París.– Por segunda vez en
16 días, tres millones de franceses realizaron una abrumadora demostración
de fuerza que paralizó virtualmente el país para obligar al gobierno de
Nicolas Sarkozy a modificar su proyecto de reforma del sistema de jubilación,
que prevé prolongar la edad de retiro de 60 a 62 años.
Frente a las cifras
reivindicadas por los sindicatos, que estiman haber superado las dimensiones
de la movilización del 7 de septiembre pasado, el gobierno afirmó que la
jornada apenas reunió a unas 997.000 personas, contra 1,12 millones de hace
15 días.
"De nada sirve
tergiversar. El presidente y los parlamentarios deben asumir en su justa
medida la exasperación provocada por una ley inspirada exclusivamente por las
posiciones de la central empresaria francesa (Medef)", afirmó anoche la
central sindical comunista CGT.
Para la confederación
liderada por Bernard Thibault, Sarkozy y su equipo "deben abrir una
verdadera negociación sobre las propuestas alternativas susceptibles de
garantizar la financiación de las jubilaciones y el mantenimiento de la edad
legal del retiro a los 60 años". A su juicio, "cualquier otra
actitud es susceptible de provocar una crisis social de gran
envergadura".
Más allá de la batalla de
cifras, lo concreto es que, de Nantes a Estrasburgo y de Lille a Marsella,
miles de manifestantes salieron a la calle a expresar su rechazo de la
prolongación de la edad legal de la jubilación utilizando slogans
contundentes: "Metro, trabajo y a la tumba" o "No a la jubilación
en 3D: decepcionado, desmoralizado, deprimido". Se trató de la quinta
demostración de fuerza contra el proyecto desde marzo pasado.
Las huelgas afectaron sobre
todo los servicios ferroviarios, el tránsito aéreo y la educación, pero
también se sintió en grandes empresas privadas, como en el grupo petrolero
Total, que registró entre 50% y 80% de huelguistas, según las refinerías.
Al término de la jornada,
François Cherèque, líder de la central socialista CFDT, habló de
"pulseada perdida para el gobierno, que esperaba un debilitamiento del
movimiento".
"Es necesario que el
gobierno comprenda que nadie acepta su reforma", dijo a su vez Alain
Olive, dirigente de la UNAS (autónomo). "Sarkozy tendrá que revisar su
proyecto", advirtió.
Los sindicatos reconocen, sin
embargo, que los huelguistas fueron menos numerosos en el sector público.
"Es absolutamente normal –estimó Olive–. Es difícil perder una
segunda jornada de salario en un solo mes" en estos tiempos de crisis.
Las centrales obreras se
congratularon de la creciente participación de los asalariados del sector
privado. Los porcentajes más alto de inactividad se registraron en la ciudad
de Toulouse (sede de Airbus, Capgemini o Continental), en Lyon (Rhodia,
Renault camiones o Sanofi–Aventis) y en Havre, donde hay sólidas
delegaciones de Total, Renault y Cooper, entre otras.
Muy diferente fue el análisis
del gobierno. Su vocero, Luc Chatel, estimó que "hubo menos
huelguistas" y "menos manifestantes". A su juicio, eso podría
significar dos cosas: "O bien los franceses consideran que todo esto ha
quedado atrás o adhieren más al proyecto de reforma. O las dos cosas".
La intersindical debe
reunirse hoy para adoptar nuevas iniciativas, en momentos en que comienzan a
aparecer las inevitables tensiones entre partidarios y opositores de una
radicalización del movimiento.
Todos, sin embargo, son
conscientes de que la unidad es la mejor arma a fin de obligar al Ejecutivo a
buscar un terreno de acuerdo. Ayer, los líderes sindicales privilegiaban la
realización de una gran jornada de manifestaciones un sábado, acompañada
por otras formas de acción el 7 o el 14 de octubre, con el objetivo de
obtener concesiones del Senado, que debe comenzar a examinar el proyecto de
reforma a partir del 5 del mes próximo. Ese debate en la se anuncia muy
delicado para Sarkozy. Su partido, la Unión para una Mayoría Popular (UMP),
carece de mayoría absoluta en esa cámara.
Los diputados adoptaron el
proyecto de reforma el 15 de este mes, al término de agitados debates y después
de la decisión del presidente de esa cámara, Bernard Accoyer (UMP), de
abreviar los trabajos ante una tentativa de obstrucción de la oposición.
La prolongación de la edad
de retiro es la piedra angular del plan desde el punto de vista financiero. El
gobierno piensa economizar 19.000 millones de euros en 2018, año fijado para
restablecer el equilibrio del sistema jubilatorio. Esas previsiones dejaron
escépticos a los miembros del Consejo de Orientación de Pensiones, que
evaluaron entre 40.000 y 49.000 millones de euros las necesidades de
financiamiento para 2020.
Media
Francia protestó por la reforma
Batallas de cifras como en
una competencia escolar, el gobierno francés y los sindicatos divergían ayer
sobre la cantidad de personas que se movilizaron en el país en la quinta
jornada de huelgas y manifestaciones contra la reforma del sistema de
jubilaciones. La policía calculó que cerca de un millón de personas
salieron a las calles, mientras que los sindicatos evocan poco más de tres
millones. Quién sabe cómo cuenta la policía pero, a juzgar por la
manifestación parisiense y el codo a codo festivo e interminable, los
sindicatos protagonizaron una movilización sólida en contra del “proyecto
faro” del mandato del presidente Nicolas Sarkozy. El gobierno, en cambio,
sostiene que hubo menos asistencia que en las protestas de hace dos semanas (7
de septiembre, 2,7 millones de personas en 232 marchas) y exhibió un perfil
satisfecho por la menor densidad de las huelgas.
Los principales sindicatos,
CGT y CFDT, siguen en pie de guerra en su objetivo de impugnar una reforma que
hará pasar de 60 a 62 años la edad mínima para jubilarse y de 65 a 67 la
requerida para contar con una jubilación completa. La presión sindical no
afloja las corbatas de un Ejecutivo que, pese a la poderosa capacidad de
movilización ininterrumpida demostrada por las centrales sindicales a lo
largo de cinco manifestaciones, se mantiene en su posición de no modificar ni
una línea del proyecto de ley. El gobierno se sienta sobre su argumento de
que hubo menos gente que el pasado 7 de septiembre, lo que no es cierto, y de
que hubo menos huelguistas que en ese entonces, lo que sí es auténtico, para
dejar fijado el rumbo.
La presidencia francesa
consideró por ejemplo que había una “baja sensible” del número de
huelguistas y la atribuyó a que “los franceses adhieren en mayor número”
a la reforma. Desde luego, las encuestas de opinión desmienten esa tendencia.
Casi 70 por ciento de los franceses apoyaron las marchas y las caminatas de
ayer. Bernard Thibault, secretario general de la mayoritaria CGT, advirtió
que “si Sarkozy no escucha, habrá nuevas movilizaciones”. La nutrida
marcha de París contó con la presencia de importantes grupos de
funcionarios, profesores, maestros, médicos y, sobre todo, de jóvenes entre
la adolescencia y la juventud. Los jóvenes llevaban adhesivos que decían
“a los 60 años, mi libertad”.
Muchos manifestantes no se
desplazaron bajo el lema principal de la jornada, contra la reforma, sino para
repudiar con su presencia la política de Nicolas Sarkozy hacia todo lo que es
extranjero, en especial a las minorías étnicas más indefensas, como es el
caso de los gitanos que siguen siendo deportados a Rumania y Bulgaria. “Un
Estado racista, que prolonga el esfuerzo de los trabajadores para salvar un
sistema sin hacer contribuir a los ricos, esa no es mi Francia”, decía Jean
Claude, un enfermero que, confesó, casi siempre vota a la derecha. “Pero
esta derecha, decía colérico, no es la que representa a mi país.”
Los líderes sindicales
constataron en la calle la persistencia de un movimiento que va sumando
descontentos plurales perfectamente reflejados en la baja cifra de popularidad
del presidente –sólo 32 por ciento lo apoya–. Ayer se veían carteles que
llamaban “a la huelga general”. Los sindicatos decidirán este viernes el
camino que seguirán. Sea otras huelgas y manifestaciones, sea un paro
general.
El próximo 5 de octubre la
ley entra en el Senado. Es muy poco probable que el presidente dé marcha atrás.
Para Sarkozy, la reforma de la jubilación se convirtió en una cuestión de
principios y nada, ni siquiera las sospechas de colusión con la heredera del
creador de la multinacional L’Oréal que acechan al ministro de Trabajo,
Eric Woerth, han torcido su convicción.
Los sindicatos cuentan, al
menos, con que el gobierno modifique la ley para las mujeres. Estas serían
las grandes perdedoras de la reforma, porque los contratos entrecortados no
les permiten cotizar con regularidad, lo que las penaliza a la hora de la
jubilación. Tal vez el gobierno ceda en este caso y exceptúe a las mujeres
de la jubilación a los 67 años.
En plena ofensiva para su
reelección, Nicolas Sarkozy enfrenta turbulencias profundas: lo acosa el
frente sindical, la mala imagen que tiene en su país, la crisis que de–sató
con Europa por la deportación de los gitanos, el secuestro de cinco franceses
en Níger por una rama de Al Qaida y el secuestro de otros tres ciudadanos en
Nigeria a manos de meros piratas.