Existe una percepción
generalizada en el Establishment Europeo (es decir, en las élites políticas,
financieras y mediáticas que configuran la sabiduría convencional en la Unión
Europea) de que la crisis del euro (y, por lo tanto, de la UE) fue causada por
la falta de disciplina presupuestaria de los países del sur de Europa
(Grecia, España y Portugal), países llamados (junto con Irlanda), en tono
insultante, los PIGS (que en inglés quiere decir cerdos), pues su
comportamiento supuestamente irresponsable ha llevado a la UE a la crisis.
Una característica de estos
países es el haber estado gobernados por las derechas en la mayoría de la
segunda parte del siglo XX. En realidad, son los países de Europa donde las
fuerzas conservadoras han tenido mayor poder, controlando sus estados, bien a
través de dictaduras totalitarias de carácter fascista o fascistoide, bien a
través de gobiernos democráticos basados, frecuentemente, en sistemas
electorales que discriminan a las izquierdas, favoreciendo a las derechas. El
bipartidismo existente en la práctica en España es el caso más extremo y
claro, habiendo sido tales sistemas diseñados (con la excepción de Portugal)
para disminuir la influencia de las izquierdas más radicales. Esta fortaleza
de las derechas fue acompañada con la debilidad de las izquierdas que, en
todos estos países, están divididas en distintas sensibilidades, de las
cuales las más importantes están arraigadas en las tradiciones socialistas y
comunistas. Estas divisiones aparecen tanto en la esfera política como en la
sindical.
Consecuencia de este contexto
político, existe una acentuada polarización por clase social, siendo estos
países los que tienen mayores desigualdades entre sus clases sociales (tanto
en su renta como en su propiedad). De ahí que, aun cuando estos países sean
los países menos ricos de la UE–15 (su PIB per cápita está por debajo del
promedio de la UE–15, el grupo de países más desarrollados económicamente
de la UE) existen entre las clases más pudientes algunas de las fortunas más
elevadas en la UE–15. Y debido a la enorme distancia existente entre el
nivel de riqueza de tales fortunas y la mayoría de la población (cuyo nivel
de vida es muy bajo comparado con el promedio de la UE–15, como demuestra el
hecho de que en España el 62% de la fuerza laboral ingrese menos de 1.200
euros brutos al año), la capacidad adquisitiva de la población rica es
enorme, mucho más acentuada que en el resto de la UE–15. Los ricos en
aquellos países son y se sienten más ricos que (en términos absolutos y en
términos proporcionales) en los otros países de la UE–15.
Una consecuencia de la
polarización social de estos países y la gran influencia política y mediática
de los sectores de mayores rentas (entre un 20% y un 30% de la población, que
incluye burguesía, pequeña burguesía y clases medias de renta mediana
alta), es la pobreza del estado, basado en una carga fiscal baja para tales
grupos, y una enorme regresividad en las políticas impositivas. Los ingresos
a sus estados son bajos (España sólo un 37% del PIB) y regresivos (los ricos
y gente de renta superior pagan menos impuestos que sus homólogos en la mayoría
de países de la UE–15). Y aunque, en general, todos los ciudadanos pagan
menos impuestos que sus homólogos en la mayoría de países de la UE–15,
estas diferencias no son tan acentuadas entre la mayoría de la población (un
obrero metalúrgico en España paga en impuestos un 73% de lo que paga su homólogo
en Suecia) como en las rentas superiores (un rico en España paga un 48% de lo
que paga un sueco rico, siendo a la vez el primero más rico –subjetivamente
y muchos incluso objetivamente– que el segundo), siendo el fraude fiscal
ampliamente extendido en estos países.
De ahí que el sector público
esté poco desarrollado en estos países y su estado del bienestar sea pobre
(su gasto público social por habitante es el más bajo de la UE–15). La
acusación que el establishment europeo hace de los PIGS como países que están
despilfarrando recursos, es ridícula. Son, todos ellos, de una enorme
austeridad social y pública. Sus estados del bienestar cubren casi
exclusivamente a las clases populares, pues las rentas superiores utilizan los
servicios privados (es decir, van a la sanidad privada y envían a sus hijos a
las escuelas privadas).
Consecuencia de la falta de
recursos al estado –para poder ofrecer sus servicios públicos– se ha
endeudado, lo cual benefició (además de a los ricos que no pagaban al estado
lo que debían) a los bancos, que conseguían notables beneficios de los
elevados intereses de los bonos públicos (que los estados emitían para
cubrir su deuda). Como dijo un dirigente de uno de estos bancos, el Deutsche
Bank, tal situación “nos beneficiaba a nosotros y a los ricos de aquellos
países”. Parecía como una complicidad entre los bancos y los ricos. Y los
bancos alemanes y franceses, además de comprar deuda, prestaron mucho dinero
a los bancos de los PIGS para sus especulaciones inmobiliarias, que fueron
favorecidas por sus Bancos Centrales (dirigido en España por un ultraliberal,
el Sr. Fernández Ordóñez, que es rico a base de apoyar a la banca y ahora
predica austeridad a todos los demás).
Lo que debiera hacerse es
revertir todas las políticas fiscales regresivas, haciendo que las rentas
superiores y del capital financiero y empresarial pagaran al estado lo que
hacen sus homólogos en la UE–15. Si así fueran, el estado español
conseguiría 66.000 millones de euros con los cuales el estado podría
alcanzar el nivel de servicios públicos que la población se merece (ver mi
artículo “¿Estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades”.
Publicado en SISTEMA, 25.06.10).
(*)
Vicenç Navarro, Catedrático de Políticas Públicas de la Universidad Pompeu
Fabra y Profesor de Public Policy. The
Johns Hopkins University.