Radicalización
en las calles contra la reforma de las pensiones
El malestar
se transforma en deseo de revuelta
La protesta
enciende Francia y los estudiantes se suman
a las manifestaciones
Por
Elianne Ros
Corresponsal en Francia
El Periódico, 16/10/10
El cartel de agotadas las
reservas ya cuelga en algunas gasolineras. Este es el primer síntoma de que
la huelga en Francia contra la reforma de las pensiones, que alarga la edad de
jubilación de los 60 a los 62 años, va más allá de la alteración del
transporte y la función pública. Los paros afectan ya a todas las refinerías
del país y la protesta se extiende como una mancha de aceite a otros sectores
estratégicos como el transporte por carretera. Con la incorporación de los
estudiantes a las manifestaciones, trasciende la reivindicación concreta para
adquirir la dimensión de movimiento contra la política de Nicolas Sarkozy.
Después de lograr un récord
de participación en las manifestaciones del pasado martes –más de un millón
de personas según el Ministerio del Interior y 3,2 millones según los
sindicatos– para defender el derecho a jubilarse a los 60 años, los agentes
sociales no quieren bajar la guardia. Las refinerías han relevado a los
trenes como punta de lanza de los paros mientras las protestas se radicalizan
y los estudiantes se han lanzado a las calles, configurando el escenario más
temido por el Elíseo.
Incidentes
Los nervios empiezan a
dejarse sentir. Los estudiantes ya han protagonizado escaramuzas con la policía
y en las refinerías la tensión ha subido de tono. En la planta de Douges de
la empresa Total, la policía se enfrentó a los huelguistas que bloqueaban el
acceso a las instalaciones con una barricada. Mientras, el tráfico seguía
muy alterado en el ferrocarril, tanto en el servicio de cercanías como el
tren de alta velocidad, afectando a las conexiones con España.
Los camioneros pondrán en
marcha operaciones de bloqueo en las carreteras. Los conductores de vehículos
pesados se suman así a los trabajadores de las refinerías y los estibadores
de Marsella, que desde hace una semana impiden la descarga de buques y
petroleros.
Ante la aparición del
espectro de la penuria de carburante, el Gobierno ha autorizado a las compañías
petroleras a echar mano de sus reservas para suministrar a las gasolineras y
aeropuertos. Quedan aún las reservas estratégicas, suficientes para que el
país aguante tres meses, pero cuya utilización solo está prevista en casos
extremos.
Nicolas Sarkozy se mantiene
inflexible. El Gobierno afirma que no puede ir más allá –ya ha hecho
algunas excepciones con algunas madres de tres hijos y padres de
disminuidos– y confía en que el movimiento se desinfle. Pero la protesta
está lejos de retroceder. Hoy hay convocadas nuevas manifestaciones y el
martes los sindicatos quieren parar de nuevo el transporte y la función pública.
¿Por qué la decisión de
alargar de los 60 a los 62 años la edad legal de la jubilación –seguirá
siendo la más temprana de Europa– cataliza el descontento general? Hay que
ponerse en la piel de un pueblo como el francés, con una larga tradición
revolucionaria y acostumbrado a expresar el mínimo descontento en la calle,
para responder a una parte de la pregunta. Las demostraciones de fuerza
espectaculares constituyen un ritual habitualmente rentable para los
sindicatos, que dominan la función pública.
Rabia por
sentimiento de injusticia
Pero la explicación de fondo
tiene más que ver con la crisis. La idea de que los trabajadores pagan por
una situación provocada por los mercados financieros ha generado un
sentimiento de gran injusticia. Si a esto añadimos un presidente que se
resiste a aumentar los impuestos a los más ricos y un Gobierno afectado por
escándalos relacionados justamente con el dinero –especialmente el caso
Bettencourt, que afecta al ministro de Trabajo, Eric Woerth, encargado de la
reforma de las pensiones– el malestar se transforma en deseo de revuelta.
Nuevo
día de protesta masiva
Las
manifestaciones se radicalizan en las calles
de casi 250 ciudades
Por
Elianne Ros
Corresponsal en Francia
El Periódico, 17/10/10
Francia vivió ayer la quinta
gran jornada de protesta contra la reforma de las pensiones desde que se
iniciara la movilización a principios de septiembre. Aunque las
manifestaciones no alcanzaron las crifras récord del martes pasado, fueron
nutridas. El transporte público seguía ayer alterado y las refinerías
bloqueadas. Se mantiene pues un pulso social que cataliza el descontento de
muchos ciudadanos con la política de Nicolas Sarkozy .
Mientras en la calle la
situación se radicaliza–algunas bandas de jóvenes de los barrios
conflictivos han empezado a irrumpir en las manifestaciones causando
disturbios puntuales– ni los sindicatos ni el Gobierno se muestran
dispuestos a ceder posiciones. El Ejecutivo rechaza retirar el núcleo de la
reforma, que consiste en alargar la edad legal de la jubilación de los 60 a
los 62 años, y las centrales sociales, secundadas por la oposición, exigen
poner los contadores a cero y reanudar la negociación. Las posiciones están
tan enconadas que no se vislumbra la salida.
Entre tanto, ayer, ambas
partes volvieron a protagonizar una guerra de cifras sobre la cantidad de
manifestantes en cerca de 250 ciudades francesas. Según los sindicatos, los
manifestantes rondaron los tres millones de participantes mientras que el
Ministerio del Interior contó 850.000. Solo coincidieron en contabilizar
menos personas que el martes pasado, pero el número no disminuye en relación
con la manifestación del sábado anterior.
Los
estudiantes, en la calle
La presión, por tanto,
continúa. Y se deja notar especialmente por la presencia de los estudiantes,
que volvieron a sumarse a la movilización con pancartas contra Sarkozy. Se
trata de alumnos de instituto, mientras, de momento, los universitarios de
mantienen al margen.
La tensión subió también
algunos grados en otros frentes, como en el puerto de Marsella, paralizado
desde hace más de una semana, y en las refinerías del país, en huelga o
trabajando al ralentí.
La paralización total de 10
de las 12 plantas ya se ha traducido en gasolineras cerradas –el 2% han
agotado sus existencias–y largas colas en las que disponen de más reservas.
De las 4.000 estaciones de servicio de Total, entre 250 y 300 han sufrido
dificultades en algún momento. En el Aeropuerto Charles de Gaulle de París,
el segundo de Europa, ayer quedaba queroseno para tan solo dos días. El
segundo aeropuerto de la capital, Orly, tenía reservas para 17 días. En
cambio el de Nantes, en el norte del país, ya tuvo que pedir suministros a
otra empresa aeroportuaria.
No obstante, el Gobierno no
da síntomas de desfallecimiento. La ministra de Economía, Christine Lagarde,
insistió ayer en que «no hay razones para caer en el pánico». Según dijo,
«no habrá penuria de carburante». El Gobierno ha autorizado a las compañías
petrolíferas a echar mano de sus reservas y, según el Ministerio de Economía,
el país puede aguantar varias semanas gracias a las importaciones procedentes
de Italia, España, Bélgica y Alemania por vía marítima y por carretera.
Paralización
de trenes y tráfico rodado
Precisamente, el tráfico
rodado es el próximo objetivo de los sindicatos, que han anunciado
operaciones caracol y bloqueos la semana que viene. El lunes la circulación
por ferrocarril continuará alterada y el martes habrá otra jornada de huelga
y manifestaciones. Será la sexta.
Los franceses consideran
injusto que se haga pagar a los trabajadores por una crisis provocada por los
mercados financieros. Y reprochan al Gobierno que hasta ahora se haya negado a
cobrar más impuestos a los más ricos. A esto hay que añadir el escándalo
político–financiero surgido a raíz del caso Bettencourt, y que afecta
justamente al ministro encargado de pilotar la reforma de las pensiones, Eric
Woerth .«Dinero hay, pídanlo al señor Woerth», exigía ayer un
manifestante.
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