Paradojas
Por
Osvaldo Bayer (*)
Desde
Bonn, Alemania
Página
12, 01/08/09
No,
ni Shakespeare ni Chejov ni Ibsen hubieran sido capaces de
imaginar la comedia dramática que acaba de ocurrir en estas
tierras europeas. Lo que se llama la fantasía de la
realidad. Tal cual. Ribetes dramáticos, discusiones
interminables, ejecutivos empresariales muy deprimidos al
borde del suicidio, pero todo terminó con champaña y
sonrisas. Somos todos democráticos, somos todos humanistas.
Sólo queremos el bien del prójimo, de todos. Con gente así
vamos a salvar el mundo.
En
pocas palabras: el top manager Wendelin Wiedeking, de la
empresa Porsche, dedicada a automóviles de lujo, quiso
comprar a la Volkswagen –aquella que se hizo famosa con el
“escarabajo”, el auto para que todos los humildes
pudieran tener cuatro ruedas–, pero resultó que la
Volkswagen se compró a la Porsche. Ni más, ni menos. Y
para consolar al ejecutivo Wiedeking, le dieron como
indemnización por despido 50 millones de euros. Sí, 50
millones de euros.
Un
hecho más que deja al desnudo el sistema que domina al
mundo. Un sistema del egoísmo, de la avidez, de la
injusticia. El débil se jode, como principio. Si es pobre,
por algo será, como lema. Porque el mismo día en que los
ejecutivos de las dos grandes empresas llegaron a ese
“arreglo”, los diarios traían la noticia de que la
desocupación en Alemania había aumentado a 3.460.000
personas. Pero también hay que agregar más de un millón
de lo que se llama “trabajo abreviado”, o de horario
reducido por falta de tareas, con la consiguiente reducción
de salario.
Pero
volvamos al drama con final feliz. Lo que ganan los
ejecutivos en el mundo capitalista. Volvamos a Wiedeking. En
el debate sobre si lo echaban o no se supo que el top
manager había ganado oficialmente 80 millones de euros
durante el año 2008. Sí, algo absolutamente legal. ¿Por
qué no?, se preguntarían los que manejan la riqueza. Fue
un buen ejecutivo, responderían. Así salieron a la luz los
altísimos sueldos de los que tienen la manija. Por ejemplo,
el señor Piech, titular de Volkswagen, es multimillonario,
con una fortuna de más de mil millones de euros. Para
demostrar que lo recibido como despido por Wiedeking no es
exagerado, ni injusto, sino algo que se “acostumbra” en
ese medio, las secciones económicas de los medios
informativos del sistema trajeron las cifras de lo recibido
por los ejecutivos de grandes empresas estadounidenses
cuando fueron despedidos: Lee Raymond, jefe del consorcio
petrolero Exxon, recibió como despido 350 millones de dólares;
en 2007, Robert Nardelli, boss de la empresa de
construcciones Home Depot, una indemnización de 210
millones de dólares; Hank McKinnell, jefe del consorcio
farmacéutico Pfizer, obtuvo para irse 200 millones de dólares;
Robert Eaton, presidente de Chrysler, cuando esta empresa se
fusionó con la Daimler Benz, recibió 130 millones de dólares
por presentar su renuncia, etcétera. La lista podría
llegar hasta el final de esta contratapa.
Esas
sumas son ya una costumbre en el mundo de las altas finanzas
empresarias, me señala un periodista especializado en
información económica. Es así, agrega, es la moraleja de
la fábula, es algo que ya no se puede cambiar. Son
demasiado poderosos, dominan todos los ámbitos.
Me
suena como la aceptación un tanto resignada de la realidad
de nuestro mundo. Pero que llama a abandonar toda resignación
cuando en los diarios alemanes del mismo día podemos leer
las grandes discusiones políticas acerca de que hay que
aumentar de 67 años a 69 la edad para retirarse, ya que las
cajas de jubilación presentan déficit cada vez más
grandes, porque el ser humano vive cada vez más. O, por
ejemplo, el político demócrata cristiano Johannes
Singhammer (sí, “demócrata” y “cristiano”), quien
ante la protesta de que lo que reciben los jubilados alcanza
cada vez menos para vivir, dijo: “Los jubilados tienen que
dejar de hacer turismo en las vacaciones y darles ese dinero
a los jóvenes”. Claro, ahí está la cosa, hay que tomar
los problemas desde sus raíces, los jubilados tienen la
culpa. Por eso, el también demócrata cristiano Philip
Missfelder propuso, para ahorrar, que se les niegue
financiar caderas artificiales a los jubilados de más de
ochenta años de edad. O últimamente, cuando el presidente
de la Asociación de Empresarios, Dieter Hundt, señaló sin
temor a equivocarse que “la situación económica exige
una baja, en numerosos rubros, de sueldos y jornales”.
Pero
volvamos a los 50 millones de indemnización. Hay que
reconocer que ese ejecutivo, Wendelin Wiedeking, supo hacer
las cosas cuando era el jefe indiscutido de Porsche. Sí, de
la fábrica Porsche. Donde se fabrica el Porsche, el auto de
lujo preferido de los banqueros y ejecutivos de la New
Economy en Nueva York y ahora en Moscú. Top manager que
supo aumentar las ganancias de su empresa dejando cesantes a
1800 obreros de un total de 9 mil. Demostró que se podía
hacer más con menos fuerza de trabajo: ahorrar ahí. No en
su sueldo y beneficios. Lo que se llama científicamente el
“sistema social de mercado”. Social.
Pero
esta comedia que parece inventada para divertir a la platea
y dejar vacío el paraíso no para allí. En la misma semana
en que se anunciaban los 50 millones para el “ejecutivo”
Wiedeking, y sí que lo es, se producía algo en Alemania
que transgredía todas las reglas de la ética y de la
moral, como se decía antes. La ministra de Salud Pública
de Alemania se había ido con su coche oficial con chofer a
pasar sus vacaciones a Alicante, en España. La noticia ocupó
la primera página de los diarios y el primer lugar en
noticiosos de radio y televisión. No podía ser. La
ministra había usado en beneficio propio un vehículo
propiedad del Estado. Además, un diputado indignado demostró
que por lo menos se habían gastado 700 euros en
combustible. Claro, la ministra es socialdemócrata,
actualmente formando parte del gobierno, pero en un partido
que se encuentra en caída continua y, dentro del gobierno,
pretende representar a la “izquierda moderada”. Páginas
enteras, cálculos distintos de lo que ese viaje costó a la
sociedad, repudio de toda la gente de bien. Acaba el
presidente del partido de presentar la lista de sus
colaboradores en el próximo gobierno, en elecciones muy
cercanas. Y, por supuesto, la actual ministra ha sido
excluida. Cometió un pecado que no tiene perdón.
Comparar
los 50 millones dados al empresario –que no ocasionó
ninguna protesta de ningún representante del gobierno–
con los 700 euros de la ministra no tiene razón de ser.
Pero con esta crítica a la ministra se ha demostrado que la
ética debe estar presente siempre en la política. ¿Y por
qué se guarda silencio ante los despropósitos de los que
tienen el verdadero poder, el económico? ¿Será tal vez
porque de allí viene el dinero de apoyo? Ya al pensar esto,
el cronista se hace sospechoso de propagar ideas
extranjerizantes. Mejor lo dejamos ahí.
Pero
el gran circo no termina allí. Ya no va a ser creíble lo
que escribiré ahora. Pero sí, les doy los datos a todos
aquellos descreídos. La noticia que voy a dar ahora apareció
en todos los diarios alemanes del 31 de julio. Lo pueden
constatar. Un basurero en la ciudad de Mannheim se llevó,
de la basura que recogía, un viejo cochecito de bebé en
desuso que había sido colocado junto a los desperdicios. La
empresa lo despidió. Ahora el juez señaló que, si bien
fue un robo, no es motivo para ser despedido y ordenó que
se lo retome. El hecho nos hace pensar: llevarse un
cochecito de bebé abandonado es un robo, porque ya
pertenece a la empresa recolectora, sí. Pero un ejecutivo
que recibe 50 millones de euros como indemnización por
renuncia no es ningún delito, es algo natural, comprendido
en las leyes de economía de mercado. Es para pensarlo, me
digo. El juez que hizo reincorporar el basurero despedido
merece un aplauso, qué coraje civil. Sí, porque en la
Justicia había dos hechos distintos: una dependiente de una
confitería que fue sorprendida comiéndose un pedazo de
torta que estaba a la venta fue despedida y la Justicia señaló
que era pleno derecho de la empresa de hacerlo. Con el nuevo
veredicto del cochecito de bebé abandonado, tal vez la
Justicia no sea tan severa con los que no tienen nada.
(Ahora se está esperando otro fallo de la Justicia: se ha
permitido revisión del fallo en primera instancia que aprobó
el despido de una cajera del supermercado Kaiser–Tengelmann
por haberse quedado con el bono de dos botellas vacías por
1,30 euro.)
¿Increíble,
no? Pero típico del primer mundo, en países donde el
capitalismo “derrama” riqueza. Claro, a unos un poco más,
a otros un poco menos. ¿Y en el tercer mundo? No hablemos.
Cerremos el capítulo. Lo podemos ver con nuestros ojos
todos los días.
Es
como querer poner frente a frente dos fotografías: el Che
Guevara es fusilado por querer hacer la revolución en los
solitarios llanos de Bolivia y, enfrente, un almuerzo
conjunto de los ejecutivos que cobraron esas indemnizaciones
multimillonarias de las grandes empresas. No, querer hacer
esa comparación levantaría la sospecha de que el cronista
ha bebido algunos whiskies antes de sentarse a escribir.
Pero, eso sí, lo que es imperdonable para el sistema que
nos rige a todos es esta información también aparecida
ayer en los diarios alemanes: “La venta de cerveza en
Alemania ha disminuido, en el primer semestre de este año,
en un 4,5 por ciento, a un total de 49,5 millones de
hectolitros”. Que los alemanes beban menos cerveza... ese
sí que es un indicio de que las cosas no andan bien.
(*)
Ensayista e historiador del movimiento obrero argentino.
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