Síntomas
de deflación ante el ajuste de Zapatero
El FMI
preveía para España el mayor déficit del mundo
Por
Sandro Pozzi
Desde Nueva York
El País, 15/05/10
El Fondo Monetario
Internacional (FMI) pidió ayer a los Gobiernos de las economías
industrializadas que no se queden a medias al hacer frente a la crisis fiscal.
Un ajuste que en el caso de España se hace aún más necesario porque, según
los pronósticos del Fondo, su déficit público iba camino de ser el mayor
del mundo. El tiempo pasado se justifica porque la previsión se realizó
antes de que el Gobierno anunciara las medidas de recorte del gasto de esta
semana, entre ellas la rebaja del 5% del sueldo de los funcionarios y la
congelación de las pensiones.
falta
de incorporar el resultado de esas medidas, lo que está claro es que el FMI
no se creía el plan de estabilidad español, que pretende reducir el déficit
público al 3% del producto interior bruto en 2013. En el escenario que
contemplaba el organismo, España aún tendría un déficit del 8% del PIB en
2014 y del 7,7% en 2015, el más alto entre las 56 economías emergentes y
avanzadas sobre las que el Fondo facilitó ayer previsiones, por encima de países
como Irlanda, Portugal o Grecia.
La deuda alcanzaría ese año
el 94,4% del PIB, a la altura de Francia y por encima de Alemania, países que
tienen ahora un endeudamiento muy superior, aunque por debajo de países como
Japón, Grecia, Italia o Estados Unidos, que superarán el 100% del PIB. La
deuda española se duplicaría con creces frente al 39,7% de 2008. Así que sólo
hay que fijarse en las tablas que acompañan el último informe del
Departamento de Asuntos Fiscales, para entender la desconfianza que ha
provocado el caso español a escala internacional. Para el ejercicio en curso,
y a falta de conocer cuál será el efecto del último plan de ajuste fiscal,
la proyección del FMI es que el déficit bajase un punto respecto al máximo
de 2009 y se situase en el 10,4%. Carlo Cottarelli, director del departamento,
cree que las medidas anunciadas en España van "en la buena dirección".
Pero en un contexto más general, añadió que, con la incertidumbre actual,
"el coste de dar pasos en falso, o la percepción de una falta de
preparación, será alto". Por eso, pide que la estrategia sea clara,
para que el proceso de reducción de déficit se haga sin riesgo de provocar
el estancamiento de la economía.
"Habrá un coste,
claro", admitió, "pero cuanto más creíble sea el plan, menor será
su efecto". La degradación de la deuda soberana es un reto creciente en
los países avanzados, hasta el punto de que puede hacerse insostenible. Y
cada año que el nivel de endeudamiento esté por encima del previo a la
crisis, sus economías perderán medio punto del PIB en su potencial de
crecimiento, según el FMI.
"Es un efecto
considerable cuando se acumula", valora. Su proyección es que el balón
de la deuda de los países avanzados suba del 73% del PIB de 2007 al 110% del
PIB en 2015, es decir, 37 puntos durante la crisis. El objetivo pasa por
reducirla al 60% del PIB para 2030. Para lograrlo, el déficit medio deberá
bajar un 4,75% en los próximos 10 años y lograr un superávit del 3,8% para
2020. Cottarelli admite que un ajuste de tal magnitud no es fácil, sobre todo
en los países que se enfrentarán a un aumento del coste sanitario y de
pensiones. Pero "no es imposible". Su recomendación pasa por
medidas como retrasar la jubilación, tocar los salarios de los funcionarios,
congelar gastos no prioritarios, subir el IVA y luchar contra el fraude.
El director gerente del FMI,
Dominique Strauss–Kahn, cree que "hay mucho que pueden hacer los países
para reforzar la confianza en la sostenibilidad fiscal a medio plazo, sin
debilitar las perspectivas de crecimiento". En el comentario con el que
arranca el informe, admite el hecho de que en algunos casos deberán adoptarse
acciones "sin precedentes".
Por otra parte, el director
general de estudios económicos del Banco de España (BE), José Luis Malo de
Molina, calificó ayer las medidas del plan del Gobierno, según Efe, de
"buenas y positivas", pero añadió que el Ejecutivo tendrá que
abordar reformas estructurales "pendientes".
Las
presiones deflacionistas hacen descender en abril
más de la mitad de los precios que componen el IPC
Por
Alejandro Bolaños
El País, 15/05/10
Madrid.- El IPC de abril deja otro de
esos datos que, por insólitos, revelan la profundidad de la crisis. Por
primera vez desde que el Instituto Nacional de Estadística (INE), hace más
de 24 años, empezara a depurar los elementos volátiles (energía y elementos
frescos) para quedarse con los componentes más estables de la cesta de la
compra, ese índice, bautizado como inflación subyacente, reflejó un
descenso de precios. Es un retroceso leve, un 0,1% respecto a abril de 2009,
que se explica por caídas en más de la mitad (32 de 57) de las rúbricas que
analiza el INE.
La deflación, una de las
amenazas con las que convivió la economía española en lo peor de la recesión,
se resiste a ser enterrada. Entre marzo y octubre de 2009, el IPC se movió en
terreno negativo, zarandeado por las brutales oscilaciones del mercado del
petróleo. Entonces prendió el debate sobre la temida espiral deflacionista:
si la bajada de precios no logra reactivar la demanda, los márgenes
empresariales caen, la inversión y el empleo se reducen, la confianza se
resiente y el consumo baja, lo que induce otro descenso de precios... y vuelta
a empezar. En aquellos meses, el Gobierno y los expertos se apoyaron en el
muro de defensa de la inflación subyacente para conjurar la amenaza. Pero,
según la estimación divulgada ayer por el INE, ese muro cayó en abril.
"El miedo a la deflación
en España golpea al euro", fue la portada del Financial Times en su
edición electrónica. El secretario de Estado de Economía, José Manuel
Campa, trató de aquietar las aguas. "Es un dato puntual, la inflación
subyacente volverá a los valores de los últimos meses, tasas pequeñas pero
positivas", mantuvo en conferencia de prensa.
Campa esquivó las preguntas
sobre la relación de la caída de precios con la debilidad del consumo. Y se
parapetó en el efecto calendario: la comparación con abril de 2009 estaría
distorsionada porque la Semana Santa (y los consiguientes aumentos de precios
en viajes, hoteles y restaurantes) discurrió el año pasado íntegramente en
aquel mes, y en 2010 se ha repartido entre marzo y abril. Otros argumentos
retienen al fantasma de la deflación en sus grilletes: el índice general, el
IPC, prosigue su escalada y se sitúa ya en una tasa interanual del 1,5%, una
décima más que en marzo. Y en julio entrará en vigor la subida del IVA (del
16% al 18%), que debería traducirse en un repunte generalizado de los
precios.
Aun así, los rescoldos de la
duda se reavivan. Y presiones deflacionistas, haberlas, las hay. El contraste
entre lo que ocurre con los productos energéticos y el resto es
significativo. Los carburantes acumulan una subida anual del 24%, muy similar
a la que experimentaban hace dos años, cuando el IPC remontaba hasta el 5%.
Pero la capacidad de arrastre del precio del petróleo (los efectos de segunda
ronda) en una economía golpeada por año y medio de recesión es ahora muy
distinta. La guerra comercial en los supermercados mantiene a raya los precios
de los alimentos, los bienes industriales no energéticos (–1,5%) encadenan
meses a la baja y los servicios (0,8%), un sector tradicionalmente
inflacionista, registran el menor incremento en, al menos, medio siglo.
El ajuste
fiscal, un factor de riesgo
Por
Alejandro Bolaños
El País, 15/05/10
"Las medidas de
contracción de gasto público que se han anunciado podrían profundizar el
ajuste de precios". La advertencia es del Instituto Flores de Lemus, que
sigue muy de cerca la evolución del IPC. Y lo hace tras constatar en un
primer análisis de urgencia que el retroceso de la inflación subyacente en
el mes de abril ha vuelto a desbaratar los pronósticos.
La rebaja de los salarios de
los funcionarios y la congelación de las pensiones se viene a sumar ahora a
la dura realidad del mercado laboral, donde la tasa de paro supera el 20%. La
consecuencia inmediata es que las expectativas de ingresos sufren, el gasto se
retiene, y los precios reaccionan a la baja.
El secretario de Estado de
Economía, José Manuel Campa, confirmó que trabaja en una revisión de las
previsiones económicas para incluir la nueva reducción del gasto público
(15.000 millones entre este año y el próximo).
Pero, frente al temor a una
recaída que tomó cuerpo ayer en el desplome de la Bolsa, Campa limitó ese
efecto "a algunas décimas" menos en la evolución del PIB prevista
(–0,3% en 2010, 1,8% en 2011).
El número dos del Ministerio
de Economía defendió la necesidad del ajuste para apaciguar los mercados: a
modo de ejemplo, comentó que un repunte de un punto porcentual en el tipo de
interés al que se coloca la deuda pública llevaría a un sobrecoste similar
al gasto que se ahorrará este año (5.000 millones) con las nuevas medidas.
Y sostuvo que los recortes no
impedirán que el consumo privado consolide su incipiente recuperación.
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