Fracaso
del títere georgiano de Bush
Los
pueblos pagan con sangre el juego de
las “grandes potencias”
Por
Claudio Testa
Socialismo o Barbarie, periódico, 14/08/08
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Mentiras
en el Cáucaso
El
doble discurso de Putin y Bush
Según
un despacho de Reuters, “Putin dijo que «es una
pena que algunos de nuestros socios [Bush] no nos
ayuden, sino que tratan de ponernos trabas. Me
refiero, entre otras cosas, al traslado en aviones
estadounidenses del contingente militar de Georgia en
Irak»... Putin también arremetió contra el cinismo
de Washington y comparó las acciones del presidente
georgiano, Saakashvili, con los crímenes de guerra
perpetrados por el ex líder iraquí Saddam Hussein.
«Saddam fue ahorcado por arrasar varios pueblos
chiítas. Pero el actual líder georgiano, que en
menos de una hora borró de la faz de la Tierra
decenas de localidades osetias y quemó viva a la
gente en sus casas, ¡debe ser protegido!»,
ironizó”.
Efectivamente,
Bush salió en defensa incondicional de “su hombre
en el Cáucaso”. Pero la indignación de Putin
contra su ex “socio” es también selectiva y
parcial. Se olvida que si Saakashvili “borró de la
faz de la Tierra decenas de localidades... y quemó
viva a la gente en sus casas”, es lo mismo que ha
hecho el Ejército Ruso bajo su mando en Chechenia...
y el de su “socio” Bush en Iraq.
Tanto
Bush como Putin tienen un doble discurso en relación
a las nacionalidades y etnias minoritarias. Según de
quién se trate, “apoyan” sus derechos o los
niegan. En un caso hablan del “derecho a la
autodeterminación”; en el otro, de la “integridad
de las fronteras nacionales”.
Los
sur-osetios, piden la autodeterminación nacional...
exactamente lo mismo que los Chechenos en Rusia. Putin
apoya a los primeros y masacra a los segundos.
Bush
hace lo mismo, aunque con algunos millones más de
muertos en su haber. Apoya la independencia de los
albano-kosovares en Serbia, pero repudia la de los
osetios en Georgia. A su vez, en Medio Oriente, para
fragmentar Iraq y conseguir mercenarios que combatan a
la resistencia, Bush apoya a los kurdos que viven en
el norte de ese país... pero al mismo tiempo aplaude
a Turquía en las masacres de kurdos que realiza
sistemáticamente. Aquí el cinismo imperialista llega
al máximo: a los kurdos hay que matarlos o apoyarlos,
según de qué lado de la frontera vivan. (Claudio
Testa) |
Entre la
noche del jueves al viernes 8, el presidente de Georgia,
Mijail Saakashvili, dio un paso que seguramente lamentará
toda su vida. Las tropas de esa pequeña república que fue
parte de la Unión Soviética invadieron la región autónoma
que lleva el nombre de “Osetia del Sur” (ver mapa).
Los osetios
–un grupo étnico diferente a los georgianos– habitan
desde el siglo XIII las montañas del Cáucaso, adonde
llegaron corridos por las invasiones de los mongoles. Allí
se asentaron a ambos lados, norte y sur, del monte Kasbek,
que con más de 5.000 metros es uno de los mayores de la
cordillera del Cáucaso.
En ese
momento, los osetios no debían imaginarse que, siglos más
tarde, el Imperio Ruso primero y la Unión Soviética después,
iban a trazar una frontera interna por las cumbres de esa
cordillera. Pero el problema estalló en 1991 cuando, al
disgregarse la URSS, ese límite interno se convirtió
en externo; es decir, en la frontera entre dos
estados distintos, la Federación Rusa y la República
de Georgia.
De esa
manera, unos 500.000 osetios quedaron de un lado de la
cordillera, en Osetia del Norte, dentro de Rusia. Otra porción,
unos 80.000, en el otro lado, Osetia de Sur, dentro de
Georgia.
Esta
situación llevó a graves choques armados en el sur entre
los osetios y las fuerzas georgianas. La población de
Osetia del Sur quería unirse a la del norte y proclamó su
independencia de Georgia. En relación con esos
enfrentamientos, ha habido denuncias creíbles de
“limpiezas étnicas” de una y otra parte.
Finalmente,
en 1992, se llegó a un acuerdo internacional. Se desplegó
en la zona una “fuerza de paz” formada por militares de
Rusia, Osetia del Norte, Osetia del Sur y Georgia. Desde
entonces, la región autónoma de Osetia del Sur
(formalmente parte de Georgia) funciona de hecho como
independiente, aunque ningún país la ha reconocido como
tal.
Ir
por lana... y salir trasquilado
Moscú ha
venido apoyando a los osetios, y con más fuerza desde que
Putin tomó las riendas en el Kremlin. Una de sus medidas
fue otorgar el pasaporte ruso a los sur-osetios que lo
soliciten, que son la inmensa mayoría. De esa manera, son
ciudadanos rusos... a los que está obligado a defender.
Teniendo en
cuenta esa situación, la gran pregunta que se hacen los
analistas en todo el mundo, es cómo el presidente Mijáil
Saakashvili cometió la insensatez de invadir Osetia
de Sur, disparando sin aviso contra las “fuerzas de
paz” rusas e iniciando, además, una sangrienta
“limpieza étnica” de osetios en la capital, Tsjinvali.
Con esas
excelentes justificaciones, el presidente ruso Dmitry
Medvedev declaró que “debo proteger la vida y la dignidad
de los ciudadanos rusos, estén donde estén. No vamos a
dejar que sus muertes queden sin castigo".
Como era de
esperar, el ejército ruso aplastó en pocas horas a las
fuerzas georgianas. Y, compitiendo con ellas en salvajismo,
no se limitó a “castigar” a los militares de
Saakashvili, sino que además bombardeó y arrasó
poblaciones civiles georgianas indefensas. La cadena de
desastres desatada por Saakashvili se completó en Abjasia
[ver mapa], otra región separatista, que se puso también
en pie de guerra contra él.
Dime
con quién andas...
Las
acciones de Saakashvili se explican a partir de que su sponsor
es George W. Bush. La “Revolución Rosa” del 2003
que lo subió al poder fue un movimiento abiertamente
apoyado y financiado por Washington.
En la
presidencia, Saakashvili ha sido un incondicional de Bush,
una especie de “Uribe del Cáucaso”. Envió más de
2.000 soldados a Iraq y pidió el ingreso a la OTAN, una
provocación que convertiría a su pequeño país en una
base militar y nuclear apuntada al corazón de Rusia... con
los consiguientes peligros. La prédica xenófoba antirusa
es su principal discurso político, junto al endiosamiento
de EEUU. Según informa la prensa europea, cuando comenzó a
perder la guerra, sus desesperadas palabras pidiendo auxilio
fueron: “¡Ya no se trata sólo de Georgia, se trata de América
y de sus valores!”
Son EEUU e
Israel los que han dado armas y entrenado al ejército
georgiano. El mes pasado, 1.200 soldados estadounidenses
participaron en ejercicios militares en Georgia. Al estallar
el conflicto, la aviación de EEUU trasladó inmediatamente
a los dos mil soldados georgianos desde Irak a su país.
El dato que
completa el panorama es la visita de Condolezza Rice a
Georgia en julio pasado. ¡Es imposible pensar que no
haya tratado con Saakashvili la cuestión de Osetia!
En este
cuadro, es un dato menor (y todavía difícil de saber) si
Saakashvili actuó con la venia de Washington... o si
simplemente “se pasó de revoluciones”.
¿Nueva
“guerra fría”?
Lo sucedido
nos remite a un tema mucho más amplio: ¿nueva “guerra fría”
entre el “Este” el “Oeste”? Putin se queja de que
"la Guerra Fría terminó hace tiempo, pero la
mentalidad de la Guerra Fría ha permanecido en las mentes
de varios diplomáticos estadounidenses. Es una verdadera
vergüenza".
Por
supuesto, no es cuestión de “mentalidades” de “varios
diplomáticos”, sino de las tensiones geopolíticas que
genera la crisis de dominación del imperialismo yanqui, por
un lado, y, en contraste, la relativa recuperación de Rusia
como “gran potencia”. Una “recuperación” que no
implica que volvamos al mismo escenario de la segunda
posguerra. No sólo porque Rusia es mucho más débil
que la Unión Soviética en esos años, sino porque la URSS no
era un país capitalista, lo que daba al enfrentamiento
con Occidente características cualitativamente distintas.
Sin
embargo, aunque no sea lo mismo, la actual crisis nos revela
un escenario mundial cada vez más lejos del mundo
“unipolar” regido indiscutiblemente por EEUU, que fue la
fantasía de los años ’90. La desesperada actitud yanqui
de construir una especie de “Cortina de Hierro al revés”
alrededor de Rusia no es una demostración de fuerza, sino
de debilidad. El fracaso rotundo de su títere georgiano
hace resaltar eso aún más.
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