Cuando entró en el Palacio
del Elíseo en el año 2007, Nicolas Sarkozy soñaba con un destino glorioso.
Comentaristas entusiastas predijeron que su eventual populismo modernizaría
el derecho bonapartista, y que el estilo galo de sus políticas neoliberales
vendería el “sueño americano” a una población desconfiada. Las cosas no
se han ajustado a ese plan. Sarkozy quería ser el JFK francés; pero a quien
hoy se parece más es a Luis XVI esperando juicio en 1793. Puede que se escape
de la guillotina, pero su presidencia está ahora bajo asedio.
Los franceses se sienten
profundamente descontentos por la forma en que les ha gobernado, pero su queja
principal es por la reforma de las pensiones, que se considera como una cínica
estratagema para conseguir que la gente normal y corriente trabaje más a
cambios de menos derechos, mientras los banqueros reflotados y los ricos
consiguen rebajas de impuestos y siguen disfrutando de la buena vida. A lo
largo del mes pasado, seis manifestaciones nacionales reunieron a una media
estimada de 3,5 millones de personas en cada uno de los días de la protesta.
La más reciente, el pasado martes, fue de nuevo un gran éxito.
El
movimiento es popular
El movimiento es popular: el
69% de la nación apoya las huelgas y las manifestaciones; el 73% quiere que
el gobierno retire la reforma. Y los alumnos de enseñanza secundaria se han
incorporado ya a la lucha. Alrededor de 1.000 institutos están en huelga
mientras los adolescentes toman las calles para protestar contra el desempleo
masivo y el aumento de la edad de jubilación. El gobierno les calificó
condescendientemente de “niños manipulados”, pero esos comentarios han
sido contraproducentes y sólo han servido para galvanizar a los jóvenes, que
han endurecido su resistencia y se han interesado mucho más por la reforma.
Cuando los medios les entrevistan, los alumnos transmiten una posición
articulada y bien informada. Los padres están preocupados por el futuro de
sus hijos, por tanto, no van a impedirles que luchen.
En Francia se valoran las
huelgas y manifestaciones como una vía civilizada y eficaz para ejercer y
desarrollar la propia ciudadanía. Se espera que los estudiantes se incorporen
a las marchas desde edades tempranas, recibiendo también de ese modo
“educación política”. Los gobiernos de Francia han tenido siempre miedo
de los jóvenes debido a sus potenciales ideas radicales. Las últimas
manifestaciones de estudiantes han sido invariablemente muy populares porque
la gente sabe que los jóvenes se están viendo muy afectados por el desempleo
desde hace treinta años.
Los estudiantes de las
universidades se preparan también para luchar. Sarkozy, como Luis XVI en
1789, no parece captar que la situación es tremendamente volátil. Debería
darse cuenta. Desde mayo de 1968, todos los gobiernos se han visto contra las
cuerdas cada vez que los jóvenes han participado en un movimiento social.
Esta vez podrían resultar cruciales para ayudar a alcanzar un punto de
inflexión: una etapa en el conflicto en la que el equilibrio del poder se
traslade del gobierno hacia quienes se oponen a la reforma de las pensiones.
La pasada semana, Sarkozy
tuvo que enviar a la policía antidisturbios para reabrir los depósitos de
combustible bloqueados por los huelguistas en diversos lugares. Sin embargo,
varios cientos de estaciones de servicio tuvieron que cerrar porque se habían
quedado sin suministros. Los conductores de camiones y de trenes están también
iniciando acciones de lucha.
La situación
va a prolongarse y no se limita a la cuestión de las pensiones
¿Cómo puede interpretarse
la situación actual? Parece indudable que la situación va a prolongarse y
que no se limita a la cuestión de las pensiones. La reforma ha desencadenado
una red de acciones colectivas que se están extendiendo a toda velocidad. El
descontento está siendo alimentado por los bajos ingresos y el desempleo,
pero también por el impacto de la crisis en la vida diaria de la gente, por
la arrogancia de la presidencia de Sarkozy, por los casos de corrupción y por
la brutalidad de la policía.
Hay un sentimiento de
indignación moral ante la imposición de una medicina neoliberal para curar
una enfermedad causada por las mismas políticas neoliberales. Los franceses
no se muestran hostiles a las reformas: sólo piden que se utilicen para
redistribuir la riqueza y asignar recursos a quienes más los necesitan.
La situación
política es potencialmente explosiva
Sin embargo, cualquier
comparación con Mayo del 68 puede ser apresurada. Entonces, Francia
experimentaba un período de prosperidad económica. Actualmente, los
acontecimientos se producen en el contexto de una profunda depresión económica.
Esta es la razón por la que la situación política es potencialmente
explosiva. Los trabajadores y los jóvenes radicalizados están obligando a
los sindicatos a unirse a sus posiciones. El normalmente inofensivo Partido
Socialista ha prometido restaurar la edad de la jubilación a los sesenta si
consigue volver al poder en 2012.
Uno puedo contemplar dos
posibles escenarios. Que se endurezca la oposición a la reforma, en cuyo caso
Sarkozy puede tener que suavizarla o retirarla. Esto marcaría la primera
victoria popular importante en Europa contra el orden neoliberal post-2008. O
bien, que Sarkozy siga a piñón fijo e imponga una reforma profundamente
impopular, en cuyo caso el precio político a pagar por el actual presidente
podría ser muy alto.
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Philippe Marlière es profesor de Francés y Política Europea en el
University College de Londres. Puede contactarse con él en:
p.marliere@ucl.ac.uk