En
Grecia y Francia e Italia, una nueva generación tomó la
palabra y las calles
La
generación de 2008: luchas estudiantiles en Europa
Por
Massimo Modonesi (*)
La Jornada, 14/12/08
Una nueva
generación tomó la palabra y las calles. En Italia, Grecia
y Francia las movilizaciones estudiantiles ocupan el centro
de la escena política, reactivando el conflicto social a
contrapelo de las inercias conservadoras que caracterizan
estos países.
Como en las
huelgas de 1995 que abrieron el ciclo de las protestas
antineoliberales en Europa, las oleadas de movilización
estudiantil actuales tienen su antecedente histórico en
Francia. En 2006, los estudiantes franceses fueron el corazón
de la oposición social a la derecha neoliberal. Sus
movilizaciones paralizaron durante meses las escuelas y,
como en 1968, animaron el conjunto de luchas sociales.
Finalmente ganaron, obligando al gobierno a retirar la
propuesta de implementación del contrato de primer empleo
–que iba a permitir contrataciones temporales por debajo
del salario mínimo y despidos inmediatos sin justificación.
Los ecos de esta experiencia hacen que hoy la participación
estudiantil en Francia se mantenga elevada, crítica y
vigilante. En estos días, en los liceos se está
organizando un movimiento en contra de una propuesta de
reforma de la educación media superior.
En Italia,
2008 fue el año de la Ola (l'Onda), un movimiento
estudiantil en contra de los recortes y las reformas
neoliberales que logró reunir a su alrededor el conjunto de
los sectores del mundo de la educación: maestros,
trabajadores y padres de familia. Después de meses de
ocupaciones de escuelas y universidades y de multitudinarias
marchas bajo el lema "nosotros no pagamos su
crisis", el 11 de diciembre –a la vigilia de una
huelga general convocada por el sindicato progresista– el
gobierno de Berlusconi decidió posponer las propuestas de
reformas. Después del eclipse de la izquierda política en
las elecciones de abril, los estudiantes italianos
reactivaron la oposición social en un país donde el
conservadurismo parecía ser la norma y el horizonte
insuperable del debate políticamente correcto.
En Grecia,
en estos días de luchas callejeras, los estudiantes
expresan no sólo su indignación frente a un abuso
policiaco que despierta la memoria de la represión de la
dictadura de los coroneles, sino que manifiestan su rabia
frente a una orden social que los excluye preventivamente y
un gobierno de derecha que los ignora. Como en el caso de
las periferias parisinas de 2006, la violencia es una
expresión de rabia socialmente acumulada, pero la
experiencia de los estudiantes griegos, más allá de la
espectacularización mediática de la guerrilla urbana, está
atravesada por intensas dinámicas de organización y
politización.
Los jóvenes
europeos, en distintos momentos y por diversas emergencias
coyunturales, están retomando la palabra y recuperando las
calles como lugares de convivencia y de lucha. A 40 años de
distancia, los fantasmas del 68 vuelven a rondar los
palacios de gobierno que las derechas neoliberales de los
Sarkozy, Berlusconi y Papoulias ocupan como centros de
negocios privados, instancias de mercantilización de toda
riqueza pública. Los movimientos estudiantiles de estos años
y estos días lograron sacudir las sociedades francesa,
italiana y griega de la pasiva aceptación de las derivas de
la típica fórmula neoliberal: privatización de la riqueza
producida socialmente y socialización de las pérdidas de
la crisis ocasionada por unos cuantos. En particular,
rechazan dos reglas del despojo: la precarización del
trabajo y la mercantilización de la educación.
Si bien,
coyunturalmente, las protestas estudiantiles desencadenaron
la reactivación de las luchas sindicales, lograron alianzas
y obtuvieron apoyo de otros sectores sociales, las
perspectivas de convergencia a mediano plazo en una óptica
de politización del conflicto no están dadas. Por el
momento, en medio de proyecciones inciertas en contextos políticos
no favorables, queda la experiencia de una juventud capaz de
indignarse y de organizar la resistencia. En la Europa
conservadora de estos días, la emergencia de una generación
critica y participativa es un relámpago de esperanza en un
cielo lúgubre.
(*)
Historiador italiano radicado en México, es profesor en la
UNAM y la UACM.
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