El gasto de los departamentos de
Defensa y de Seguridad de la Patria –conceptuados como presupuesto de
seguridad nacional– es casi imposible de calcular. Seguir el rastro a las
partidas asignadas a ambos es difícil pues se canalizan a través de una
variedad de agencias. Además, la opacidad y la ausencia de rendición de
cuentas con que manejan los fondos hace difícil sacar cuentas sobre su
destino hasta a los propios legisladores que los asignan. Digno de una república
bananera, el Departamento de Defensa nunca ha sido objeto de auditoría a
pesar de estar obligado a ello por ley. No han valido siquiera para
conseguirlo las amenazas de legisladores, exasperados por el secretismo con
que se maneja el presupuesto de seguridad nacional, de ponerle un tope o
congelarlo.
El misterio se explica mejor al
recordar que inmediatamente después del 11 de septiembre de 2001 (11/S) se
adjetivó como antipatriótico hacer preguntas siquiera sobre el presupuesto
de seguridad nacional. A diferencia de la primera y la segunda guerras
mundiales y las de Corea y Vietnam, para costear las de Afganistán e Irak
deliberadamente no se promulgó algún impuesto. Al no existir una contribución
nominal el estadounidense común no relacionaba el deterioro de su economía
personal con la carga de la guerra ni se le dejaba ver que a la postre sería
él quien la sufragaría. Así, los legisladores se vieron liberados de dar
mayores explicaciones a sus electores. Además, la fusión de intereses entre
las corporaciones mediáticas y el complejo militar industrial es tal que a la
audiencia se le oculta todo dato que permita asociar la carga fiscal con el
gasto militar. En las interminables discusiones de los congresistas de ambos
partidos políticos sobre la deuda estadounidense –espectáculo de teatro
bufo, las calificó Noam Chomsky– ese tema afloró pero no en toda su
magnitud y el Tea Party introdujo en la opinión pública la mentira colosal
de la insostenibilidad de los programas sociales, juego al que se prestó
Barack Obama.
No obstante, el trabajo de
centros de investigación independientes con las propias cifras proporcionadas
por el gobierno ha hecho posible que se tengan estimados sobre el importe
aproximado del presupuesto de seguridad nacional. El Proyecto de Prioridades
Nacionales ofrece tres datos básicos: 5.9 billones de dólares, cifra
asignada al presupuesto “base” anual del Departamento de Defensa desde
2000 hasta septiembre de este año. Incluye, entre otros gastos, el del
arsenal nuclear –aunque también aporta a este rubro el Departamento de
Energía– pero, y esto es crucial, no contempla las guerras de Afganistán e
Irak. Aún sin las guerras el presupuesto anual del Departamento de Defensa ha
crecido en el mencionado periodo de 302.9 mil millones a 545.1 mil millones
(44 por ciento, ya ajustado a la inflación). Otro dato: 1.36 billones, gasto
total de las guerras de Afganistán e Irak hasta septiembre de este año. Además:
636 mil millones, dato poco conocido, monto destinado al Departamento de
Seguridad de la Patria desde la creación de ese concepto y agencia después
del 11/S. Todo esto suma casi 8 billones de dólares. ¿Llegamos ya a la cifra
total?
Esos cálculos, aclaran sus
autores, se basan en cifras solicitadas por el presidente y aprobadas por el
Congreso. Pero un estudio de Brown University amplía correctamente la base de
cálculo para las guerras de Afganistán e Irak al considerar los beneficios
para veteranos, el costo de la atención a los heridos y sicológicamente
traumatizados y el pago de los intereses por los préstamos, lo que hace
ascender la cifra a 3.7 billones, 12 mil por cada estadounidense. Al añadirlo
a los anteriores datos, el presupuesto de seguridad nacional de Washington
desde 2001 nos da un total aproximado de 11 billones de dólares. Cercano al cálculo
de 1.2 billones anuales del experto Chris Hellman, casi equivalente al
presupuesto aprobado al Departamento de Defensa para 2011.
Otras cifran ilustrativas. Los
beneficios para los medicamentos de prescripción a los ancianos durante 10 años
apenas llegan a 385 mil millones, lo que gasta el Departamento de Defensa en
40 meses en Irak y Afganistán. En este país proporcionar aire acondicionado
a la tropa cuesta 20 mil millones al año y el sostenimiento de cada soldado
en 2011 ascenderá a 694 mil dólares.
Ahora que la crisis económica,
unida a su grave problema de deuda y déficit fiscal, acosa a Estados Unidos,
por primera vez en años se inicia un debate sobre el presupuesto de seguridad
nacional. ¿Incluirán en el cálculo la indemnización a las familias de los
muertos o heridos y la reconstrucción en serio de Irak y Afganistán?