La
juventud helena se alza contra el Gobierno y sus ecos
recorren Europa – Los expertos advierten de que no debe
subestimarse el alcance de la revuelta
La
chispa griega o un nuevo Mayo del 68
Por
Abel Grau
El País, 22/12/08
Ya se
compara diciembre de 2008 con mayo de 1968. La muerte del
joven griego Alexandros Grigoropulos, de 15 años, fallecido
en Atenas el pasado 6 de diciembre tras recibir un disparo
de un policía, encendió la mecha de la indignación en
Grecia. Surgieron manifestaciones y estallaron disturbios
desde Salónica, al norte, hasta Heraclión, en Creta.
Cientos de universitarios y bachilleres salieron a las
calles para protestar contra la violencia policial y, sobre
todo, contra el Gobierno y contra un futuro negro en el que
se ven cobrando 700 euros al mes (algo así como ser
mileurista en España), con empleos precarios e incapaces de
abandonar el hogar de sus padres. Y no están solos. Cuatro
días después, justo en la misma jornada en la que Grecia
quedaba paralizada por una huelga general, pequeñas réplicas
del terremoto social heleno se extendieron hasta Italia,
Alemania, Francia, Dinamarca y España (donde arrecia otra
protesta estudiantil: la que se opone a la Declaración de
Bolonia). Sociólogos y antropólogos coinciden en un
consejo: no se debe menospreciar el alcance de la revuelta.
¿Existe el
peligro de contagio hacia otros países de la Unión
Europea? "Como el contagio biológico, el contagio
social sólo se expande si existen condiciones ambientales
que lo favorezcan", indica Carles Feixa, profesor de
antropología social de la Universitat de Lleida y co–autor
de Movimientos juveniles: de la globalización a la
antiglobalización. En Grecia, donde la revuelta sigue viva
dos semanas después, la causa ha sido una combinación de
factores: "Brutalidad policial y corrupción política
por un lado y, por otro, perspectivas pesimistas para los jóvenes
(en educación, el mercado laboral y la formación del
propio hogar); y a todo ello se ha sumado la falta de
integración de los inmigrantes y el miedo a la crisis económica
mundial", señala desde la capital griega Manos
Matsaganis, profesor del Departamento de estudios económicos
europeos e internacionales de la Universidad de Economía y
Negocios de Atenas.
Uno de esos
factores, el que atañe a la falta de un porvenir digno para
los jóvenes, es común en el sur de Europa, indican los
expertos. Y en España se da una situación singular en el
continente. Es el único país de la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en el que se
ha reducido el poder adquisitivo del salario medio (un 4%
entre 1995 y 2005; paradójicamente, en un período de vacas
gordas). Y cuenta también con una elevada precariedad:
tiene la tasa de temporalidad laboral más alta de Europa:
un 31% de los trabajadores es eventual (casi uno de cada
tres), el doble de la media de la Unión Europea (14,5%),
según datos de Eurostat de 2007. "Los salarios para
los jóvenes que empiezan son bajos en todas partes, pero en
ningún lado se encuentran con que su futuro profesional está
tan bloqueado como en Europa del sur y, quizá, en
Francia", añade Matsaganis.
Los jóvenes
españoles tienen motivos suficientes para estar
descontentos, según advierte Josep Espluga Trenc, doctor en
Sociología de la Universidad Autónoma de Barcelona.
"La mayoría de estudios sobre las perspectivas de
futuro de las actuales generaciones jóvenes muestran
escenarios peores que los de las anteriores". Y enumera
y concluye: "Tienen mayores dificultades para acceder a
viviendas y formar nuevas familias. Ante estas presiones no
es extraño que haya gente joven –y no tan joven–
dispuesta a protestar". Podría suceder, incluso, que
personas que se sienten agraviadas por otros procesos de
exclusión social decidan sumarse. "El contexto de
crisis propicia que la revuelta se pueda reproducir en
cualquier país".
La
concentración de toda esa insatisfacción, sumada a la crítica
al Gobierno del primer ministro conservador Kostas
Karamanlis, es la que ha conferido un gran ímpetu a la
agitación en Grecia, bautizada ya como el alzamiento de la
generación de los setencientoseuristas. Recelan del sistema
político (y su corrupción), del judicial, de los medios y
de la iglesia. "En todas partes hay minorías
marginadas e insatisfechas", opina el profesor
Matsaganis, "lo singular de Grecia es que estas minorías
han encontrado una base común con estratos sociales más
amplios, sobre todo debido al extremo rechazo generalizado
hacia el Gobierno". Se han unido grupúsculos
antisistema, antiglobalizadores y anarquistas, pero el
grueso de las protestas lo integran estudiantes de
universidades e institutos. "Todos ellos son jóvenes,
aunque obviamente no todos comparten las mismas
razones", precisa el profesor griego.
“Cualquier
tipo de protesta es fácilmente exportable... existen
ciertas condiciones comunes en Europa"
Los
especialistas coinciden en que, ateniéndose a ciertas
similitudes de los contextos socioeconómicos,
"cualquier tipo de protesta es fácilmente
exportable", según opina Celso Arango, jefe de la
Unidad de adolescentes del hospital Gregorio Marañón, de
Madrid. "Todavía es pronto para valorar si lo que
sucede con la revuelta griega y la protesta anti–Bolonia
(en cierta manera, una revuelta ibérica) son
acontecimientos puntuales o más profundos", advierte
el antropólogo Feixa, "pero sí existen ciertas
condiciones socioambientales comunes en Europa (sobre todo
en la mediterránea), que en parte explican también la
revuelta de las banlieues francesas [barriadas de la
periferia] de hace unos años y la que está empezando a
surgir en Italia".
Otros se
confiesan confiados aunque con ciertas reservas: "No
tenemos la sensación de que se vaya a extender", indicó
la semana pasada a la agencia Associated Press el presidente
del Consejo de la Juventud Española Daniel Lostao.
"Esperemos que no me equivoque", añadió.
El caso
griego, con todo, es singular, según precisa el profesor
Matsaganis, que asiste desde el inicio de la revuelta a la
ocupación de su universidad. La razón: el problema de la
violencia inherente en la sociedad griega. "Las
actividades del grupo terrorista local 17 de noviembre nunca
han recibido una condena pública firme similar a las
dirigidas contra ETA o las Brigadas Rojas. El número de
gente indiferente cuando los terroristas mataron a un agente
de la CIA, a un político de centro–derecha o a un
industrial fue considerable. Lo explica nuestro
individualismo rampante y nuestra costumbre de la
confrontación política". Matsaganis, crítico con el
Gobierno y exmilitante de la Coalición de la Izquierda
Radical (SYRIZA), de la que se distanció porque la
consideraba extremista, rechaza la violencia de los
disturbios.
Una
violencia que es común en muchas reivindicaciones
juveniles, según Guillermo Ballenato, psicólogo de la
Universidad Carlos III. "Las respuestas violentas de
grupos de jóvenes son en gran medida un reflejo de la
violencia social que se respira en la calle", explica.
"La juventud sufre un gran desencanto. No le gusta la
sociedad que ve y sobredimensiona lo más negativo: el
individualismo, la competitividad, las injusticias", al
tiempo que "se siente impotente para cambiar la
sociedad".
La réplica
del seísmo social griego llegó a España el pasado 10 de
diciembre. En Madrid, una concentración de 300 antisistema
en la Puerta del Sol, en solidaridad con la muerte del joven
griego, derivó en un ataque a una sede cercana de la Policía
Municipal, que se saldó con nueve detenidos y numerosos
destrozos. En Barcelona, 400 personas marcharon de manera
pacífica desde la plaza de Urquinaona, pero unos 40
encapuchados la emprendieron contra el mobiliario urbano y
se encararon con la policía autonómica.
Al mismo
tiempo, también se producían enfrentamientos en Italia
(seis policías y un soldado heridos leves en Bolonia y
Roma, respectivamente); en Dinamarca (un grupo de
manifestantes cargó con botellas y botes de pintura contra
la policía en la capital, Copenhague); en Alemania, dos días
antes, 15 personas ocuparon el consulado griego en Berlín y
unas 100 se concentraron ante el de Frankfurt. Los
altercados regresaron a Barcelona el pasado sábado. Unos
200 antisistema se manifestaron en un acto que dejó cinco
agentes contusionados y tres detenidos.
“La
extrema izquierda existe”
"Lo
que está sucediendo en Grecia parece probar que la extrema
izquierda existe, contrariamente a lo que pensaban algunos
durante las últimas semanas", aseguraba recientemente
Gérard Gachet, portavoz del Ministerio de Interior francés,
en declaraciones a la agencia Associated Press. "Por el
momento, no podemos sacar más conclusiones y decir que
existe un peligro de contagio de la situación griega en
Francia. Todo está siendo observado con atención".
Los
especialistas también inciden en destacar la relevancia de
la revuelta como indicadora de problemas estructurales
profundos. "No es casual que estas revueltas coincidan
e incluso se avancen a la crisis (en un sentido no sólo
económico sino cultural)", considera el antropólogo
Feixa. "Los jóvenes suelen ser el termómetro de los
cambios sociales. Mientras hace cuarenta años (1968)
anunciaban los límites del progreso, ahora anticipan sus
efectos perversos". Y glosa: "En la Europa
mediterránea, la juventud se ha convertido en una fase de
la vida extremadamente larga, cuyo inicio se adelanta y cuyo
final se atrasa ad infinitum, como consecuencia de las
precarias políticas estatales de bienestar social, vivienda
y trabajo. Lo que conlleva un modelo de adultescencia (jóvenes
adultos parcialmente emancipados) viable en situaciones de
bienestar pero menos soportable cuando arrecia la crisis. Lo
relevante es que ello no sólo afecta a los sectores
marginados sino también a la juventud universitaria, que ve
su futuro peligrar".
La oleada
de protesta encontró en España el terreno abonado. Ya había
un caldo de cultivo de insatisfacción entre los
estudiantes, que han han intensificado sus protestas en los
últimos meses contra la Declaración de Bolonia, cuyo
objetivo es unificar el sistema universitario europeo. Miles
de alumnos se manifestaron en Madrid y cientos en otras
ciudades españolas el pasado 14 de noviembre para oponerse
a una reforma que, según su opinión y entre otras críticas,
Bolonia conlleva el aumento de las tasas y una
mercantilización de los estudios: es decir, la acomodación
de los programas educativos a las necesidades de las
empresas.
El último
episodio de las manifestaciones anti–Bolonia sucedió el
pasado jueves en Barcelona. Cientos de estudiantes cortaron
el tráfico en hora punta en varios accesos a la ciudad, y
además ocuparon el Comisionado de Universidades.
Protestaban por la expulsión de seis estudiantes acusados
de cometer actos violentos durante la pasada primavera en
otra manifestación contra Bolonia. El rectorado de la
Universitat de Barcelona sigue ocupado desde hace varias
semanas por grupos de estudiantes.
La agitación
urbana es un recurso extremo, según observan los
especialistas, al que se opta cuando se han agotado las vías
habituales. "Cuando ciertas demandas ciudadanas no
encuentran respuesta en el entramado institucional y político,
tienden a manifestarse en forma de conflictos en la esfera pública;
es decir, principalmente en la calle y a través de los
medios de comunicación de masas", explica el sociólogo
Espluga. Y se trata de un recurso atractivo para los jóvenes.
"Su situación vital, que comprende el desarrollo de su
madurez, impulsividad, diferente concepto de
responsabilidad, falta de cargas familiares y gregarismo
hacen que sea en esta edad en la que más protestas de este
tipo aparecen", apunta Arango.
El
simbolismo de la revuelta también es importante, según
avisa desde Atenas el abogado Nikos Kairis. "Esta
revuelta es un grito de atención y cada Gobierno europeo
debería buscar las causas en su propia comunidad",
sostiene. "Todo ello constituye un cóctel explosivo
que podría conducir a un nuevo mayo del 68 en toda Europa.
Por eso todos los gobiernos europeos deberían escuchar a
las sociedades que representan, intentando afrontar más los
problemas humanos que los monetarios". Un diagnóstico
con el que coincide el antropólogo Feixa. "Diciembre
del 2008 tiene ciertos ecos de mayo del 68: más que a una
revuelta económica o política, quizá asistimos a una
revuelta cultural, no por minoritaria menos
significativa".
|