Los
jóvenes de los suburbios de París
chocaron con la policía
Por
Eduardo Febbro
Corresponsal en París
Página 12, 27/11/07
Piden la
verdad sobre la actuación policial tras el accidente de dos
adolescentes. El estallido dejó decenas de heridos, autos
quemados y el temor a un rebrote como hace dos años.
Las
imágenes parecen extraídas de una guerra civil pero
corresponden, una vez más, a los enfrentamientos que
estallaron en la periferia de París entre policías y
jóvenes de la localidad de Villiers-Le-Bel, en la región
de Val d’Oise. Autos incendiados, locales devastados,
comisarías en cenizas, vehículos policiales destruidos a
palazos y decenas de heridos es el saldo provisorio de los
primeros incidentes que se produjeron el domingo por la
noche luego de que dos jóvenes que circulaban en una moto
murieron cuando ésta chocó contra un patrullero. Si las
condiciones del accidente han sido parcialmente
esclarecidas, una duda persistente perdura aún sobre la
actitud de los policías que se encontraban en el
patrullero. Según el relato de testigos presentes en el
lugar, los policías se escaparon en cuanto ocurrió el
choque sin prestar asistencia a los adolescentes de 15 y 17
años, que murieron poco después. La revuelta estalló de
inmediato y prosiguió ayer por la noche con mayor
intensidad. Si los disturbios iniciales se expandieron de
forma localizada al barrio del accidente, anoche éstos
ganaron otros suburbios aledaños.
Villiers,
Garges-lès-Gonesse, Goussainville, Ermont-Eaubonne et Cergy
son las localidades que se sumaron a los disturbios. En
total, unos 60 policías resultaron heridos entre el domingo
y el lunes, dos de ellos de gravedad. Ayer, la localidad de
Villiers-Le-Bel se asemejaba en mucho a las zonas
periféricas donde, en octubre de 2005, estallaron los
disturbios que luego ganaron una gran mayoría de
ciudades-dormitorio de Francia. Un total de 40 autos fueron
incendiados y, anoche, los jóvenes que participaron en las
escaramuzas con la policía volvieron a incendiar comercios
y hasta la biblioteca de la localidad de Villiers. Los
primeros elementos de la investigación realizada por la
Inspección General de la Policía Nacional (IGPN) tienden a
probar que los policías que viajaban en el patrullero
contra el que chocó la moto no son directamente
responsables del accidente. Sin embargo, los allegados de
las víctimas ponen en tela de juicio la actitud de los
policías y acusan a los servicios de socorro de haber
intervenido tardíamente. Los servicios policiales no han
adelantado aún un argumento verosímil sobre la manera en
que procedieron los hombres del patrullero. La duda, las
acusaciones de una y otra parte y el hecho de que la
investigación policial se haya iniciado bajo el rótulo de
"homicidio involuntario" llevaron la tensión y el
encono a un grado tal que, anoche, los jóvenes disparaban
con balines contra las fuerzas del orden y los periodistas,
acusados de repetir la versión oficial. Dos equipos de la
televisión francesa, un fotógrafo y dos reporteros fueron
agredidos con suma violencia por jóvenes cubiertos con
pasamontañas. Muchos están convencidos de que el choque
con la moto fue provocado a propósito por el patrullero y
que, tal como lo afirman varios testigos directos del
accidente, los ocupantes se escaparon sin atender a los dos
muchachos heridos. La controversia es tanto más fuerte
cuanto que, según testimonios recogidos en Villiers-Le-Bel,
uno de los dos adolescentes muertos, Larami (16), había
sido amenazado por la policía.
Las
autoridades hicieron a lo largo de todo el día repetidos
llamados a la calma, pero éstos no apaciguaron lo que ya es
el inicio de una revuelta. Al igual que lo que ocurrió hace
dos años cuando dos jóvenes murieron en un episodio que
implicó también a la policía y que fue el preámbulo de
la sublevación de los suburbios antes de que el hoy
presidente francés –entonces ministro de Interior–
Nicolas Sarkozy, complicara el escenario con sus
declaraciones, los vecinos del lugar piden que se haga
justicia y se establezca la verdad con precisión. La verdad
no está en el accidente en sí sino en lo que ocurrió
inmediatamente después. Y esa verdad tarda en llegar. Una
fuente judicial anónima citada por el vespertino Le Monde
reconoció que se trata "de un aspecto más difícil de
la investigación que requiere más averiguaciones y en
torno del cual hay que ser prudente". Para nadie es un
secreto que, dos años después de los levantamientos de las
periferias francesas, muy poco ha sido hecho para mejorar la
calidad de vida de las poblaciones. El desempleo, la falta
de infraestructuras adecuadas, la discriminación y el
racismo continúan siendo humillaciones cotidianas. En el
trasfondo de la violencia palpita el sentimiento de
desigualdad y de injusticia permanente. El color de la piel
determina en mucho las posibilidades de éxito o fracaso
social, de integración o de desintegración, de igualdad o
de desprecio.
El lenguaje
mismo que se emplea en Francia para hablar de los jóvenes
franceses hijos de inmigrados ya revela en mucho el trauma y
la imposibilidad política y social de aceptar a segmentos
de la población que son parte de la identidad nacional. Sin
embargo, aún se insiste en hablar de "minorías
visibles". Para el presidente francés un nuevo brote
de violencia a nivel nacional tendría altos costos
políticos. Después de nueve días de huelga de transporte,
de un paro de funcionarios y al cabo de dos semanas de
universidades y liceos bloqueados, otra sublevación de los
suburbios instauraría un clima de inestabilidad global.
Entre 2005 y 2007 sólo una cosa ha cambiado: Sarkozy es
presidente, pero los suburbios viven en un persistente clima
de discriminación.
Muerte
de dos jóvenes por la policía
Por
tercera noche, los jóvenes de los suburbios descargaron su
ira acumulada
Por
Eduardo Febbro
Corresponsal en París
Página 12, 28/11/07
El
Apocalipsis social puede estar muy cerca del paraíso. Dos
años después de la sublevación de los suburbios, Francia
vuelve a abrir los ojos sobre las calamitosas condiciones en
que viven los habitantes de algunas zonas periféricas. Como
en octubre de 2005, habría hecho falta un incidente con la
policía, dos adolescentes muertos y dos noches de saqueos y
virulentos enfrentamientos con la policía para que la clase
política y la sociedad constaten que la situación en los
suburbios no ha hecho más que empeorar.
La muerte
accidental de dos jóvenes que viajaban en una moto que
chocó contra un patrullero en la localidad de
Villiers-La-Bel, al norte de París, desencadenó un foco de
violencia de proporciones de guerra civil. Cabinas
telefónicas devastadas, comercios incendiados y saqueados,
comisarías atacadas, paradas de colectivos destruidas,
vidrios hechos añicos y trazos de armas de fuego por todas
partes. La Torre Eiffel está situada a 15 kilómetros de
Villiers-Le-Bel, pero este suburbio del norte de París
parece pertenecer a otro mundo.
El saldo de
heridos y el tipo de heridas es impensable para una sociedad
occidental que, además, vive en un perpetuo Estado de
modelo democrático del mundo. De los más de noventa
policías heridos que ingresaron en los hospitales de la
región de Val-d-Oise 99 por ciento presentaban heridas de
bala. Más contundente aún, los dirigentes sindicales de la
policía revelaron ayer que muchos heridos de las fuerzas
del orden no acudieron a los servicios de urgencia para no
ser objeto de operaciones comando de los jóvenes. Lejos de
haberse apaciguado, la tensión se palpaba en las veredas y
los alrededores de las ciudades dormitorios de Carreaux y
Cerisaies. "Una sola cosa puede calmar la sed de
venganza: la verdad", decía a Página/12 Ahmed, un
joven de Villiers-Le-Bel que participó en los disturbios de
la segunda noche. La verdad quiere decir, pare él,
determinar las circunstancias del accidente y, sobre todo,
saber si sí o no los policías que estaban en el patrullero
salieron corriendo en vez de ayudar a los dos jóvenes
accidentados. La investigación sigue su curso mientras la
clase política admite de nuevo que las promesas se quedaron
en el viento.
El famoso
Plan Marshall destinado a los suburbios sensibles prometido
por el presidente Nicolas Sarkozy durante la campaña
electoral es, por ahora, un mero anuncio. Fadela Amara, la
secretaria de Estado para la política de la ciudad,
todavía no lo ha presentado. Los responsables municipales
de las comunas concernidas por el brote de violencia dicen
hoy que muchos de esos suburbios son pura y sencillamente
una mecha encendida en permanencia. No hace falta ese
diagnóstico para darse cuenta. Un recorrido discreto a
través de las ciudades periféricas del norte de París
corre el telón sobre un panorama de desconfianza,
desempleo, discriminación y un odio que hiela la sangre. La
fractura de 2005 se convirtió en un abismo que el gobierno
conservador de Jacques Chirac y el actual sólo buscaron
tapar con refuerzo masivo de fuerzas de seguridad. Pero
bastó con un incidente más para que se abriera el
escenario real. En Francia existen las llamadas ZUS, Zonas
Urbanas Sensibles, en donde residen cinco millones de
personas, lo que equivale al 8 por ciento de la población
nacional. En esas ZUS el desempleo es dos veces superior al
promedio nacional. Villiers-Le-Bel, donde estallaron los
disturbios, es una localidad de 27.000 habitantes con una
tasa de desempleo de 14,7 por ciento.
Seis
intendentes socialistas de la región parisina así como el
presidente de la región Ille de France, donde está París
y sus alrededores, pidieron al gobierno que pusiera a
disposición los medios necesarios para subsanar los
problemas derivados del desempleo, la inseguridad y el
aislamiento de los suburbios. François Pupponi, intendente
de Sarcelles, una comuna vecina de Villiers-Le-Bel, ofreció
una síntesis realista de la situación: "La crisis
social se agravó, nada ha cambiado". Colmo de los
remedios aportados hasta ahora, por ejemplo, es la
renovación urbana, cuando se emprenden trabajos de
restauración urbana los precios suben y los habitantes de
los barrios populares tienen que irse. El premier francés,
François Fillon, visitó anoche la comuna de
Villiers-Le-Bel y prometió una respuesta enérgica para
restablecer el orden. El Ejecutivo hizo desplegar mil
hombres suplementarios para evitar una tercera noche de
agitación. Pese a ello, al menos diez autos fueron
indiciados anoche en la comuna y sus alrededores. Sarkozy
visitará hoy a uno de los policías heridos y luego
recibirá a la familia de los dos adolescentes muertos en el
accidente. Sin dudas, más tarde en la semana, Sarkozy
llegue a pronunciar un discurso enérgico sobre la seguridad
y el orden y los valores de la República. Los sociólogos y
los especialistas de las zonas suburbanas reclaman al
gobierno para que vuelva a poner en circulación la llamada
policía de proximidad que el ex gobierno socialista de
Lionel Jospin había desplegado entre 1997 y 2002 con
probado éxito. Pero Sarkozy, cuando fue ministro de
Interior, sacó esa policía y en su lugar puso ejércitos
de policías antidisturbios. La fórmula represiva en vez de
subsanar acrecentó el odio y la incomprensión.
Un
video amateur contradice la versión policial sobre
la muerte de los jóvenes
Por
Eduardo Febbro
Corresponsal en París
Página 12, 29/11/07
De vuelta
en Francia, el presidente reconoció que los violentos
choques entre los jóvenes de los suburbios y los
uniformados fueron "mal gestionados" por la
cartera de Interior.
Al comienzo
de la gran noche, sólo un puñado de tachos de basura
había sido incendiado en Villiers-Le-Bel, la localidad del
norte de París escenario de vivos enfrentamientos entre
jóvenes y fuerzas del orden. La violencia se instaló
durante tres días consecutivos luego de que una moto con
dos adolescentes chocara con un patrullero en un contexto
que aún no ha sido esclarecido del todo. Los dos muchachos,
Moshin, de 15 años, y Lakami, 16, perdieron la vida en el
accidente. Los ánimos empezaron a apaciguarse el martes por
la noche gracias a la presencia de un dispositivo de
seguridad poco habitual para una ciudad de 27 mil
habitantes. Mil efectivos policiales fueron desplegados y
ello contribuyó a que reinara una calma precaria. Ausente
durante la crisis debido a su visita oficial a China, el
presidente francés, Nicolas Sarkozy, asumió ayer la
gestión de una crisis que el mismo mandatario juzgó como
"mal gestionada" por la ministra de Interior y la
secretaria de Estado encargada de los asuntos de la ciudad.
Apenas
llegar de Pekín, Sarkozy fue al hospital adonde están
internados los policías y bomberos heridos durante los
disturbios y luego recibió a los familiares de los dos
adolescentes muertos. Ante los policías en el hospital,
Sarkozy prometió castigo para quienes habían abierto fuego
contra los funcionarios. Según el mandatario, serán
juzgados "por intento de asesinato". A este
respecto, los testimonios de los policías enviados al lugar
el domingo por la noche –día del choque entre el
patrullero y la moto– son la imagen de lo que la prensa
pudo comprobar visitando la localidad de Villiers-Le-Bel: un
tiroteo a mansalva. Noventa y nueve por ciento de los
policías heridos fueron alcanzados por disparos, un hecho
que, a esa escala, es único en este tipo de incidente.
"Teníamos el sentimiento de que venían a matar. Nos
disparaban sistemáticamente", contó ayer un policía.
Los dirigentes sindicales que se entrevistaron con la
ministra de Interior admitieron que los policías enviados
al suburbio "habían tenido miedo". Resulta obvio
hoy que el dispositivo pensado para la intervención no fue
el adecuado para contrarrestar la cólera que el accidente
suscitó entre los vecinos. Lo cierto es que la ministra de
Interior precisó que los mil hombres suplementarios
estacionados en Villiers-Le-Bel permanecerían en ese puesto
hasta que fuera necesario.
Sarkozy
también se reunió con los familiares de los dos
adolescentes fallecidos, a quienes les prometió que se
haría todo lo necesario para que se conozcan de una vez las
circunstancias precisas del accidente. Por la noche, la
Justicia confirmó lo que había anunciado el mandatario: el
inicio de una investigación específica por "homicidio
involuntario". Existen, hasta hoy, dos versiones: una,
la de los testigos y vecinos, alega que el patrullero
embistió a propósito la moto de los adolescentes, que los
policías huyeron sin prestar socorro alguno y que los
bomberos tardaron en llegar. Dos, la de la policía, que
sostiene lo contrario: el patrullero circulaba a 40, 50
kilómetros por hora, los policías no huyeron, los bomberos
llegaron inmediatamente y hubo que evacuar el lugar por la
tensión que reinaba, reflejada en los maltratos que, según
la policía, recibió el patrullero luego del incidente.
Fuentes
policiales alegan que los vecinos terminaron de destruir el
patrullero y, por consiguiente, su estado no es producto de
la colisión sino de terceros. Este último detalle no
coincide sin embargo con un video amateur difundido ayer y
que contradice esa parte de la versión policial. El video
habría sido filmado desde las cinco y quince de la tarde.
En la película se ve el patrullero en el mismo estado en
que fue fotografiado por la prensa horas después. También
se percibe a los bomberos atendiendo a las víctimas y a
varios policías a su alrededor. No se notan manifestaciones
de violencia contra las fuerzas del orden. Para los
allegados de las familias de los dos adolescentes, el video
prueba dos cosas: que el coche no fue dañado por los
jóvenes antes de la llegada de la policía ya que su estado
es igual al que mostraron luego las televisiones: dos, que
la magnitud de las abolladuras indica que, contrariamente a
lo que sostiene el organismo de control de la policía,
IGPN, el vehículo no viajaba a 40 o 50 kilómetros por
hora. Esa es la verdad que Nicolas Sarkozy prometió
establecer.
|