Un ataque directo al corazón del poder
Por Steve Gutterman
Agencia Reuters, 30/03/10
Moscú.– La militancia armada que el primer ministro Vladimir Putin juró
aplastar cuando asumió el poder hace una década le envió
ayer un mensaje desafiante al Kremlin, al perpetrar el peor
ataque en los últimos seis años y dejar en evidencia el
fracaso de su política en la región más turbulenta del país.
La respuesta a las dos explosiones que mataron a cerca de 40 personas en el
subterráneo de Moscú será un importante indicador de cómo
enfocará el tándem gobernante la violencia y los
disturbios en la región mayoritariamente musulmana del
norte del Cáucaso, un obstáculo crucial para la seguridad
y el éxito del país.
Los atentados podrían alimentar aún más las intrigas políticas previas a
las elecciones presidenciales de 2012, cuando Putin –que aún
es considerado el líder más poderoso de Rusia después de
haber guiado a Dimitri Medvedev hasta el Kremlin en 2008–
podría buscar un regreso a la presidencia.
Durante su gobierno, Putin condujo a Rusia a su segunda guerra postsoviética
contra los rebeldes de Chechenia, después de una serie de
letales ataques contra edificios en Moscú y en otras
ciudades.
En ese momento, Putin juró que los rebeldes serían perseguidos y
aniquilados "hasta en las letrinas", una expresión
típica de la retórica dura que tanto promovió su
popularidad durante su presidencia de 2000–2008.
"Esto es una afrenta directa contra Vladimir Putin, cuyo ascenso al
poder se construyó sobre la promesa de aniquilar a los
enemigos de Rusia", dijo ayer Jonathan Eyal, del Royal
United Services Institute, de Gran Bretaña.
El lugar elegido ayer para la primera explosión envió un mensaje directo
al corazón del poder en Moscú y al aparato de seguridad
rusa: la estación de subterráneo Lubyanka comparte el
nombre con el cuartel general del Servicio Federal de
Seguridad, el principal sucesor local de la KGB soviética,
que se encuentra a pocos metros de distancia.
"Resulta asombroso que el Servicio de Seguridad Federal haya sido
incapaz de frustrar el atentado. Por supuesto, es imposible
impedir todos los atentados. Pero la policía ha fracasado
estrepitosamente al no haber logrado infiltrarse en los
grupos chechenos que operan en Moscú", dijo Eyal.
La respuesta del Kremlin a los ataques podría ser una ofensiva más dura
contra los grupos militantes del norte del Cáucaso, que han
puesto a prueba las políticas antiterroristas del Kremlin
durante una generación.
A pesar de que nadie se atribuyó la responsabilidad por los atentados, los
funcionarios han centrado sus sospechas en el norte del Cáucaso.
El alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, dijo que los ataques fueron llevados a
cabo por mujeres suicidas –un método que ha sido empleado
por los rebeldes chechenos– y el jefe del Servicio Federal
de Seguridad dijo que probablemente se tratara de mujeres
del norte del Cáucaso.
Los grupos de derechos humanos dicen que una mayor represión en la
turbulenta región sólo servirá para alimentar la furia
que sigue promoviendo la actividad rebelde casi una década
después de la guerra con la que Putin derrotó al gobierno
separatista de Chechenia.
En los últimos tiempos, el presidente Dimitri Medvedev ha subrayado la
necesidad de enfrentar las causas subyacentes, como la
corrupción, la pobreza y el abuso de autoridad.
Pero Matthew Clemens, analista especializado en Eurasia del IHS Jane´s
Information Group, dice que los ataques de ayer podrían
fortalecer a la línea dura de la elite gobernante rusa. Eso
podría conducir a la implementación de tácticas más
duras, que "posiblemente impliquen un alejamiento del
doble enfoque que procura estimular el desarrollo social y
económico acompañado por medidas de seguridad".
La actuación del Kremlin en el norte del Cáucaso ha sido "bastante
contraproducente", opinó Galina Yemelianova, del
Centro de Estudios Rusos y del Este de Europa de la
Universidad de Birmingham.
Las
redes clandestinas
Según la analista, la política del gobierno ruso "ha empujado a los
rebeldes fuera de Chechenia. La insurgencia es cada vez más
multiétnica y se está propagando a otras partes de la región
por medio de redes jihadistas clandestinas que se han vuelto
cada vez más activas".
Putin, que suspendió ayer un viaje a Siberia y regresó a Moscú, juró que
"los terroristas serán destruidos".
Medvedev dijo que Rusia actuaría "sin concesiones" para eliminar
a los terroristas, pero instó a las autoridades a respetar
los derechos humanos. Sin embargo, los analistas dicen que
esa preocupación seguramente será dejada de lado cuando el
Kremlin se aboque a impedir nuevos ataques.
Los críticos del Kremlin temen, además, que los ataques lleven a una
represión más amplia que podría afectar también a los
opositores del gobierno, que ya han sido desterrados a la
periferia política.
"Sabemos que bajo el disfraz de la lucha contra el terrorismo se
fortalecerán la represión y la presión sobre los
opositores", dijo el grupo Solidaridad, que reúne a
prominentes liberales opositores del Kremlin.
En 2004, después de una ola de sangrientos atentados, Putin puso en marcha
una serie de reformas electorales que dieron al Kremlin
mayor control político y que suscitaron denuncias de un
retroceso de la democracia.
Desde entonces, la violencia atribuida a los rebeldes separatistas ha estado
reducida principalmente a la región del norte del Cáucaso,
una serie de provincias sobre la frontera sur de Rusia.
Golpearon donde más duele
Por Rubén Guillemi
Desde Moscú
La Nación, 30/03/10
Golpearon donde más duele, donde mejor podían herir al gobierno y, también,
a la población civil rusa.
Es difícil explicar lo que sucedió ayer a las 8.15 de la mañana en Moscú,
después del primer ataque contra la céntrica estación de
subterráneos Lubyanka, que dejó inicialmente 23 muertos.
Ahora que uno de los inviernos más crudos de los que se tenga memoria está
dejando paso a una primavera con temperaturas que apenas
superan los cero grados, alrededor de esa hora llegué
caminando desde mi trabajo precisamente a la estación Park
Kultury.
Había escuchado las noticias sobre el atentado, pero como estaba a unos dos
kilómetros de Lubyanka, no estaba preocupado. Ignoraba, por
supuesto, que 40 minutos más tarde iba a ocurrir allí un
segundo ataque, que dejaría otras 12 víctimas fatales.
Paralizar en ese horario el segundo sistema de subterráneos del mundo (el
mayor es el de Japón) significa lanzar a las calles a
centenares de miles de personas, una multitud que a esa hora
trataba de llegar a pie a su destino, avanzando lentamente
por las veredas y hasta ocupando algunos carriles de los
autos a lo largo de cuadras y cuadras.
Caminando contra la corriente, me abrí paso e intenté ingresar en la
estación de Park Kultury. Fue en vano: después del ataque
en Lubyanka, la policía impedía el acceso en toda la línea
1 de subterráneos, y sólo dejaba salir a los que
abandonaban la estación.
Unos minutos más tarde, en el andén ubicado decenas de metros bajo tierra,
la segunda terrorista suicida hizo estallar su bomba. Sus víctimas
fueron las personas que circulaban junto a ella en el tren y
otras que intentaban salir de la estación.
El estallido no se oyó desde la calle, pero el lugar se convirtió de
pronto en un caos. Yo me había alejado unos metros del
lugar, cuando comenzaron a salir de la estación decenas de
personas con heridas, rostros oscurecidos y cabellos
chamuscados.
Hubo escenas de pánico y angustia, pero no de histeria. La amplísima
avenida Zubovsky, que corre junto a la estación Park
Kultury, fue invadida por las ambulancias. Unos 20 minutos
después del ataque, incluso aterrizó allí un helicóptero
sanitario para trasladar a los heridos más graves. La
población comenzaba a tomar entonces una dimensión real de
lo que estaba sucediendo: el horror del terrorismo había
vuelto a Moscú.
Los moscovitas tienen una relación de amor–odio con su sistema de subterráneos.
Las estaciones construidas por el dictador Josef Stalin son,
sin duda, las más bellas del mundo, verdaderas obras de
arte, y el subterráneo es la manera más rápida de moverse
por esta ciudad de atascos de tránsito permanentes.
Pero subirse al subte en horas pico es someterse a aglomeraciones
interminables. Hay que hacer cola hasta para poder usar las
larguísimas escaleras mecánicas, que en algunos casos
tienen recorridos de tres minutos para salir a la
superficie. Ayer, el comentario generalizado de los
moscovitas era éste: "Yo no vuelvo a viajar nunca más
en subterráneo". Una promesa que pocos cumplirán.
Los terroristas golpearon no sólo donde más le duele a la sociedad rusa,
sino también donde más le duele al gobierno.
La primera explosión se produjo en el subsuelo del cuartel central del
Servicio Federal de Seguridad (FSB), la KGB de los tiempos
soviéticos, precisamente el lugar desde donde el gobierno
del presidente Dimitri Medvedev implementa su estrategia
antiterrorista.
El mensaje de los terroristas fue muy claro. Han demostrado que pueden
seguir golpeando en la capital de una superpotencia militar
y que son capaces de perpetrar un ataque en los cimientos de
donde se intenta imponer una estrategia represiva contra sus
reclamos.
El terror sigue presentando entonces este terrible trofeo, un logro de altísimo
impacto. Y la sociedad civil queda atrapada como rehén en
medio de una disputa entre el gobierno federal y los
separatistas, en el centro de un conflicto que ocurre a
miles de kilómetros de esta capital, pero del cual,
evidentemente, los moscovitas no se podrán desentender.
El autor es un periodista argentino que trabaja en Rusia.
Desde 2002, las mujeres han protagonizado casi la mitad de los
ataques
rebeldes contra Rusia
Las "viudas negras", el arma más letal de
la guerrilla chechena
Por Adriana M. Riva
La Nación, 30/03/10
A fines de 2001, el sangriento terrorista checheno Shamil Basayev (fallecido
en 2006) amenazó con enviar brigadas de mujeres a Rusia
para sembrar la muerte y la destrucción en todo el país.
Su amenaza se hizo realidad en octubre de 2002, cuando un grupo de rebeldes
atacó el teatro Dubrovka, en la capital rusa: de los 41
terroristas involucrados en el asalto –que dejó 170
muertos–, 22 eran mujeres. La menor de ellas tenía apenas
16 años.
Desde entonces, casi la mitad de los ataques de la insurgencia caucásica
contra Rusia han sido protagonizados por las llamadas
"viudas negras", mujeres musulmanas dispuestas a
todo, que se han convertido en el arma más letal de los
separatistas chechenos.
Su modus operandi es sencillo: vestidas de negro de la cabeza a los pies,
las suicidas llevan adherido al cuerpo un cinturón cargado
de explosivos, listo para ser detonado en medio de una
multitud.
En julio de 2003, dos de ellas se inmolaron durante un concierto de rock al
aire libre y mataron a 15 personas; en agosto de 2004, otras
dos fueron responsables de las explosiones de dos aviones,
que dejaron 90 muertos; un mes más tarde, varias
"viudas negras" participaron de la toma de rehenes
de la escuela de Beslan, que terminó con 334 muertos,
incluidos cientos de niños.
Ayer, el lugar elegido por las kamikazes fue el subterráneo de Moscú, uno
de los más transitados del mundo, con un promedio de siete
millones de pasajeros por día. Los ataques acabaron con la
vida de 38 personas. Y, una vez más, las temibles
"viudas negras" volvieron a aterrorizar a Rusia.
Morir
para matar
Motivadas por distintas razones, las "viudas negras" son esposas,
hijas o hermanas de rebeldes del Cáucaso Norte que murieron
en el curso de las dos guerras que han devastado a Chechenia
desde la caída de la Unión Soviética, y que persiguen un
único fin: morir matando.
"Quiero venganza. Ahora tengo un sólo sueño, una sola misión:
hacerme explotar en alguna parte de Rusia, idealmente en
Moscú. Quiero matar a tantos rusos como sea posible."
Eso fue lo que declaró Kowa, una joven chechena, a la
cadena británica BBC, en 2003, luego de que su marido fuese
asesinado por soldados rusos.
Como Kowa, muchas de las "viudas negras" actúan motivadas por la
venganza o el odio. Los efectos de la guerra, de hecho, han
sido particularmente duros para las mujeres chechenas. Según
la BBC, "el 75% de ellas perdió algún familiar; el
60% fue testigo de cómo destruían su hogar e, incluso,
muchas fueron víctimas de violaciones por soldados
rusos".
"En los últimos 14 años, los militares rusos han dejado en Chechenia
una estela de destrucción muy fuerte, tanto física como
psicológica", explica Stephen Mulvey, analista de la
BBC.
En el marco de una sociedad arruinada por la guerra, la fuerte incursión
del fundamentalismo islámico en la región en los últimos
años también ha favorecido el aumento de mujeres suicidas.
"Las mujeres suscitan menos sospechas, motivo por el cual los grupos
terroristas tratan de reclutarlas", señala Grigori
Svvedov, jefe del sitio en Internet sobre el Cáucaso
www.caucasianknot.info.
"Las mujeres son más emotivas. Si toman una decisión nada puede
detenerlas", explicó Vladimir Vassiliev, jefe de la
comisión de la Duma que dirigía la célula de crisis
cuando se produjo la toma de rehenes en un Dubrovka.
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