Estados Unidos

Aniversario 11/9

Por Juan Gelman
Bitácora, 05/09/12

Se cumplen diez años del brutal atentado que segó la vida de más de tres mil inocentes atrapados en las Torres Gemelas y las autoridades estadounidenses redoblan las medidas de seguridad en aeropuertos, estaciones ferroviarias, plantas nucleares y estadios deportivos de todo el país.

Por las dudas: John Brennan, asesor de Obama en materia de seguridad y contraterrorismo, aseguró que “a estas alturas no existe una amenaza específica creíble”.”Nos preocupan –agregó– los actores solitarios que andan por ahí” (//abcnews.go.com, 31/8/11). Cabe suponer que Brennan nada ignora al respecto: el FBI ha empotrado en la sociedad civil 15.000 informantes, práctica habitual de todos los gobiernos. Sólo que los del FBI informan y algo más: tienen la indicación de ser “creativos”.

El FBI ha debido, periódicamente, dar cuenta del número de informantes. Un comité supervisor del Senado encontró que eran 1500 en 1975, sumaban 2800 en 1980 y seis años más tarde llegaron a 6000 según The Los Angeles Times (//articles.latimes.com, 15/6/86).

El contingente aumentó de manera abrupta luego del 9/11 y obedece a una estrategia que se modificó a fondo desde los días en que se esperaba otro ataque de alguna célula dormida de Al Qaida en EEUU: la amenaza es ahora el llamado “lobo solitario” y se trata de prever e impedir sus atentados. Esta estrategia fue aplicada a escala mundial por W. Bush en Irak y Afganistán con sendas guerras preventivas.

El sistema de “prevención” de estos informantes es muy particular: consiste en incitar a planear un ataque terrorista para trabarlo a tiempo después. Se infiltran sobre todo en las comunidades árabes estadounidenses en busca de algún musulmán enojado a fin de convertirlo en “lobo solitario”.

Estos “lobos” suelen ser pobres, desocupados, inmigrantes ilegales, y el informante, cuando detecta a un posible candidato, se le acerca y, llegado el momento oportuno, lo invita a desahogar sus furias sin dejar de sugerirle que, además, recibiría algún dinero.

Le propone un objetivo, le suministra bombas que nunca estallarán y, oh casualidad, cuando va a cometer el acto cae el FBI, lo detiene y alcanza así otra “victoria” en la lucha contraterrorista. Trevor Aaronson, investigador de la Universidad de California, Berkeley, escudriñó estas técnicas a lo largo de un año. La revista Mother Jones publicó sus conclusiones (//motherjones.com, septiembre–octubre 2011).

El informante puede ser un médico, un empleado de oficina, incluso el imán de una mezquita, y un operativo así suele llevarle meses. Vale la pena: Aaronson documenta que la recompensa por un logro llega hasta los 100.000 dólares.

Señala que muchos procesos incoados por terrorismo son el producto de fabricaciones del FBI, por ejemplo el intento de volar una estación del subterráneo de Nueva York (//articles.cnn.com, 28/8/04). O el de atacar con un coche bomba la inauguración multitudinaria de una instalación navideña en Portland (www.csnmoi tor.com, 29/11/10). O el de poner bombas en cuatro estaciones del metro de Washington. En este último caso, un funcionario declaró que “el público nunca corrió peligro porque los agentes del FBI estaban al corriente de las actividades de Ahmed (el detenido) y lo vigilaban todo el tiempo” (www.cbsnews.com, 28/10/08). Y cómo no.

Aaronson relata un caso típico. James Cromitie, 45 años, convertido al Islam cuando fue preso por vender cocaína, gran fanfarrón de hazañas propias nunca realizadas, proclamó que “hasta el peor hermano de todo el mundo islámico es mejor que diez mil millones de judíos” y lo escuchó un tal Maqsood en una mezquita de Newburgh.

Después de cuatro meses de conversaciones, Maqsood estimó la situación madura, dijo a Cromitie que era agente de un grupo terrorista paquistaní y lo alentó a pasar a la acción: poner bombas en sinagogas del Bronx y luego atacar con misiles Stringer a los aviones que despegan del Stewart International Airport, ubicado al sur del valle del Hudson. Ofreció bombas, misiles y vehículos. Pero Maqsood no era Maqsood ni terrorista: su verdadero nombre es Shahed Hussein y trabaja o trabajaba de informante del FBI.

“Buscaba personas que podían ser dañinas, y radicales, a fin de identificarlos para el FBI”, declaró Maqsood en el proceso abierto contra Cromitie (www.documentcloud.org, 16/9/10). Admitió además que había creado “la impresión” (sic) de que Cromitie recibiría 250.000 dólares si ponía bombas en las sinagogas. Fuera por ideología o por dinero o ambas cosas a la vez –informa Aaronson–, Cromitie reclutó a tres compinches que fotografiaron los objetivos.

El 20 de mayo de 2009, Hussain llevó a Cromitie al Bronx, donde el último puso lo que creía eran bombas verdaderas en coches presuntamente estacionados por el primero, y a punto de partir fue rodeado por un equipo de SWAT (www.documentcloud.org, 15/9/10) que lo detuvo. Todos ganaron: el FBI, otro triunfo contra el terrorismo, Hussain, 96.000 dólares por su trabajo, y Cromitie, la prisión.


A 10 años del 11/S

Acusa el abogado constitucionalista Michael Ratner

Panorama de destrucción en EEUU, y anulación
de derechos y libertades

Culpa a Bush por impulsar la degradación del país,
y a Obama por continuarla

Por David Brooks
Corresponsal en Nueva York
La Jornada, 03/09/11

Nueva York, 2 de septiembre.– En los 10 años transcurridos desde los atentados del 11 de septiembre, Washington desató una “Operación Cóndor estadounidense” a escala global, guerras contra varios países, supresión de la disidencia interna, espionaje doméstico y anulación de garantías constitucionales, libertades civiles y derechos humanos, resume el abogado de derechos constitucionales Michael Ratner.

“Estados Unidos ha cambiado de una manera fundamental desde el 11–S. Jamás podría haber anticipado todo esto”, dice Ratner en entrevista con La Jornada al abordar el décimo aniversario de los atentados y sus efectos sobre las libertades y derechos aquí.

El presidente del Centro para Derechos Constitucionales (CCR) y reconocido abogado internacional por enfrentar violaciones de derechos humanos y libertades civiles del gobierno estadounidense ante tribunales extranjeros y nacionales, incluyendo la Suprema Corte, afirma: “El carácter mismo del país ha cambiado con la gente común que aceptan las violaciones del gobierno a sus libertades, del derecho internacional, como también nuestra propia Constitución, al aceptar también que el gobierno ahora puede espiar a cualquiera aquí sin autorización judicial… todo bajo la justificación oficial de la ‘guerra contra el terrorismo’. Jamás hubiera anticipado todo esto antes del 11–S”.

Ratner añade tajante: “culpo a George W. Bush por impulsar todo esto, pero también culpo a Barack Obama por continuarlo”.

La respuesta del gobierno al ataque del 11–S al calificarlo de “acto de guerra” y no criminal cambió el panorama interno y externo. “Tan pronto Bush dio su discurso sobre las ‘cruzadas’ pocos días después del 11–S, algo que estaba cargado de un significado tremendo para musulmanes y cristianos, se sabía que se trataría como un acto de guerra, con lo cual el gobierno asumió poderes mucho más extensos de los que tenía para perseguir y detener a gente en el extranjero como también promover el espionaje doméstico, todo como si fuera una guerra”, explicó Ratner.

Para Ratner, un aspecto de esta guerra es lo que denomina “Operación Cóndor estadounidense”, y explica: “Es esencialmente lo que hizo (Augusto) Pinochet pero mucho más amplio, capturando a gente en cualquier esquina del mundo sin orden o proceso judicial para ponerlas en centros de detención clandestinos en el mundo, no solamente en Guantánamo, sino también en Rumania, Polonia, Lituania, Tailandia, además de cárceles especiales en Afganistán. Esto está caracterizado por la captura de gente en cualquier parte del mundo sólo a discreción del presidente y después de tenerlos incomunicados, bajo Bush, torturarlos y encarcelarlos por tiempo indefinido. Y si llegan a ser enjuiciados, sólo se hace ante un tribunal militar.

“Todo esto… era condenado por Estados Unidos cuando sucedía en otros países; antes del 11–S, condenaban los tribunales militares en Perú, en África” y otras medidas de “seguridad” extralegales, pero ahora se tenía que preguntar si Estados Unidos se estaba volviendo un estado policíaco.

Obama ha continuado casi con todo lo impulsado por Bush, tal vez con la excepción de la tortura extrema. Lo que primero se presentó como medidas temporales después del 11–S, “se han vuelto una parte permanente de nuestro panorama legal. A mi parecer, hemos perdido los valores fundamentales del siglo de las luces en torno a los derechos individuales en todo proceso judicial”.

Señala que Obama, a pesar de sus promesas de acabar con estos elementos de lo que Ratner llama Operación Cóndor estadounidense, hoy sigue teniendo a unos 170 detenidos en Guantánamo y en otros centros de detención del mundo, continúa con algunas técnicas de interrogación –aunque sí suspendió la del ahogamiento simulado o waterboarding– y con la persecución de todo individuo sospechoso de ser “terrorista” en cualquier parte del planeta. Pero tal vez lo peor, argumenta Ratner, es que Obama no hizo que nadie rindiera cuentas por lo que ocurrió, sobre todo la tortura. “Entonces, ahora tenemos a gente como (George W) Bush escribiendo en sus memorias que sí ordenó el waterboarding y que lo haría de nuevo. Si el próximo presidente desea hacerlo, lo puede hacer porque no hubo una fiscalización de nadie por los programas de tortura extensa. No hacer que rindieran cuentas es un fracaso real… no dejar claro que el uso de la tortura no es una opción legítima para ningún gobierno”.

A la vez, Ratner dice que se debe subrayar que no se realizaron estos esfuerzos de captura, detención y más contra cristianos, “nunca jamás habrá 171 cristianos fundamentalistas en Guantánamo, lo puedo garantizar”, y eso tiene que ver con la animosidad contra los musulmanes en este país. Recuerda que entre las primeras medidas tras después del 11–S estuvieron las redadas masivas de musulmanes no ciudadanos dentro del país, con gente golpeada y tratada como si fueran terroristas. Luego el gobierno ordenó el registro de todos los hombres musulmanes de entre 18 y 25 años de edad originarios primero de nueve países y después de 19. Aunque estas medidas están suspendidas, demuestran que “los musulmanes son una población altamente sospechosa en este país, lo que continúa con nosotros y es muy difícil de superar”.

La mayoría de los musulmanes no ciudadanos fueron deportados, y el CCR representa a algunos de ellos, y también a varios de los detenidos en Guantánamo.

En torno al control interno después del 11–S, Ratner recuerda que se impulsó la Ley Patriota, la cual permite, entre otras cosas, “que pueden conseguir toda la información que quieran sobre tú o yo”, como también medidas de vigilancia y/o espionaje doméstico, el uso de informantes entre agrupaciones sociales y otras cosas en función de la supresión de protesta. “Lo que está sucediendo en Medio Oriente y en América del Sur (como Chile) son protestas masivas, y hay temor de que eso suceda aquí, entonces uno ve que el gobierno de Estados Unidos se está preparando para la represión real, con eso de infiltrar grupos no violentos, el uso de provocadores y detenciones, etcétera”, comenta.

Ratner acaba de publicar otro libro, éste sobre la supresión de la protesta masiva en Estados Unidos titulado Hell No: the right to dissent in 21st Century America.

En contrapartida, en estos últimos 10 años “estamos llevando a cabo más guerras que en cualquier momento de mi vida (Irak, Afganistán, Pakistán, Libia, Yemen, Somalia, entre otras)”, dice. Un resultado del 11–S son guerras sin fin, “junto con más poder del Ejecutivo; por ejemplo, Obama entra en guerra en Libia sin autorización del Congreso”. Y “este paradigma de guerra, aun cuando no se está en una zona de guerra, permite que Estados Unidos ataque a quien quiera en el mundo” ya que “afirma su derecho de matar a cualquier sospechoso de terrorismo en cualquier lugar del mundo, con un drone o de otra manera como el asesinato... Los drones te permiten matar con impunidad”.

Ante un panorama tan desolador, La Jornada preguntó a Ratner qué señales de esperanza percibe. “Dos de las tendencias más importantes que hemos visto en el mundo son, primero, las manifestaciones masivas y, segundo, Wikileaks”. Y en torno a éste, afirma que “Wikileaks minó la manera en que se nos entregan las noticias vaciadas de ciertos hechos reales. El hecho de que el gobierno no puede proteger ya esa información y esos sistemas de control llevará, claro, a más represión, pero a la vez es un respiro impresionante de aire puro sobre cómo operan nuestros gobiernos, desde Haití a España, al asunto de la tortura y tanto más, de verdad agujereando el control oficial”. Ratner participa en el equipo de representación legal de Wikileaks. “Son impresionantes los cambios que ya han ocurrido por Wikileaks en los gobiernos y también en los medios”, afirma.

Y de las movilizaciones sociales dice que “hay algo ocurriendo ahora, en el sentido de que cada vez más gente desea tener mayor control sobre sus vidas, y quién sabe qué sucederá. Pero hace dos años yo estaba en El Cairo, hace año y medio, y era uno de los lugares más reprimidos, había un silencio tremendo. Ya no”.