Debilitamiento global y divisiones al interior de
la principal potencia
del capitalismo
El “apagón” de Estados Unidos y el Tea Party
Por Claudio Testa,
Socialismo o Barbarie, semanario,
10/10/2013
“Estados Unidos, que una vez fue bastión de
buen gobierno, hoy parece un payaso de rodeo.”
(“Shutdown showdown”, The Economist,
September 30, 2013)
Esta
caracterización acerca de EEUU y su actual situación no la
hace cualquiera sino The
Economist,
la revista especializada más antigua del capitalismo. Desde
Londres, observa exasperada
(y también desesperada)
cómo el régimen político que fue modelo del mundo
capitalista durante tantas décadas, hoy se asemeja
efectivamente a un circo.
La
furia y alarma de una multitud de voceros e instituciones
del gran capital –desde The
Economist hasta la U.S. Chamber of Commerce o el FMI–
es plenamente justificable. Esa “pelea de payasos” que
se desarrolla en el Congreso de EEUU puede tener
derivaciones gigantescas. Podría llevar, en último
extremo, a un default de la deuda pública de EEUU, lo que
pondría además en cuestión al dólar. Aunque esto es aún
muy,
muy improbable,
el sólo hecho de que hoy sea una posibilidad,
da una medida de la gravedad de la situación.
¿Cómo
y por
qué
sucede esto? Se inscribe en lo que definimos como la decadencia
relativa
de Estados Unidos y el imperialismo yanqui; es decir, del
capitalismo norteamericano en el marco del capitalismo
mundial, y de EEUU como potencia Nº 1 en el sistema mundial
de estados.
Sin
producirse de ninguna manera un derrumbe,
se ha ido debilitando
la posición de EEUU. Es un largo proceso, de décadas, con altibajos
y contradicciones
pero con un saldo descendente.
En las últimas semanas, por ejemplo, EEUU debió retroceder
en sus amenazas de intervención en Siria. Y ahora le suma
otro papelón: por la situación interna y el “cierre”
del gobierno federal, Obama no pudo asistir a la cumbre del
Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC),
realizado en Indonesia del 5 al 7 de octubre.
Es
un incidente menor, pero todo un símbolo. El año pasado,
Obama proclamó solemnemente el “giro
al Pacífico”
del
imperialismo yanqui. Es un vasto operativo económico-político-militar
para recuperar terreno perdido como potencia mundial, volcándose
a esa región y confrontando a China. ¡Y ahora no puede
estar presente en la conferencia más importante del
Asia-Pacífico! Se ve obligado a dejar a China el centro del
escenario, para quedarse en Washington ocupándose de los
provincianos energúmenos del Tea Party, que impiden que se
vote un presupuesto y que hasta podrían provocar un default
de consecuencias mundiales!
Esta
decadencia
relativa
de EEUU se aprecia, entonces, no sólo en relación al resto
del mundo sino también en su propia casa, con un régimen
político que registra “atascamientos” inauditos como
este.
Lo
singular de este incidente, que puede tener graves
consecuencias tanto para el imperialismo yanqui como para el
capitalismo mundial si se llegase al default, es que no
lo provoca un ascenso
de las luchas obreras y populares que haya puesto al
gobierno de Obama contra las cuerdas, sino una
compleja fractura
en el seno de la burguesía
y más ampliamente del establishment
de EEUU.
“¿Dónde
está piloto?”: trastornos y cambio de roles en el sistema
de partidos
Estos
“conservadores
tribales”
–como los califica indignado The
Economist (05/10/2013)–, son la cuña en el Partido
Republicano que ha causado el descarrilamiento del Congreso.
Pero hoy ya no son solamente una fracción minoritaria
“desbocada”. Son los que dirigen y hacen marcar el paso
a los sectores “moderados” dentro del boque republicano
en la Cámara de Representantes (diputados), pese la oposición
(y desesperación) de dirigentes conservadores
tradicionales, como la familia Bush, por ejemplo.
El
Partido Republicano, desde hace alrededor de un siglo, ha sido el
partido
Nº 1 del “Big Business”,
del gran
capital
norteamericano. El Partido Demócrata era, en cambio, el partido
Nº 2
de la burguesía. O sea, el encargado de hacer algo de
“progresismo” y “demagogia” en relación a la clase
trabajadora, las minorías de negros y latinos, las mujeres
y los pobres… y al mismo tiempo impedir que sus reclamos y
luchas derivasen en alternativas políticas por fuera del
sistema.
En
ese esquema –muy eficaz para bloquear alternativas
anticapitalistas o mínimamente independientes–, la división
del trabajo
ideal
ha sido con los republicanos gobernando y los demócratas
haciendo de “oposición de Su Majestad”.
Ahora
el copamiento del Partido Republicano por el Tea Party (y la
posibilidad de que derive finalmente en una división formal
de ese partido) ha cambiado los roles: Obama y los demócratas
son hoy el partido “serio” del Big Business y Wall
Street.
El
Tea Party, ni un “movimiento populista surgido desde
abajo”, ni un grupo de “chiflados”
En
fenómeno del Tea Party ha empezado a preocupar al Big
Business por los problemas que ya implica el “apagón”…
y ni hablemos del descalabro que sería un default de EEUU!!
Esto alienta a los medios a presentarlos como una tropa de
“loquitos” que, no se sabe bien cómo, se ha apoderado
del que era el principal partido del gran capital.
También,
se lo pinta como un “movimiento populista”, que habría
surgido “desde abajo”, “espontáneamente”, después
del primer triunfo de Obama (cuando ganó la presidencia en
las elecciones de noviembre de 2008).
En
verdad, el Tea Party ni surgió “desde abajo” ni es
realmente “populista”. Expresa un sector importante
de la burguesía y el establishment,
pero que
no son los super-ricos
“globalizados” de Wall Street o de Silicon Valley. Un
agudo analista del fenómeno del Tea Party y sus bases
sociales, los describe así:
“Su
base social se compone de los llamados ‘notables
locales’: las élites
provinciales
cuyo poderes y los privilegios serían amenazados desde
arriba por un gobierno central fuerte que no controlan y
desde abajo por los pobres y la clase trabajadora local
[…] Los que forman la columna vertebral de la nueva
derecha son
más bien millonarios que billonarios;
no dirigen corporaciones
multinacionales
sino empresas
locales
(construcción, comercio, etc.)”.
Por
supuesto, hay billonarios que financian y hasta militan en
el Tea Party, como los famosos hermanos Koch, petroleros de
Texas. Pero esta notoriedad les viene, en gran medida,
porque son más bien una excepción a la regla. También,
inicialmente, el Big Business puso sus contribuciones en las
alcancías del Tea Party, siguiendo la norma de cotizar
tanto a demócratas como republicanos para tenerlos
bajo su absoluta obediencia.
Pero, más adelante, veremos cómo el Tea Party, en sus
bastiones, logró una relativa
independencia de
estos sectores… lo que ha tenido sus consecuencias… como
ahora la de negarse a votar el presupuesto desatando las
iras de Wall Street.
Las
bases del Tea Party son, relativamente, una prolongación
hacia abajo de esta cúpula. El típico activista o
simpatizante, en primer lugar, es blanco
(nada de
negros, ni latinos!), de sexo masculino,
más acomodado
y de más
edad
que el promedio de su entorno social.
Pero
además de estos clivajes sociales y raciales, el fenómeno
del Tea Party no se da igual en todo el mapa de Estados
Unidos. Se combina con divisiones regionales de suma
importancia. Esto nos lleva a otro aspecto del curso de
decadencia de EEUU.
¿E
pluribus, unum?
Esta
frase en latín, que figura en el escudo de Estados Unidos,
significa aprocimadamente: “De
muchos, uno”.
O sea, de una cantidad de estados
–inicialmente 13, ahora 50–, se conforma la Unión,
es decir, los Estados Unidos de América (United States of
America). Y es, realmente, un estado federal;
no una cuasi-ficción en ese sentido, como Argentina, por
ejemplo. Y no se trata solamente de las formalidades del régimen
político: las sociedades “provinciales”
tienen su peso
propio, con sus burguesías, sus establishments…
Esto
ha implicado tensiones
a lo largo de toda su historia, que en una circunstancia se
dirimieron con la terrible Guerra Civil de 1861 a 1865, que
costó muchas más vidas que cualquier otro conflicto en que
se haya metido EEUU. Luego de la guerra civil, el colosal
desarrollo capitalista de la Unión, la extensión territorial y luego su
entrada en la escena mundial como el gran imperialismo del
siglo XX, hicieron incuestionable a la Unión, al estado
federal.
Sin
embargo, esto no implicó una “homogenización”. No hizo
fusionarse ni licuarse las sociedades de cada estado, con
sus burguesías, sus “notables”… y sus intereses
particulares.
Ahora, en un curso de decadencia, de signo
opuesto
al posterior de la Guerra Civil y del siglo XX, se abren
signos de interrogación. ¿Si esto se va agravando, se
llegará algún día al lema opuesto: “Ex
unum, pluribus”
(De uno, muchos)?
Por
ahora, lo indiscutible es que hay más tensiones.
Los intereses particulares y contradictorios de las burguesías
de cada estado ya no pueden reabsorberse y satisfacerse con
cierta facilidad como sucedió en el marco del ascenso
mundial del imperialismo yanqui. El Tea Party y otros
sectores de la extrema derecha reflejan eso en buena
medida… y también su ideología.
Acerca
de esto hay malentendidos y simplificaciones. Se los
presenta como unos “anarquistas de derecha”,
“libertarios”, que no quieren pagar impuestos al
gobierno… Claro que… al gobierno federal; es decir, a la
Unión. Ninguno de ellos se hace el “libertario” en sus
estados.
El
regreso de Dixieland y la “gerrymander”
Esto
aparece más claro mirando el mapa del Tea Party. Por
supuesto, hay gente del Tea Party y, en general, de la
extrema derecha en todos los estados de la Unión. Pero es
patente que el grueso del Tea Party se halla en el Sur y
algo menos en el Oeste. La gran concentración es sobre
todo en los estados del Sur
que formaron parte de la Confederación esclavista en la
Guerra Civil. De ellos, Texas aparece a la cabeza del Tea
Party, no sólo con los hermanos Koch que lo financian, sino
también con el senador Ted Cruz (descendiente de
“gusanos” cubanos), de Texas, que hoy dirige con mano de
hierro el Partido Republicano.
Esto
hacer que un analista, exagerando la nota, llegue a decir:
“El shutdown muestra que la Guerra Civil nunca terminó:
las líneas de batalla aún sigue trazadas”.
En
estos estados, los republicanos y el Tea Party en
particular, apoyados en las burguesías y elites locales,
han logrado conformar un bloque que no sólo cuestiona al
gobierno federal. También han logrado hacer tramoyas
en los sistemas electorales
que ayudan a su continuidad, y que le dan al mismo tiempo un
cierto
margen de independencia
respecto al Big Business.
Estos
cambios electorales son directamente fraudulentos.
Se trata esencialmente de borrar
del mapa electoral
a los pobres, los negros y los latinos. Es decir, excluir al
populacho que podría “votar mal”. Esto se logra por
varias triquiñuelas, que aprovechan que el sistema
electoral de EEUU es el más antidemocrático y tramposo del
planeta.
A
diferencia de la mayoría de los países civilizados, en
EEUU no hay un padrón electoral confeccionado por el
estado. Hay que inscribirse para votar. Últimamente, se han
dictado leyes para que la inscripción sea muy difícil para
negros, latinos o pobres, so pretexto de impedir inscripciones “fraudulentas”.
En
la práctica, esto se traduce en que toda persona con “mal
aspecto” (es decir, pobre, negro o latino) que se acerca a
inscribirse, es sospechosa de tener una identidad falsa.
Pero,
a los que logren anotarse en el padrón, les espera otra
trampa. El antidemocrático sistema yanqui es uninominal. Se
elige una sola persona por circunscripción. Entonces, han
hecho un “gerrymander”.
Es decir un rediseño
caprichoso de los distritos electorales de manera que la
chusma quede en minoría en relación a los WASP (Blancos,
Anglosajones y Protestantes).
Al
mismo tiempo, esto le ha dado al Tea Party cierto juego
autónomo
respecto al Big Business. En
EEUU, intervenir en elecciones exige sumas fabulosas. Esto
hace a los candidatos absolutamente dependientes de los
grandes cotizantes, las grandes corporaciones que están
“por encima” de las burguesías y el establishment
locales. Pero la “depuración” racial y social de los
padrones y los rediseños de los distritos, junto con las
contradicciones de los burgueses y notables locales con
Washington y Wall Street, han favorecido un voto más
“ideológico” (por supuesto, muy volcado a la derecha),
sobre todo en las elecciones primarias donde se seleccionan
los candidatos. Ya no es tan decisivo recibir millonadas de
las corporaciones: ahora es
tanto o más importante la
movilización local… y el apoyo de su establishment.
Según
el Washington Post,
“esto explica por qué el Partido Republicano ha aparecido
tan indiferente a sus bases de poder tradicionales, como el
Big Business. Parte del problema es que el Big Business ha
tardado en reconocer cuán extremo es el Tea Party. Se ha
quedado atascado en el antiguo relato, en el que su temor
eran los demócratas vinculados a los sindicatos. Pero
incluso si el Big Bussines hubiera actuado de conjunto, no
está claro que a los radicales de la Cámara de
Representantes les hubiese importado. Sus fuentes
de apoyo, financiación y figuración en los medios le deben
muy poco
a la U.S. Chamber of Commerce.”
Eso
también ayuda a Ted Cruz y el Tea Party a “disciplinar”
a los representantes (diputados) republicanos que se oponen
a su “extremismo”. Los amenazan que los van a barrer en
las primarias del año próximo, si sacan los pies del plato
y votan el presupuesto federal. Volcarán los activistas del
Tea Party a su distrito para impedir a toda costa su
reelección.
.-
Michael Lind, "Tea Party radicalism is
misunderstood: Meet the 'Newest Right'", Salon,
October 6, 2013, subrayados nuestros.
.-
Stephan Richter, “Shutdown shows the Civil War never
ended - The battle lines are still drawn”, Salon,
October 7, 2013.
.-
“Gerrymander”, palabra del inglés de EEUU; proviene
del apellido de Elbridge Gerry, gobernador de
Massachusetts, que en 1812 inventó el sistema
fraudulento de rediseñar a su conveniencia los
distritos electorales.
.-
Fareed Zakaria, “A Republican Party no one could
control”, Washington Post, October 10, 2013 (subrayado nuestro).
Obama y
los demócratas no son una opción “progresista”:
es
necesaria una alternativa independiente
“Apagón”…
para los trabajadores y los pobres
Por Claudio Testa,
Socialismo o Barbarie, semanario, 10/10/2013
El tira
y afloja con los trogloditas del Tea Party ha subido las acciones políticas de Obama y los
demócratas. Que el Tea Party no vote el presupuesto porque
se opone a que unos 50 millones de estadunidenses tengan un
seguro médico parcialmente financiado por el estado, es tan
cavernícola que, según las encuestas, ha volcado la opinión
pública contra ellos.
Al
mismo tiempo, Obama, que en tantos años de gobierno burló
el 99% de sus promesas electorales, está con su popularidad
en alza.
Sin
embargo, Obama (y el presupuesto que presentó al Congreso)
es sólo otra versión de los feroces planes de austeridad que
exigen sus amos del Big Business y las corporaciones. Si
bien el presupuesto asigna fondos para poner en marcha el
Obamacare, al mismo tiempo hay recortes feroces en otros rubros no
menos importantes, como educación, programas sociales, de
alimentos, etc. En cambio, la monstruosidad de gastos
militares sigue en pie.
El
presupuesto de Obama es escandalosamente regresivo. Es un
ladrillo más en el retroceso de la clase trabajadora y los
sectores populares, y en la desigualdad de la sociedad
estadounidense. Bajo Obama no se ha revertido esto.
“Según la Oficina del Censo de Estados
Unidos allí hay más de 46 millones de pobres y más o
menos el mismo número de personas que no tiene asegurada la
atención médica en caso de enfermedad. Una de cada seis
personas pasan hambre, según Feeding America, y casi
700.000 personas están sin ningún tipo de vivienda.”
Lo del déficit del presupuesto es otra
cortina de humo que oculta la verdadera situación. Los
gastos militares (que nadie piensa recortar
substancialmente) superan
ese déficit. Si se quisiese equilibrar las cuentas habría
que meter la tijera en ese rubro… que por supuesto es
intocable en lo substancial.
Otro escándalo mayor y del que tampoco se
habla, es que los ricos, aunque son cada
vez más ricos… pagan cada
vez menos impuestos.
“Según un estudio de Ciudadanos por la
Justicia Fiscal los recortes de financiación al sistema
educativo de Estados Unidos fueron de 12.700 millones de dólares
en 2012. Es más o menos la misma cantidad que han evadido
anualmente en impuestos estatales de 2008 a 2010 las 265
mayores empresas del país. Y, según esa misma organización,
26 grandes empresas no pagaron impuestos entre 2008 y 2011 a
pesar de haber registrado 205.000 millones de dólares de
beneficios.”(Torres López, cit.)
“Otro estudio de Deloitte Center for
Financial Services calcula que la riqueza neta de las
familias que disponen de más de 1 millón de dólares fue
de 38,6 billones de dólares en 2011. Eso significa que con
un mínimo impuesto del 2% sería más que suficiente para
financiar el déficit previsto para 2013 y que sólo con eso
se recaudaría algo más de la mitad de lo que pagan cada año
todos los norteamericanos en impuestos individuales.
“La realidad no es que en Estados Unidos
se realicen gastos públicos excesivos sino que se recortan
impuestos a los ricos para privilegiarlos. Mientras que los
impuestos sobre los beneficios empresariales representaban
el 6% del PIB de
Estados Unidos en los
años 50, ahora ni
siquiera llegan al 2%. En ese entonces, por
cada dólar que pagaba en impuesto un trabajador
estadounidense, las empresas pagaban
tres. Pero ahora sólo
pagan 22 centavos (Five Tax Fallacies Invented by the
1%). Y mientras que en los últimos 20 años los beneficios
empresariales se han multiplicado
por cuatro, sus impuestos se
han reducido a la mitad (In 20 Years Corporate Profits
Are Up 4X and Their Taxes Have Fallen by 50%).”(Torres López,
cit.)
Bajo el actual gobierno demócrata, este
curso de desigualdad y polarización social se ha
profundizado. Obama terminará su mandato en el enero
del 2015. A pesar del Obamacare, dejará un
país aun más desigual del que recibió de manos de
Bush.
El
mismo “apagón” o “cierre” del gobierno es un escándalo
por la forma en que se da. Quedan cerradas principalmente
las agencias y servicios que afectan a la población y
especialmente a los pobres. Por
ejemplo, el reparto de vacunas gratuitas y de “food stamps”
(bonos para comprar comida). Pero en EEUU, hay 50 millones
de personas con “inseguridad alimentaria” como dicen hipócritamente
las estadísticas oficiales para no reconocer que son
hambrientos!!
En
contraste, el “cierre” no afecta las operaciones
militares, que son el principal gasto del gobierno federal.
¡Comida y vacunas, no! ¡Bombardeos y muertes, sí! Para
eso no hay “apagón”.
En
conclusión: más que nunca en EEUU es necesaria una alternativa política obrera y popular,
independiente, tanto de los demócratas como de los republicanos y el Tea Party.
.-
Juan Torres López, “El capitalismo no da para más”,
Público.es,
02/10/2013.
Crisis política
en Estados Unidos
“Cierre” del gobierno y amenaza de
default a mediados de octubre
Por Claudio Testa,
Socialismo o Barbarie,
semanario, 03/10/2013
En los últimos días se ha precipitado una crisis política en EEUU,
con anécdotas de “Banana Republic”… y lo peor, sin
bananas.
El Senado (mayoría demócrata) y la Cámara de Representantes
(diputados, con mayoría republicana) no logran ponerse
de acuerdo en votar el presupuesto anual del gobierno
federal. La imposibilidad de aprobar en el Congreso un
presupuesto, ha determinado un “shut down”
(“cierre”, “apagón”) de agencias y oficinas públicas,
dejando a 800.000 empleados en la calle y un millón más a
los que por ahora se les pide trabajar sin salario no se
sabe hasta cuándo.
Entre
otras medidas, fue cerrado el ingreso a la Estatua de la
Libertad y también el reparto de "food
stamps" (estampillas de comida) a millones de
hambrientos. En cambio, las operaciones militares y
de espionaje de EEUU no fueron afectadas. Los que reciben "food stamps"
pueden dejar de comer y
los empleados públicos no cobrar su salario, pero el
imperialismo yanqui no puede dejar de matar.
Pero esto podría ser sólo el “aperitivo”. El próximo 17 de
octubre se superaría el límite de endeudamiento legal del
gobierno federal. La deuda pública de EEUU fue creciendo
exponencialmente los últimos años hasta alcanzar hoy
aproximadamente los 17,7 billones de dólares (en
2003 era menos de 6 billones y al desatarse la crisis
mundial en 2008/09 ya llegaba a 10 billones). Es imperioso
que el Congreso de EEUU vote subir el techo de
endeudamiento. Si no lo hace, EEUU debería suspender
pagos, incluyendo el servicio de los bonos del Tesoro.
Por supuesto, un default de EEUU tendría efectos convulsivos
sobre la economía capitalista mundial; en primer lugar, el
derrumbe del dólar que pese a todo sigue siendo la
principal moneda del comercio internacional y también de
reserva. Eso pinta tan apocalíptico, que se supone que los
parlamentarios yanquis no serían tan insensatos como para
no ponerse de acuerdo, tanto en elevar el “techo” de
deuda como en votar finalmente el presupuesto federal.
Sin embargo, crecen los temores en los medios gubernamentales y
empresarios de todo el mundo. Es que también se estimaba
que lo “lógico” en el “tira y afloja”
presupuestario anual, sería ponerse de acuerdo a último
momento. Pero eso finalmente no sucedió y se produjo el
“apagón” del gobierno.
Hay un precedente de esto. En 1995/96, durante la presidencia de
Clinton, al no votarse el presupuesto, hubo también un
“cierre” del gobierno que duró 22 días. Pero no tuvo
mayores consecuencias. Se daba en otro contexto muy
diferente. No estaba en juego el límite de deuda ni menos
la posibilidad de default. Y EEUU era la gran “superpotencia”,
el indiscutido amo del mundo que había salido triunfante de
la “guerra fría”, contra el “Imperio del Mal” y el
“socialismo”.
Ahora la situación es muy distinta. Sin haberse derrumbado ni mucho
menos, EEUU está hoy en el brete de cómo administrar su
decadencia relativa. Esto se expresa a todo nivel.
En el plano internacional, el mes pasado Obama debió tragarse las
amenazas de bombardeo a Siria y tomarse del salvavidas que a
último momento le tiró Putin para no agravar el papelón.
Días después, se deshacía en amabilidades con Hassan
Rohani, el nuevo presidente de Irán, con vistas a iniciar
negociaciones con un estado que le compite a escala regional
y que siempre quiso borrar del mapa.
Divisiones en el “frente interno”
En el “frente interno” las cosas no van mejor. Se ha perdido hace
mucho la casi unanimidad que la burguesía, el establishment
y también la “opinión pública” tuvieron en los
tiempos dorados posteriores al 11 de septiembre de 2001.
Primero, el fracaso (aunque no catastrófico) de las
aventuras coloniales de EEUU en Medio Oriente, y después el
estallido de la crisis mundial en las narices de Wall Street,
convirtieron esa unanimidad en una cacofonía.
Este desacuerdo en todo o casi todo que se aprecia en la política
y la sociedad estadounidense tiene, por supuesto, grandes límites
en cuanto a su temática. Esos límites los determina
principalmente el hecho de que la crisis no ha generado un
gran ascenso obrero y/o de movimientos sociales, ni tampoco
de corrientes políticas independientes y de izquierda. Hubo
el movimiento Occupy Wall Street del 2011 como también
avances en la sindicalización de nuevas franjas de
trabajadores (supermercados, cadenas de comida chatarra,
etc.), luchas de sectores de la enseñanza, etc. Pero de allí
no decantó una relación de fuerzas diferente.
Sin embargo, eso no implica que los desacuerdos que cruzan la sociedad
y la política estadounidense sean menos furibundos.
Más aún si en esas peleas se combina la supervivencia de
los aparatos y el personal político de los dos (o dos y
medio) partidos de la burguesía: los demócratas,
que gobiernan, y los republicanos, que hoy están
cruzados por una extrema derecha –el Tea Party–
que es casi un tercer partido.
Demócratas y republicanos
Los demócratas, los republicanos “moderados” y los rabiosos del
Tea Party son todos personal político de la burguesía y
las corporaciones de EEUU. En un mundo ideal, deberían
tener cuidado en cómo manejan sus diferencias, para no
hacer estallar las cosas… como peligra hoy con el tema del
presupuesto.
Sin embargo, la historia nos enseña que los “buenos modales” son
propios de tiempos de bonanza. Cuando vienen las crisis, las
cosas pueden desbocarse. Y más aún cuando median intereses
particulares de supervivencia política: en este caso, las
elecciones del año próximo, en las que también se disputará la presidencia. De alguna manera, la
pelea ya ha comenzado y está cruzando todo.
Los republicanos vienen de perder una elección tras otra. Esto no se
debe a la enorme popularidad y éxitos de Obama, sino a que
gran parte de electorado lo ve como un “mal menor”
frente al extremismo ultraliberal y reaccionario que prima
en el Partido Republicano.
Sus sectores “moderados”, que muchas veces pactaron con Obama en el
Congreso, están cada vez más “apretados” por una
ultraderecha militante que puede decidir o no que vuelvan a
ser candidatos en el 2014. Están entre la espada y la
pared: el Tea Party es “piantavotos” a escala de todo el
electorado; pero al interior del Partido Republicano, el Tea
Party es decisivo en muchos lugares para lograr o mantener
una candidatura, entre otras razones porque moviliza a los
sectores fanáticos de la “derecha cristiana”.
En esa situación, la entente entre demócratas y republicanos
“moderados”, que lograba a los tumbos votar leyes en un
Congreso así dividido, se acabó frente al decisivo debate
del presupuesto.
Pero el panorama cambia cuando se va al conjunto de la sociedad. Así,
en este caso del presupuesto, los republicanos y el Tea
Party salen malparados en las encuestas. Según el pool
realizado por la CNN, sólo el 10% aprueba lo que está
haciendo el Congreso y un 87% lo condena.
En cambio, un 53% aplaude la gestión de Obama.
.-
Paul Steinhauser, “Congress, tea party hit all-time
low in polling”, CNN, October 1, 2013.
Un
forcejeo político que se ha vuelto peligroso
Por Claudio Testa,
Socialismo o Barbarie,
semanario, 03/10/2013
En ausencia de una fuerza obrera y popular independiente que actúe
como un vector real a la izquierda del gobierno, el juego
político estadounidense se desarrolla muy escorado a la
derecha.
Obama personifica eso. Elegido como el “super-progresista”,
que iba a dar un giro de 180º en relación a la era de Bush,
Obama estuvo a años-luz de reeditar algo parecido a la
presidencia de Roosevelt de los años ’30.
Su lista de promesas incumplidas o directamente traicionadas, llenarían
un “Enciclopedia del político estafador”
La eterna justificación de Obama es que, para lograr que el Congreso
vote tal o cual cosa, debe negociar votos republicanos. A
partir de allí, si su promesa era de 100, Obama comienza a
negociar por 10 o por 20. Finalmente, cuando logra 1 o 2,
proclama una gran victoria… aunque la mayoría de las
veces el resultado es cero. Así, de su larga lista de
promesas ha quedado entre poco y nada en ya casi dos períodos
de gobierno.
Con esa política “moderada” y “responsable” de negociar
permanentemente acuerdos entre demócratas y
republicanos, se ha cumplido el mandato de las corporaciones
y la gran burguesía de aplicar la “austeridad” como
remedio a la crisis. Y al mismo tiempo, avanzar en la
superexplotación de los trabajadores, para que el
capitalismo estadounidense recobre la “competitividad”
en el mercado mundial.
Dentro de eso, Obama dio algunas concesiones que ayudan a “lubricar”
el apriete de austeridad generalizado. La principal es
la ley de salud, la llamada “Obamacare”. En un país
avanzado donde, a diferencia de Europa occidental o Canadá,
el Estado se ha desentendido de la salud pública, la
reforma del sistema de salud aparece como una conquista.
Esto es así a pesar de sus enormes limitaciones y de que no
termina con el criminal negocio de las aseguradoras de
salud, los sanatorios privados y las compañías farmacéuticas.
Al mismo tiempo, la Obamacare es motivo de furia, especialmente para la
extrema derecha del Tea Party. Viola la norma sagrada del
ultraliberalismo yanqui: el pobre que no tiene plata para
pagar medicina privada… ¡que reviente!
La pelea acerca de la reforma de salud no terminó después de ser
aprobada la ley. Ahora, la votación del presupuesto (y
posiblemente, en los próximos días, la del “techo” de
endeudamiento) la revive. Es que el Tea Party impuso en el
bloque republicano que el presupuesto sería aprobado sólo
si la reforma sanitaria era derogada… no directamente,
pero sí de hecho, negándole fondos. Los republicanos
“moderados” se sometieron a esa política, por los
motivos reeleccionistas que señalamos en la otra nota.
Pero Obama y los demócratas no pueden, en principio,
aceptar un acuerdo tal. Sería su suicidio político:
derogar la casi única medida progresiva que cumplieron.
Entonces, el mecanismo negociador que facilitó la
“gobernabilidad” durante la crisis ha quedado trabado…
y con consecuencias potenciales muy graves.
Sin
embargo, vistos los antecedentes capituladores y
pusilánimes de Obama, que no es un Malcom X sino un
Tío Tom, las resultados son impredecibles.
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