Los levantamientos populares en Europa del Este encendieron el alerta. El
descontento social crece y varios gobiernos están en la
cuerda floja. ¿Hasta dónde llegará la crisis?
La crisis hace tambalear a Europa; la amenaza de
los estallidos sociales
Por Leonardo Montero
APM, 05/04/09
Agrandar,
Reducir, Restablecer. El derrumbe comenzó en Islandia,
considerado “el mejor país del mundo para vivir”.
Paradoja de los tiempos capitalistas. Lo que era un paraíso,
en pocos días volvió a la realidad para convertirse en un
país más. Los gurúes del libre mercado ya no podrán
ponerlo como ejemplo para los subdesarrollados. Ese fue el
golpe que sacudió a la Unión Europea (UE). Pese a que
Islandia no es parte de la comunidad, el desplome de la isla
encendió la alarma por la magnitud de la crisis y por el
posible efecto contagio. Efectivamente, el efecto contagio
se produjo y la UE no lo pudo detener.
Caída
libre
Europa del Este fue el escenario de los primeros temblores al interior de la
comunidad. Los socios más nuevos de la UE comenzaron a
sufrir los mayores embates de la crisis y sus gobiernos
empezaron a flaquear.
El primero en caer fue el primer ministro de Letonia, Ivars Godmanis, a
mediados de febrero. Acechado por las protestas sociales y
sin el apoyo de la coalición de derecha que lo acompañaba,
debió dejar el gobierno. Pese a la salida de Godmanis, la
economía letona se sigue derrumbando.
Luego de la desintegración de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
(URSS), este pequeño país se sumergió en un profundo
proceso de privatización de sus empresas. Pese a no haber
hallado estabilidad política, sus índices económicos
siempre fueron ampliamente positivos. Por esto, los expertos
capitalistas gustaban considerarlo uno de los “Tigres Bálticos”
(junto a Estonia y Lituania).
Este crecimiento se cimentó en las inversiones del resto de Europa y en el
constante aumento de su deuda externa. Como suele suceder en
tiempos de crisis, los inversores desaparecen y aparecen los
acreedores.
La dependencia fue una condena para los letones. Su moneda se precipitó y
es una incógnita si el Estado podrá pagar los créditos
internacionales. Como si esto fuera poco, el país debió
recurrir a los préstamos del Fondo Monetario Internacional
(FMI) que a cambio estableció fuertes medidas de ajustes en
los salarios y en los programas sociales.
Estas medidas de ajuste y el crecimiento de la desocupación (12 por ciento
en enero, pero se estima que se seguirán perdiendo
empleos), configuran un panorama en el cual la posibilidad
de nuevos estallidos sociales, no es descabellada.
El siguiente gobierno en caer fue el de Hungría. El 21 de marzo presentó
su dimisión el primer ministro Ferenc Gyurcsány. La causa
similar a la anterior: su gestión se empantanó en medio de
la crisis y su popularidad cayó estrepitosamente.
Tal cual sucedió en Letonia, la brusca devaluación asestó un duro golpe a
los deudores, la moneda local (el florín) cayó un 30 por
ciento respecto al euro. Esta situación obligó a Gyurcsány
a pedir 20.000 millones de euros al FMI que, fiel a su
estilo, pidió una serie de ajustes.
Sin embargo, no fue suficiente ya que a principios de marzo el premier húngaro
solicitó a la UE un aporte de 190.000 millones de euros. La
ostentosa cifra fue denegada y el fin de Gyurcsány se
precipitó.
El tercer gobierno caído en Europa del Este fue el de República Checa.
Tres días después que su colega húngaro, cayó el primer
ministro checo, Mirek Topolanek. Para vergüenza de la UE,
Topolanek sucumbió en momentos que su país preside la Unión.
De hecho, el checo participó de la Cumbre del G-20 de
Londres, sin contar con poder de decisiones en Praga.
Topolanek dejó su cargo por una moción de censura del Parlamento, acusado
de incapacidad para desempeñarse frente a la crisis económica.
Pese a que Topolanek aseguró que su salida se debe a
motivos políticos y no a la crisis financiera, en el país
se registraron importantes movilizaciones de trabajadores
afectados por desaceleración de la actividad.
Desde mediados de 2008 la moneda local, corona checa, se devaluó un 21 por
ciento respecto al euro. Por consiguiente, también aquí el
pago de las deudas externas se hizo casi imposible.
En los tres casos se observan detalles idénticos. La devaluación de las
monedas dejó al descubierto lo peligroso de la dependencia
externa y del endeudamiento sistemático. También se puede
apreciar como las recetas neoliberales no hacen más que
perjudicar a estos pequeños Estados cuyas economías, tarde
o temprano, terminan demostrando una peligrosa fragilidad.
El
contagio hacia el Oeste
Además de los tres gobiernos de Europa Oriental que cayeron en medio de la
crisis (Letonia, Hungría y República Checa), varios países
vecinos enfrentan desafíos similares. El descontento social
crece al mismo ritmo que desaparece el financiamiento. A
esto debe agregarse que, en general, se trata de escenarios
de gran inestabilidad política.
Rumania, Polonia, Estonia, Lituania y Bulgaria son los más afectados al
interior de la Unión. A estos deben sumarse los extras
comunitarios como Ucrania y Croacia, cuya situación genera
gran preocupación en el seno del bloque continental.
Los síntomas son los mismos en todos los casos: abruptas caídas de la
paridad cambiaria, déficits fiscales, endeudamiento en
moneda extranjera y economías en recesión. (Ver “El
mundo en recesión”. APM 13/12/2008)
Esta situación obligó a la UE a duplicar los fondos para refinanciar las
deudas de estos países. En el último encuentro
presidencial del bloque se acordó un presupuesto de 50.000
millones de euros que duplica a la anterior cifra.
Además, el FMI comenzó a negociar préstamos para cada uno de los países.
A los mencionados anteriormente se le suma un paquete 27.000
millones de dólares que Rumania recibirá del organismo, en
conjunto con la UE y el Banco Mundial (BM). Los analistas
coinciden en que el gobierno de Bucarest está en la cuerda
floja y, si la situación no se revierte, podría ser la próxima
víctima del derrumbe.
Al norte de Rumania, en Ucrania las cosas están igual de complicadas. La
producción de acero, uno de los motores de la economía,
disminuyó un 43 por ciento en diciembre de 2008 respecto al
mismo mes de 2007. La caída de la demanda internacional,
paralizó la industria.
Por otro lado, en 2008 la inflación fue la más alta del continente (superó
el 22 por ciento). Una de las causas fue la caída del valor
de la moneda nacional, el hryvnia, que descendió un 60 por
ciento respecto al dólar.
Kiev también debió recurrir al FMI para evitar el colapso económico. En
octubre de 2008 recibió un préstamo de 16.500 millones de
dólares. Sin embargo, el alivio fue sólo pasajero y las
protestas sociales se multiplican. Como si fuera poco, el
FMI congeló la segunda etapa del paquete. La Revolución
Naranja tiene las horas contadas.
El azote de la crisis financiera internacional dejó al descubierto las
abismales diferencias existentes entre las antiguas economías
comunistas y los socios mayores de la UE. La mayoría de
estos países optó por un crecimiento económico sujeto al
financiamiento de los bancos de Europa occidental y Estados
Unidos.
Según Morsen Hansen, académico de la Escuela Económica de Estocolmo,
“Europa del Este se construyó con enormes desequilibrios.
Si hay que acusar a alguien es a (Alan) Greenspan por
permitir bajar los intereses en 2001. Eso significó una
inmensa liquidez y un inmenso boom de crédito en los países
del Este”. Para Hansen estas medidas crearon un boom
inmobiliario y de consumo, lo que provocó un gran
crecimiento económico. Sin embargo, la producción no creció
al mismo ritmo y la inflación se disparó.
Ahora, la plata dulce se acabó, los bancos soltaron la mano a los países
del Este y sólo quieren que les devuelvan su capital.
El
futuro de la UE en medio de la crisis
La apertura económica de los países del Este luego de la caída de la URSS,
les dio la oportunidad de recibir grandes sumas de dinero
provenientes de las potencias europeas. Los bancos más
importantes del continente tienen cientos de millones de
euros colocados en el Este.
Según la publicación británica The Economist, “la banca de Europa
Occidental tiene hasta 1,5 billón de euros invertidos en la
Europa Central y Oriental”. A esto deben sumarse las
industrias que se instalaron en la zona y que, poco a poco,
comienzan a retirarse.
“El problema para la UE es que la caída de los bancos del Este arrasaría
también a los del Oeste, muy expuestos en los mercados
polaco, húngaro, checo, rumano o de los países bálticos.
Sólo Austria, el más expuesto, tiene invertidos unos
220.000 millones de euros, el equivalente a tres cuartas
partes de su PBI”, explica la citada revista.
Además de las de Austria, entidades suecas, alemanas, francesas, italianas
y griegas han desembolsado millonarias cifras en los países
del Este. Es que hasta la crisis, el negocio era redondo.
Según datos del Banco Nacional de Austria, en 2007 el 43
por ciento del total de las ganancias registradas por la
banca austriaca provenían de los negocios en el Este.
Es por esto que el gobierno austriaco es uno de los más preocupados en
conseguir paquetes de ayuda para los países orientales. Una
cesación de pagos podría pegar duro en la economía de ese
país.
En este mismo sentido, la situación para las empresas trasnacionales que se
instalaron en el Este, también es crítica. Muchas de ellas
ya han paralizado su producción debido a la falta de
financiamiento. Las casas matrices de las empresas prefieren
poner su atención en las plantas que tienen en sus propios
países y disminuir los gastos en las que tienen en el
exterior.
No hace falta decir que esta situación aumenta el número de desempleados
en todo el continente. A esto se suma la paralización de
las producciones locales de cada país debido a la caída de
la demanda internacional. El caso de la industria del metal
en Ucrania es un ejemplo que se repite en los restantes países.
(Ver “Adiós prosperidad… ¿nos volveremos a ver?”.
APM 22/02/2009)
El desempleo es el mayor peligro que acecha a la Unión Europea. Las cifras
crecen día a día y, en algunos casos, superan los números
de zonas del mundo menos desarrolladas. En la Eurozona se
estima en 9,3 por ciento la cifra para 2009 y en 10,5 por
ciento para el próximo año. El caso más preocupante es
España donde la cifra ya supera el 15 por ciento.
No hace falta aclarar que esto incentiva el mal humor social. Son muy pocos
los países de la UE que no han tenido sus protestas
multitudinarias. Incluso los que parecen mejor parados como
Francia, Inglaterra o Alemania han visto sus calles repletas
de manifestantes. En todos los casos, las protestas tienen
un marcado contenido antiglobalización y anticapitalismo.
En medio de la crisis, el surgimiento de un nuevo elemento genera nuevas
preocupaciones: la xenofobia. En el Este, los partidos con
ideas antieuropeístas o pro rusas comienzan a ganar nuevos
adeptos. En el Oeste, la habitual xenofobia contra los
inmigrantes ya generó hechos de violencia y protestas
contra los trabajadores extranjeros. (Ver: “Xenofobia a la
europea”. APM 08/02/2009)
En definitiva, la posibilidad de estallidos sociales en el Viejo Continente
esta latente. Las clases trabajadores ya han mostrado su
descontento y la situación económica no tiende a aportar
calma.
¿Podrá Europa mantener sus gobiernos en pie, si la crisis se sigue
profundizando?, ¿podrá detener la furia social?, ¿cómo
hará para frenar el “efecto dominó” que viene del
Este?, ¿la UE pagará demasiado alto el costo de haberse
extendido?
El desplome comenzó. En un mes cayeron tres gobiernos y varios están en la
cuerda floja. Y la crisis, parece que recién comienza…
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