Pobres
contra pobres
El
país del desamparo
Por
Gennaro Carotenuto
Corresponsal en Italia
Brecha, 23/05/08
En Italia,
con apoyo masivo, el gobierno de Berlusconi lanza una brutal
campaña contra la inmigración “ilegal” y coloca en el
índex a rumanos y gitanos. Hubo pogromos en zonas pobres
del país. En Iowa, Estados Unidos, con la bendición de la
población local, se produjo la mayor redada en años contra
inmigrantes latinos. En México se caza a los
centroamericanos, y en Sudáfrica a los inmigrantes también
negros de Zimbabue… En todos lados, pobres contra pobres.
Roma.– El
inicio del nuevo gobierno de Silvio Berlusconi es peor que
las peores pesadillas. Los medios soplan sobre el fuego e
instan al racismo, especialmente contra gitanos y rumanos.
Desde hoy, tras la aprobación de una nueva ley de inmigración,
más de 630 mil extranjeros podrían ir presos.
En el país
que pobló varios continentes, enviando a decenas de
millones de hambrientos a encontrar pan, techo y trabajo
desde Montevideo a Londres, desde Nueva York a Melbourne,
nadie quiere a los extranjeros.
Lo
atestiguan al menos dos acontecimientos producidos en estos
días. Por un lado, el hecho de que la primera medida del
nuevo gobierno de derecha presidido por Silvio Berlusconi es
la invención del hasta ahora inexistente (y probablemente
inaplicable) crimen de ingreso ilegal al país. Desde la
publicación en la gaceta oficial de la nueva ley, impulsada
por el ministro del Interior, Roberto Maroni, de la Liga
Norte, entre 600 mil y 700 mil personas que se calcula viven
y trabajan en Italia indocumentadas podrían simplemente ir
presas hasta por cuatro años.
Un
disparate que, si llegara a ser aplicado, cuadruplicaría la
población carcelaria del país, sancionando a las víctimas
de empresarios inescrupulosos que prefieren contratar mano
de obra barata en negro, o a los que se toparon con las
complicaciones de leyes estrictas y paralizantes aprobadas
en las últimas dos décadas, que nunca intentaron regular
la inmigración y siempre buscaron limitarla y penalizarla,
obligando a menudo a los inmigrantes a la clandestinidad.
Estas leyes
son tan discriminatorias que, por ejemplo, un niño nacido
en Italia de una pareja inmigrante regularmente establecida
no sólo no es italiano, sino que al cumplir 18 años pierde
su derecho de residencia en el país y hasta podría ir
preso. Esta disposición integraba el programa con el cual
la derecha ganó las elecciones los pasados 12 y 13 de
abril.
Gitanos
en la mira
El segundo
problema son las campañas de odio lanzadas contra los rom
(gitanos). Se trata de unas pocas decenas de miles de
personas que por lo general viven aquí desde hace décadas,
en condiciones mucho peores que las que encuentran en otros
países de la Unión Europea. Cada tanto a los rom se los
criminaliza y se los acusa de crímenes como el rapto de niños,
que jamás han podido ser probados en ningún tribunal
nacional. Producto de una convivencia difícil, fricciones o
incidentes, se ha llegado a una locura sancionatoria por la
cual el derecho de los gitanos a ser respetados como seres
humanos pasa a un segundo plano, frente a una opinión pública
sensible a las campañas emprendidas por los medios de
comunicación masivos.
Tanto antes
de las elecciones como después ha habido verdaderos
pogromos que sólo por casualidad no se han cobrado vidas.
Cuando en la región de las Marcas, una de las más
tranquilas de Italia, un chico rom borracho atropelló con
un camión a cuatro jóvenes, todo el pueblo quemó el
campamento donde los rom vivían. Luego de que un
delincuente rumano violara y asesinara a una mujer en Roma,
se levantó una campaña de rechazo sin precedentes, no en
protesta por el crimen sino genéricamente contra los
rumanos. La semana pasada, después de que una chica rom de
16 años fuera arrestada tras un intento de robo en un
barrio pobre de las afueras de Nápoles, una muchedumbre
quemó el campamento donde vivía y exigió la expulsión de
los rom. A la chica la acusaban también de haber querido
secuestrar a un niño que vivía en la casa asaltada. “Es
normal que la gente esté enojada e intente hacerse
justicia”, repiten los medios hasta la saciedad.
Para el
gobierno, todos los problemas que aquejan al país tienen
que ver con la seguridad: es un problema de seguridad la
inmigración, pero también la recolección de residuos (Nápoles
está hoy cubierta de basura como consecuencia de una
huelga). El primer Consejo de Ministros de la nueva era
Berlusconi transformó los vertederos de residuos en zonas
militares, y quienes se arriesguen a protestar en sus
innmediaciones (muchos de estos depósitos fueron o serán
instalados contra la voluntad de la población local) pueden
ser arrestados como culpables del delito de violación de
zona militar.
¡Hay
que echarlos!
Los difíciles
problemas de convivencia e integración que en París o en
Madrid, en Berlín o en Ginebra parecen tener solución, en
Italia no: los políticos no quieren solucionarlos, para
mantener abierta una cuestión que por un lado crea consenso
y por el otro lo destruye. Crea por derecha, destruye por
izquierda. Los italianos, apabullados, aterrorizados,
desinformados por el sistema mediático, fueron convencidos
de que los inmigrantes son el problema, y la represión y
expulsión masiva la respuesta más adecuada. Un sondeo del
diario La Repubblica de la pasada semana fue bien
representativo en ese sentido: para el 68 por ciento de los
italianos la mejor solución al “problema gitano” sería
la expulsión masiva. No importa que sean o no culpables de
los delitos de que se los acusa, no importa qué pase con
ellos después.
La primera
conclusión que se podría sacar de este sondeo es que
seguramente pocos de ese 68 por ciento de italianos se cruzó
con un gitano en su vida, puesto que éstos viven sobre todo
concentrados en las periferias de las metrópolis. La
segunda es que quienes defienden “soluciones” xenófobas
trascienden al electorado de Berlusconi, que no supera el 47
por ciento. Planteado de esta manera, el problema no son los
gitanos, sino los italianos y su pérdida de cultura cívica
y conciencia política y social, un proceso que los llevó a
elegir nuevamente como jefe de gobierno a un Berlusconi que
no oculta su entorno de mafiosos, fascistas, corruptos y
modelos guapísimas inventadas como ministras para alimentar
el show.
Durante años,
en la época de la “guerra al terrorismo” (otra campaña
de desinformación ahora momentáneamente dejada de lado),
los inmigrantes problemáticos eran los musulmanes. Había
que prohibir la construcción de mezquitas, impedir la
libertad de culto, porque ser devoto de Alá y pretender
rezar mirando hacia la Meca equivalía a ser terrorista.
Mejor sería,
decían obispos y cardenales, que los inmigrantes fueran
cristianos (polacos, latinoamericanos, rumanos). Ahora, víctimas
de otra campaña mediática, los cristianos rumanos
concentran el grueso del odio, aun siendo ya ciudadanos de
la Unión Europea y gozando en principio del derecho a la
libertad de circulación y de residencia. El italiano de
cultura media no sabe distinguir entre rom y rumanos, no
sabe que es mentira que los gitanos roben niños o que todos
los índices de microcriminalidad italianos son más bajos
que en los demás países occidentales. Vive en el terror
fomentado por la tevé. Y vota a la derecha.
Zlatan
Ibrahimovic, el gitano respetado
El domingo
pasado, el Inter de Milán, un club que paga 150 millones de
euros anuales en sueldos a sus jugadores, ganó la liga
italiana por tercera vez consecutiva. Gracias a un gitano
bosnio. Hasta media hora antes del pitazo final, el que se
llevaba la copa era Roma, que estaba ganando en Catania
mientras el Inter empataba en Parma.
Pero el
entrenador del club de Milán, la ciudad de Berlusconi (pero
dueño del otro equipo, el A.C. Milan), Roberto Mancini,
mandó a la cancha a Zlatan Ibrahimovic, un gitano bosnio
refugiado en Suecia cuando era niño para salvarse de la
limpieza étnica yugoslava. “Ibra”, uno de los
futbolistas mejor pagos del mundo, hizo dos goles
formidables que le dieron la Liga a un Inter al borde del
abismo. Los hinchas, y hasta sus compañeros le dicen “zíngaro”,
gitano, pero no despectivamente.
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