La
encrucijada turca
Por
Txente Rekondo (*)
La Haine, 24/10/08
El caso
Ergenekon tendría sus raíces en la estrategia que en la década
de los 50 desarrollaron EEUU y sus aliados de la OTAN en
diferentes estados europeos. (LH)
El comienzo
del juicio en torno a la trama golpista Ergenekon en Turquía
ha supuesto un importante paso adelante para sacar a la luz
pública las redes intervencionistas que desde los años de
la llamada Guerra Fría han actuado impunemente en aquel país.
Para
algunos, el caso Ergenekon no es sino la punta de un iceberg
mucho más complejo que tiene sus raíces en la estrategia
que en la década de los 50 desarrollaron EEUU y sus aliados
de la OTAN en diferentes estados europeos y Turquía.
Así,
vuelven a preguntarse sobre la famosa red Gladio que operó
en Italia, y que forjó un maraña de intereses y personajes
que defendían sus propios intereses y que llegaron a actuar
con absoluta impunidad, desestabilizando gobiernos y
estados. Por eso, esas mismas fuentes desean saber qué fue
de esas «otras redes Ergenekon» que han campado en Europa
desde los años de la Guerra Fría, y que ningún Gobierno
occidental se ha atrevido a enjuiciar hasta hoy.
Coincidiendo
con la apertura de juicio se han sucedido los debates, tanto
a pie de calle como a nivel mediático. Para la mayoría de
la población turca, cada día que pasa, se hace más
evidente, y está más convencida que Ergenekon «ha
realizado operaciones ilegales y clandestinas para derrocar
a los gobiernos elegidos democráticamente». El debate en
la calle señala que la vista judicial puede contribuir a
que esa sensación se acreciente, de ahí que los defensores
de los acusados busquen dilatarlo o aplicar una estrategia
de constante obstaculización.
Los medios
de comunicación extranjeros han seguido los primeros días
del juicio con gran amplia cobertura. Mientras, los medios
locales reflejan la división entre quienes creen que «los
gobiernos elegidos democráticamente han sido atacados por
grupos ilegales» y los que mantienen que «se trata de una
estratagema y maniobra del Gobierno del AKP para acabar con
sus oponentes, defensores del laicismo del Estado».
«Test para
la democracia turca», «Histórico caso judicial», «El
juicio del siglo», «La historia cambia hoy», «La tercera
confrontación con el Estado profundo» y «El maratón
Ergenekon», son algunos de los titula– res que se han
sucedido estos días en la prensa turca.
Sin
embargo, el papel de los militares se sigue moviendo tras el
telón mediático y judicial que se ha formado en torno a
Ergenekon. Hace unas semanas, se han sucedido las críticas
contra la efectividad de las Fuerzas Armadas turcas en su
lucha contra los independentistas kurdos. Si hace casi un año,
un ataque contra un puesto militar por parte del PKK dejó
decenas de soldados muertos y generó dudas sobre la
capacidad militar turca, el 3 de octubre, un ataque similar
de la guerrilla kurda, con diecisiete soldados muertos, ha
disparado las alarmas en algunos sectores militares, poco
propensos a las críticas de la opinión pública.
Desde el
Gobierno, conscientes del peso que todavía tiene el
estamento militar y sabedores de que el caso Ergenekon también
le ha salpicado, se han lanzado discursos de apoyo al Ejército,
al tiempo que se ponen en marcha mecanismos para reforzar su
papel en la lucha contra el PKK. Esta misma semana, el
todopoderoso Consejo de Seguridad Nacional ha aprobado
importantes reformas, reestructurando algunas agencias e
instituciones para «una mayor eficacia en la política
antiterrorista».
Al mismo
tiempo, el Gobierno turco ha lanzado una campaña diplomática
para lograr acuerdos con EEUU (que le sigue prestando apoyo
y coordinación en materia de inteligencia y militar) y con
el Ejecutivo de Bagdad (que le permita seguir atacando los
campamentos del sur de Kurdistán), lo que conformaría una
especie de troika para combatir al PKK. También se han
producido estas mismas fechas contactos con algunos
representantes de los kurdos del sur, pero todavía Ankara
sigue desconfiando de los mismos, y los dirigentes kurdos
también son conscientes del rechazo que genera su
colaboracionismo con Turquía entre su población, de ahí
que sus apoyos sean puntuales y mediáticos.
Los kurdos
siguen siendo «los únicos que llevan décadas resistiendo
los intentos asimilacionistas turcos y defendiendo su
identidad». Las políticas turcas de represión que
caracteriza al rancio nacionalismo asimilacionista de Turquía
se siguen topando con la resistencia kurda.
En los últimos
meses, el Gobierno del AKP lleva manteniendo una política
de doble cara, para intentar ganar el apoyo de la población
local. Por un lado, promete inversiones (como los proyectos
de Apoyo a la Infraestructura de las Aldeas –Köydes–),
lanza discursos políticamente correctos de cara al pueblo
kurdo, pero no termina de permitir que el mismo ejerza
libremente su derecho a la libre determinación. Desde
Ankara, se quiere presentar la situación encaminada hacia
la normalidad, pero la existencia de partidos políticos
prohibidos, la ocupación militar, las persecuciones y las
torturas... evidencian que la realidad no es para nada «normal»
en el norte de Kurdistán.
La tensión
ha ido creciendo cada día, y la mayoría de observadores
coinciden en señalar que hasta las elecciones municipales
del 28 de marzo, todos buscarán ganar el apoyo de la
población y hacerse cada vez más presentes. Desde el
Gobierno turco se combate y persigue a los militantes
kurdos, principal obstáculo para un hipotético triunfo
electoral, que sería presentado como la «normalización
definitiva» de la situación turca, o lo que es lo mismo,
la asimilación definitiva del pueblo kurdo.
De todas
formas, otras voces turcas, más conscientes de la realidad,
ya han apuntado a que cualquier intento de resolver el
conflicto por la vía militar está condenado al fracaso y
apuestan por la búsqueda de fórmulas negociadoras que
sienten a ambas partes en una mesa.
Todavía es
pronto para saber el desenlace del juicio, pero como decía
un periodista local, tal vez se haya dado el primer paso
para «poner fin al ciclo de golpes militares y de ese
llamado `Estado profundo'». Otros señalan que esa postura
es excesivamente optimista, y recuerdan un caso sucedido en
1996, cuando a raíz de un accidente de tráfico se destapó
el escándalo «Susurluk», que destapó la estrecha relación
entre un jefe de Policía, un político kurdo que colaboraba
con Ankara contra el PKK y un jefe mafioso. Al final y pese
a las evidencias, todo quedó en nada.
El poder de
Ergenekon, un «pulpo gigante» con importantes conexiones
en toda la estructura del moderno Estado turco, todavía dará
sus últimos coletazos. Y si al final los acusado son
absueltos, intentarán realizar protestas en las calles,
como en el pasado, para acabar con el Gobierno del AKP.
Mientras se
produce el desenlace del juicio, y pese a la incertidumbre,
uno no puede dejar de sentir cierta «envidia» al ver en el
banquillo de los acusados a personajes que durante años han
manejado las riendas de aquel aparato represor, una situación
impensable en otros estados con el label de «democracia
occidental».
(*)
Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).
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