¿Por
qué no abolir simplemente la OTAN?
Por
Rodrigue Tremblay (*)
TheNewAmericanEmpire.com/blog,
20/08/08
Traducido
por Germán Leyens
Tlaxcala, 24/08/08
[El
objetivo de la OTAN es] “mantener afuera a los rusos,
adentro a los estadounidenses, y abajo a los alemanes.”
– Lord Ismay, primer Secretario General de la OTAN
“Deberíamos
convocar de inmediato una reunión del Consejo del Atlántico
Norte para evaluar la seguridad de Georgia y estudiar
medidas que la OTAN pueda tomar para contribuir a
estabilizar esta situación muy peligrosa.” – Senador
John McCain, (8 de agosto de 2008)
La
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) es una
reliquia de la Guerra Fría. Fue creada el 4 de abril de
1949 como una alianza defensiva de países de Europa
Occidental más Canadá y EE.UU., para proteger a esos países
contra intrusiones de la Unión Soviética.
Pero,
desde 1991, el imperio soviético dejó de existir y Rusia
ha estado cooperando económicamente con los países
europeos occidentales, suministrándoles gas y petróleo, y
todo tipo de materias primas. Esto ha aumentado la
interdependencia económica europea y por lo tanto reducido
la necesidad de una alianza militar defensiva más allá del
propio sistema de autodefensa militar de los países
europeos.
Pero
el gobierno de EE.UU. no ve las cosas de esa manera.
Preferiría mantener su papel de protector condescendiente
de Europa y de única superpotencia del mundo. La OTAN es un
instrumento conveniente para ese efecto. Pero tal vez el
mundo debiera preocuparse por los que andan por el planeta
con un bidón de gasolina en una mano y una caja de fósforos
en la otra, pretendiendo que venden seguros contra
incendios.
Desde
ya, es un hecho que el gobierno de EE.UU. y la nomenclatura
estadounidense de asuntos exteriores ven a la OTAN como un
instrumento importante de la política exterior
estadounidense de intervención en todo el mundo. Como
numerosos políticos estadounidenses ya no apoyan de facto a
Naciones Unidas como la suprema organización internacional
dedicada a mantener la paz en el mundo, una OTAN controlada
por EE.UU. parecería ser, desde su punto de vista, un
sustituto atractivo en extremo para Naciones Unidas porque
asegura un frente legal para sus empresas militares
ofensivas, de otro modo ilegales, en todo el mundo.
Prefieren controlar totalmente una organización más pequeña
como la OTAN, a pesar de que se ha convertido en una
institución redundante, que tener que llegar a compromisos
en la ONU, donde a pesar de todo, EE.UU. tiene uno de los
cinco vetos en el Consejo de Seguridad.
Esa
es la potente base lógica tras las propuestas de reformar,
reorientar y ampliar la OTAN, para transformarla en un
instrumento flexible de la política exterior de EE.UU. Es
una demostración más de que instituciones redundantes
adquieren una vida propia. Por cierto, cuando deja de
existir el propósito para el cual fueron inicialmente
establecidas, se inventan nuevos propósitos para
mantenerlas a flote.
Respecto
a la OTAN, el plan es convertirla en una alianza política y
militar ofensiva imperial agrandada, dominada por EE.UU.,
contra el resto del mundo. Según el plan, la OTAN sería
ampliada en la región centro–este europea para que
incluya no sólo a la mayoría de los antiguos miembros del
Pacto de Varsovia (Polonia, la República Checa, Eslovaquia,
Bulgaria, Rumania, Albania y Hungría) y a muchas de las
antiguas repúblicas de la Unión Soviética (Estonia,
Lituania, Latvia, Georgia y Ucrania), sino que también
incluya a Japón, Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur, y
posiblemente admita a Israel en Oriente Próximo.
Actualmente, la OTAN, inicialmente de 12 miembros, ha
crecido rápidamente hasta ser una organización de 26
miembros. En el futuro, si EE.UU. se sale con la suya, la
OTAN será una organización de 40 miembros.
En
EE.UU., tanto republicanos como demócratas ven a la antigua
OTAN transformada en esta nueva alianza militar ofensiva
como una buena idea (neoconservadora) para promover los
intereses estadounidenses en todo el mundo, así como los de
sus aliados más cercanos, tales como Israel. No es una idea
activamente impulsada sólo por el gobierno neoconservador
Bush–Cheney, sino también por los asesores
neoconservadores de ambos candidatos presidenciales
estadounidenses de 2008, el senador John McCain y el senador
Barack Obama. Por cierto, ambos candidatos presidenciales en
2008 son entusiastas intervencionistas militares,
esencialmente porque ambos se basan en asesores que
provienen del mismo campo neoconservador.
Por
ejemplo, el apuro con el que Bush–Cheney prometieron
imprudentemente la membresía en la OTAN a la antigua república
soviética de Georgia y el apoyo y suministro militares
estadounidenses, es un buen ejemplo de cómo ven a la OTAN
en Washington D.C. los dos principales partidos políticos
estadounidenses. Por un lado, el candidato presidencial
republicano John McCain concibe un nuevo orden mundial
construido alrededor de una “Liga de Democracias”
inspirada por los neoconservadores, que reemplazaría de
facto a Naciones Unidas y a través de la cual EE.UU.
gobernaría el mundo. Por otro: la posición del senador
Barack Obama no está muy lejos de las propuestas de política
exterior del senador McCain. Por cierto, el senador Obama
propugna el uso de la fuerza militar de EE.UU. e
intervenciones militares multilaterales en crisis
regionales, con “propósitos humanitarios”, incluso si
al hacerlo, hay que dejar de lado a Naciones Unidas. Por
ello, si alguna vez llega al poder, es seguro que el senador
Obama no tendría ningún escrúpulo para adoptar la visión
del mundo del senador McCain. Por ejemplo, ambos candidatos
presidenciales probablemente apoyarían la eliminación de
la cláusula que excluye un “primer ataque” de la
convención de la OTAN. Puede ser considerado seguro que con
cualquiera de los dos en la Casa Blanca, el mundo sería un
sitio menos lícito y menos seguro, y no sería más
avanzado de lo que ha llegado a ser bajo la desaforada
administración Bush–Cheney.
Sin
embargo, es difícil ver de qué manera este nuevo papel
ofensivo de la OTAN pueda servir los intereses de los países
europeos o de Canadá. Europa occidental, en particular,
tiene todo que temer de una resurgencia de la Guerra Fría
con Rusia, y posiblemente con China. La transformación de
la OTAN de ser una organización militar defensiva del Norte
del Atlántico a ser una organización militar ofensiva
mundial dirigida por EE.UU. tendrá profundas consecuencias
geopolíticas internacionales en todo el mundo, pero
especialmente para Europa. Europa siente una fuerte atracción
económica por Rusia. Entonces, ¿porqué embarcarse en la
política agresiva del gobierno de Bush–Cheney de cercar a
Rusia con medios militares expandiendo a la OTAN hasta el
propio umbral de Rusia y colocando escudos de misiles
directamente junto a Rusia? ¿No sería mejor para Europa
desarrollar relaciones económicas y políticas armoniosas
con Rusia? ¿Por qué preparar la próxima guerra?
Y
en cuanto a Canadá, bajo el gobierno de minoría
neoconservadora de Harper, se ha convertido lamentablemente
en una colonia estadounidense de facto en lo que concierne a
los asuntos exteriores, y esto, sin ningún debate serio o
referendo a ese efecto dentro del país. Lo último que
Canadá necesita es seguir adelante por esa ruta minada.
Concluyendo,
parecería que la idea humanista de que la paz, el libre
comercio y el derecho internacional sean fundamentos del
orden mundial está siendo dejada de lado a favor de un
retorno a la política de gran potencia y a la diplomacia de
la cañonera. Es una recaída de 100 años. Es una vergüenza.
(*)
Rodrigue Tremblay, canadiense, es profesor emérito de
Economía en la Universidad de Montreal, y autor del libre
“The American Empire”.
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