de los años 60.
Sin embargo, la incertidumbre acerca de
la recuperación podría hacer que el gasto de las empresas
sea más cauto.
Gobierno
Por lo general, cuando el resto de la
economía es débil, aumenta el gasto fiscal para estimular
el crecimiento. Pero en el primer semestre de 2011, el gasto
público se redujo a una tasa anualizada de 3,5%, lo
suficiente para derribar las tres cuartas partes de un punto
porcentual del PIB. Aunque el declive se debió en parte a
los problemas presupuestarios que obstaculizan a los
gobiernos estatales y locales, una gran caída en el gasto
de defensa en el primer trimestre, que parece poco probable
que se repita, también fue un factor, señaló Bruce Kasman,
economista de JP Morgan.
Comercio
Con las exportaciones estadounidenses
creciendo un poco más rápido que las importaciones, el
comercio dio un ligero impulso a la economía en el primer
semestre. El problema fue que ni las exportaciones ni las
importaciones crecieron tan rápido como el año pasado. Las
exportaciones son una de las claves para la recuperación de
EE.UU, opina Michael Carey, economista de Crédit Agricole.
"No podemos depender de los consumidores",
sostuvo.
Las empresas producen y ganan más,
pero no aumentan su personal
¿Por qué falla la máquina de empleos
de EEUU?
He aquí algunos números del desempeño
de las empresas y el mercado laboral en Estados Unidos que
sirven de barómetros clave de la economía del país. En
los últimos 10 años:
– La producción de bienes y
servicios se ha expandido 19%.
– Las ganancias de las empresas que
no pertenecen al sector financiero han aumentado 85%.
– La fuerza laboral ha crecido en
10,1 millones de empleos.
– El número de puestos de trabajo
del sector privado, sin embargo, se ha reducido en casi dos
millones.
– Y el porcentaje de adultos
estadounidenses con trabajo se ha reducido a 58,2%, un nivel
que no se había visto desde 1983.
¿Por qué está fallando la máquina
de empleos estadounidense? Como señaló hace poco Greg
Hayes, director financiero de United Technologies Corp.,
"las ventas han regresado, pero la gente no".
En gran parte, eso ocurre porque la
economía crece demasiado despacio o como para absorber la
fuerza laboral disponible, y los sectores que suelen
contratar en las primeras etapas de la recuperación —como
la construcción y la pequeña empresa— se vieron
paralizados por el descalabro del crédito.
También hay que considerar el factor
de la confianza. Si los empleadores estuvieran seguros de
que podrían vender más, contratarían a más personas. Si
estuvieran menos inseguros de la durabilidad de la
recuperación y otros factores, estarían más inclinados a
incrementar sus niveles de contratación.
Hay, además, un fenómeno que precede
a la recesión y que ha persistido a lo largo de ella. Se
trata de los cambios en la forma en que funciona el mercado
y cómo los empleadores ven a su fuerza laboral.
Trabajadores desechables
Los ejecutivos lo llaman "reducción
estructural de costos" o "flexibilidad". El
economista Robert Gordon, de la Universidad de Northwestern,
lo llama el surgimiento de "los trabajadores
desechables", una abreviación de una estrategia de las
empresas para reducir costos laborales dondequiera que
puedan, a un nivel sin precedentes.
El economista Alan Krueger, de la
Universidad de Princeton, calcula que 70% de la escasez de
trabajo actual es simplemente cíclica, el resultado de una
decepcionante recuperación de una profunda recesión. Sin
embargo, atribuye 30% a cambios en el mercado laboral que
comenzaron una década atrás o más.
Consideremos lo siguiente:
En la recesión más reciente y en las
dos anteriores —1990–91 y 2001— los empleadores han
sido más rápidos a la hora de despedir empleados y
recortar sus horas de trabajo que en la recesiones que las
habían precedido. Muchos de ellos también fueron más
lentos para volver a contratar. Como resultado, la
"recuperación sin empleo" se ha convertido en la
norma.
En el pasado, cuando los negocios se
desplomaban, las empresas reducían personal y aceptaban
menos trabajo por empleado. Durante la profunda recesión de
principios de la década del 70, la producción
estadounidense de bienes y servicios se redujo en 5% y el
empleo en 2,5%. Los economistas trataban de comprender el
"acaparamiento laboral", la tendencia de las
empresas a retener a los empleados que no necesitaban.
Pero ya nadie piensa así. Entre
finales de 2007 (cuando el empleo estadounidense alcanzó su
mayor pico) y finales de 2009 (cuando tocó fondo), la
producción estadounidense de bienes y servicios disminuyó
4,5%, pero el número de trabajadores se redujo mucho más:
8,3%. El rompecabezas de hoy es entonces: ¿cómo y por qué
los empleadores lograron aumentar la productividad, o la
producción por hora de trabajo, como nunca antes durante la
peor recesión en décadas?
La nueva norma
En una época anterior, cuando más
estadounidenses trabajaban en líneas de ensamblaje, muchos
despidos eran temporales. Cuando el negocio se recuperaba,
los trabajadores volvían a ser convocados, a menudo debido
a garantías sindicales.
En el peor momento de la recesión de
1980–82, uno de cada cinco desempleados correspondía a un
"despido temporal". En la reciente recesión, la
proporción de despidos temporales nunca fue superior a uno
de cada 10. Eso se debe en parte a que menos estadounidenses
trabajan en fábricas. Hoy, en cambio, si un restaurante no
tiene suficientes clientes, quiebra.
"Cuando los despidos son
temporales, las recontrataciones pueden realizarse muy rápido",
comentan los economistas Erica Groshen y Simon Potter, de la
Reserva Federal de Nueva York.
Cuando los despidos son permanentes, la
recuperación del empleo es lenta, añaden. Si el empleador
quiere contratar, debe embarcarse en la tarea de revisar
currículos, lo que consume mucho tiempo.
Las empresas, con sus ojos fijos en el
precio de las acciones y en las ganancias, valoran más que
nunca la flexibilidad encima de la estabilidad. La recesión
les demostró que podían hacer más con menos trabajadores
de lo que muchos de ellos creían.
En una encuesta a 2.000 empresas a
principios de este año, McKinsey Global Institute, el
centro de estudios de la enorme empresa de consultoría,
encontró que 58% de los empleadores esperaba tener más
trabajadores a tiempo parcial, temporales o subcontratados
en los próximos cinco años y más de 21,5% trabajadores
"tercerizados o externos".
"La tecnología", señala
McKinsey, "permite a las empresas gestionar el empleo
como un aporte variable. Con el uso de nuevos sistemas de
programación de recursos, se pueden proveer de personal sólo
cuando lo necesitan, ya sea por un día completo o unas
pocas horas".
Las agencias de ayuda temporal juegan
un papel cada vez más importante, desde la provisión de
personal fabril y administrativo hasta enfermeras e
ingenieros.
Black & Veatch, una empresa de
ingeniería de Missouri, que antes de la recesión contaba
con 9.600 empleados y los redujo luego a los 8.700 que tiene
hoy, contrata alrededor de 100 trabajadores por mes. Cerca
de 10% de sus empleados son temporales, indica Jim Lewis,
jefe de recursos humanos de la empresa. "Esa es una
forma rápida de traer gente, y da un poco de tiempo para
saber si el crecimiento se mantendrá o no", explica.
También facilita volver a recortar en
tiempos difíciles. Los trabajadores, en pocas palabras,
ahora pueden ser contratados "en el momento
preciso". Y aparentemente, muchos empleadores no creen
que todavía sea el momento. Debido a que pueden contratar
personal temporal casi al instante, hay poca necesidad de
contratar a la espera de una recuperación en los
negocios".
Cuando sí reclutan personal, las
grandes empresas multinacionales con sede en EEUU están en
mejor condición de y más dispuestas a contratar en el
exterior, en parte porque los salarios son a menudo más
baratos, pero también porque es allí donde están sus
clientes.
En la década de los 90, las
multinacionales incorporaron en EEUU casi dos puestos de
trabajo por cada nuevo empleo fuera del país; en tanto que
en la década siguiente, recortaron 2,9 millones de empleos
estadounidenses, mientras que aumentaron 2,4 millones en el
extranjero, de acuerdo con el Departamento de Comercio de
EEUU.
Hal Sirkin, de Boston Consulting Group
(BCG), afirma que el aumento de los salarios en China resta
un poco de atractivo al país. En 2000, los salarios de los
trabajadores chinos promediaron 3% de los de sus
contrapartes estadounidenses. Hoy en día, representan 9%, y
la firma de consultoría espera que la cifra llegue a 15% en
2015. Sirkin predice que ello impulsará a muchos
fabricantes a devolver el trabajo a EEUU. ¿Cuántos? Sirkin
todavía trabaja en un cálculo.
Aun cuando
el gobierno cuenta 4,68 trabajadores desempleados por cada
puesto que se abre, algunos empleadores insisten en que no
pueden encontrar empleados con las habilidades que necesitan
a los salarios que pueden pagar.