Atenas se despertó el día
después de la huelga general con una sensación extraña. “La manifestación
del miércoles fue una de las más numerosas de los últimos veinte años”,
escriben diversos medios de comunicación y repite la gente por la calle.
La furia ante las injusticias
del capital imperante abarrotó las calles del centro de la ciudad. El griego
no es un pueblo fácilmente domesticable, aún hay esperanzas, y respondió
como debía en estas circunstancias. De los ánimos caldeados de los
manifestantes surgían comentarios del tipo: “Hoy tomamos el Parlamento”,
donde en esos precisos momentos los amos y dueños de esta pequeña parte del
mundo discutían cómo van a empeñar el país durante los próximos años de
la mano del megabanco mundial, el FMI.
Durante la gran manifestación
del 5 de mayo, la gente empezó a subir las escaleras situadas junto al
monumento al soldado desconocido, en la plaza Sintagma, frente al Parlamento,
allí donde desfilan esos tipos pintorescos a los que los turistas fotografían
a diario. Se acercaban al edificio cuando un rumor se extendió por las calles
y llegó a oídos de todos: habían muerto tres personas en el incendio de un
banco.
La multitud se sintió de
pronto invadida por las dudas y el desconcierto, que, junto con el inevitable
rociado de gases lacrimógenos, a los que la policía griega nos tiene tan
acostumbrados, empezó a disipar poco a poco las fuerzas, hasta que la
manifestación se desintegró. Aunque es todavía demasiado temprano para
llegar a conclusiones firmes, todo parece indicar que se ha producido una
serie de coincidencias a priori sospechosas.
Las oficinas bancarias del
centro de Atenas, en especial de las calles Panepistimíu y Stadíu, por las
que pasan la inmensa mayoría de las manifestaciones, son objetivo habitual de
ataque (ataque que, cabe señalar, sólo apunta a bienes materiales). Por lo
tanto, en las jornadas de lucha masiva, los primeros negocios que cierran sus
puertas son los bancos. Y así sucedió también el miércoles, con la excepción
del banco Marfin, que resultó incendiado.
Por este motivo, entre otros,
se cuestiona la responsabilidad de la dirección del banco. Circula un
comunicado de un trabajador de dicho banco en el que se comenta que no sólo
se impidió a los trabajadores ejercer su derecho a la huelga, sino que
incluso no se les permitió salir del edificio cuando la manifestación estaba
ya acercándose. Al parecer, el edificio no disponía de ninguna medida de
seguridad contra incendios, ni siquiera de salida de emergencia. Además,
curiosamente, los policías de paisano que cada día vigilan la sucursal no se
presentaron ese día, aunque se había asegurado su presencia.
Insistimos en que todavía no
es posible confirmar buena parte de la información que nos llega, pero lo que
desde el primer momento no pudimos evitar preguntarnos fue si este incidente
debilitaría las consignas y la fuerza de los griegos que luchan contra las
medidas económicas del gobierno, que son muchas.
A última hora de la tarde
del miércoles 5, los que volvíamos a nuestras casas del barrio de
Exarjiatras, nos encontramos con la habitual reacción policial indiscriminada
que sigue a todo acto de rebeldía. Dos cafeterías, una de ellas en plena
plaza Exarjia, fueron asaltadas y se detuvo a cuantos estaban dentro. Al pasar
por el número 13 de la calle Tsamadú, donde está ubicado el local de un
grupo de izquierdas y el de los inmigrantes del barrio, descubrimos que los
antidisturbios lo habían allanado y habían golpeado con su brutalidad
característica a los allí presentes.
No obstante, el objetivo
principal de las detenciones fueron los anarquistas. El Centro Social Ocupado,
en la calle Zaími, recibió también la entrada de policías, que, con total
impunidad y amparándose en los tres muertos en el incendio de la oficina
bancaria, se llevaron por la fuerza a todas las personas que estaban dentro.
Se produjeron además allanamientos de casas particulares, y se golpeó a
vecinos ante los ojos indignados de otros vecinos que gritaban desde los
balcones.
A las seis de la ayer del
jueves 6, estábamos de nuevo llamados a una manifestación en el centro de
Atenas con el fin de frenar los desmanes y abusos del gobierno. Pese al
desafortunado incidente del miércoles, la asistencia ha sido muy numerosa. No
nos consta que se hayan producido episodios de violencia por parte de los
manifestantes, pero durante la noche del jueves 6, la policía volvió a
cargar y a disolver la concentración a base de gases lacrimógenos. El barrio
de Exarjia estaba literalmente ocupado por la policía (como tan a menudo) y
había policías secretas por todas partes deteniendo a diestro y siniestro.