I – Ayer
y hoy
En 1496: auge del pensamiento
humanista”. Los pueblos rom (gitanos) de Alemania, son declarados
“traidores a los países cristianos, espías a sueldo de los turcos,
portadores de la peste, brujos, bandidos y secuestradores de niños”.
1710: siglo de “las luces y
de la razón”. Un edicto ordena que los gitanos adultos de Praga sean
ahorcados sin juicio. Los jóvenes y las mujeres son mutilados. En Bohemia, se
les corta la oreja izquierda. En Moravia, la oreja derecha.
1899: clímax de “la
modernidad y el progreso”. La policía de Baviera crea la Sección Especial
de “asuntos gitanos”. En 1929, la sección fue elevada a la categoría de
Central Nacional, y trasladada a Munich. En 1937, se instala en Berlín.
Cuatro años después, medio millón de gitanos mueren en los campos de
concentración de Europa central y del Este.
2010: fin de los
“metarrelatos” y de las “ideologías” (sic). En Italia, (donde nació
la “razón de Estado”), y Francia (sede mundial del cotorreo intelectual),
los gabinetes en pleno de ambos gobiernos (con fuerte apoyo popular, o sea,
“democráticos”), fichan y deportan a miles de gitanos a Bulgaria y
Rumania.
La tragedia de los rom empezó
en los Balcanes. ¿Qué drama europeo no empezó en los Balcanes? A mediados
del siglo XV, el príncipe Vlad Dracul (o Demonio, uno de los héroes
nacionales en la resistencia contra los turcos), regresó de una batalla
librada en Bulgaria con 12 mil esclavos gitanos. Por cierto… ¿no era gitano
el misterioso cochero del conde Drácula?
El doctor Hans Globke, uno de
los redactores de las leyes de Nuremberg sobre la clasificación de la población
alemana (1935), declaró: los gitanos son de sangre extranjera. ¿Extranjeros
de dónde? Sin poder negar que “científicamente” eran de origen ario, el
profesor Hans F. Guenther los clasificó en una categoría aparte:
Rassengemische (mezcla indeterminada).
En su tesis de doctorado, Eva
Justin (asistente del doctor Robert Ritter, de la sección de investigaciones
raciales del Ministerio de Salud alemán), afirmaba que la sangre gitana
“era sobremanera peligrosa para la pureza de la raza alemana”. Y un tal
doctor Portschy envió un memorándum a Hitler sugiriéndole que se los
sometiera a trabajos forzados y a esterilización en masa, porque ponían en
peligro “la sangre pura del campesinado alemán”.
Calificados de “criminales
inveterados”, los gitanos empezaron a ser detenidos en masa, y a partir de
1938 se los internó en bloques especiales en los campos de Buchenwald,
Mauthausen, Gusen, Dautmergen, Natzweiler y Flossenburg.
En un campo de su propiedad
de Ravensbruck, Heinrich Himmler, jefe de la Gestapo (SS), creó un espacio
para sacrificar a las mujeres gitanas que eran sometidas a experimentos médicos.
Se esterilizaron a 120 niñas cíngaras. En el hospital de Dusseldorf–Lierenfeld
se esterilizó a gitanas casadas con no gitanos.
Millares de gitanos más
fueron deportados de Bélgica, Holanda y Francia al campo polaco de Auschwitz.
En sus Memorias, Rudolf Hoess (comandante de Auschwitz), cuenta que entre los
deportados gitanos había viejos casi centenarios, mujeres embarazadas y gran
número de niños.
En el gueto de Lodz
(Polonia), las condiciones resultaron tan extremas, que ninguno de los 5 mil
gitanos sobrevivió. Treinta mil más murieron en los campos polacos de Belzec,
Treblinka, Sobibor y Maidaneck.
Durante la invasión alemana
a la Unión Soviética (Ucrania, Crimea y los países bálticos) los nazis
fusilaron en Simvirpol (Ucrania) a 800 hombres, mujeres y niños en la noche
de Navidad de 1941. En Yugoslavia, se ejecutaba por igual a gitanos y judíos
en el bosque de Jajnice. Los campesinos recuerdan todavía los gritos de los
niños gitanos llevados a los lugares de ejecución.
Según consta en los archivos
de los Einsatzgruppen (patrullas móviles de exterminio del ejército alemán),
se habría asesinado a 300 mil gitanos en la URSS, y a 28 mil en Yugoslavia.
El historiador austríaco Raoul Hilberg, estima que antes de la guerra vivían
en Alemania 34 mil gitanos. Se ignora el número de sobrevivientes.
En los campos de exterminio,
sólo el amor de los gitanos por la música fue a veces un consuelo. En
Auschwitz, hambrientos y llenos de piojos, se juntaban para tocar, y alentaban
a los niños a bailar. Pero también era legendario el coraje de los
guerrilleros gitanos que militaban en la resistencia polaca, en la región de
Nieswiez.
“También yo tenía / una
gran familia / fue asesinada por la Legión Negra / hombres y mujeres fueron
descuartizados / entre ellos también niños pequeños [versos del himno rom,
Gelem, gelem (anduve, anduve)].
Las exigencias de asimilación,
expulsión, o eliminación (no necesariamente en este orden) justificarían la
afición de los pueblos rom por los talismanes. Los gitanos llevan tres
nombres: uno para los documentos de identidad del país donde viven; otro para
la comunidad, y un tercero que la madre musita durante meses al oído del recién
nacido.
Ese nombre, secreto, servirá
como talismán para protegerlo contra todo mal.