Makhachkala,
Rusia.– Conmocionada aún por el doble atentado suicida
del lunes en el subterráneo de Moscú, Rusia fue blanco
ayer de un nuevo ataque que dejó por lo menos 12 muertos,
nueve de ellos policías, en Daguestán, una inestable república
del Cáucaso, cuna de numerosos insurgentes islamistas.
Precisamente
el líder guerrillero checheno Doku Umarov, que pretende
instaurar un emirato en el Cáucaso Norte, reivindicó ayer
el doble atentado de Moscú y dijo que fue en
"venganza" por las operaciones de las fuerzas
federales rusas en la región. Además, prometió extender
su ola de ataques a todo el país.
Después
del atentado en Daguestán, el presidente Dimitri Medvedev
advirtió que las autoridades están decididas a impedir que
"los terroristas siembren el pánico" en Rusia, un
país que todavía no se ha levantado del doble atentado del
lunes contra la red de subterráneos moscovita, que dejó 39
muertos.
El
mandatario dijo además que se presume que los responsables
de los atentados de ayer son los mismos que los que atacaron
en Moscú.
Cuando
la capital se disponía a enterrar a las primeras víctimas
del ataque del lunes, dos explosiones frente a la comisaría
de Kizlyar, en Daguestán, dejaron 12 muertos y 23 heridos,
según los primeros balances oficiales. Nueve de los muertos
"eran empleados de los servicios de policía",
precisó la fiscalía local.
La
primera explosión tuvo lugar a las 8.40 y fue provocada por
una bomba lapa en un vehículo que se encontraba en el patio
de las dependencias policiales.
Unos
20 minutos después, un kamikaze disfrazado de policía se
hizo estallar en el mismo lugar, cuando los investigadores
habían llegado para examinar las circunstancias de la
primera explosión. Este segundo atentado mató a varios
agentes, "entre ellos el jefe de la policía de Kizlyar",
Vitali Vedernikov, informó la fiscalía.
Los
atentados y enfrentamientos son muy frecuentes en Daguestán,
donde viven unos 2,5 millones de personas de múltiples
grupos étnicos, mayoritariamente musulmanes.
Al
igual que otras repúblicas del Cáucaso ruso –como
Chechenia e Ingusetia–, Daguestán es escenario desde hace
varios meses de sangrientos choques entre rebeldes
islamistas y las fuerzas federales rusas. Pero estos nuevos
ataques se producen en un clima de gran nerviosismo a raíz
del doble atentado en la red de subterráneos de Moscú.
El
jefe del grupo rebelde islamista Emirato del Cáucaso, Doku
Umarov, alias Abu Usman, se adjudicó ayer los atentados
suicidas de Moscú, anunció la página web independentista
chechena Kavkazcenter .
Umarov
afirmó haber dado personalmente la orden para los dos
atentados en Moscú, perpetrados con 40 minutos de intervalo
por dos mujeres kamikazes en sendas estaciones céntricas.
Se
trata de "una acción legítima de venganza por la
continuación de los asesinatos de civiles en el Cáucaso",
indicó el jefe del grupo rebelde islamista, que amenazó a
Rusia con nuevos atentados.
"Los
ataques en el territorio ruso van a seguir", dijo. Serán
"nuevos actos de venganza por lo que hacen las tropas y
los servicios especiales rusos en el Cáucaso", advirtió.
Autodenominado
"Emir del Cáucaso", Umarov lucha, según sus
propias declaraciones, por la creación de un Estado islámico
independiente en el Cáucaso Norte (ver recuadro).
Los
atentados de Moscú, los primeros de envergadura desde hace
varios años en la capital rusa, conmocionaron a la opinión
pública.
Las
medidas de seguridad fueron reforzadas en todo el país,
incluido el cosmódromo ruso de Baikonur, en Kazakhstán,
donde está previsto que un cohete Soyuz despegue mañana.
"El
objetivo de los terroristas es desestabilizar al país,
destruir la sociedad civil, sembrar el pánico en la población",
dijo Medvedev. "No lo permitiremos", agregó. Según
el mandatario, los atentados de Moscú y Daguestán son
"eslabones de una misma cadena".
Los
atentados en la ciudad de Kizlyar, en Daguestán, vecina a
Chechenia, son la última manifestación de un pico de
violencia en el Cáucaso que aún desafía al Kremlin una década
después de haber doblegado a los separatistas chechenos.
Además, alimentaron el temor a una ofensiva más amplia o
de una guerra santa de los extremistas islámicos de la región
y pusieron de manifiesto el fracaso de la política de
seguridad del Kremlin para contener la violencia en su
flanco sur.
Putin,
que dirigió una guerra contra los separatistas de Chechenia
en 1999 que selló su ascenso al poder, advirtió anteayer
que los culpables de los ataques deben ser sacados "del
fondo de las cloacas".
Un
enemigo de Moscú resurge con nueva cara
Nazran,
República de Ingusetia, Rusia.– Al reivindicar el
atentado perpetrado en el subte de Moscú esta semana, el
Emirato del Cáucaso, un movimiento islamista surgido en los
últimos años, luego de la rebelión chechena, se convirtió
en una amenaza directa para el Kremlin.
Este
movimiento radical, presente en Chechenia y en las repúblicas
vecinas –incluida Daguestán, donde fue perpetrado el
doble atentado de ayer–, cuenta con "un emir",
Doku Umarov, jefe de la guerrilla chechena desde 2006. Fue
el propio Umarov quien se adjudicó, en un video difundido
ayer, la autoría del sangriento ataque en la capital rusa.
Umarov,
combatiente en la primera guerra de Chechenia (1994–1996),
al final de la cual fue condecorado y ascendido, fue compañero
de todos los dirigentes independentistas, pero desde
entonces rompió por completo con la facción separatista.
"El
emirato es el resultado de la evolución del separatismo en
el Cáucaso del Norte", explica Akhmed Iarlykapov,
especialista del Instituto de Etnología y Antropología de
Moscú. "El movimiento separatista checheno, consciente
de su debilidad, se ha reformado sobre una base religiosa.
Se trata de una clara transformación de un grupo étnico
separatista en un grupo religioso", agrega.
Las
dificultades económicas endémicas que afectan a las repúblicas
del Cáucaso ruso son un terreno fértil para la rebelión:
los jóvenes en particular, víctimas del desempleo y de la
corrupción, son sensibles a los mensajes de los islamistas.
"Es
difícil decir por qué la islamización ha tomado tanta
amplitud, pero para los rebeldes era una manera de extender
su combate [...]. La idea de una Chechenia independiente no
era suficiente para eso. Necesitaban una ideología que
uniese, y eso sólo podía ser el islam", estimó Timur
Akiiev, representante de la ONG Memorial de Nazran, en
Ingusetia, república vecina de Chechenia.