Italia lidera la revancha fascista en
las democracias occidentales
Por
Chris Floyd (*)
Baltimore
Chronicle & Sentinel, 13/07/08
Rebelión 13/08/08
Traducido por Germán Leyens
El primer artículo firmado que
publiqué en un periódico tuvo que ver con el ascenso de
partidos políticos en Italia que orgullosamente proclamaban
su descendencia de los fascistas de Benito Mussolini. Fue
hace casi 30 años, cuando los recuerdos de la era fascista
en Italia y Alemania estaban todavía relativamente frescos:
no había que ser muy viejo – apenas de mediana edad –
para recordar haber crecido bajo esos regímenes o haber
sido afectado por su sombra de una u otra manera. Y, desde
luego, los regímenes en España y Portugal sólo habían
terminado unos pocos años antes de que apareciera el artículo.
De modo que el surgimiento de partidos importantes
abiertamente neo–fascistas en Italia – la cuna del
movimiento – fue un verdadero choque en esos días.
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Abrazo
Berlusconi–Bush: algo más que protocolo |
Ya no choca, claro está. Durante los
últimos 14 años, la política italiana ha sido dominada
por un bloque alineado con los fascistas, dirigido por un
malafamado oligarca, Silvio Berlusconi. Una breve descripción
del dudoso neo–Duce que escribí hace cinco años para
Bergen Record – en ocasión de la visita de Berlusconi al
rancho Crawford de su buen amigo, el malafamado oligarca
George W. Bush – sigue valiendo hoy en día:
“Berlusconi es el hombre más rico
de Italia, un magnate de los medios que ahora controla un
90% de los medios audiovisuales de la nación y gran parte
de los medios impresos – periódicos, revistas, y libros
– así como al principal equipo deportivo de Italia, la
mayor firma de servicios financieros y una vasta cartera de
otros fondos financieros. Su primer período en el poder
terminó en un revoltijo de procesos por corrupción; el
segundo ha sido marcado por una torpe manipulación de los
medios y un chocante uso de su mayoría parlamentaria para
amañar leyes que lo eximen a él y a sus compinches de
procesamientos actuales y de futuras investigaciones.
“Gobierna Italia mediante una
coalición derechista que incluye a un partido que se
proclama «sucesor» de la siniestra facción del dictador
fascista Benito Mussolini. Ha renegado rotundamente de sus
anteriores promesas de desprenderse de sus propiedades en
los medios, mientras conduce una implacable campaña
orientada a debilitar la autoridad del sistema judicial de
Italia, un baluarte del sistema democrático nacional en
permanente turbulencia. Ha despedido a periodistas de la red
estatal de televisión de Italia por criticar a su gobierno
– un acto de libre expresión que Berlusconi calificó de
«criminal».”
Berlusconi fue expulsado de su puesto
en 2006, pero volvió al poder este año encabezando su
coalición de línea más dura hasta la fecha. Y hogaño –
en nuestro mundo post–11–S, cuando los gobiernos
occidentales han adoptado como nunca antes la agresión, el
autoritarismo y la adoración del poder brutal – no es
necesario que los camisas negras de Berlusconi garrapiñen
sus tendencias fascistas. Sin embargo, aunque hemos
aprendido a esperar lo peor de nuestras democracias
degeneradas (y pocas veces nos desilusionan), sigue siendo
una especie de choque cuando se ve que Italia resucita una
de las políticas más brutales del fascismo, la satanización
oficial de todo un grupo étnico – de uno de los objetivos
históricos más afectados: los gitanos. Seamus Milne
informa en el Guardian:
“En el corazón de Europa, la policía
ha comenzado a tomar huellas digitales de niños por su raza
– con apenas un murmullo de protesta de gobiernos
europeos. La semana pasada, el nuevo gobierno derechista de
Silvio Berlusconi anunció planes para realizar un registro
nacional de todos los gitanos – gente roma y sinti –
estimados en unos 150.000 – sean nacidos en Italia o
inmigrantes. El ministro del Interior y luminaria central de
la xenófoba Liga Norte, Roberto Maroni, insistió en que la
toma de huellas digitales de todos los roma, incluyendo a niños,
era necesaria para «impedir el pordioseo» y, si era
necesaria, apartar a los niños de sus padres.
“La campaña étnica de toma de
huellas digitales forma parte de una medida de fuerza contra
los tres millones y medio de inmigrantes de Italia, en su
mayoría legales, realizada en una atmósfera de retórica
cada vez más histérica sobre crimen y seguridad. Pero los
vituperados roma, cuyas familias han estado, en algunos
casos, en Italia desde la Edad Media, sufren la peor parte.
El objetivo es clausurar 700 campos de okupas roma y obligar
a sus habitantes a abandonar las ciudades o el país.
Durante la misma semana en la que Maroni defendió sus
planes de registro racial en el parlamento, la máxima corte
de apelaciones de Italia dictaminó que era aceptable que se
discriminara a los roma sobre la base de que «todos los
gitanos son ladrones», no debido a su «naturaleza gitana».
Redadas oficiales y cierres forzados
de campamentos de los roma han sido salpicados de ataques
por grupos de energúmenos vigilantes. En mayo, rumores del
secuestro de una bebé por una mujer gitana en Nápoles
provocó una orgía de violencia racista contra campamentos
de los roma por matones que enarbolaban barras de hierro,
incendiaron caravanas y expulsaron a gitanos de sus chabolas
en docenas de ataques, orquestados por la mafia local, la
Camorra. ¿La reacción del gobierno de Berlusconi a los
ataques incendiarios y la limpieza étnica? «Es lo que pasa
cuando los gitanos roban bebés», se desentendió Maroni;
mientras su colega en el gabinete y líder de la Liga Norte,
Umberto Bossi, declaraba: «La gente hace lo que la clase
política no puede hacer.»
“Hay que recordar que esto sucede
en un Estado que bajo la dictadura fascista de Benito
Mussolini jugó un rol obsecuente en el Holocausto, en el
que se calcula que murió un millón de gitanos como seres
«subhumanos» junto al genocidio nazi cometido contra los
judíos. Las primeras expulsiones de gitanos por Mussolini
ya tuvieron lugar en 1926. Ahora los herederos políticos
del dictador, la pos–fascista Alianza Nacional, son
miembros de la coalición de gobierno de Berlusconi. En caso
de que alguien no se haya dado cuenta, cuando Gianni
Alemanno, de la Alianza, fue elegido alcalde de Roma en
abril, sus partidarios hicieron el saludo fascista gritando
«Duce» (equivalente al “Führer” alemán) y Berlusconi
se entusiasmó: «Somos la nueva Falange» (El partido
fascista español del general Franco).”
Como señala Milne, esta revancha
fascista no ha provocado la menor protesta de los dirigentes
del “mundo libre.” Por cierto, la semana pasada
saludaron con los brazos abiertos el retorno de Berlusconi
al círculo dorado de los supremos del G–8. Bush fue el más
entusiasta de todos, saludando a su viejo amigo y socio en
crímenes de guerra con gritos exaltados de “¡Amigo!”
(Bueno, en todo caso es una palabra extranjera, no del todo
italiana), para luego compadecerse por sus continuos
procesamientos penales (de los que, una vez más, trata de
librarse utilizando poderes estatales). “Leí que los
tribunales lo están persiguiendo de nuevo,” dijo el
violador de leyes estadounidense al sórdido mercader
italiano. “Es increíble. Nunca he visto nada parecido. Lo
persiguen constantemente.” (Sólo se puede esperar que
implacables fiscales también “persigan constantemente”
a Bush en los años por venir.)
II.
Pero Milne hace otra observación. El
ascenso del neofascismo en Italia, y en otros sitios, tiene
que ver con el colapso – o más bien la capitulación –
de los partidos de centroizquierda ante las perniciosas
doctrinas de la derecha. Por doquier, esos partidos – los
demócratas en EE.UU., los laboristas en el Reino Unido,
diversos socialdemócratas en toda Europa – se han
convertido en deslucidas copias de partidos conservadores,
adoptando políticas que han degradado la sociedad,
destruido comunidades, reforzado la injusticia, recompensado
la codicia, envenenado la tierra, apoyado el militarismo y
la agresión, infligido vastos sufrimientos a naciones en
desarrollo (a través de la camisa de fuerza de las
“reformas de mercado,” es decir el bienestar de cómplices
de las corporaciones), subvertido la democracia, disminuido
la libertad y aniquilado la noción misma del bien común.
Sin embargo, somos demasiado benévolos
al calificar este proceso de “capitulación.” Como ha señalado
muchas veces Arthur Silber, los demócratas – y el nuevo
laborismo y otros cobardes partidos de centroizquierda –
han apoyado la agenda derechista de la dominación elitista,
del militarismo y del desdén por el bien común porque están
de acuerdo con ella. Toda personalidad con puntos de vista
auténticamente “progresistas” ha sido segregada y
discriminada por la maquinaria del gran dinero que dirige a
los partidos. Gente semejante constituye siempre una minoría
entre las facciones egoístas que compiten por dominar los
asuntos de una nación. Pero solía haber una minoría más
sustancial de personas semejantes en la política de EE.UU.,
con suficiente influencia como para afectar a veces la política
nacional e incluso lograr algunos éxitos. Pero esa variedad
ha sido casi totalmente expurgada, como lo hemos visto en el
último Congreso demócrata – el Congreso más criticado e
impopular de la historia de EE.UU.]
Volviendo a Milne: “El mismo fenómeno
puede ser visto en diversos grados por toda Europa, donde
están en marcha partidos racistas e islamófobos: por
ejemplo el Partido del Pueblo Suizo de extrema derecha, que
logró el martes recolectar suficientes firmas para imponer
un referendo sobre la prohibición de minaretes en todo el
país. En Gran Bretaña, como subrayó la cinta sobre la
islamofobia de Peter Oborne en Channel 4, una mendaz campaña
mediática y política ha alimentado la hostilidad y la
violencia antimusulmana desde los atentados de 2005 en
Londres – igual como la hostilidad contra los solicitantes
de asilo fue provocada en los años noventa. La degeneración
social y democrática a la que ha llegado Italia puede
ocurrir en cualquier sitio en el clima existente.
“Italia suministra otra lección
para Gran Bretaña y el resto de Europa. La victoria
electoral de Berlusconi en abril se basó en el colapso de
la confianza en el gobierno de centroizquierda de Romano
Prodi, que se aferró a un limitado programa neoliberal y
fracasó miserablemente en el cumplimiento de sus promesas a
sus propios electores. Mientras tanto, políticos de
centroizquierda como Walter Veltroni, el ex alcalde de Roma,
hicieron el juego a la agenda xenófoba de los partidos
derechistas en lugar de enfrentarla – destruyendo
campamentos gitanos y afirmando de modo absurdo el año
pasado que un 75% de todos los crímenes eran cometidos por
rumanos (confundidos a menudo con los roma en Italia).
“Lo que realmente se requería,
como en el caso de otros países que tienen inmigración en
gran escala, era acción pública para suministrar viviendas
y puestos de trabajo decentes, medidas enérgicas contra la
explotación de trabajadores inmigrantes y apoyo al
desarrollo de los vecinos de Europa. Ahora se ha perdido esa
oportunidad, ya que Italia sufre un espasmo aciago y retrógrado.
La persecución de los gitanos es una vergüenza para Italia
– y una advertencia para todos nosotros.”
En la actual campaña presidencial de
EE.UU., podemos ver que esta dinámica de colaboración de
centroizquierda con la derecha – que ha estado teniendo
lugar durante casi un cuarto de siglo en ese país – se
desarrolla de nuevo. La “oleada” de Barack Obama hacia
la derecha – como lo muestra su voto a favor de la tiránica
medida de la FISA [Ley de Vigilancia de
Inteligencia Extranjera] – es sólo otra repetición de
este proceso. De la misma manera, su apoyo a la Guerra
contra el Terror; es verdad, quiere hacerla de un modo
“mas eficiente,” y tal vez agregar unos pocos objetivos
más – en Pakistán, digamos – pero quiere realizarla.
No oculta que quiere continuar ese proyecto militarista, que
ya ha matado a cientos de miles de personas inocentes,
llevado a la bancarrota el tesoro nacional, y ahora – con
el aumento del precio del petróleo debido a la Guerra
contra el Terror – estrangulado toda la economía
nacional. Todo esto – especialmente el continuo
embrutecimiento y vulgarización de la idiosincrasia
nacional – es precisamente lo que se requiere para
alimentar el neofascismo.
Y ya se está atiborrando en su
patria ancestral. Haciendo redadas de niños gitanos,
tomando sus huellas digitales, expulsándolos de sus casas,
aplaudiendo pogromos – como dijera Faulkner: el pasado
nunca se muere; ni siquiera es pasado.
(*)
Periodista, autor de “Empire Burlesque (High Crimes and
Low Comedy in the Bush Imperium)”.
El chivo expiatorio de la derecha
italiana
Por Rosa Massagué
El Periódico, 10/07/08
Ante las escasas críticas y los
muchos silencios con los que se recibió la decisión del
Gobierno italiano de censar a la población gitana y
recopilar para ello sus huellas dactilares, incluidas las de
los niños, el Parlamento Europeo (PE) ha sabido alzar su
voz al condenar esta forma clara de discriminación étnica
que a muchos italianos con años y memoria histórica les ha
recordado las primeras medidas racistas adoptadas por el régimen
fascista en los años 30 contra la población judía.
En el país donde la delincuencia
organizada, en forma de Mafia, Camorra, N'drangheta, y demás
organizaciones criminales de nombre arcaico, se mueve con
total impunidad y en prácticamente todos los sectores de la
actividad económica, envenenando a la sociedad ante la
indiferencia o impotencia de la clase política, resulta que
la mísera y desgraciada población gitana se convierte en
un problema gravísimo, tanto, que el Gobierno declara una
emergencia gitana.
Recién ganadas las elecciones, en su
discurso de investidura el pasado 13 de mayo, Silvio
Berlusconi declaró que la seguridad "es un derecho que
debe ser tutelado y restablecido con acciones preventivas y
represivas", y explicó que su Gobierno "no
cabalga en el miedo". Aquel mismo día, en Ponticelli,
una localidad a las puertas de Nápoles, se desató primero
la histeria y después la violencia cuando una mujer aseguró
que una gitana había intentado robarle su bebé. Grupos de
jóvenes de ambos sexos acosaron a los gitanos que viven en
campamentos, les lanzaron cócteles molotov, incendiaron sus
barracas y consiguieron que la mayoría huyera despavorida.
Se había creado el clima idóneo
para que el ministro del Interior, Roberto Maroni, de la
Liga Norte, planteara sin que hubiera contestación, censar
a los gitanos, conocidos en Italia como rom. El nuevo
Gobierno daba así muestra de firmeza al inicio de su
andadura. Según el ministro, el objetivo del censo es el de
proteger a la población nómada, especialmente a los niños
a los que se registra sus huellas dactilares. En el censo
Maroni se pide además especificar en sus respectivas
casillas la etnia y la religión, algo que es a todas luces
inconstitucional en Italia y constituye una clara
discriminación y una manifestación de xenofobia, según
recordaba la Conferencia Episcopal Italiana.
Los gitanos llegaron a Italia en el
siglo XV. En la actualidad son unos 140.000 de los que la
mitad tienen la nacionalidad italiana y un 30% es de origen
rumano. En Roma son 9.000 y en Milán 5.000.
Como bien señala el pleno del
Parlamento Europeo, si se trata de defender a estos niños,
la solución pasa por "garantizar su acceso a la
educación, la vivienda y la asistencia sanitaria, en el
marco de políticas de inclusión e integración, y
protegerles contra la explotación". No pasa por la
violación de sus derechos fundamentales ni por
criminalizarles.
Según un reciente Eurobarómetro,
los italianos, seguidos por los checos,
son los europeos que están más a disgusto con los
gitanos. En este contexto, la lamentable iniciativa del
Gobierno italiano tiene además una dimensión alarmante, la
del retorno del concepto de raza y la de hacerlo aceptable.
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