La
crisis golpeó duro a Rusia: caída de la producción
industrial y del Producto Bruto Interno, reducción de
salarios y aumento del desempleo. Pero afecta de forma muy
diferente a las distintas ciudades y regiones. Vladivostok,
ubicada en el Extremo Oriente ruso, fue duramente sacudida
por los efectos paradójicamente contraproducentes de las
medidas proteccionistas recientemente adoptadas por el
gobierno de Moscú para sortear la recesión. Por su parte,
Pikalevo, en la región de San Petersburgo, se encuentra al
borde del estallido social por la quiebra de las principales
industrias de la ciudad.
¡Vladivostok es una ciudad torturada! Torturada, primero, por su situación
geográfica. Imagínese una población de seiscientos mil
habitantes, en el extremo de una península de treinta kilómetros
de largo, que sólo posee dos vías de acceso. Una sinuosa,
con dos carriles llenos de baches –que parecen cráteres–,
y otra, con cuatro carriles, pero en la que los
embotellamientos son proverbiales, peor que en Moscú, lo
que es mucho decir.
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Rusia,
en cifras
Población: 140.874.000 en 2008
Tasa de natalidad: 12,1‰ (por mil)
Tasa de mortalidad: 14,7‰ (por mil)
Crecimiento natural: –2,6‰ (por mil)
Esperanza de vida: 65,7 años en 2008; 69,7 años en 1989.
Producto Bruto Interno: 1,365 billones de dólares en 2008
Tasa de desempleo: 6,2% en 2008
Salario medio mensual: 19.247 rublos en enero de 2009 (670 dólares)
Índice de Desarrollo Humano: 0,817 (71º puesto) en 2007; 0,795 (62º
puesto) en 2003
Vladivostok
Población: 605.000 personas en 2009; 634.000 en 1989
Tasa de natalidad: 9,9‰ (por mil)
Tasa de mortalidad: 11,6‰ (por mil)
Crecimiento natural: –1,7‰ (por mil)
Desempleo oficial: 4.851 personas al 1º de julio de 2009; +120% en un año
Salario medio mensual: 21.245 rublos en enero de 2009 (740 dólares)
Fuente: Sitio oficial de la ciudad de Vladivostok
(www.vlc.ru/digits/index.htm), Oficina de Estadísticas
rusa, Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD),
Banco Mundial, CIA World Factbook.
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Por supuesto, está el mito, al que todo remite en esta configuración
entrecortada que ofrece zonas portuarias magníficamente
parceladas. Este “Cuern o de Oro” –tal su significado
en español de su nombre en ruso–, dividido entre puertos
militares y comerciales, se abre al Bósforo Oriental, y las
pequeñas bahías que allí desembocan tienen nombres homéricos:
Diomedes, Ulises, Ajax, Patroclo… El lugar es fantástico,
pero muy abrumador. En la ciudad, prácticamente toda la
costa está ocupada por instalaciones portuarias de acceso
prohibido, lo que implica que sólo hay en el centro una
playa de 300 metros de largo y algunos accesos públicos que
desafían la imaginación, dignos de una zona industrial
napolitana.
Torturada, además, por la civilización del automóvil. Se dice que hay más
autos que habitantes, y para quien estuvo allí no resulta
difícil de creer. Pocas veces se ha visto semejante caos, y
el hecho de que el 99,9% de los vehículos tengan el volante
a la derecha y circulen por ese sentido tampoco ayuda
demasiado. Como en muchas ciudades rusas, los urbanistas no
previeron la “automovilización” masiva y, a decir
verdad, no buscaron adaptarse a ella.
Torturada también por la voracidad de los hombres. La ciudad y la región
premarítima (en ruso Primorskii Krai) figuran entre las más
mafiosas y corruptas de Rusia. Allí, uno tiene la sensación
de que en estos últimos años los concejales estuvieron más
ocupados en repartirse todo lo que podía tener un interés
inmobiliario especulativo que en reparar las veredas,
modernizar las redes de agua o cloacales, etc.
El resultado es pasmoso: el estado de los edificios, de la infraestructura y
el servicio de limpieza son lamentables –a simple vista,
cuesta imaginar que puedan circular tranvías en rieles y
desvíos tan torcidos–. En el centro, todo un barrio del
siglo XIX y comienzos del XX merecería ser restaurado. Hay
que leer el libro en el que Joseph Kessel relata su paso por
Vladivostok como piloto sin avión, en 1919: una fascinante
zambullida en un mundo en perdición (1)... Del viejo barrio
chino, del que existen magníficas fotografías en los
libros de comienzos del siglo pasado, sólo queda un
conjunto de casas de ladrillo de uno o dos pisos,
actualmente en la mira, ya que algunos querrían demolerlas
(está muy bien ubicado, en pleno centro de la ciudad).
Estas ambiciones inmobiliarias atraviesan la política migratoria. Desde
esos tiempos que evoca Kessel, los chinos fueron expulsados
en 1938 (tras la batalla del lago Janka) y los coreanos
deportados en 1939 (antes de la “Gran Guerra Patria”);
de modo que a pesar de los debates sobre el peligro
amarillo, ampliamente alimentados por la prensa y los
responsables locales que lo convirtieron en un argumento
electoral, hay menos asiáticos aquí en 2009 que a
comienzos del siglo XX o que actualmente en Moscú. Es
necesario recordar que la ciudad, prohibida a los
extranjeros hasta 1992, estaba bien protegida. Algunos no
dudan en evocar con nostalgia ese bendito tiempo en que se
encontraba cerrada, limpia y florida… Olvidan señalar que
en esa época, este tipo de ciudades gozaban de normas
especiales de abastecimiento que las convertían en lugares
relativamente privilegiados.
Torturada, finalmente, por las ambiciones políticas. En 2012, Vladivostok
será sede de la Cumbre de la Cooperación Económica
Asia–Pacífico (APEC, por su sigla en inglés). El
acontecimiento reviste cierta importancia ya que la Rusia
soviética estuvo durante mucho tiempo excluida de este
foro. El Kremlin piensa convertir esta reunión en una etapa
importante de su nueva estrategia asiática. Sin pensarlo
dos veces, el actual gobernador Serguei Darkin propuso una
enorme obra de infraestructura destinada, según los
dirigentes regionales, a transformar su ciudad en la
Vancouver local (2).
Resultado: años de proyectos quiméricos unos más costosos que otros.
Hoteles seis estrellas, instalaciones para suntuosos
congresos y, sobre todo, un túnel y dos puentes gigantes en
construcción: uno en el Cuerno y otro que une el continente
con la gran isla Russkii, más al sur, del otro lado del Bósforo.
Sin embargo, esta isla prácticamente no tiene habitantes:
algunas instalaciones militares deterioradas, algunas dachas
(casas de campo rusas) y las playas favoritas de quienes
viven allí, ubicadas sobre el Mar del Japón, más allá de
las corrientes contaminantes del puerto. Pero qué terreno
para los especuladores...
Pronósticos
fúnebres
La prensa rusa se ensaña con este puente hacia “nikuda”, el vacío.
Para salvar a su costoso “bebé”, los dirigentes
proponen donar los edificios construidos para esta Cumbre de
la APEC a la futura Universidad Federal de Extremo Oriente.
La idea despierta preocupación en los universitarios: ¿cuánto
tiempo tomará llegar a la isla a través de los dos
puentes? Ya que, debido a este programa que se traga todos
los subsidios, nada se hizo en la ciudad para intentar
reducir sus embotellamientos y resolver los problemas
cotidianos de los ciudadanos. ¿Y qué estudiante o profesor
–todos viven en la parte central y norte de la ciudad–
querría ir a clase o enseñar en este campus insular, lejos
de todo?
Ya se escuchan algunos pronósticos fúnebres: los estudiantes van a cambiar
de universidad e inscribirse en las que permanezcan en la
ciudad (porque, por supuesto, así es la competencia), que
ya se frotan las manos. El presidente ruso Dimitri Medvedev
es consciente del problema. En un reportaje reciente, dijo
de Vladivostok: “Es una ciudad magnífica, muy bella, pero
asesinada; ni siquiera hay tuberías en buen estado; todo
allí es viejo y está destartalado...”. Según él, sin
embargo, la cumbre es una oportunidad para la ciudad, “un
buen pretexto” para comenzar a realizar trabajos serios
(3). ¿Para la ciudad o para sus dirigentes?
Algunos anunciaban un cambio de gobernador, pero Vladimir Putin vino en
septiembre pasado a respaldarlo. El gobernador anterior,
personaje–símbolo de los años de Boris Yeltsin,
considerado un pez gordo de la mafia de la pesca, había
sido destituido por Putin, pero para ser inmediatamente
designado ministro… de Pesca. En cuanto al gobernador
actual, a raíz de la obligación impuesta por Medvedev a
todos los dirigentes regionales de publicar sus bienes y los
de sus cónyuges, el diario moscovita Novaia Gazeta lo atrapó
al difundir el detalle de todos los bienes que, según el
diario, trataba de ocultar bajo otros nombres y en cuentas
offshore (4). Las batallas políticas suelen tomar aquí el
camino desviado de los “kompromat”, los rumores y las
acusaciones imposibles de probar.
Al mismo tiempo, varias medidas proteccionistas, recientemente adoptadas por
el gobierno para ayudar a diversos sectores de la economía
rusa en crisis, tuvieron efectos contraproducentes para esta
región particular, ampliamente orientada hacia el comercio
exterior. Medidas contra la exportación de chatarra, y
luego de madera en bruto, control reforzado de la pesca en
los puertos: todo ello debilitó aun más una actividad económica
ya fragilizada por su lejanía de los principales centros
del país y reforzó en el seno de la población la opinión
según la cual a Moscú no le interesa el Extremo Oriente
ruso. La población reacciona además “con los pies”,
como se dice aquí: las tasas de emigración hacia otras
regiones del país alcanzaron niveles récord, y la propia
ciudad de Vladivostok no deja de perder habitantes.
En este contexto de por sí tenso, la sanción por parte del gobierno, en
diciembre de 2008, de un decreto que aumentó de manera
significativa los impuestos a la importación de automóviles
usados a partir del 11 de enero de 2009, fue la gota que
rebalsó el vaso, provocando manifestaciones sin precedentes
recientes. Una organización informal, bautizada TIGR
(“Cooperativa de Ciudadanos Rusos con Iniciativa”), y el
Partido Comunista ruso encabezaron este movimiento, que los
superó ampliamente. El 14 de diciembre de 2008, más de
diez mil manifestantes bloquearon completamente el centro,
mientras otros intentaban sin éxito invadir el aeropuerto.
Desbordados, la milicia y los OMON –una suerte de escuadrón
policial antimotines ruso– nada pudieron hacer, salvo
minimizar la importancia de la manifestación, más aun
cuando muchos diputados locales participaron en el
movimiento. El 15 y 17 de diciembre de 2008, en una clara señal
de la importancia del malestar, la asamblea regional, y
luego la Duma (asamblea) de la ciudad, solicitaron
oficialmente al presidente Medvedev y al primer ministro
Vladimir Putin dar marcha atrás con esta decisión (5).
La amplitud de este movimiento de protesta se explica por la importancia de
esas importaciones para la economía de la región. Los
automovilistas rusos prefieren por lejos los automóviles
importados a las producciones nacionales –consideradas de
baja calidad–, que las propias elites, que sólo andan en
BMW, Mercedes o Porsche Cayenne, evitan. En Extremo Oriente
y en toda la Siberia Oriental, donde no existe ninguna
industria automotriz, se agrega el hecho de que es necesario
traer los automóviles rusos de la parte europea, lo que
incrementa aun más su precio. Más del 90% de los automóviles
utilizados aquí son japoneses o coreanos (es decir, con
volante a la derecha), en su mayoría usados. Y se ha
desarrollado un verdadero sector económico, que abastece a
toda la Rusia asiática.
Más allá de los marineros, estibadores y comerciantes que compran en Asia
y luego administran este flujo de varias decenas de miles de
vehículos por año, se trata en realidad de una verdadera
industria. Algunos, para eludir reglamentos cada vez más
exigentes, llegan incluso a desarmar y dividir en dos los
chasis de los jeeps japoneses para importarlos “en kit”
y armarlos localmente, proponiendo todo tipo de adaptaciones
de los vehículos a las necesidades del usuario final. Se
habla de alrededor de cien mil empleos en la región premarítima,
con la particularidad de que se trata esencialmente de
verdaderas pequeñas y medianas empresas independientes. La
tentación de poner en vereda a este sector en gran medida
autónomo, que escapa al control de las autoridades tanto
federales como locales, no es totalmente ajena a esta
batalla.
Estallidos
Moscú reaccionó rápidamente a estos primeros desbordes. Debidamente
reprendidos, los dirigentes locales debieron volver sobre
sus primeros pasos e intentaron explicar la conveniencia de
las decisiones gubernamentales, aumentando el descontento de
sus conciudadanos. Esta vez, la nueva manifestación de los
TIGR, del 21 de diciembre de 2008, fue dispersada
violentamente por los OMON. Los canales nacionales guardaron
silencio sobre esta revuelta, limitándose a elogiar las
pocas concesiones propuestas por el Kremlin: un subsidio al
transporte de automóviles de fabricación rusa en Extremo
Oriente para equiparar los precios, y la promesa de reducir
el precio de los pasajes aéreos hacia la parte europea para
estudiantes y jubilados. Esto no impidió otras
manifestaciones a comienzos de enero, durante la
implementación del famoso decreto; pero, gracias al frío y
los OMON, las autoridades lograron evitar que se extendiera
la revuelta.
Pero en el fondo, nada se solucionó. Muchos expertos rusos critican las
medidas proteccionistas adoptadas por el gobierno para
intentar salvar a las automotrices rusas de la quiebra:
acompañadas de nuevas ayudas financieras masivas, no
tuvieron hasta el momento ningún resultado. Nadie logró
romper el círculo vicioso de la corrupción, del
laisser–faire y de la economía administrada que explica
que esas empresas sigan produciendo vehículos que los
usuarios no desean.
Los primeros días de mayo, el buen tiempo finalmente volvió. Pero, entre
las manifestaciones controladas del 1º de Mayo y la
celebración del Día de la Victoria el 9 de mayo, el
ambiente continúa desapacible. El trabajo en el puerto
disminuyó: el volumen de las cargas sufre directamente los
efectos de la reducción de las actividades. La situación
se sobrelleva esperando el fin de la crisis económica y
viviendo de las reservas. Hay quienes creen que el gobierno,
luego de este período difícil, terminará revocando o
morigerando este decreto y que finalmente los negocios podrán
reactivarse. Pero la mayoría es pesimista y ya prevé lo
peor: este episodio va a seguir debilitando una economía frágil,
que no salvará la organización de la Cumbre de la APEC.
Según ellos, se asistirá a una nueva ola migratoria de
rusos de la región hacia la parte europea, y son los más jóvenes
y activos los que se irán primero.
Al mismo tiempo, la crisis ha dado un giro más político. En enero de 2009,
una comisión de la Duma federal (el Parlamento ruso) emitió
un informe acusando a los organizadores de las
manifestaciones de ser agentes manipulados por el
extranjero: “Las manifestaciones masivas contra la suba de
los aranceles aduaneros pueden considerarse una acción
organizada de desestabilización de la situación social en
varias regiones de Rusia (...), acción dirigida según un
escenario único que recuerda el de la Revolución
Naranja”. Y concluyó que estas acciones, manipuladas por
“tecnólogos extranjeros” tienen “como principal
objetivo intentar separar el Extremo Oriente de Rusia”
(6).
A pesar, es cierto, de las banderas naranjas alzadas por algunos
manifestantes, se demostró claramente que esta supuesta
amenaza de secesión por parte de los rusos de Extremo
Oriente no era más que un fantasma agitado en la época del
ex gobernador por una parte de las elites locales para
movilizar a los ciudadanos en su favor. Pero en Moscú, sin
duda prefieren no debatir realmente sobre lo que se opina en
la región, tal como lo muestra un informe de Viktor Larin,
director del Instituto de Historia de Vladivostok. A la
pregunta “¿De dónde vienen las principales amenazas
contra los intereses de Rusia y de sus territorios de
Extremo Oriente?”, los habitantes de la región
respondieron en una encuesta de forma bastante clara: para
el 47%, la primera amenaza es la “mala política de Moscú”.
Sólo el 37% menciona “la potencia militar china” y el
36% “la hegemonía estadounidense” (7).
El síndrome Pikalevo
El 15 de mayo de 2009, la central térmica de Pikalevo, pequeña ciudad de
la región de San Petersburgo, cargada de deudas, dejó de
funcionar, privando de agua caliente a sus 21.000
habitantes. Después de meses de tensiones, este hecho
encendió la mecha. El lunes siguiente, uno de los
sindicatos locales distribuyó panfletos instando a cortar
la ruta federal Vologda–San Petersburgo que bordea la
ciudad. El martes, trescientos obreros de la fábrica Bazel,
perteneciente al oligarca Oleg Deripaska –el magnate del
aluminio ruso–, bloquearon la A–114 cantando la
“Internacional”. Pronto se sumaron las mujeres y los
hijos de los obreros de las tres fábricas de la ciudad, dos
cementeras y una industria química (nefelina). Todas habían
cerrado a comienzos de año, dejando sin empleo a 4.000
habitantes de la ciudad (8).
En pocas horas, estalló el caos: ¡438 kilómetros de embotellamiento! El
gobernador de la región intentó calmar a los manifestantes
diciéndoles que había trabajo en otras ciudades de la región:
fue en vano. Por su parte, la milicia no intentó
dispersarlos. Algunos afirman que no querían correr el
riesgo de lastimar a los niños; otros señalan que ese
martes, ya se decía que el Primer Ministro Vladimir Putin
acudiría al lugar, y que convenía pues evitar el
enfrentamiento.
Lecciones de la crisis. La crisis de Pikalevo es una situación típica en
las urbes que los rusos denominan “ciudades
monoindustriales” (en ruso, monogorod), categoría que
designa en general a ciudades pequeñas o medianas –de
20.000 a 50.000 habitantes–, pero en la que también se
encuentran grandes ciudades metalúrgicas en las que una
sola empresa es el principal e incluso el único empleador.
Pikalevo se creó alrededor de un conglomerado único, la fábrica de
cemento y la industria química, con su propia central térmica.
En el marco de la privatización, este conjunto se dividió
en tres lotes. Pero la crisis financiera, la suba de las
tarifas de los ferrocarriles y de la energía y la
incapacidad de los dirigentes para reconstruir un
conglomerado coherente llevaron a las tres fábricas a la
quiebra. En pocas semanas, a comienzos de 2009, cerraron sus
puertas, acumulando deudas y salarios impagos. La tensión
social creció, pero, como suele suceder en Rusia, fue la
interrupción de un servicio vital –en este caso, la
distribución de agua caliente– lo que provocó la reacción
espectacular de los habitantes. Mientras tanto, se sobrevivía
con la ayuda mutua y pequeños trabajos, sin olvidar el
aporte de las huertas, siempre esenciales en estas pequeñas
ciudades donde todos o casi todos mantienen su huerta,
“por si acaso”.
El miércoles, el gobernador de la región habilitó un fondo especial para
pagar una parte de los salarios y las deudas de la central.
El jueves, Putin desembarcó en el lugar acompañado por los
canales de televisión federales, por varios ministros, el
gobernador de la región, el director de ferrocarriles y los
tres presidentes de los tres holdings propietarios de las fábricas.
De la crisis local se pasaba a una lección de política
activa, hábilmente orquestada. El gran espectáculo, según
el ritual del “buen zar a los malos boyardos” (9).
Recorriendo rápidamente la cementera desierta, el Primer
Ministro lanzaba en dirección al Gobernador: “Nadie me
convencerá de que los dirigentes de la región hicieron
todo para ayudar a esta gente”.
Durante una reunión a la que asistieron los actores de la crisis, anunció
una serie de decisiones: renegociación de las relaciones
entre las tres fábricas, desbloqueo de créditos, disminución
de los precios del transporte ferroviario. Y concluyó:
“Ustedes convirtieron a miles de personas en rehenes de
sus ambiciones, de su falta de profesionalismo o de su
avidez. ¿Dónde está pues la responsabilidad social
empresaria de la que hablan permanentemente? El comienzo de
esta situación es anterior a la crisis. Es necesario
reconstruir este conjunto productivo. Les doy tres meses. Si
no se ponen de acuerdo, se hará sin ustedes (en alusión a
un procedimiento de nacionalización impulsado en la
Duma)” (10).
Pero el telespectador retuvo otro diálogo, que circuló por los sitios de
internet. Tomando el texto del acuerdo propuesto, Putin se
dirigió a Deripaska, quien intentaba justificar las
dificultades técnicas de su fábrica: “Oleg
Vladimirovich, ¿usted firmó este acuerdo? No veo su firma;
venga aquí y firme”. Y el oligarca se levantó y firmó
la hoja, bajo la mirada de enojo del Primer Ministro...
Se pueden aprender varias lecciones de esta crisis. La imagen que el poder
quiso dar de la eficacia de su accionar: “En pocas horas
–titula el diario moscovita Kommersant– Vladimir Putin
resolvió el destino de Pikalevo”. La imagen del que sabe
poner límites a los oligarcas, señalados a la vez por la
ostentación de sus fortunas y por su papel en la reciente
crisis financiera, sin olvidar lo que los medios de
comunicación rusos señalaron en reiteradas veces: la mayoría
de ellos son judíos. En las fotos de las manifestaciones,
se observan además varios lemas, desde el banal
“Deripaska, vendé tu yate” hasta pancartas de otro
tipo: “Para Deripaska, la sopa de Buchenwald” (11)…
Novaia Gazeta esbozó también otra lectura: detrás de esta
puesta en vereda televisada, está la realidad, es decir,
los miles de millones de rublos de ayuda aportados por el
presupuesto del Estado, sin demasiada contraprestación, a
los oligarcas con dificultades financieras.
Así, se confirma la influencia, que sigue siendo absolutamente
determinante, de la administración pública en la vida económica:
son los ministros, y a menudo el Primer Ministro, quienes se
ocupan del detalle de lo que en Francia les correspondería
únicamente a las relaciones empresariales. Esta
particularidad tiene enormes consecuencias: denota una
mentalidad de control de la sociedad por parte del poder, y
es uno de los factores de la lentitud de las
modernizaciones, del bloqueo de las PYMEs, de la corrupción
generalizada.
Evidencia también el crecimiento de los movimientos sociales. Sin duda debe
tenerse en cuenta, en el caso de Pikalevo, el enfoque
utilizado por el Kremlin. El mensaje es múltiple. Más allá
de la crítica a los “malos” administradores tanto de
las empresas como de las regiones –mientras el gobierno
mantiene sus programas sociales–, se trata de una
advertencia a los políticos y policías frente a las
manifestaciones de descontento: no dejar que se multipliquen
este tipo de acciones. En varias regiones del país, las
autoridades reaccionaron rápidamente frente a idénticas
amenazas, ya sea con palos o con promesas para evitar lo más
rápido posible el riesgo de desborde. Se espera la
reactivación económica que se anuncia para evitar nuevos
bloqueos; pero el síndrome Pikalevo está en la mente de
todos, y con varias recidivas de menor importancia.
(*) Investigador.
Notas:
(1) Joseph Kessel, Tiempos salvajes, Emecé, Buenos Aires, 1979.
(2) Vancouver, una ciudad portuaria donde los elementos naturales restringen
el espacio disponible para la urbanización, sin embargo se
ha desarrollado considerablemente en los últimos años. Es
la tercera ciudad en importancia de Canadá.
(3) Kommersant, Moscú, 5–6–09.
(4) “Los gobernadores se privaron de todo”, Novaia Gazeta, Moscú,
1–7–09.
(5) Interfax y Kasparov.ru, 18–12–08.
(6) “Comenzó”, Nezavisimaia Gazeta, Moscú, 16–1–09.
(7)
Andrei Kalatchinski, “Oriente enrojece”, Ogoniek, Moscú,
18–5–09.
(8)
Kommersant, Moscú, 3–6–09.
(9)
Kommersant Vlast, Moscú, 8–6–09.
(10) Kommersant, Moscú, 5–6–09.
(11) Novaia Gazeta, Moscú, 22–4–09.