Orígen
de los problemas en la región más multicultural del globo
La
cuestión nacional en el Cáucaso y en Georgia
Por
Isaac Bigio (*)
Rodelu.net, 17/08/08
Usualmente
se suele hablar de la raza caucásica para referirse a los
humanos de tez blanca. El Cáucaso es una cadena de nevados
que separa a Europa y el Asia. Se supone que de allí se
esparcieron hacia el resto del mundo la gente de piel color
de nieve. Sin embargo, esta región tan transitada también
es una de las que más ha recibido el flujo de tantos
cientos de pueblos que han pasado entre las estepas de
Europa del este y las mesetas, ríos y desiertos del Medio
Oriente.
Enjambre
caucásico
El
ser un puente lleno de valles separados por montañas ha
transformado al Cáucaso en el rincón más multi–cultural
del planeta. Este es el lugar de Europa donde hay más
naciones musulmanas y también el único (que en su
periferia norte) tiene un pueblo de fe budista y lengua
mongola (los kalmukos).
Allí
hay naciones de lenguas turcas (como los de Azerbaiyán) que
originalmente provienen del Asia Central. También hay
enclaves de pueblos de lenguas griega o iraní. Hasta la II
Guerra Mundial había áreas totalmente germanas en la
cuenca del Volga (el mismo que desemboca en el Mar Caspio
que da al Cáucaso). Hay por lo menos veinte lenguas
originarias en el Cáucaso que tienen muchos hablantes
(aunque de ellos solo los georgianos cuentan con un Estado
propio). Los armenios son un pueblo nativo pero con otra
matriz lingüística y que cuenta con su propio alfabeto e
iglesia (la misma que se jacta de ser una de las primeras
que tuvo el cristianismo). Los rusos tienen enclaves en
distintas partes y especialmente en el norte del Cáucaso.
En esta zona se usan diversos alfabetos tan distintos (el
latino, el cirílico eslavo, el árabe–persa o el
armenio).
Este
enjambre de pueblos ha hecho que esta zona muchas veces se
tiña de sangre. Los armenios, por ejemplo, fueron el primer
pueblo en sufrir genocidio en una guerra mundial (durante
1914–18 un millón y medio de ellos fueron exterminados
por Turquía).
La
solución bolchevique
Durante
la revolución rusa los bolcheviques quisieron ganar a todos
los pueblos del Cáucaso y del antiguo imperio zarista
prometiéndoles liberarles del yugo ruso y de darles
autodeterminación nacional. Muchos de estos pueblos (sobre
todos los que tenían muchas tradiciones nómades) apoyaron
inicialmente a los opositores de Lenin y él buscó
atraerles ofreciéndoles autonomía y redistribución de
tierras.
Sin
embargo, los ‘rojos’ invadieron Georgia en 1921 (la
misma que entonces tenía un gobierno socialdemócrata)
planteando que la autodeterminación nacional quedaba
supeditaba a las necesidades de defender al ‘primer Estado
obrero’ frente a la ‘contra–revolución
pro–imperialista’.
Los
comunistas oficializaron todas las lenguas y en algunos
casos crearon sus primeros alfabetos, escuelas y
bibliotecas. Ellos también crearon 3 repúblicas soviéticas
en el Cáucaso (Armenia, Azerbaiyán y Georgia). Las tres
estaban pobladas mayoritariamente por pueblos con idiomas y
tradiciones religiosas disímiles. Azerbaiyán se convirtió
en un lugar muy importante gracias a sus pozos petroleros y
a que su capital (la industrializada Bakú) fue el reducto
de la ‘ofensiva proletaria’ hacia el mundo musulmán.
Además,
a los otros pueblos del Cáucaso se les permitió tener
‘repúblicas socialistas autónomas’ dentro de otras repúblicas
soviéticas. Dentro de Georgia habían dos: Abjasia (en la
frontera noroeste con Rusia) y Azdaria (en la frontera
suroeste con Turquía); además de la región especial
(‘Oblast’) de Osetia del Sur. Azerbaiján y Armenia
quedaron extrañamente separadas y entrelazadas. Una zona
armenia (el Alto Karabakh) quedó dentro de Azerbaiján y el
oeste de Azerbaiján (Nakhchiván) quedó separado del resto
de la república debido a Armenia.
En
el Cáucaso norte dentro de la federación rusa quedaron las
repúblicas autónomas socialistas de Chechenia e Ingushetia
(luego separadas), Dagestán, Kabardino–Balkaria, Kalmukia
y Osetia del Norte. Todas estas entidades, además de
Adiguesia y Karacháevo–Cherkesia, han adquirido el rango
de repúblicas dentro de la actual Rusia.
Dagestán
apenas tiene 2,5 millones de habitantes pero allí se hablan
unas 50 lenguas autóctonas, aunque ninguna de ellas llegue
a ser el idioma madre de aunque sea un 30% de su población.
Tras
la muerte de Lenin un caucásico (el más famoso que haya
producido la historia, el georgiano José Stalin) se
convirtió en el nuevo dictador soviético y él fue
adoptando una extrema dureza contra las distintas
nacionalidades buscando impulsar formas de ‘rusificación’.
Muchos caucásicos, y sobre todo ucranianos, perecieron
durante la ‘colectivización forzosa’. Cuando se
desataron la II Guerra Mundial y la invasión nazi muchos
pueblos caucásicos, al igual que los tártaros de Crimea o
los alemanes del Volga, fueron deportados. Algunos, como
muchos chechenes, volvieron. Las repúblicas socialistas autónomas
de los tártaros y los germanos no solo fueron borradas del
mapa sino que sus poblaciones fueron étnicamente limpiadas.
La
caída del bloque soviético
El
primer conflicto étnico que generó el desbande soviético
ocurrió, precisamente, en el Cáucaso. En 1988 el Alto
Karabakh, una región armenia en medio de Azerbaiyán,
planteó su fusión con el resto de Armenia. La crisis
produjo movilizaciones de masas, las mismas que luego fueron
contagiando a Europa del Este y al oeste soviético. En 1991
la situación de dicha región generó una guerra entre las
nuevas repúblicas independientes de Armenia y Azerbaiyán.
Cuando
a fines de 1991 la Unión Soviética se desintegra, todas
sus 15 repúblicas constitutivas de declaran independientes.
Sin embargo, quedaba pendiente la situación de las regiones
y repúblicas autónomas dentro de éstas. Varias de ellas
se declararon independientes. Algunas, como el Alto Karabakh
(en Azerbaiyán) o Abjasia u Osetia del Sur (ambas en
Georgia), se han mantenido como repúblicas soberanas de
facto, pese a que nadie les reconoce internacionalmente.
Esta situación es similar a la de Transdniestria (la república
rusófila oriental de Moldavia).
Rusia
no se ha opuesto a éstas y en la mayoría de los casos las
ha alentado buscando mantener una serie de satélites amigos
que cuestionen los intentos de Georgia o Moldavia de
acercarse a la Unión Europea y a la OTAN.
Sin
embargo, dentro de su territorio se opone a cualquier forma
de independencia de las repúblicas caucásicas, aunque eso
haya llevado a la guerra más cruenta de todas en dicha región.
Esta es la de Chechenia, la misma que ha conducido a la
demolición de su capital y a que Moscú sea atacada por
grupos de terror chechenos.
Hay
repúblicas caucásicas en Rusia que están contentas en
este país. Osetia del Norte, por ejemplo, más bien se
siente agradecida que Moscú proteja a sus connacionales que
viven en Georgia y que les haya ofrecido a éstos pasaportes
rusos.
El
ejemplo de Kosovo
Desde
1991 en adelante todas las 3 repúblicas socialistas de
Europa oriental (URSS, Yugoeslavia y Checoeslovaquia) se
desintegraron y todas sus 23 repúblicas componentes ya han
sido reconocidas como miembros de las Naciones Unidas.
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Osetia
Los
700,000 osetios son la única nación del Cáucaso que
tiene una lengua iraní, aunque están lejos de Irán
y no son musulmanes sino cristianos ortodoxos. Cuando
la Unión Soviética se desintegró en 1991 Osetia del
Norte se quedó en Rusia y Osetia del Sur en Georgia.
Empero, esta última se independizó de Georgia,
ratificó ello en un popular referendo y ha mantenido
una soberanía de hecho.
Occidente
ha reconocido que Kosovo se independice de su rival
Serbia, pero se niega a contemplar que Osetia del Sur
y Abjazia se separen de su aliada Georgia, cuyo
presidente Saakashvili quiere que su país entre a la
OTAN y acaba de hacer volver a sus 2,000 tropas desde
Iraq.
Saakashvili,
más bien, aprovechó el inicio de las olimpiadas para
re–ocupar Osetia del Sur. Rusia ha respondido con
rapidez y firmeza porque no quiere seguir
retrocediendo en sus áreas de influencia, porque no
está tranquila que Occidente haya inaugurado un ducto
que saca gas desde el Mar Caspio hacia el
Mediterráneo sin pasar por su suelo y porque no
quiere que la OTAN y la UE sigan reclutando ex Estados
soviéticos.
George
y Georgia
Tras
la desintegración de la Unión Soviética casi todos
los gobiernos de Europa oriental han girado hacia la
Unión Europea y hacia la OTAN. Las excepciones han
sido Serbia, Bielorrusia y Rusia, quienes, si bien han
restablecido el capitalismo, aún quieren mantener un
rumbo distinto al que preconizan Washington o Berlín.
Serbia ha quedado más aislada después que
recientemente Montenegro y Kosovo se le han separado
buscando entrar en la euro–zona. Rusia ha venido
viendo como sus antiguas dependencias ex soviéticas a
su oeste (como Lituania, Letonia, Estonia, Moldavia y
Ucrania) giran en torno a la UE.
El
presidente de Georgia Saakashvili, por su parte, se ha
convertido en el mayor hincha de George Bush en el
Cáucaso. A Rusia le inconforma ello y que hoy este
país sea el puente por el que pasa un ducto que
conecta los hidrocarburos del Mar Caspio con el
Mediterráneo sin pasar por su territorio y rompiendo
el monopolio gasífero ruso hacia Europa.
Para
contrarrestar el avance de EEUU en su entorno, Moscú
ampara a dos regiones separatistas de Georgia (Osetia
del Sur y Abjasia). Estas dos, al igual que
Transdniestria en Moldava, son repúblicas
independientes de facto, aunque la ONU no les
reconozca. Ahora que Occidente acepta la soberanía de
Kosovo, Rusia quisiera pedir que estas naciones
también tengan el derecho a la autodeterminación.
En
Serbia George Bush impulsó la escisión de Kosovo,
mientras que en Georgia hace lo opuesto. El hoy es
incapaz de enviar tropas a socorrer a su aliado, pero
necesita evitar que él sea derrocado y que la
ofensiva militar rusa sea 'contenida' sin que escale
más.
Nuevos
Kosovos
La
ONU reconoció la independencia de las 23 repúblicas
que antes formaron parte de las federaciones
socialistas de Checoeslovaquia, Yugoeslavia y la URSS.
Sin embargo, dudaba en aceptar la soberanía de
algunas regiones internas que estas repúblicas
hubiesen tenido.
Una
vez que se ha reconocido la separación de la
provincia de Kosovo ante Serbia, entonces se abre la
posibilidad legal para que otras naciones que ejercen
una independencia de facto busquen entrar a la ONU.
Estos son los casos de las repúblicas pro–rusas de
Transdniestria en Moldavia y de Abjasia y Osetia del
Sur en Georgia.
Washington
aceptó la independencia de Kosovo porque quería
minar a su rival serbio y porque ésta quiere entrar a
la UE. Sin embargo, no puede aceptar dividir a países
amigos como Moldavia y, especialmente, Georgia.
Rusia
se erige como el gran protector de esas tres
repúblicas, aunque en su propio territorio ha
reprimido brutalmente a Chechenia cuando ésta
declaró su soberanía. La autodeterminación nacional
es un principio que proclaman Bush y Putin pero que
ambos supeditan a sus ambiciones. |
La
fragmentación estatal es una forma de quebrar la anterior
economía estatizada y planificada para dar paso a economías
de mercado y a nuevas clases empresariales locales insertas
en la globalización.
Ante
el avance de la Unión Europea y de la OTAN que buscan ir
cooptando a todas las nuevas repúblicas post–soviéticas
en su seno, ha habido dos importantes resistencias: una es
la de Rusia–Bielorrusia y otra es la de Serbia.
Esta
última no ha rechazado el retorno al capitalismo, sino
hacerlo bajo las condiciones de una Unión Europea dominada
por Alemania.
Históricamente
hay una relación entre el pan–eslavismo y el
pan–germanismo. Cada vez que Alemania busca unirse y
fortalecerse ésta requiere dividir a los eslavos del sur
para ganar sus antiguas zonas de influencia en lo que antes
fueron dependencias de Austria (tales como Eslovenia,
Croacia o Bosnia). Cada vez que Berlín pierde una guerra
Belgrado busca, más bien, unirse con esas naciones eslavas.
En
su avance el eje Berlín–Viena ha logrado presionar para
desintegrar a Yugoeslavia y aislar a Serbia. Ahora Occidente
ha reconocido la independencia de Kosovo, una provincia que
nunca tuvo antes el rango de república o estado autónomo
en toda la historia.
Esto
es un cambio en los principios internacionales, el mismo que
abre la compuerta para que otras regiones que no fueron repúblicas
dentro de la antigua Unión Soviética reclamen que se les
reconozca su independencia de facto.
Hay
tres casos muy claros: Transdniestria (una república eslava
pro–rusa en el este de Moldavia) y Osetia del Sur y
Abjasia (en el norte de Georgia). Mientras que Kosovo
consiguió una independencia de facto recientemente y tras
una ocupación militar extranjera, estos 3 países tienen
una soberanía ganada desde inicios de los 1990’s.
Ninguno
de ellos es reconocido por ningún otro país (algo que hace
su situación legal más difícil que incluso la república
turca del noreste de Chipre que solo es aceptado por
Ankara). Sin embargo, dado el precedente de Kosovo éstos
tienen todo el derecho de solicitar querer entrar a la ONU.
No
obstante, Rusia no les anima a tal camino porque aceptar el
derecho de la partición de las repúblicas post–soviéticas
implicaría que Chechenia quisiese hacer lo mismo dentro de
Rusia y eso permitiese que otras naciones de su Estado
quisiesen seguir tal ejemplo.
La
estrategia rusa consisten en mantener a estas ‘repúblicas’
como poderes independientes de facto, pero que no anuncien
separarse de sus respectivos Estados, al mismo tiempo que
Moscú les usa como instrumentos para minar a gobiernos que
sean pro–Unión Europea.
El
oro negro
El
Medio Oriente es el principal reservorio de petróleo del
planeta. El Cáucaso, que está en su encima, llegó a serlo
a inicios del Siglo XX, y aún en su entorno mantiene
cuantioso potencial.
Turkmenistán,
que está en la costa oriental del Mar Caspio, es el Kuwait
post–soviético y Occidente no le hace mayor problema pese
a tener el régimen más autocrático y personalista de la
zona. Azerbaiyán en la costa occidental produce gas que
Occidente necesita.
Rusia
siempre quiso ser el territorio por donde pasasen los
gasoductos y que mantuviese una suerte de monopolio en la
producción o exportación del gas del antiguo mundo soviético
hacia la Unión Europea.
Sin
embargo, recientemente se terminó de construir un largo
ducto que conecta las plantas de hidrocarburos de Azerbaiyán
en el Mar Caspio con el Mediterráneo, a través de Turquía,
sin tener que pasar por Rusia, gracias a que Georgia les ha
habilitado su territorio.
La
guerra de Chechenia fue cruenta porque por su zona o su
entorno debía fluir el gas que iba de los mares Caspio al
Negro. La actual guerra georgiana también tiene un sabor a
oro negro por que Rusia no ve con agrado el nuevo ducto y
menos aún que EEUU trate de hacer que otra de las repúblicas
ex soviéticas entre a la OTAN.
Antes
con mucho desagrado pero con impotencia ha visto como todas
sus antiguos dependencias o satélites de Europa del este
han acabado entrando a la OTAN o a la UE, pero no quiere que
ello acontezca en otras zonas, como el Cáucaso que es el
puente entre Europa y la Mesopotamia.
Actual
guerra y perspectivas
Al
inicio de las olimpiadas Georgia envió a sus tropas para
re–posesionarse de Osetia del Sur (entidad a la que ni si
quiera reconoce como tal nombre). Así el presidente Mijail
Saakashvili pretendía consumar su objetivo de intervenir en
las regiones separatistas de Osetia del Sur y Abjasia
aprovechándose de una coyuntura internacional favorable.
No
obstante, Rusia respondió con firmeza y rapidez enviando
sus tropas para ‘liberar’ Osetia del Sur y bombardear
zonas georgianas aledañas.
Ante
el peligro que Rusia quisiese tomar la capital (Tiblisi) y
derrocar al presidente pro–Bush, Condi Rice les respondió
que no estamos en 1968 y que Georgia no puede ser Praga.
Efectivamente, no hay una paridad soviético–estadounidense
sino una clara supremacía de EEUU. Por otro lado, Georgia
no está atada a Moscú tras un Pacto militar como el de
Varsovia. Más bien, apunta a aliarse con Ucrania para
entrar juntas a la OTAN.
Rusia
no se atreve a ocupar Georgia por temor a generar una
situación peor que la de Chechenia, mientras que corre el
riesgo de ser expulsado del Grupo de los 8 y de que varios
de sus intereses en Occidente queden congelados.
Más,
tampoco puede recular por que necesita demostrar que sigue
siendo la superpotencia de la zona y que no se puede
aplastar a sus aliados.
Las
posibilidades de una guerra total quedan descartadas, aunque
se vuelve a un escenario similar a la de la guerra fría.
Esta vez no hay una contradicción entre dos sistemas antagónicos
(uno basado en una economía estatizada y planifica con un
partido único y otro en el capitalismo liberal) sino entre
dos variantes de una economía de mercado y entre dos
perspectivas geopolíticas (la de Occidente que quiere
fortalecer la influencia de EEUU y la UE en el mundo y Rusia
que quiere bailar con su propio pañuelo en la política
mundial y mantener sus propias corporaciones empresariales).
Georgia
demanda entrar rápido a la OTAN y que ésta envíe allí
tropas. Afirma que no quiere quedar aislada y ocupada como
pasó en 1921. Por su parte Occidente no se atreve a tal
medida para no provocar una mayor confrontación. Putin, por
su parte, no se atreve a ocupar Georgia y lo que quiere son
garantías para que no se vuelva a ocupar las republiquetas
aliadas de Sud–Osetia o se intente hacerlo con Abjasia, así
como crear obstáculos para que Georgia o Ucrania se sumen a
la OTAN o a la UE.
La
autodeterminación de las naciones seguirá siendo una
bandera que Moscú y Washington usen, abusen o nieguen a su
antojo. Cuando a Bush le convenga la desplegará en Kosovo
aunque la negará para los osetios y los abjases. Lo opuesto
pasa con Putin.
Londres,
14 de agosto de 2008
(*)
Isaac Bigio es un analista internacional formado en la
London School of Economics & Political Sciences.
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