Democracy
made in Europe
Por Isaac
Bigio (*)
Rodelu.net, 22/06/08
La Unión Europea se jacta
de haber democratizado Iberoamérica, Europa Oriental, África
y mucho del Asia. Empero, en una semana ha demostrado cuan
limitada es su propia democracia.
Primero, porque trata de
imponer un nuevo tratado de la unión sin consultar a sus
electores y, cuando el 12 de junio la única nación que lo
ha votado (Irlanda) lo ha hecho por el NO (y además con
amplia participación y margen), varios líderes quieren
desdeñar esa decisión y chantajear a dicha república para
que vuelva a hacer otro referendo o para que sea marginada
en la UE.
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NO al NO
Hace tiempo que los
gobiernos europeos quieren que la UE se dote de un
presidente y de una cancillería permanentes, y de un
parlamento con más poder capaz de anular vetos nacionales.
Estaban tan confiados en que sus habitantes les respaldarían
que inicialmente (en el 2005) sometieron el proyecto de
constitución europea a referendos.
Tras que Francia y Holanda
votaron masivamente por el NO, los mandatarios europeos
decidieron reformular esos planteos en el Tratado de Lisboa;
el cual debería ser ratificado por los parlamentos, pero no
por los pueblos. Empero, el único país que estaba obligado
a votar por él (Irlanda) lo ha hecho de manera amplia y
contundente por el NO.
Si la UE fuese consistente
con la democracia debería llamar a que los restantes 26 países
vayan a referendos o a que elimine el nuevo tratado. Empero,
lo que se está cocinando es desdeñar cualquier consulta
popular para imponer dicho pacto ya sea obligando a que
Irlanda llame a otro plebiscito o a que aminore su status, o
dando paso a dos categorías de miembros dentro de la UE.
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Segundo, porque el 18 de
junio su parlamento continental adoptó dispositivos
anti-inmigrantes que no tienen precedentes en un bloque de
democracias modernas. En vez de darles derechos a más de 8
millones de indocumentados que hacen varios de los peores
trabajos en sus sociedades, se ordena que desde el 2,010 se
pueda encarcelar hasta por 18 meses a los indocumentados y
que menores ‘sin papeles’ (aunque hayan nacido en
algunos de sus países) puedan ser deportados sin estar
acompañados de sus parientes. La UE -que tantas guerras ha
patrocinado contra las ‘limpiezas étnicas’ en la ex
Yugoslavia o África- está haciendo una contra sus
habitantes ‘irregulares’ cuyo número es similar o mayor
al de la mitad de sus naciones componentes.
El
Tratado de Lisboa
La Unión Europea es un
bloque de 27 miembros y cada nuevo tratado que busque
reconfigurar a ésta debe ser adoptado por unanimidad entre
todos sus componentes. Una cosa es que algunos países
tengan la libertad de entrar en la zona común que tiene la
misma moneda (el euro) o en la que rige el mismo control de
pasaportes (Schengen), y otra es un acuerdo que establezca
las características de dicha unión.
Basta con que uno de los
27 miembros de la UE no acepte uno de sus tratados
constitutivos para que éste no tenga validez (o, en todo
caso, para que dicha nación quede excluida). Irlanda es un
miembro antiguo desde hace 35 años de la UE. Esta ha
rechazado el nuevo tratado que elimina varios vetos
nacionales, da más poder al euro-parlamento y crea un
presidente y un ministerio de asuntos externos permanente de
toda la UE.
Hace tres años los
referendos de Francia y Holanda rechazaron un proyecto de
constitución que esencialmente planteaba lo mismo que el
nuevo tratado que Irlanda ha dicho no. Tras que los líderes
europeos reconocieron que no podían seguir adelante con la
constitución repudiada en el 2005 se reunieron en Lisboa
donde remodelaron el texto denegado y la presentaron como un
nuevo tratado, el mismo que, para evitar riesgos, solo debería
ser adoptado por los poderes legislativos y ejecutivos de
todos sus países, mas no así en consultas populares.
No obstante, Irlanda
constitucionalmente está obligada a convocar a plebiscitos
ante cualquier nuevo tratado que haga la UE. El 12 de junio
votó la mayoría absoluta de los inscritos de Irlanda y de
ellos un 53.5% optó por el NO.
Muchas voces en Europa
clama que no es democrático que el NO de menos de un millón
de irlandeses pueda frenar la marcha de un bloque que tiene
500 millones de habitantes y que la decisión de un país
(además pequeño) no puede anular lo que ya 19 otras
naciones han ratificado en sus parlamentos (aunque siete aún
faltan por tomar decisión).
Empero, lo cierto es que
Irlanda ha tenido la única votación popular al respecto de
dicho tratado en toda la unión. Un demócrata consistente
diría que, en vez de ignorar al voto de Irlanda, lo que
habría que hacer es hacer una consulta a los electores de
las restantes 26 naciones.
Esto es algo que no quiere
hacer el gobierno británico, pese a que el ejecutivo
laborista prometió que sometería a referendo una
modificación de la constitución europea. Hoy el parlamento
del Reino Unido podrá ratificar al Tratado de Lisboa pero
las conexiones de éste con su población son limitadas. La
Cámara Baja es electa sin un sistema de representación
proporcional (por lo que el partido de gobierno, pese a
haber recibido el 35% de los votos, detenta el 55% de sus
asientos) y la Alta nunca ha sido votada por el pueblo (los
lores son designados de por vida por la reina, la cual
tampoco ha sido electa). Dada la actual impopularidad de
Gordon Brown y el ascenso de los conservadores es de
predecir que un referendo sobre el nuevo tratado de Lisboa
sería rechazado ampliamente en un referendo británico.
Tras la decisión
irlandesa a la UE solo le queda tres caminos: querer
doblegar a Irlanda, ir hacia dos ejes dentro de ésta o
continuar con el status quo haciendo leves y progresivas
reformas.
La primera alternativa
pasa por obligar a que la isla verde tenga otro referendo,
para lo cual no hay mucho argumento legal pues el 12 de
junio votó más del 50% del electorado. Otra variante de
ello es presionar a Irlanda (que tanto se ha favorecido con
el euro y varios subsidios europeos) a que reformule su
posición o que quede con un status semi-marginado dentro de
la UE.
La segunda salida implica
que la UE tendría un eje central en torno a
Alemania-Francia-Benelux y otro de países que están a
medio camino, lo cual dejaría en mala situación al Reino
Unido.
La tercera vía conlleva a
reconocer que los europeos no están aún maduros para tener
un sistema federal más unido y centralizado y que se debe
seguir trabajando con los marcos actuales.
Ciertamente, también hay
quienes llaman a ‘democratizar’ la UE haciendo que ésta
se reformule permitiendo mayor participación de sus
ciudadanos. Muchos de quienes votaron por el NO al tratado
no rechazan a Europa sino que quisieran que un gobierno de
ésta y varias de sus leyes sean popularmente decididas.
Las
contradicciones de la UE
De otro lado, las nuevas
leyes contra los indocumentados minan a la democracia
europea y afectarán a las nuevas democracias de los países
emergentes. Por una parte se crea una suerte de millones de
‘personas no gratas’ que deben ser sacadas de las
sociedades en la que viven y en la que tienen relaciones y
familiares y que pueden ser masivamente encarceladas o
deportadas. Para el normal de los europeos esa nueva ‘caza
de brujos’ es algo que fomentará la intolerancia, el
racismo y la xenofobia, que debilitará su sistema de
libertades ciudadanos, que dará más reclutas a Al Qaeda y
que les costará una fortuna en implementar nuevos campos de
detención o concentración de ‘irregulares’.
También afectará a
varios países pobres quienes se verán privados de
importantes remesas que les envían sus ciudadanos que
trabajan en la UE y que obligará a tener que recibir
decenas o cientos de miles de repatriados alterando el
mercado laboral. Todo ello desestabilizará a democracias
como las de Perú, Bolivia, Ecuador, Colombia y otras
naciones que tienen por lo menos medio millón de
compatriotas suyos en Europa.
La Unión Europea en sí
muestra sus contradicciones. Esta luchó durante décadas
para hacer desmoronar al ‘autoritarismo soviético’
mostrando las ventajas de una democracia parlamentaria. Sin
embargo, esta hoy cuenta con 7 jefes de Estado que nunca han
sido electos por nadie (monarcas). Por otro lado, el fin del
relativo igualitarismo ‘socialista’ en el Este ha
conducido a que se vaya desmoronando al sistema de
beneficios sociales en el Oeste y a que crezca la polarización
social entre europeos pobres y ricos.
La UE también ha pugnado
por ‘liberalizar’ a América Latina y al tercer mundo,
pero al mismo tiempo que llama a que los mercados de los países
pobres se abran a sus productos y capitales rechaza la
movilidad de las personas y el libre tránsito (sin el cual
no puede dar, en los hechos, un verdadero libre comercio).
Al mismo tiempo que la UE
llama a ampliarse reclutando nuevos ex países
‘socialistas’ los más castigados resultan siendo los
inmigrantes del tercer mundo pues, mientras se abre el
mercado laboral a ciudadanos de los nuevos países socios
quienes recién llegan, se busca depurar a los inmigrantes
latinos, africanos y orientales que llevan trabajando años
o quinquenios en la UE.
Una Unión Europea
realmente democrática debería ser una en la que todos sus
jefes de Estado y parlamentos sean electos, en la que todos
quienes habitan en ella (al margen del lugar donde hayan
nacido) tengan derechos a votar y ser residentes y en la que
todas sus instancias sean popularmente electas.
La UE, sin embargo, tiene
una democracia ‘muy especial’. Si antes no reconocía el
derecho al voto y a la residencia a millones de
‘indocumentados’ ahora quiere recluirlos o deportarlos
en masa. Logró derrumbar a las ‘dictaduras comunistas’
pero, en vez de ampliar su propia democracia y disminuir su
desigualdad social, sigue manteniendo jefes de Estado
vitalicios e inelectos y aumenta la brecha entre los que
tienen mucho y los que no tienen nada. Pide más poderes a
su parlamento continental a la par que le niega el derecho a
sus naciones a decidir democráticamente si quieren o no un
nuevo tratado y al único país que se atrevió a votar le
piden que revise su posición o sea desdeñado.
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Isaac Bigio es un analista
internacional formado en la London School of Economics &
Political Sciences.
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