Las
huellas de la “gran política” en
los conflictos del Cáucaso
Por
Fiódor Lukiánov
RIA Novosti, Moscú, 06/08/08
La situación
en una parte del Cáucaso postsoviético de nuevo es crítica
e inestable. La autoproclamada República de Osetia de Sur
se prepara para una guerra con Georgia, y Abjasia que desde
hace tres lustros existe como país independiente emprende
pasos para obtener el reconocimiento a nivel regional.
Ese clima
de tensión que impera en estas zonas deterioran aún más
las complicadas relaciones entre Georgia y Rusia.
¿Por qué
precisamente este año se ha agudizado la situación en
Georgia, o más exactamente, en las dos zonas de conflicto
étnico en su territorio?
El hecho de
que esos contenciosos hayan permanecido sin solución
durante años de
por sí suponen una situación explosiva, y bajo esas
circunstancias, los acontecimientos más insignificante
pueden ocasionar el estallido de nuevos focos de tensión.
Actualmente,
se puede afirmar que en Abjasia y Osetia del Sur están
ocurriendo trasformaciones fundamentales, resultado de
sucesos y procesos geopolíticos de mayor envergadura.
Uno de los
acontecimientos que influyó substancialmente en los pueblos
y entidades nacionales que habitan el Cáucaso postsoviético
fue la autoproclamación de la independencia de Kosovo el
pasado mes de febrero, y su reconocimiento por parte de
muchos países.
El debate
sobre si la independencia de Kosovo es o no un precedente
histórico puede ser eterno, pero ante sucesos de esa
magnitud la política real reacciona inmediatamente.
Rusia, como
otros países, valoró lo ocurrido como una degradación del
Derecho Internacional y la imposición de métodos
arbitrarios como solución a los problemas mundiales.
En esencia,
Rusia adoptó una línea de compromiso. Condenó categóricamente
lo ocurrido en los Balcanes, pero evitó el reconocimiento
de Abjasia y Osetia del Sur para impedir una inevitable
escalada de tensión.
No
obstante, el Gobierno ruso considera que después de
Kosovo, Moscú legalmente adquirió el derecho de
obrar de reconocer la independencia de los surosetas y
abjasios, como hicieron otros países con respecto a la región
serbia de mayoría albanesa.
Para evitar
un empeoramiento la situación, Rusia está dispuesta a
reconocer la integridad territorial de Georgia de manera
formal, pero al mismo tiempo, sostendrá relaciones directas
y amplias con Abjasia y Osetia del Sur, que hasta el colapso
de la URSS fueron entidades autónomas que formaban parte de
la Georgia soviética.
Para poner
en marcha esa política, Rusia abandonó el régimen de
sanciones internacionales impuesto a Abjasia, y el Kremlin
aprobó un decreto para que las empresas e instituciones
rusas puedan proporcionar ayuda concreta a la población
abjasia y suroseta.
Las
autoridades georgianas son concientes de que después de
Kosovo las posibilidades de restablecer su integridad
territorial son muy vagas, sobre todo si se dejan las cosas
como están y se acepta el estatus quo establecido después
de las
iniciativas de Rusia.
Dentro de
uno o dos años no tendrá ningún sentido hablar sobre la
reintegración de las regiones separatistas a Georgia así
sea de forma teórica o formal.
En los próximos
años, Abjasia económicamente será fuerte porque se
convertirá en uno de los participantes principales de
proyectos relacionados con los Juegos Olímpicos de Invierno
que se celebrarán en el balneario ruso de Sochi en
2014, y Osetia del Sur dependerá en gran medida de
las relaciones económicas, comerciales, sociales,
humanitarias y culturales con Rusia.
Para hacer
frente a esa situación, Georgia necesita emprender acciones
drásticas y enérgicas. Como iniciativas diplomáticas,
presión militar o llamando la atención de sus aliados en Occidente utilizando
todos los recursos posibles, entre ellos, empeorando la
situación.
El Gobierno
de Georgia considera que la aproximación e ingreso a la
OTAN es uno de los instrumentos que le permitirán
restablecer su integridad territorial y esa postura es
compartida por EEUU.
A juicio de
Washington y Tbilisi, en la pasada cumbre de la OTAN en
Bucarest, la alianza demostró debilidad al aplazar la
invitación de Georgia y Ucrania a participar en programa
Plan de Acción de Adhesión a la OTAN (MAP, según las
siglas en inglés) y esto alentó a Rusia para adoptar
medidas para fortalecer sus relaciones y ampliar su
influencia en las regiones separatistas.
La lógica
que impera en la cúpula política estadounidense y
georgiana indica que Rusia
debe recibir señales claras de que la inclusión de
Georgia y Ucrania a la OTAN es un asunto resuelto y esto
automáticamente se convertirá en factor estabilizador.
Pero para
Moscú, esa lógica tiene un efecto diametralmente opuesto.
Entre más se aproxime Georgia a la OTAN, mayor será la
posibilidad de que Moscú emprenda pasos para reconocer las
regiones que Tbilisi no controla.
Para Rusia,
los vínculos ofrecidos por la Alianza Atlántica pueden ser
interpretados por Georgia como una posibilidad para usar la
fuerza en la solución de sus conflictos étnicos.
Los últimos
meses, la situación en el Cáucaso no despierta optimismo
porque EEUU ha adoptado una postura encaminada a
desestabilizar la situación. A medio año de que expire el
mandato del presidente estadounidense,
George W. Bush, su Administración necesita algún
logro en política internacional porque en el caso
contrario, la herencia que dejará el equipo Bush será una
larga lista de fracasos.
La invitación
a participar en el MAP a Ucrania y Georgia, o
al menos a uno de ellos, y que deberá aprobarse en
un encuentro de ministros de OTAN previsto en diciembre es
prácticamente la última oportunidad para obtener ese logro
que tanto busca la Casa Blanca.
Probablemente,
por eso EEUU ha reforzado la presión sobre los aliados
europeos que todavía dudan de la conveniencia de invitar a
Georgia y Ucrania a participar en el MAP y el apoyo
estadounidense a Georgia cada vez es más intenso y
evidente.
Una prueba
fue la reciente visita de Condolezza Rice a Tbilisi, capital
de Georgia.
Alentada
por la atención que es objeto, Georgia emprende acciones prácticas
para calentar la situación con las regiones rebeldes con
incidentes casi diarios en las zonas fronterizas.
La tensión
puede alcanzar su punto máximo a finales del otoño boreal
cuando la Administración
Bush emprenda el último esfuerzo para que Georgia entre en
el MAP y como demuestra la práctica, en vísperas de ese
tipo de acontecimientos será muy alto es riesgo de que
estalle la violencia en Abjasia y Osetia del Sur.
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