El
mundo cambió en el Cáucaso
Por
Alfredo Jalife–Rahme
La Jornada, 20/08/08
Fue en el Cáucaso
donde los dioses del Olimpo encadenaron al titán Prometeo
para que un águila le corroyera permanentemente el hígado,
en castigo por haber robado el secreto del fuego, que libró
a los humanos, quienes por cierto no han sabido usarlo
racionalmente.
Pese a que
Prometeo significa “previsor” en griego, la metáfora
energética de Prometeo Encadenado, obra inigualable del
dramaturgo heleno Esquilo, que tanto fascinaba a Marx,
vuelve a planear en el Cáucaso, tránsito de los
hidrocarburos del mar Caspio a los mares Negro y Mediterráneo.
Esta vez el
castigo de los nuevos dioses del siglo XXI puede ser
aniquilante para el género humano, cuando han arreciado los
fantasmas de una tercera guerra mundial nuclear, con la que
coquetean los halcones y águilas de Estados Unidos: Baby
Bush, Dick Cheney, Condie Rice y hasta el candidato
presidencial John McCain (F. William Engdahl; Asia Times,
13/8/08; y Steve Weissman, “La guerra de McCain: Jugando
con fuego nuclear”, Truthout/Perspective, 20/8/08).
En medio
del colapso financiero del modelo neoliberal anglosajón, es
probable que una nueva guerra fría en el Cáucaso le
asiente más al panameño McCain que a Obama (ver Bajo la
Lupa, 17/8/08).
Con su réplica
genial en Georgia al aventurerismo militar israelí–anglosajón
en Kosovo, Vlady Putin, quien comienza a emular las hazañas
de Bismarck, regresó la historia 20 años. Claro, hoy ni
Estados Unidos, en plena disolución financiera, ni la ex
URSS, balcanizada, son las mismas de antaño, pero ambas
conservan sustanciales dotaciones nucleares para
exterminarse mutuamente.
La
“revolución rosada (sic)” de Mikheil Misha Saakashvili,
instrumento del megaespeculador George Soros y los halcones
neoconservadores straussianos, resultó demasiado escarlata
para sus vecinos y propios ciudadanos. Misha no es Prometeo,
aunque lo haya pensado en algún momento, cuando se atrevió
a despertar al oso ruso de su letargo, y al contrario del épico
Titán cultivó por encargo las semillas que pueden cosechar
las bombas atómicas en Eurasia.
El mundo
cambió en el Cáucaso, mientras Eurasia se encuentra en una
nueva correlación de fuerzas cuyas reverberaciones se
empiezan a sentir en la “periferia inmediata” y lejana
de Rusia: en Transnistria (república separatista en
Moldavia), Azerbaiyán, Ucrania, Polonia y hasta en Líbano,
en forma folclórica, donde el líder de la secta druza,
Walid Jumblat, jefe del Partido Progresista Socialista,
“pro occidental y pro israelí”, abandonó a Estados
Unidos para aliarse a Hezbolá (Debka, 13/8/08).
Los
llamados “conflictos congelados” se descongelan: los
rescoldos de los Balcanes, como consecuencia de la
independencia unilateral de Kosovo, han incendiado las
flamas del Cáucaso al otro lado del mar Negro.
Pakistán,
en plena convulsión geopolítica, donde acaba de ser
obligado a renunciar el presidente Pervez Musharraf,
representa otro “superfuego” que se puede conectar en
cualquier momento a la pirotecnia bélica a los dos lados
del mar Negro.
El diplomático
indio M.K. Bhadrakumar (MKB; Asia Times, 19/8/08) afirma que
“una convulsión geopolítica que mide seis puntos en la
escala Richter está destinada a producir ondas de choque
posteriores”.
Los
halcones de Kosovo y las águilas del Cáucaso, soltados por
el eje israelí–anglosajón, comparan la represalia rusa
en Osetia del Sur con el aplastamiento libertario, hace 40 años,
en Checoslovaquia por los tanques soviéticos. No es lo
mismo: es mucho más profundo en términos estratégicos,
porque Checoslovaquia, Polonia y Hungría eran satélites
soviéticos; ni siquiera se parece a Afganistán, la
expedición fallida de la URSS; tampoco son Daguestán ni
Chechenia, en la etapa restringida rusa. Se trata de la
primera expedición triunfal de Rusia en el nuevo orden
multipolar, que con un mínimo costo militar y un sencillo
movimiento de ajedrez, al estilo Putin (quien practica
estupendamente el judo), ha puesto en evidencia el
desasosiego geoestratégico anglosajón en el Cáucaso.
La lucha
será por el alma de la Unión Europea (UE), susceptible de
fracturarse en dos bloques: uno, más sensato (que los
halcones y águilas de la Casa Blanca desprecian como
“apaciguadores”), conformado por Alemania, Francia e
Italia; y el otro, totalmente sometido a los intereses
anglosajones y que evidentemente jefatura Gran Bretaña,
dispuesta a llegar hasta una tercera guerra mundial nuclear.
El resto de los países de la UE y la OTAN se sumarán en
torno a estos bloques internos, de por sí quebrantados por
el “euro” y la Constitución.
A la genial
jugada geoestratégica de Putin en el Cáucaso, los
superhalcones de la Casa Blanca han respondido vigorosamente
con la ominosa incorporación de Polonia al controvertido
sistema balístico misilístico de defensa (BMD), mediante
la instalación de 10 interceptores y cohetes Patriot. El
premier polaco, Donald Tusk, exclamó jubiloso, sin ser
Julio César, que “hemos cruzado el Rubicón”.
No es poca
cosa. A medio año de su despedida definitiva, el régimen
torturador bushiano levanta la puja con armas nucleares.
Engdahl
aduce que “desde el fin de la guerra fría, Estados Unidos
y la OTAN han proseguido en forma sistemática lo que los
estrategas militares denominan “primacía nuclear” (Ver
Bajo la Lupa, 15/7/07): “si una de dos potencias nucleares
antagónicas es capaz de desarrollar primero un operativo
sistema antimisiles de defensa, aunque fuese primitivo,
puede debilitar dramáticamente un contragolpe potencial del
arsenal nuclear de su adversario; el lado con la defensa
misilística habría entonces ganado la guerra nuclear”.
La réplica
de Rusia no se hizo esperar. Su presidente, Dimitri
Medvedev, declaró que el movimiento hostil de Estados
Unidos en Polonia estaba dirigido contra Rusia y no contra
Irán (como pregonan los cuentos texanos). ¿Con quién
pretende querellarse la católica Polonia, que parece no
haber aprendido nada de sus tragedias geopolíticas
anteriores? ¿Contra Alemania o Rusia, o las dos, o contra
Irán? ¡Demencial!
El subjefe
del Estado Mayor ruso, Anatoli Nogovitsyn, puso en
perspectiva las represalias por venir de la nueva Rusia:
“al desplegar el sistema estadounidense (el BMD), Polonia
encara un ataque nuclear”, y agregó que el acuerdo entre
Estados Unidos y ese país “no podía quedar sin
castigo”.
Con o sin
el contencioso de Rusia y Georgia en Osetia del Sur, el
despliegue nuclear de los halcones de la Casa Blanca era
imparable. La balcanización de Georgia acelera el proceso
de una decisión tomada de antemano por el régimen
torturador bushiano, que quizá empujó al abismo a su
ingenuo aliado georgiano para conseguir su objetivo nuclear
en Polonia.
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