A los 38 años, Dominique
Lacomblez, un músico francés de orquesta clásica apasionado por su trabajo
en París, está convencido de que la suya es una ''generación de
sacrificio'' respecto a la de sus padres.
''A nosotros nos tocó
conocer el SIDA y ahora el desempleo y la jubilación a los 62 años, que
pienso que seguirá aumentando hasta los 65'', comenta Lacomblez con cierta
resignación.
De inmediato compara eso con
los ''treinta gloriosos'' años que vivieron sus padres desde el fin de la
Segunda Guerra, cuando el modelo social europeo aseguraba trabajo, largas
vacaciones y prestaciones sociales para todos.
En Francia y en buena parte
de Europa, se podía contar con un sistema de salud pública, buena educación
gratuita y una edad de jubilación que eran la envidia en otras regiones.
''Ahora cada vez hay menos
ayuda financiera para la cantina (escolar), el deporte o la música'', dice
Lacomblez, que también enseña percusión en un conservatorio público. ''Eso
está desapareciendo''.
El cambio no es nuevo, pero
lo está acelerando la crisis económica y financiera que azota al viejo
continente, sumada a su envejecimiento poblacional.
Muchos europeos como
Lacomblez no tienen más remedio entonces que asumir algo duro: la vida a la
que están acostumbrados hoy está en riesgo.
''Trabajar
más''
Algunos gobernantes europeos
han mencionado explícitamente ese cambio, mientras recetan reformas económicas,
ajustes fiscales y planes de austeridad dolorosos ante la crisis financiera y
el endeudamiento.
El primer ministro británico,
David Cameron, advirtió el mes pasado que el ''modo de vida'' de la población
se verá afectado por sus medidas para equilibrar las cuentas públicas, el
mayor ajuste fiscal del país en sesenta años.
Las medidas ensayadas en
Europa incluyen recortes de inversiones y de ayudas sociales, congelación o
reducción de salarios públicos, subidas de impuestos y aumentos en las
edades mínimas de jubilación.
En Francia, donde el gobierno
propuso subir la edad legal de jubilación de 60 a 62 años, el presidente
Nicolas Sarkozy dijo esta semana que el cambio es inevitable para salvar un
sistema de pensiones deficitario.
''Es más fácil ser popular
y decirle a la gente que puede trabajar menos, que explicarle que el mundo
cambió y que deberemos trabajar más'', sostuvo Sarkozy por televisión.
El presidente francés recordó
que ese cambio ha sido adoptado en países vecinos como Alemania, donde la
edad de jubilación subirá a 67 a partir de 2029, o España, que proyecta una
medida similar.
¿Trabajar
hasta los 70?
El aumento en la expectativa
de vida y la disminución en la tasa de natalidad en Europa ha vuelto
deficitarios los sistemas de pensiones que hasta ahora eran más generosos que
en otras partes.
Mientras que en México los
hombres dejan de trabajar en promedio a los 73 años, en Japón casi a los 70
y en Estados Unidos a los 65, en Francia lo hacen a los 59 y en Italia y Bélgica
a los 60, según datos de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (OCDE).
Pero se estima que, debido al
envejecimiento poblacional, en 2060 habrá en Europa apenas dos trabajadores
activos por cada persona mayor de 65 años, la mitad que actualmente.
En base a estos datos, la
Comisión Europea sugirió a comienzos de mes que la gente en el continente
deberá trabajar en promedio hasta los 67 años en 2040 y hasta los 70 años
en 2060.
Red de
seguridad
El peso de la deuda pública
de los países de Europa y los planes de ajuste también ponen en tela de
juicio otro orgullo del continente: el gasto social, que en promedio fue de
21% del PIB en 2005, según la OCDE.
Siempre en relación al
producto, esos desembolsos básicamente en seguridad social y salud han sido
superiores en Europa a los de otras regiones como Norteamérica (13% entre México,
Estados Unidos y Canadá en 2005).
Eso permitió a los europeos
contar con una red de contención en hospitales, centros de desempleo y
formación para momentos difíciles como los actuales.
La pregunta que muchos se
formulan ahora es cuánto cambiará el modelo social europeo ante la presión
de los mercados para reducir el déficit y los niveles de deuda pública del
continente.
"Menos
brillante"
''Hasta la fecha, los
europeos han pedido a sus hijos y nietos que paguen la cuenta: han gastado más
de lo que ganan y producen'', dijo el sociólogo francés Alain Touraine a BBC
Mundo.
A su juicio, la situación
actual que vive Europa implica que la próxima generación va a vivir peor que
la actual.
''Hay una conciencia muy
fuerte de que las próximas generaciones, el futuro próximo de Europa, será
menos brillante, menos acomodado que la vida europea durante los últimos 20 o
30 años'', comentó Touraine.
Hasta ahora, quizás gracias
a la misma red de seguridad social construida en la posguerra, diferentes
gobiernos europeos han evitado que esta perspectiva de deterioro se traduzca
en estallidos sociales.
Pero el riesgo de los planes
de ajuste es que pueden agravar el desempleo y el descontento social en los próximos
tiempos, sobre todo ante la noción de muchos de que la lógica que se sigue
es injusta.
''Pasen la
factura''
''La crisis la causaron los
bancos y los mercados financieros'', sostuvo Ronald Janssen, de la Confederación
Europea de Sindicatos. ''Los gobiernos intervinieron y, utilizando el modelo
social europeo, salvaron a la economía y a los bancos del colapso total''.
''Y ahora son los mismos
bancos y los mismos mercados financieros que le dicen a los gobiernos: 'Ahora
que nos salvaron, pasen la factura a los trabajadores y a los ciudadanos de a
pie''', agregó.
Cuando Lacomblez reflexiona
sobre el futuro, su mente parece lejos de la paz que inspiran sus conciertos
de música clásica.
''El problema es el clima
social'', señala. ''Lo que me da miedo, por mis hijos realmente, es la
violencia y el mundo en que viven''.
Apenas se las ve, pero ya
suman cientos de miles los hogares que han perdido su sueño. Eran los
protagonistas de la España de los propietarios millonarios, que, en apenas
dos años, se han convertido en familias sin casa y, peor todavía, endeudadas
de por vida con el banco. Son los desahuciados, los 203.980 hogares a los que,
desde el 1 de enero de 2008 y hasta el 30 de junio de este año, el banco o la
caja de ahorros les ha ejecutado la hipoteca a través de un proceso judicial
que, en la gran mayoría de los casos, no ha servido a los deudores para
quedar en paz con la entidad financiera.
"La vivienda se adjudica
en subasta, muchas veces al propio banco, pero la tasación de la vivienda ni
siquiera cubre el importe del préstamo, y la gente se queda sin casa y
debiendo todavía al banco hasta el 40% del crédito. Así es imposible
levantar cabeza", asegura José Carlos Coutiño. Como responsable del
departamento Jurídico de la Unión de Consumidores de Andalucía (UCA), Coutiño
lleva meses intentando ayudar a muchas de esas familias a las que las
autoridades no quieren ver.
El que pierde la casa
prefiere no contarlo y los demás no queremos verlo. Menos aún si se es político.
"Ya es un problema de dimensiones sociológicas, y en España, al
contrario que en Estados Unidos, Reino Unido o incluso Irlanda, además de
echarlos de la casa se les sigue persiguiendo, pero parece que a los políticos
no les afecta", protesta el economista especializado en temas
inmobiliarios Julio Rodríguez.
Para él, lo más escandaloso
es que las entidades, cuando ya sabían la que se avecinaba, "se
limitaron a pedir más a la gente. No se conformaron y siguieron dando, pero
exigiendo garantías adicionales, que no eran sino llamar a los padres que tenían
su casa pagada para pedirles avales. Y ahora hay auténticos dramas, en los
que los hijos se quedan sin casa y la madre va al asilo". "El asalto
más fuerte coincide Rodríguez con Coutiño es que no hay manera de que los
bancos bajen el precio de la vivienda, pero al hipotecado se le impone un
precio, fijado por una tasadora de la entidad, para el que hay toda la
flexibilidad a la baja. Es el que amarga al desahuciado y lo endeuda para toda
la vida".
Tras su paso por las
presidencias del Banco Hipotecario y de Caja Granada, sabe de lo que habla. De
hecho, la mayor de todas las tasadoras, Tinsa, es propiedad de las cajas de
ahorro, y él, como presidente de la caja andaluza, fue miembro durante años
de su consejo de administración. Pero tasadoras y entidades niegan que se estén
infratasando los inmuebles que llegan a las subastas judiciales tras haberse
dejado de pagar una hipoteca. "¿Eso qué significa?, ¿que si no fuera
un embargo la tasación sería más alta?, responde incómodo el director de márketing
de Tinsa, Raul García: "No es cierto que antes se sobretasara y ahora al
contrario. Lo que pasa es que antes las viviendas valían más y ahora valen
menos". Tampoco los bancos lo reconocen. La portavoz de la Asociación
Española de Banca (AEB) asegura rotunda que "los bancos tienen buenas prácticas".
Constantes
visitas al banco
Víctor Manuel Adriano
Escudero es un ecuatoriano de 54 años que lleva 12 en España, el último con
constantes visitas a una sucursal madrileña de Banesto. El 14 de septiembre
de 2007, cuando la crisis ya asomaba orejas, hocico y hasta el rabo, el banco
le concedió un crédito a él, su mujer, y dos de sus hijos, para que se
compraran una vivienda en el municipio toledano de Yuncos por la que pagó
234.394,70 euros. Con unos intereses ordinarios del 8,45%, tenía 27 años
para devolverlo con los ingresos de su pequeña empresa de construcción, que
daba de comer a otros 18 empleados. Pero llegó la crisis y no pudo pagar.
Pidió una reducción de su cuota de 1.200 euros a cambio de un alargamiento
en el plazo. Tampoco así consiguió seguir al día. "He ido tantas veces
al banco, pero ¡no hay manera¡", explica. Al final, con unos intereses
de demora del 20,5%, su deuda total ascendía a 375.000 euros, según las
cuentas que le envió por correo electrónico el "Gestor de
Recuperaciones Hipotecarias" del banco.
En esa misiva, le propuso una
operación de dación en pago por la que, a cambio de la vivienda, la entidad
le reducía algo su deuda. Así, tras tasarla en 188.100 euros (un 20% menos
de lo que costó), aún le quedarían otros 187.800 euros por pagar. El banco
se mostró comprensivo y en el documento añadió una quita de 75.000 euros:
"Esto es lo que el banco os perdona", dice textualmente el correo,
que fija la "deuda final entre 100.000 y 110.000 euros". En Banesto
responden con un "no hablamos de casos de clientes particulares", y
sobre el mecanismo, que no pueden "hablar en general sin conocer los
casos".
40.000
entregas de viviendas
Fernando Herrero, secretario
general de la asociación de usuarios de banca ADICAE, que asesora a Víctor,
sí explica la importancia que está adquiriendo esta práctica de quedarse la
casa sin que se liquide la deuda: "Calculamos que el año pasado hubo más
de 40.000 daciones, que no son sino desahucios sin control judicial que se
deben sumar a las 90.000 ejecuciones". Y añade otro dato: entre 2004 y
2008 se constituyeron en España casi seis millones de hipotecas, de las que
el 40% tiene hoy un valor de tasación por debajo del préstamo concedido.
"Las autoridades podrían
por lo menos reconocer este problema", pide Julio Rodríguez, y Herrero añade
que "se está ocultando una situación dramática porque se pretende que
el ciudadano pague esta situación derivada de años de libertinaje en la
concesión de créditos". Mientras, las ejecuciones siguen creciendo.