Francia

El Senado francés aprueba el recorte de las pensiones

Los sindicatos convocaron a nuevas jornadas
el 28 de octubre y el 6 de noviembre

Por Andrés Pérez
Enviado especial en París
Público.es, 22/10/10

Las multitudinarias protestas, huelgas y cierres de industrias que gozan del apoyo mayoritario de la población –más del 70% según los sondeos–, no han podido evitar que el Senado aprobara anoche la reforma de las pensiones en Francia, la ley que ha desatado un descontento social que ha medio paralizado el país. A la hora de votar, los senadores de la bancada fiel al presidente Nicolás Sarkozy mantuvieron el pulso. La ley fue aprobada con 177 votos a favor y 153 en contra.

La izquierda y el centroizquierda no lograron unir todas sus fuerzas –faltaron los votos de cuatro senadores–, mientras los conservadores lograron atraer a la casi totalidad de los centristas. La ley que eleva a 62 años la edad de jubilación, y a 67 el umbral que da derecho a cobrar el 100% de la pensión de base, pasa ahora a la comisión mixta paritaria entre Asamblea Nacional y Senado. Esta debe conciliar las dos versiones, después de más de 18 modificaciones del proyecto inicial. Después regresará al pleno.

Pero los opositores al recorte de las pensiones no piensan rendirse. Los sindicatos estudiantiles anunciaron que se suman a las nuevas jornadas de acción convocadas por la intersindical, para el 28 de octubre y el 6 de noviembre. Y además añadieron una jornada de acciones propias de los universitarios, que tendrán lugar el martes. Este viernes, entre 185 y 600 liceos de secundaria del país estuvieron en huelga o bloqueados, según el recuento del ministerio y de los sindicatos, respectivamente. Las 12 refinerías del país seguían en huelga y paralizadas este viernes, así como las terminales petroleras de Marsella y Le Havre. Un 21% de las gasolineras del país están cerradas, lo que significa que un 19% han reabierto, según el Ministerio de Transportes.

Orden de embargo

Pero Sarkozy forzó el desalojo por la fuerza de la refinería de Grandpuits, cerca de París, una de las más grandes del país. Lo que pudo ver este diario, junto a los madrugadores huelguistas de Grandpuits, cuya inmensa planta se encuentra en la planicie cerealera y quesera de la Brie, se pareció bastante a una intentona autoritaria y a una militarización de un centro de trabajo, con tres décadas de retraso respecto a Margaret Thatcher.

Poco antes de las cuatro de la madrugada, había llegado a las puertas de la refinería totalmente paralizada la orden de embargo transmitida por el prefecto. En realidad, ya había habido un embargo hace unos días, pero esta vez iba mucho más en serio, e implicaba el control permanente por parte de los gendarmes que luego se apostaron en las entradas.

Hacia las siete, los huelguistas que cortaban el acceso a la fábrica empezaron a incendiar más neumáticos de lo normal, para crear una barrera de fuego entre ellos y los cuatro furgones de donde iban a salir los gendarmes antidisturbios.

Los huelguistas todavía tuvieron tiempo de recibir algunas de las muchas muestras de amistad que les llegan de los vecinos, en forma de croissants y cafés calientes. Y luego ya no hubo tiempo para nada. Al grito de “Tous Ensemble!” (“Todos unidos”), los miembros del cordón ciudadano se encadenaron por los brazos porque llegaban los gendarmes. Y allí estalló la batalla campal.

Dos heridos hospitalizados

La carga de los militares fue lenta y fastidiosa, ejecutada como una obligación burocrática. En tres ocasiones, el cordón ciudadano logró repeler la agresión, como una barrera defensiva particularmente segura de sí mismo. Pero a la cuarta, tras una maniobra de despiste, y tras dejar a tres trabajadores heridos –dos de ellos en el suelo, y hospitalizados después–, los gendarmes lograron tomar el control de la entrada. A las nueve, el acceso estaba bajo control militar.

Un director técnico salió de inmediato y empezó a enunciar la lista de unos diez nombres de empleados “embargados”. Es decir: obligados a entrar a trabajar, so pena de un máximo de cinco años de cárcel. En realidad, muchos de los nombres no se presentaron, puesto que el director técnico no sabe nada de turnos, y los capataces –amos y señores de los turnos– siguen en huelga.

Por otra parte, la refinería sigue paralizada y “nadie tomará la responsabilidad de arrancarla sólo con el personal embargado”, dijo a Público un capataz, Alexandre. “Esto no es Palestina”, añadió.

Los sindicatos denunciaron de inmediato un “atentado intolerable contra el derecho constitucional de huelga”, y presentaron un recurso contencioso administrativo de urgencia para anular la orden de embargo.

Sarkozy violó dos de las tradiciones más nobles de la República Francesa al enviar a un prefecto, representante del Estado, y a los gendarmes móviles a romper la huelga contra el recorte de pensiones públicas que mantienen los obreros del petróleo, empezando por la estratégica refinería de Grandpuits.

Por un lado, violó el principio que dice que en este país un conflicto social se soluciona mediante la negociación social, y nunca con agentes de la fuerza pública golpeando a la gente. Por otro lado, rebajó el concepto sagrado de la “Defensa Nacional”. Para poder justificar la militarización de la fábrica por los gendarmes –que son militares–, y la orden de embargo que obliga a ciertos huelguistas a trabajar so pena de cárcel, el prefecto de la zona dijo que lo hacía “en nombre de los intereses de la defensa nacional”.

Sarkozy obtuvo, una vez más, las imágenes televisivas que le confirman como hombre duro, y algunos camiones cisterna más de lo normal –es decir, con cuentagotas– que pudieron partir con un precioso cargamento de gasolina, gasoil o fuel de calefacción que fue refinado antes del inicio de la huelga, hace más de diez días, y está ya a punto de agotarse.

Pero había otras imágenes que no captaron las cámaras en Grandpuits. Después de la primera carga de los gendarmes con fuerza, algo de violencia y mucha profesionalidad para derribar el piquete de unos 50 aguerridos obreros que bloqueaba el acceso a las válvulas de la refinería llegaron unos momentos de respiro, de calma.

Los obreros aprovecharon la pausa para dirigirse al campo contrario: “¿No te da vergüenza? ¡Tu padre seguro que era un obrero! ¿Qué haces defendiendo a Sarko? ¡Pero, puta mierda, piensa en tus hijos!”.

Un tímido le respondió: “¡Estamos obligados a hacerlo!” Y, por increíble que parezca, uno de los gendarmes, un rubio cuadrado que parecía tener orígenes polacos, retenía lágrimas en los ojos y los labios le temblaban. Segundos después volvería a la carga y con sus colegas derribaba el piquete.


La policía desbloquea a porrazos la principal refinería

Por Antonio Jiménez Barca
Corresponsal en Francia
El País, 23/10/10

Grandpuits.– Nicolas Sarkozy prometió el lunes pasar al ataque ante la amenaza de parálisis de un país, Francia, soliviantado por su polémica reforma de las pensiones. Ayer lo cumplió. A las cuatro de la madrugada del viernes se presentó en la entrada de la estratégica refinería de Grandpuits, en la región de París, paralizada por huelga desde hace 15 días, el prefecto del Departamento de Seine–et–Marne, Michel Guillot, una suerte de delegado del Gobierno francés.

Y a los sindicalistas que hacían guardia en la puerta sentados en sillas de playa al pie de una hoguera les indicó que a partir de ese momento los depósitos de combustible de esa refinería quedaban intervenidos por el Estado y que un grupo especializado de la plantilla de trabajadores, los encargados de llenar los camiones cisterna, debían, por ley, volver al trabajo a las nueve de la mañana.

A esa hora, un pelotón de antidisturbios se abrió paso a golpes y a empujones hacia la entrada, desalojando a los 80 operarios que trataban de impedir que la veintena de trabajadores del turno de mañana, huelguistas pero obligados bajo pena de cárcel, entraran a Grandpuits. Hubo tres heridos.

Los sindicatos lo ven como un atentado contra la democracia

"El prefecto apeló al Código de Defensa, como si estuviéramos en guerra, pero no estamos en guerra, ni en estado de sitio", explicó Frank Machon, sindicalista de la CGT. La ley, según la prefectura, permite, "en caso de urgencia y atendiendo al orden, a la salubridad y a la seguridad, que se pueda intervenir todo bien o servicio y requerir a toda persona necesaria para el funcionamiento de ese servicio concreto". Los sindicalistas ven en este acto, simplemente, la violación del derecho de huelga y un "atentado contra la democracia".

Sea como fuere, una veintena de trabajadores, escoltados por los antidisturbios, entró en la refinería a las 9.30 de la mañana y comenzaron a trabajar. Poco después, los primeros camiones cisterna llenos de gasolina procedentes de Grandpuits, situada a 70 kilómetros al sureste de París, salían de la refinería con el objetivo de paliar la particular escasez de combustible que vive la capital del país y las provincias cercanas.

Un par de horas después, los antidisturbios se retiraron un centenar de metros y los sindicalistas, tras denunciar lo que consideran un atropello, volvieron a la puerta de la refinería. A lo largo de la mañana, acudieron en su ayuda trabajadores ferroviarios, estudiantes de instituto, profesores o empleados de Correos deseosos de mostrarles su apoyo. Supieron entonces que, por orden del prefecto, a las dos de la tarde, a la hora del turno de tarde, una nueva remesa de trabajadores movilizados debería entrar para sustituir a los que se encontraban dentro cargando camiones.

El progresivo desbloqueo de depósitos de carburante por parte de la policía ha hecho que la gasolina fluya un poco más en Francia. El ministro de Ecología y Transportes, Jean–Louis Borloo, calculaba ayer que entre 2.000 y 2.500 gasolineras de las 13.000 estaciones de servicio francesas se encontraban vacías. Mejor que el jueves, cuando se contaban 2.790 y mucho mejor que el miércoles, día en que había 3.200. Pero, tras una reunión celebrada ayer en el palacio de Matignon, sede de la jefatura del Gobierno, se llegó a la conclusión de que "aún pasarán varios días hasta que se vuelva a la normalidad".

Por lo pronto, las mayores existencias de gasolina han viajado prioritariamente a las estaciones de servicio de las autopistas para abastecer el consumo de los automovilistas que iniciaron ayer las vacaciones de Todos los Santos.

Mientras, los trabajadores de Grandpuits celebraban a las dos de la tarde una asamblea en la que decidían, tras criticarlo con amargura, no oponerse al decreto del prefecto de Seine–et–Marne y dejar la puerta libre para que sus compañeros obligados a trabajar pudieran entrar.

Así fue: un operario –también movilizado– leyó despacio la lista de los 20 empleados que sustituirían a los del primer turno. "No tiene sentido resistirnos así. Nos han pegado. Hay tres compañeros en el hospital. Tenemos mucha rabia dentro. Pero la lucha seguirá de otra manera", dijo uno de los sindicalistas.

Otro recordó que solo los depósitos alimentan a los camiones, y que la refinería (como las otras 11 del país) sigue paralizada y que es cuestión de días que las reservas se agoten. Y otros decidieron torpedear la ruta de los camiones taponando una carretera. Todos aplaudieron. Después, puño en alto, cantaron La Marsellesa.


El estallido de Lyon inquieta a los franceses

Los disturbios en la rica ciudad reflejan erosión en la sociedad

Por Andrea Rizzi
Enviada especial
El País, 23/10/10

Lyon.– Enfundadas en sus abrigos debido al fresco aire matutino, Laura y Priscilla charlan ante la entrada de Louis Pion, la tienda de relojes de la que son empleadas y en la que deberían estar trabajando a esa hora de media mañana. A sus espaldas, el cierre del local está echado a medias. "¡Por si vuelven! Qué no nos cojan desprevenidas esta vez", dice Priscilla, mirando de reojo al final de la céntrica y elegante calle Victor Hugo de Lyon.

De ahí vino, por primera vez el martes pasado, la avalancha de vándalos que durante tres días seguidos ha alborotado el centro de la ciudad francesa. Centenares de chavales que desembarcan en el corazón de Lyon atacan escaparates a palos y pedradas, saquean, prenden fuego a coches y se enfrentan a la policía. El martes, Priscilla se encerró en la tienda mientras los alborotadores perpetraban su obra. Los dos días siguientes, la tienda estuvo cerrada. Después de tres días de disturbios, el balance de negocios damnificados en el barrio se cuenta por decenas. Ayer, por fin, tras más de 200 detenciones, el excepcional despliegue policial –con centenares de agentes antidisturbios y helicópteros en vuelo bajo sobre el centro– pareció inhibir el regreso de los bárbaros.

¿Quiénes son? "Jóvenes de entre 15 y 20 años, de origen magrebí, de la banlieue", deja claro Priscilla, sin circunloquios, con tono elocuente. Las autoridades, por su parte, añaden que gran parte de ellos no están fichados, y que entre ellos ha habido también chicas y miembros de grupillos anarquistas.

El fenómeno, que ha estallado en una ciudad tradicionalmente menos conflictiva que otras grandes metrópolis francesas, inquieta a Francia y agita el fantasma de la radicalización de las protestas en un momento de alta tensión en el movimiento de oposición a la reforma de las pensiones.

El asunto de Lyon, por supuesto, no tiene que ver con las pensiones en sí. Y tiene preocupantes rasgos novedosos en comparación con otras olas de disturbios: los ataques se han perpetrado de día y en pleno centro de la ciudad. Sus autores son más jóvenes que sus predecesores. ¿Qué está pasando? ¿Por qué en Lyon?

En un café no muy distante de la zona caliente, el politólogo Philippe Dujardin perfila una línea de reflexión interesante. "Lyon es una ciudad notablemente próspera, por encima de la media. Las barriadas periféricas, en cambio, figuran entre las localidades más pobres de Francia. Además, las dos realidades están mucho más cerca y mejor conectadas que, por ejemplo, en París. Así, aquí la asimetría es más marcada, más abrupta que en otras metrópolis", argumenta.

El abismo entre los dos mundos, agravado por las consecuencias de la crisis, puede haber incubado esta nueva ola de rabia. Por supuesto, no faltan otras interpretaciones, incluida la sospecha de muchos sindicalistas de que se trate de un movimiento desatado por provocadores con la intención de hacer descarrilar el movimiento de protesta nacional contra la reforma de las pensiones. Algunos, como el alcalde socialista de Lyon, Gérard Collomb, prudentemente admiten no tener muy claro qué está pasando.

Sea lo que fuere, el temor a que la mecha prenda es tangible, entre los ciudadanos de Lyon así como en el resto del país. Por mucho que se esfuerce, en materia de integración Francia parece sufrir la maldición de Sísifo. Da igual con cuánta intensidad empuje la piedra de la inclusión hacia arriba porque siempre acaba cayendo. Esta semana, cayó en la tienda de Daniel Jeannerot, también situada en la calle de Victor Hugo. Jeannerot se quedó con dos escaparates rotos y fue lanzado al suelo por la embestida de los asaltantes. "Y encima a estos tíos las autoridades tienen que tratarles con sumo cuidado, porque si no se agitan aún más...", dice, indicando el rincón del local donde guarda la piedra que le tocó.

Habrá que ver dónde caen las próximas, porque las piedras francesas parecen haberle perdido el respeto a los prósperos y protegidos centros históricos urbanos.


Marsella encabeza el malestar francés

La ciudad en la vanguardia de la protesta

Entre la ciudadanía es recurrente la idea de rebelión ante lo
que perciben como el fin del estado de bienestar social

Por Andrea Rizzi
Enviada especial
El País, 21/10/10

Marsella.– El hedor de la basura que se pudre en las calles de Marsella tras 10 días de huelga de los recogedores hiere, pero es claramente otra la descomposición que preocupa a los marselleses: la del Estado de bienestar. Mientras la cuestión de las pensiones monopoliza la atención mediática, entre la ciudadanía es recurrente la idea de rebelión ante lo que perciben como el fin del proyecto de cohesión social que ha regido las sociedades europeas en las últimas décadas. Marsella enseña, con toda evidencia, los síntomas de un virus que probablemente se incuba en otras partes de Europa.

Aquí, sobre el tronco de la protesta contra lareforma de las pensiones, han florecido numerosas reivindicaciones sectoriales que están poniendo de rodillas a una ciudad históricamente muy sindicalizada y propensa a la agitación. Frente al puerto, se vislumbran las siluetas de los 80 cargueros bloqueados en el mar por las protestas de los trabajadores portuarios, dirigidas contra una ley de privatización del sector. En la ciudad, donde no circulaban ayer autobuses por el bloqueo de los depósitos de combustibles, la basura se acumula por una protesta que une a la lucha general también reivindicaciones salariales. Otros sectores, como los empleados de Hacienda, están en pie de guerra en Marsella por cuestiones específicas.

Más allá de la reforma delas pensiones

"Francamente, no estoy seguro de que todo lo que está pasando en Francia sea por lo de las pensiones. Me parece más bien que es el elemento que hizo estallar un malestar muy amplio. La gente ve que se abre la brecha social entre clases, ve que la red de protección se agrieta, y siente que pagan siempre los mismos", dice Roland Graille, biólogo marino de 48 años, en la céntrica Rue de la Canabière. A su lado, Alexis Casimiri, marino de 35, interviene: "Deberían explicar por qué encontraron miles de millones para salvar a los bancos, y ahora donde hay que ahorrar es con las pensiones de los trabajadores", dice. "Esto va a estallar", añade.

Mientras hablan, fuerzas de la Seguridad Civil empiezan a recolectar basura en camiones militares. Es una medida simbólica: solo son 150 para un área con 1,5 millones de habitantes. A escasos metros, Patrick Rué observa a los agentes con mirada desafiante. Plantado como un roble en la acera, ojos claros, voz bronca, el dirigente sindical de Fuerza Obrera, una central bastante radical, asegura con tono duro: "Estos no romperán la huelga, claro está". Por la mañana, el mismo Rué había liderado el bloqueo de dos túneles de acceso al centro de Marsella. ¿Temor a que la protesta degenere? "Controlamos la situación. Pero hacen de todo para provocarnos", responde.

Y el aire que sopla no es del todo calmo. Los contenedores arden por la noche, y con ellos algunos coches. Hubo disturbios en un liceo. Significativamente, la sede de la central CGT tenía ayer su puerta de acceso bien cerrada, y custodiada por siete u ocho señores de los que ninguno parecía pesar menos de 90 kilogramos. En el interior, Mireille Chessa, secretaria general de la CGT en la provincia, coincide: "El asunto de las pensiones ha aglutinado una constelación de motivos de protesta. La gente está harta".


Marsella, la capital del malestar social

El puerto es el símbolo de la protesta sindical

Reuters, 19/10/10

Marsella.– Basura apilada en las calles, buques petroleros inmóviles frente a la costa, filas de conductores ansiosos en las estaciones de servicio: el puerto de Marsella se está volviendo la capital del malestar social de Francia.

Mientras las huelgas barren toda Francia, la segunda ciudad y mayor puerto del país reclama el centro de la escena con su huelga de tres semanas que ha vaciado los depósitos de combustible, mientras los trabajadores de refinerías se unieron a las huelgas nacionales en protesta por la reforma del sistema de jubilaciones impulsada por el gobierno de Nicolas Sarkozy.

Afectada por las huelgas ferroviarias, postales, marchas callejeras y paralizaciones escolares esta semana, además de una huelga de recolectores de basura y puertos bloqueados, la ciudad mediterránea se ha vuelto famosa por la resistencia, y el alcalde Jean–Claude Gaudin, del partido oficialista Unión para una Mayoría Popular (UMP), atacó a los sindicatos.

"El CGT está matando al puerto de Marsella", dijo el alcalde del gobernante partido conservador a la televisión francesa, en referencia a uno de los mayores sindicatos. También dijo que enviar a los estudiantes a las calles a protestar era demasiado irresponsable.

Sus declaraciones se produjeron mientras la aerolínea de bajos precios Ryanair amenazaba con suspender sus operaciones en Marsella en una disputa sobre contratos, que podría afectar a 1000 empleados de la empresa o relacionados con el sector.

El anuncio se conoció poco después de que se anunciara el cierre de una fábrica de Unilever, que daba trabajo a 182 personas.

Las protestas sindicales empezaron hace tres semanas, con una huelga en contra de la privatización de las operaciones de descarga en el puerto francés.

Conocida por su ánimo de rebelión, Marsella se ha convertido en la oposición simbólica de Francia a cambiar sus normas laborales y beneficios sociales como han hecho otros países europeos, algo que aumenta los temores de las empresas extranjeras que buscan lugares para invertir.

Los 4000 kilos de basura apilados en las calles ya son el reflejo más claro de que esta ciudad está en pie de guerra. "Esto hace que Marsella parezca una ciudad subdesarrollada", dijo un diplomático occidental que pidió no ser identificado.

"Estoy seguro de que se están burlando en Rotterdam y Hamburgo. Esto no es bueno para la imagen exterior de Francia", agregó.