Bruselas.– No fue un
acuerdo fácil, sino "con fórceps". La crisis griega puso de
relieve las diferentes posturas de Alemania y Francia, pero finalmente Angela
Merkel y Nicolas Sarkozy lograron superar sus divergencias sobre el rescate
del endeudado vecino y presentaron ante el resto de los socios de la Unión
Europea (UE) un mecanismo para ponerlo a salvo ante un eventual colapso de su
economía por el elevado déficit público.
Se trata de créditos
bilaterales voluntarios a una tasa de interés "aceptable" para
Grecia, quizás en torno del 3%, por parte de los socios de la eurozona (16
miembros) combinados con inyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI).
Sarkozy se resistió casi
hasta último momento a que el FMI tuviera un papel destacado en esta
"operación de salvamento".
No obstante el acuerdo final,
la cacofonía entre Berlín y París por el "expediente griego" dejó
en evidencia que se está apagando lentamente la sintonía que existía en el
(ex) eje Bonn–París, en épocas del canciller Helmut Kohl y del presidente
François Mitterrand.
Merkel y "Sarko" se
toleran, como mucho, pero no hay buena "química" entre ellos,
opinan los expertos. Merkel quería una participación activa del FMI, frente
a la resistencia de Francia.
A falta de un "Fondo
Monetario Europeo", a imagen del FMI, con la crisis de Grecia, Europa
muestra –de forma alarmante– una vez más sus desacuerdos, sus fisuras
internas y su miopía política.
Una foto
histórica
A pesar del éxito forzado de
ayer, no parece posible que se pueda reeditar aquella fotografía histórica,
de septiembre de 1984, en la que Mitterrand y Kohl aparecían con las manos
unidas ante el monumento a los caídos en la masacre de Verdún, una de las
batallas más crueles de la Primera Guerra Mundial, en 1916, con más de
150.000 muertos.
Aunque el primer gran paso en
la reconciliación franco–alemana fue la creación, en 1957, de la Comunidad
Económica Europea, con un grupo de seis países pioneros (Alemania, Francia,
Bélgica, Holanda, Luxemburgo e Italia), el eje franco–alemán, primero
conocido como "eje París–Bonn", ya comenzaba a arrancar a
principios de los años 50.
El primero de los grandes
hitos fue, en 1951, la creación de la Comunidad Europea del Carbón y del
Acero (CECA), que agrupó a las industrias de ambos países y sembró el
primer germen de la actual UE.
Se trataba de dejar atrás el
secular enfrentamiento entre ambos gigantes de Europa y de desterrar al olvido
las dos guerras mundiales que tuvieron como principales protagonistas a
alemanes y franceses, con un saldo de millones de muertos.
Como hito fundamental se
recuerda el 9 de mayo de 1950, cuando el entonces canciller francés, Robert
Schuman, pronunció un discurso en el que buscaba un acercamiento entre los
dos países que es considerado la primera propuesta para la construcción de
una Europa integrada. Quedó en la historia como la Declaración Schuman.
También fue clave el 22 de enero de 1963, cuando el canciller alemán Konrad
Adenauer y el presidente francés Charles de Gaulle firmaron en el Palacio del
Elíseo el Tratado de Amistad.
Desde entonces, el camino ha
sido, en general, bien engrasado, hasta que París y Berlín se toparon con la
"piedra griega".